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jueves, febrero 03, 2011

El compromiso de Miró: del proceso de Burgos al encierro de Montserrat en 1970


Este texto es una versión para blog de un fragmento revisado el 6-XII-2010 de mi tesis doctoral, Joan Miró: el compromiso del artista (1968-1983), publicado en “Octopus” nº 1 (I-2011) 13-28.

EL COMPROMISO DE MIRÓ: DEL PROCESO DE BURGOS AL ENCIERRO DE MONTSERRAT EN 1970.
Joan Miró tuvo bastantes oportunidades para demostrar fácilmente su compromiso político en este año 1970. Abundaban las causas en las que participar. Combalía (1998) recalca que ‹‹El Miró veterano también fue un antifranquista declarado, manifestando su apoyo a iniciativas en favor de la democracia y en contra de la represión. Pero su figura pública nunca adquirió el peso de la de Picasso. (…)››[1] Miró no descuidaba su colaboración con los sectores catalanistas con actos concretos como su car­tel de presentación del primer diccionario enciclopédi­­co en catalán, Salvat Català (1968), su donación de una obra en beneficio del Òmnium Cultural para una exposición de homenaje a Pompeu Fabra en enero, y así años más tarde aceptará la vicepresidencia honorífica del Congrés de Cultura Catalana, su respuesta al Mayo francés de 1968 o sus carta pública en enero de 1969 contra las torturas del régimen franquista. Pero sin duda su más conocido acto antifran­quista fue su participación en el encierro de Montserrat, el 12 de diciembre de 1970, en me­dio de unas semanas críticas de la agonía fran­quis­ta.
Desde el 3 de di­ciem­bre se juz­ga­ba a 16 miembros de ETA, en el pro­ceso de Bur­gos, y duran­te esas sema­nas se mul­ti­pli­ca­ron los actos de pro­testa: huel­gas, mani­fes­ta­ciones, hasta el encie­rro en el mo­nas­terio de Montse­rrat, donde unos 300 pro­fesio­nales, in­te­lec­tua­les y ar­tis­tas se reu­nieron los días 12-14 de diciem­bre. Miró, con 77 años, acu­dió durante unas ho­ras para mani­fes­tar su solida­ri­dad de un modo ine­quí­vo­co y de resultas fue sancionado. Pero los hechos merecen una mirada más cercana.
En un año 1970 marcado por la radicalización del movimiento obrero (huelga total en enero en la minería asturiana) y estudiantil, en noviembre y, sobre todo, di­ciem­bre se vivió la más importante oleada demo­crá­tica contra el franquismo. Los actos de pro­testa de di­ciembre pueden ser con­si­de­ra­dos un ensa­yo de lucha­ prerrevolucio­naria. Era un tiempo de zozobra interna­cio­nal, con un estallido social en Polonia que terminó con el go­bierno de Go­mulka, con un juicio en Leningrado con­tra judíos so­viéti­cos que querían huir de la URSS y con una profunda agi­ta­ción en muchas universidades europeas, mientras que en EE UU la rebelión juvenil contra la guerra del Vietnam estaba en su punto álgido. España estaba integrándose a marchas forzadas en el siste­ma económico occidental, mientras que Franco había entrado en la ancianidad y el régimen se preparaba para una sucesión con­trolada bajo el puño de hierro del almirante Carrero Blanco. Todo ello implicaba la necesidad de refor­mas estructura­les que mejo­rasen la imagen del franquismo, pero sin desmontar su base social y política. La idea era avanzar hacia una “de­mocra­cia autoritaria”, estrechamente controlada, de tal for­ma que el poder ejecutivo dependiese bá­sicamente del Jefe del Es­tado (es­te vitalicio), con un Parla­mento “orgánico” controlado caci­quil­mente desde el Ministerio del Interior como en los tiempos del canovismo, en la que los par­ti­dos comunistas, socialis­tas y separatis­tas fue­sen ile­gales. Era un sistema muy parecido al empleado luego en Turquía y algu­nas se­midicta­turas islámicas, una democra­cia tan vi­gila­da como falsa, pero que se pensaba que podría dar una ima­gen aceptable en el exterior du­rante al­gunos años más, los de la previ­si­ble­mente cercana suce­sión.
En esos momen­tos de indefinición entre la apertura y la repre­sión el régimen se expuso con todas sus debilidades —como ocurre generalmente en parecidas fases terminales en los siste­mas dictato­ria­les—. Por una parte la tímida apertura, que se ini­ció con las elecciones del 17 de noviem­bre, para elegir con­cejales de re­presentación fami­liar y conse­jeros loca­les del Movimiento (Miró se abstuvo de votar y criticó duramente el proceso), y a las cuales si­guie­ron las elec­ciones del ter­cio sindi­cal, el 24 de noviembre. Por otra parte, la dura repre­sión, para dejar claro a los demó­cra­tas que el régi­men estaba tan fuerte como siempre. En este sen­tido, lo más fá­cil y pró­ximo era ajusticiar a algunos de los primeros separatis­tas vascos, que ya estaban luchando en ETA y que habían sido detenidos después del asesina­to del inspector de policía Melitón Manza­nas. 16 separatistas fue­ron detenidos y otros 16 escaparon (es­tos fueron juz­gados en re­bel­día). Los deteni­dos, curiosa­mente, pertenecían al sec­tor mode­ra­do de ETA —algunos de los acti­vistas juzgados, como Go­rostidi y Aiz­purúa, se radicalizarían mucho más tras esta trau­mática ex­pe­riencia—, que no que­ría la ac­ción vio­len­ta sino que preten­día una línea más po­líti­ca, cer­ca­na a los métodos de Gandhi y Nehru. De he­cho, la gran ma­yoría nunca ha­bían parti­cipado en actos vio­len­tos, pero pese a ello ya se preveía antes del juicio que las ejemplarizantes penas fluctuarían entre la condena a muerte y lar­gos periodos de prisión para los menos significados.
Las protestas comenzaron a surgir enseguida. El 24 de no­viembre hubo un paro general en la Universidad de Madrid como reacción a la presencia de la policía y la de­tención de unos estudian­tes. También hubo incidentes en la de Barcelona. En los días siguientes la tensión fue creciendo en los centros univer­sita­rios del país, con numerosos paros e incidentes ca­llejeros. El 27-28 se supo que el proceso de Burgos sería público. Como entre los procesados había dos sacerdotes (Ju­lián Cal­zada era el más des­tacado), la Santa Sede pidió cle­mencia por si hubie­­ra penas de muerte.[2] Al cabo la represión era dura y eficaz: la policía detuvo en Madrid a las coordinado­ras de la opo­sición universi­taria (la llamada Coordinadora de Dis­tri­to de Madrid), la prime­ra con 25 estu­diantes el 26 de noviembre, y a su sucesora, de otros 19 estu­dian­tes, el 2 de diciembre. Pero a principios de diciembre los conflic­tos uni­versitarios arrecia­ron (Madrid, Oviedo, Gra­nada...). La prensa del régimen los presentaba como violentos y ridículos, como irresponsables ofensas a la integridad y la decencia. Los acontecimientos se precipitaban. El movi­mien­to vas­co de liberación nacional (terrorista), dividido en varias faccio­nes, se unió en­tonces, y el 1 de di­ciem­bre el sec­tor más du­ro, llamado ETA V Asam­blea, dirigido por Et­xa­be, secuestró al cón­sul hono­ra­rio alemán en San Sebas­tián, Eu­genio Behil Schaefer, de 59 años y anunció el se­cuestro el 2, amena­zando con matarle según lo que ocurriera en el con­sejo de gue­rra de Burgos (finalmente, fue liberado el 29).
El proceso de Burgos comenzó el 3 de diciembre y aca­bó el 9. Fue el juicio suma­rí­simo número 31-69, realizado de acuerdo al de­creto-ley an­tite­rro­ris­ta de 1960, “contra el bandidaje y el terrorismo”. El polé­mico artículo 3, derogado en 1964, fue reimplantado para juzgar a los 16 acti­vistas vascos y el ca­rác­ter retroactivo de esta aplicación del derecho penal anterior fue muy criti­cado en España y el extranjero. En el círculo de amigos de Miró la reacción fue inmediata y apasionada, y aunque no se sabe lo que él opinó entonces, se puede suponer que tam­bién le pare­ció ina­cepta­ble.
El Partido Comunista había convocado ya el 3 de noviembre a una jornada de lucha por la amnistía, y a lo largo del mes la ten­sión fue subiendo en el movimiento obrero y estudiantil. Asam­bleas, pa­ros, pintadas y acciones callejeras desemboca­ron en la huelga general universitaria del 3 de diciembre. En Bar­celona abundaron las manifestaciones, pero más importante aun fue la extensión de estas a otras ciudades antes siempre pasivas, como Girona.[3] El Òmnium Cul­tural suspen­dió la fies­ta lite­ra­ria de Santa Llúcia. El 3 se reali­zó un paro gene­ral en Gui­púzcoa. Incluso, la Conferencia General Episcopal solicitó la máxima clemencia para los encausados, y, yendo más allá, los obispos de Bilbao y San Sebastián pi­dieron que el régimen fuese cauto y responsable, lo que se in­terpretó por el régimen como una intromisión en la vida civil.
El mismo día 3, el fiscal del proceso pidió contra los 16 acusados un to­tal de 6 penas de muerte ­—otros 16 acusados huidos fueron declarados en rebel­día, hasta un total de 32 procesados—, por los deli­tos de ase­sinato del inspector Melitón Manzanas y per­tene­cer a una orga­ni­zación terrorista y separatista. Desde entonces, la prensa informó con enorme amplitud del proceso y de los incidentes callejeros, la gran noticia de aquel mes. Miró debió sentir la misma expectación que el resto del público, leyendo tanto la prensa es­pañola como la francesa que le dedicaba atención a diario, pero tuvo la precaución de no guardar recortes que le pudieran comprometer si la policía regis­traba su casa en Palma.
En esos días (sobre el 4 de diciembre) fue cuando Miró volvió a su habita­ción en el hotel­ Colón de Barcelona (donde había estado recientemente, en la segunda semana de octubre, hasta la muerte de su amigo Prats el 14), por un lado para pre­parar una ex­po­si­ción y solucionar una cuestión en Tarragona[4], pero también atraí­do por los aconteci­mien­tos, al igual que sus ami­gos cata­lanes. Las reuniones fueron diarias y el tema dominante de las conver­sa­ciones era la situación política y qué po­drían hacer ellos para ayudar. Un amplio grupo, formado por Tàpies, Brossa, Bohigas, Portabella[5] y otros, parti­cipaban febrilmente junto a­ las or­ganiza­cio­nes de artistas e inte­lectua­les inde­pendien­tes mon­ta­das por el PSUC (Partido Socia­lista Unificado de Cata­lun­ya, de filia­ción comunista), y le encare­cieron a Miró que se comprome­tiera más a fondo, aunque sin pedirle la afiliación, mientras que otros de sus amigos, como Gomis y los Gas­par, pre­ferían una colabora­ción más prudente y le indicaban que debía ser consecuente con su larga trayec­toria inde­pendiente. Miró se sen­tía dividido entre ambas po­sicio­nes: en una fecha imprecisa­­ de­cidió no militar­ en las organizacio­nes clan­destinas, pero sí se­guir cola­bo­rando con ellas, mediante la donación de obras y con su pre­sen­cia oca­sional en las reu­nio­nes.
El 4 de diciembre se de­claraba el “estado de excepción­” en el País Vasco, por un periodo de 3 meses, debido al enfrentamiento de las fuerzas del orden y los traba­jadores en Guipúz­coa. En Eibar una gran mani­festación con­siguió que la policía se retirase al principio, para volver después y dispa­rar con fuego real duran­te un cuarto de hora, resultando un joven muer­to y otros heri­dos de grave­dad. Se su­cedieron en los días si­guientes el en­cierro de Montserrat, las huelgas en los cintu­rones industria­les de las grandes ciu­dades (Madrid, Barcelona, Bil­bao), las masivas movi­liza­ciones popula­res, y las presiones in­ternacionales y de la prensa extranjera. El 12 el régimen proclamaba nume­ro­sas adhesiones institu­cionales, mientras se suspendían las cla­ses en Valladolid y Granada.
El encierro en el monasterio de Montserrat se celebró desde la tarde del 12 hasta la noche del 14 de di­ciem­bre. La iniciativa fue de un reducido grupo de militantes y simpatizantes pro­gresistas y catalanistas, entre los cua­les esta­ban Octavi Pe­llissa, Oriol Bohigas, Xavier Folch, Núria Serrahima... que promovieron una “tancada d’intelAlec­tuals con­tra el procés de Burgos i la perpetuació de la dicta­dura”, en una acción de re­sonancia inter­nacio­nal. Se escogió el monasterio benedictino porque era un lugar emblemático de Cataluña así que un acto en él multiplicaría el impacto público, y además, lo que fue un factor fundamental, la comunidad de monjes era recepticia a permitir el acto. El abad anterior había sido el famoso Aureli Maria Escarré, que había partido al destierro en 1965 debido a sus críticas al régimen franquista aparecidas en “Le Monde” (14-XI-1963), y el nuevo abad desde 1966, Cassià Maria Just, había aumentado su compromiso con las libertades. De inmediato los in­telec­tuales y monjes fue­ron ro­deados por la Guardia Civil, atónita ante la magnitud del sorpresivo desafío. Es­ta­ban 300 de los más sig­nificados profesiona­les, inte­lec­tuales y artistas de Cata­luña, con representantes de la “Nova Cançó” como Joan Manuel Serrat, Guillermina Motta, Quico Pi de la Serra, Raimon, pin­tores como Antoni Tàpies, Albert Ràfols Casamada, autores y actores teatrales como Josep Maria Benet i Jornet, Fabià Puigserver, Núria Espert, novelistas como Ana María Matute, Montserrat Roig o Terenci Moix, políticos como Josep Andreu i Abelló, Jordi Car­bonell, filósofos como Manuel Sacristán, poe­tas como Joan Oliver, Joan Brossa y Gabriel Ferrater.[6]
Miró, por su parte, estuvo allí apenas unas horas. Parece que le convencieron para ir varios de sus amigos, por lo que no podemos sig­nificar a unos sobre otros, pero entre ellos, con seguridad, estuvieron Bohi­gas y Tàpies (que recuerdan haber hecho gestio­nes personales).[7] Subió en un coche junto al escritor Mario Var­gas Llosa y probablemente también Tàpies, antes de que el cordón poli­cial se cerrase y, a su llegada, de inmediato le mostraron a los asis­ten­tes como prueba del éxi­to de la convo­catoria, lo que tuvo un efecto exce­lente en sus áni­mos (se le aplaudió, aunque él no dijo nada). Tàpies explicó así el recibimiento: ‹‹Lorsque nos sommes entrés dans la salle commune tout le monde applaudit. Car en Espagne, Miró est une personnalité importante. Comme Picasso, il sert le prestige du pays (…). En venant à Montserrat, il protégeait tous les résistants.››[8] Un testimonio del escritor Biel Mesquida explica sus sentimientos al ver a Miró en el acto:
‹‹(...) quan s’estengué el remor de “Ha arribat en Miró! Ha arribat en Miró!” com un ventaguer d’alegria quasi no ho podia creure. I era vera. Allà enmig d’aquella gentada Jota Ema [Miró] sem­blava un benèfic i benigne patriarca que amb els seus ullets d’un blau espirejant d’estrelletes es solidaritzava amb tots els lluitadors antifranquistes i ens saludava un per un. Vaig quedar bocabadat de la seva senzillesa per un cantó i de la seva fortalesa per l’altre. Aquella reunió estava plena de ten­sions. Calia redactar un manifest que havia de ser signat per persones de molt diferents ideologies amb l’an­tifranquisme com a front de batalla i no era fàcil. En Jota Ema aconsellava amb l’altra tradició dels seus 75 anys les paraules més conciliado­res, civi­litzadores i justes. I l’endemà tots els mitjans de comunicació del Plante sabien que malgrat quaranta anys de franquisme unes veus de pensadors i artistes simbolitzaven el clam de tot un poble. Havia vist el compromís moral d’en Jota Ema i això m’obria moltes més finestres a les clarors dins la tenebrosa agonia feixista.››[9]
Miró se mar­chó muy pronto de vuelta al hotel Colón, a la mi­tad de la pri­mera sesión, junto a Tàpies, el poeta Joan Oliver (conocido por su seudónimo Pere Quart) —que estaba enfermo— y algunos otros, y la Guardia Ci­vil identifi­có a los ocupantes de los vehículos.
Esta salida temprana no debe entenderse como descon­tento por la uti­li­za­ción polí­tica que se hizo de su adhesión, sino como un re­co­no­cimien­to de que lo que importaba era el conoci­miento me­diá­tico de su pre­sencia. Su amistad con muchos de los parti­ci­pan­tes, como Bohi­gas, Tà­pies, Bros­sa... fue un aci­cate más: no podía fallar­ a sus amigos. Cuando unos días después los organizadores le llevaron una copia de su declaración reivindicativa, la firmó enseguida.
La prensa española y ex­tran­jera pu­blicó noti­cias y en algunos casos fotos (tomadas por Català-Roca) sobre la presen­cia del an­cia­no ar­tista de 77 años en el encie­rro y ello con­tribuyó a que en el exte­rior se pres­tase más aten­ción a la situa­ción polí­ti­ca es­paño­la, como deseaban los organizadores.[10] El mismo sábado 12 aparecía en “La Vanguardia” el primer artículo de una serie de cuatro, de Permanyer, Joan Miró en aquel París que era una fiesta (el de los años 20), y los otros tres salieron el 15, 18 y 19 sin problemas, y el domingo 13 salía una nota sobre la donación de un tapiz suyo a la Cruz Roja de Tarragona, en tamaño grande para dar una impresión de normalidad y en la misma página se incluía una noticia pequeña en la que se citaba a Miró entre los participantes del encierro, que se vinculaba con el proceso de Burgos.[11] El lunes 14 no salían los diarios habituales (una costumbre de la prensa española entre 1920 y 1982) sino la oficialista “Hoja del Lunes”, que recogió la noticia del encierro para criticarlo, y por la tarde el gobierno español suspendía el artículo 18 del Fuero de los españoles, que garantizaba que nadie podía ser detenido más de 72 horas sin ser libertado o puesto a disposición de la Justicia ─significaba en la práctica que la Administración podía aplicar sanciones inmediatas de hasta seis meses de arresto menor o de retirada de pasaporte (la que se aplicará a Miró)─, y el Tribunal Supremo confirmaba las penas para unos condenados anteriores de ETA, mientras proseguía el consejo de guerra de Burgos. El martes 15 las noticias anteriores acaparaban las portadas de la prensa. La agencia oficial Logos informaba del final del encierro y precisaba que Miró y Tàpies no habían pernoctado en la abadía, en contra de lo divulgado:
‹‹Informa la agencia Logos que el grupo de casi trescientas personas recluidas voluntariamente en la hospedería de Montserrat desde la tarde del sábado, a última hora de la tarde del lunes empezaron a abandonar el monasterio. Se señala que por la mañana el abad dom Casiano Just solicitó a la fuerza pública garantías para que en el caso de que abandonaran el encierro no les fuera solicitada la documentación. A última hora del lunes, la agencia Logos ha completado su información en los siguientes términos: Las personas que en numeroso grupo se encontraban recluidas en la hospedería de Montserrat, han abandonado ya su encierro voluntariamente y regresado a sus domicilios tras el anuncio de que, de no hacerlo da forma voluntaria, la fuerza pública hubiera desalojado el recinto donde se encontraban. La salida se ha efectuado en perfecto orden, figurando al frente de la comitiva el abad de Montserrat don Casiano Just. También se ha sabido ahora que ni Joan Miró ni Antonio Tapies han pernoctado en la Abadía, como se había indicado, pues simplemente hicieron acto de presencia el sábado y a continuación siguieron viaje hasta Barcelona. — Logos.››[12]
            Las autoridades civiles de Barcelona se ufanaron enseguida de haber puesto punto final al encierro:
‹‹Nota del Gobierno Civil. Como ha informado la Prensa, desde las últimas horas de la tarde del sábado, un grupo de aproximadamente 230 personas, permanecía encerrado en el convento de los monjes benedictinos del Monasterio de Montserrat, dando lugar con su actitud a una campaña de calumnias y falsedades recogida por alguna prensa y radio extranjeras, con la finalidad de desprestigiar al país y a sus Instituciones. Ante estos hechos, que no podían tolerarse, en la tarde da ayer, lunes, los encerrados fueron emplazados por la autoridad para que desalojaran el convento, lo que realizaron sin necesidad de que las fuerzas del orden público allí presentes tuvieran que intervenir. — Barcelona, 15 de diciembre de 1970.››[13]
Y el diario La Vanguardia”, en una nota editorial del mismo 15, celebraba que no hubiera habido incidentes violentos y que las autoridades mostraran moderación:
‹‹La reclusión voluntarla de un numeroso grupo de personalidades destacadas de la vida barcelonesa en la Abadía de Montserrat, ha terminado ayer sin intervención de la fuerza pública y sin que se produjera ningún incidente. Esta forma de reflexionar colectivamente respecto a una circunstancia dada —porque no se ha informado sobre su finalidad cierta—, es discutible quizá en cuanto a su oportunidad y eficacia, si bien hay que reconocer que realizada por personas como las que se han reunido en Montserrat, no podía llegar hasta ningún extremo de peligrosas derivaciones, ni para el orden ni para la paz públicas. Es muy satisfactorio, pues, que el acto haya terminado sin mayores consecuencias. Y hay que hacer constar la satisfacción que producirá en Barcelona, y en todo el país, ver cómo un acto —quizá poco trascendente en su materialidad táctica, pero destacado por la personalidad de muchos de los reunidos y el lugar en que se ha realizado, tan querido por todos los catalanes—, haya acabado felizmente.
Al mismo tiempo, se sentirá también, por parte de la opinión, una impresión de confianza respecto a las autoridades de la provincia que han abordado el asunto sin nerviosismo, sin deformarlo, sin desquiciarlo. La prudencia y sangre fría con que las autoridades aludidas han obrado a la vista del suceso de Montserrat, merecen ser retenidas como un elemento favorable en las actuales circunstancias patrias que sería ciego no apreciar en su verdadera importancia.››[14]
Fuera de España se difundirá la sugerencia de que Miró había estado los tres días del encierro, y había salido con los demás, ante la amenaza de la policía, entre dos filas de guardias civiles ar­mados con metralletas: ‹‹About 300 Spanish intellectuals and artists including Joan Miró staged a sit-in at an abbey near Barcelona today to protest the trial of 15 Basque nationalists in Burgos.››[15] Esa es la imagen que impacta en la opinión pública internacional. Miró es el más conocido de los participantes y el que aparece en primer lugar (a menudo es el único nombre publicado) en casi to­das las listas. En una carta de febrero de 1971, el poeta japonés Shuzo Takiguchi se refiere a la importancia internacional del ejemplo de Miró, en una reflexión indirectamente política, poco después de llegar a Japón las noticias sobre la participación de Miró en el encierro de Montserrat.
‹‹Les jeunes gens ici d’intéres­sent beaucoup sur l’actua­lité de votre travail, particulièrement dans la situation actuelle catalane, pourtant ce n’est pas facile à comprendre ici en Japon. Je crois que votre position comme le plus grand artiste doit être un point cardinal avec une autorité unique dans le monde actuel —très souvent imbécile et en désordre!—.››[16]
Pierre Descargues (2004) comenta poéticamente la relevancia que tuvo para él de la participación de Miró, en contraste con la pasividad de Dalí, en el encierro de Montserrat:
‹‹(...) en 1970, les quotidiens nos apprendront que Miró a rejoint quelques protestataires, dont le peintre Antoni Tàpies, qui se sont enfermés dans le lieue sacré de la Catalogne, l’abbaye de Montserrat, pour manifester contre la condamnation à mort de plusieurs membres de l’ETA. La police assiège le monastère. Miró a 77 ans. Je me demande ce que fait Salvador Dalí, cet autre Catalan. À la fin, l’assaut ne sera pas donné. Qui savra jamais pourquoi? Peut-être parce que les oeuvres de Miró ont toujours apprivoisé les merles, les lavandes, les grillons, les silex et les étoiles. Et que toutes ces puissances de la nature s’étaient refugiées, avec lui, dans le sanctuaire. On ne lance pas sa police à l’assaut de ça. Il faut peut-être ajouter que le monastère de Montserrat est placé sous la protection du Saint-Graal, comme l>a conté Richard Wagner dans son Parsifal. Et se demander si le Généralissime a reculé devant le clergé ou devant Joan Miró.››[17]
Los encerrados que se quedaron se cons­tituyeron en asam­blea permanente y aproba­ron un mani­fiesto en el que denunciaban el carác­ter represivo y tota­litario del régimen, expresando su adhesión fraternal al pueblo vasco, exigiendo la amnistía, la abolición de la pena de muerte, el establecimiento de un Estado que ga­rantizase las libertades democráticas y los derechos de los pueblos y nacio­nes que formaban el Estado espa­ñol, incluyendo el derecho de autodeterminación. La declaración reza así:
‹‹Nosotros, intelectuales catalanes constituidos en Asamblea permanente en Montserrat, nos creemos obligados a tomar posición ante la gravísima situación política y social provocada por el Consejo de guerra sumarísimo contra dieciséis militantes de ETA acusados de luchar por el socialismo y por los derechos nacionales del pueblo vasco:
En estas circunstancias comprobamos:
1. Que se sigue aplicando en el Estado español, contra toda opinión de signo democrático, una legislación represiva iniciada hace más de treinta años, durante la guerra civil.
2. Que el actual sistema político‑jurídico, al servicio de una estructura social clasista y anacrónica, convierte en delitos hechos políticos y sociales que en todo estado democrático se consideran legítimos y hasta constituyen derechos elementa­les de todo ciudadano.
3. Que la tortura y los malos tratos físicos y morales, reiteradamente denunciados, son todavía una práctica policíaca sistemática.
4. Que los derechos de los pueblos y naciones que hoy forman el Estado español son ignorados y reprimidos en nombre de una supuesta y falsa unidad nacional, principio básico de las leyes del Estado español.
A la vista de estos hechos, consideramos inadmisible la aplicación de las gravísimas penas pedidas en el Consejo de guerra sumarísimo de Burgos.      
Denunciamos que los medios de comunicación del Estado, especialmente Radio Nacional, Televisión Española y la Agencia Cifra, tergiversan o escamotean sistemáticamente la información. Y, como no existen medios normales de libre expresión, nos vemos obligados a manifestarnos en este documento.
En primer lugar, repudiamos el proceso de Burgos, de acuerdo con los movimientos de recusación del mismo que se han produci­do y se producen en el interior y en el exterior.
En segundo lugar, reclamamos que se tomen inmediatamente las siguientes medidas:
1. Que quede sin efecto cualquier condena que pueda ser dictada por el tribunal de Burgos.
2. Que se promulgue una amnistía general para todos los presos políticos y sociales, los sancionados y los exiliados.
3. Que se derogue el decreto‑ley de bandidaje y terrorismo y sean abolidas las jurisdicciones especiales.
4. Que sea abolida la pena de muerte para toda clase de delitos.
5. Que se establezca un Estado auténticamente popular que garantice el ejercicio de las libertades democráticas y de los derechos de los pueblos y naciones que forman el Estado espa­ñol, incluido el derecho de autodeterminación.
Por último, manifestamos nuestra completa adhesión fraternal al pueblo vasco y a sus reivindicaciones que son las nuestras. (Montserrat, 13 de diciembre de 1970)››.[18]
Muchos de los asisten­tes firmaron por asentimiento a posteriori porque no estaban presentes cuando se redactó, y entre éstos figura Miró.
Mientras tanto, proseguía la lucha alrededor de la vida de los procesados. Por una parte las revueltas callejeras y uni­versitarias, las huelgas... mientras la Santa Sede volvió a interceder por los acusados (ya hemos dicho que dos eran sacerdotes) el 15 de diciembre y las embaja­das seguían su lí­nea de discreta presión. Las universidades acordaron dar vacaciones desde el 15 de diciembre hasta el 7 de enero para evitar que los estudiantes se organizaran para protestar. Picasso suspendía una exposición de sus obras en Barcelona. El artista Alfred Manessier tomará el asunto de la represión franquista para su pintura de mensaje político Proceso de Burgos (1971).
Por el otro lado la re­pre­sión se plasmaba en cientos de detenidos —la mayoría por poco tiempo— mientras que la propaganda franquista deni­graba a los manifestantes y mostraba a Occi­dente (Ita­lia, Fran­cia, EE UU) sufriendo un alu­vión de batallas cam­pales, huel­gas y ma­nifes­tacio­nes, como si hubiera una cons­pira­ción marxis­ta in­ter­nacio­nal en la que los disturbios en Es­paña sólo serían un pequeño eslabón. El 16 se manifestaron unos 35.000 burgaleses a favor del Gobierno —se había conminado al cierre de los establecimientos para conseguir la máxima asistencia—. Otra gran manifestación franquista en Madrid, ante el Palacio de Oriente, el 17, tuvo 500.000 manifestantes según la pren­sa franquista (100.000 según la prensa extranjera). El 22 de diciembre (tras un acto previo el 20), el régimen organizó otra ma­ni­festación en Barcelona, con decenas de miles de perso­nas llevadas desde todas las comarcas de Cataluña en autobuses y trenes, para defender ‹‹la sagrada Unidad de España contra el contu­bernio internacional››. Personas del Ri­pollés, L’Empordà, la Garrot­xa, el Gironès, con pan­cartas con inscrip­ciones como ‹‹San Juan de las Abadesas. Unidad y Paz››, ‹‹Comunis­mo no. Franco sí››. En Palma no hubo actos de ma­sas, sino declaraciones institucionales de apoyo a Franco. La oposición mallorquina era demasiado débil para enfrentarse al férreo control policial. Miró permaneció en su casa, al parecer con una severa admonición de las autoridades para per­manecer callado.
            El 28 de diciembre la sentencia de Burgos estable­cía nue­ve pe­nas de muerte (para seis de los reos juzgados), tres absolu­ciones y vein­ticinco penas de re­clusión. El 29 el cónsul ale­mán fue li­bera­do por ETA y el 30, pre­via reu­nión ur­gen­te del Con­sejo de Mi­nistros, Franco, bajo fuertes pre­siones internas[19] e interna­ciona­les, in­dultó a los conde­na­dos a muerte, conmu­tando las penas por otras de 30 años de re­clu­sión mayor. Lo peor para el ré­gi­men fue que ETA salió ro­bus­te­cida, radicalizada y unida de la prue­ba, más po­pular incluso fuera del País Vasco, con una reno­vación de sus cua­dros y mi­li­tancia. Sería una herencia envenena­da para la democracia venidera.
El apoyo de Miró a los proce­sados disgust­­ó sobremanera al franquismo. Cuando vuelve a Pal­ma, pocos días des­pués (probablemente la tarde del 16), el diario “Balea­res”, de línea falan­gista, envía a un pe­riodis­ta a sonsa­carle unas pala­bras de re­nuncia... y lo consi­gue, al menos en parte —Miró alegará después a un periodista francés de “Le Monde­” que el falangista sólo habló por teléfono con su esposa, que sólo le dijo que los aires fríos del monasterio no convenían a su salud—. Inmedia­tamente, el día 18, sale en la prensa nacio­nal más adicta al Gobierno una en­tre­vista a Miró, en la que este des­mentía cual­quier motiva­ción polí­tica de su pre­sen­cia en Montse­rrat y se presen­taba como totalmente neu­tral en polí­tica. Un periodista del “Ba­lea­res” fue el autor y este diario lo publicó parcialmente en portada —con una foto de Miró— y el resto en la sexta pá­gina. El tex­to completo de los titulares decía: ‹‹La ver­dad ante todo. Joan Miró acudió a Montserrat en­gañado. “Creí que se tra­taba de un acto cultu­ral. Cuando comen­cé a ver claro me marché inmedia­ta­mente”››. Y el texto reza:
‹‹(...) Joan Miró acaba de regresar a Palma. Conversamos con él para decirle que un periodista de una impor­tante cadena de te­levi­sión soli­cita desplazarse a su estudio de Palma con la inten­ción, nada menos, de que el artista explique, con unos dibujos, “lo que él opina” sobre lo que está pasando. Como lo ve, con sus ojos de artista. Joan Miró palidece de indignación y se le apaga la voz. Su es­posa comenta que “qué barbaridad”. Que ni soñarlo. Que su espo­so no quiere ni oír hablar de nada de eso. El pintor asiente cuando ella dice: “Acudimos allá en­gañados, y de mala gana por­que además hacía mucho frío y a Joan el frío no le con­viene”.
- Creía (añade ahora el propio don Juan) que se trataba de una cosa exclusivamente cultural. Pero apenas vi de qué se tra­taba, nos marchamos inmediatamente. No permanecimos allá ni diez minutos. ¿Me oye usted? Ni diez minutos.
- Ya nos extrañaba, palabra de honor. Usted tiene sus ideas o lo que sea. Pero es un hombre de sentido común, de or­den, que se limita a trabajar y además sin descanso.
- Exactamente. Eso es. Yo no permanecí allá ni diez minu­tos en cuanto vi de qué iba la cosa. Y además, estoy muy afec­tado. Me duele vivamente que haya sido explotado mi nombre para una cosa así. Ha sido para mí un duro golpe verme de esta mane­ra relacionado con este asunto.
Luego la conversación prosigue por otros derroteros, de esos que le gustan al pintor: su trabajo, la Navidad, sus nie­tos y sus trabajos de horticultor aficionado. “Diga a ese ame­ricano de la televisión que no se moleste en venir a Palma, que no pierda el tiempo. No pienso ni recibirle. Que me dejen en paz, caray”.››[20]
Esta entrevista se difundió incluso en el extranjero y siguió siendo tema de debate en Mallorca y debió tener un efecto negativo sobre los conocidos y amigos de Miró, pese a parecer harto evi­dente, al menos para los que han leído cientos de en­tre­vis­tas y declara­ciones suyas, que el periodista hace una libre inter­pretación de las medias palabras del artista y su espo­sa. De­bemos leer entre los silencios, tanto la primera in­ter­vención de su esposa (para la cual sí que la neutralidad polí­tica era un ideal), como la deforma­ción de sus palabras por el pe­riodis­ta... Pero posiblemente dijo más de lo que pretendía de­cir, y ensegui­da fue cons­ciente de que iban a uti­lizarlo. Es muy significativo que no recor­tara la no­ticia para su álbum (en el que guardaba casi todo lo que se escribía sobre él, incluyendo las críticas más feroces) como si qui­siera hacer de­sapa­re­cer de su vida este episodio que os­cure­cía lo que él con­si­de­raba una de sus mejo­res ac­cio­nes en favor de sus idea­les. De hecho, siem­pre negó haber dicho aque­llas pala­bras, al menos tal como habían salido publicadas. Su primera respuesta fue una declaración a la prensa dos días después, en la que afirmaba que fue a Montserrat voluntariamente y plenamente consciente así que ‹‹el significado de mi presencia debe interpretarse como un deseo de expresar y confirmar los sentimientos que he sostenido toda mi vida, y que por tanto no puede considerarse en modo alguna como una repulsa a los que estaban allí reunidos››.[21] De esto y de sus precisiones, probablemente a través de Dupin, se hizo eco un artículo en “Le Monde­” (30-XII-1970), que hacía un resumen político de lo que ocurrió en los días inmediatamente posteriores, señalando que el periodista del “Baleares” era un falangista y que su información era falsa.[22]
Considero que Miró fue a Montserrat no por la pu­blici­dad que su nombre genera­ría a sí mismo, sino, como dirá tiempo des­pués, por lo qué podía contribuir al movimiento con su imagen pública. Su so­lidari­dad había sido empañada por la lamentable entrevista. Tiempo después explica que fue allí: ‹‹(...) por­que ese era mi senti­miento, fui sin pen­sar en la pu­blicidad. (...) Al­gunos dije­ron que fui allí sin saber que se trataba de un asun­to po­líti­co. Hice publicar un desmentido para establecer la verdad, que al­gunos que­rían en­mascarar. Lo que hice, lo hice con cono­ci­miento de cau­sa››.[23] Mi­ró se rebela con­tra la idea que se había difundido mu­cho en los años 60, in­cluso entre los ar­tistas pro­gresistas, de que era un ino­cen­te, un ingenuo, que no se implicaba en las cau­sas políticas y que vivía fuera de la socie­dad y que se ha­bía afianzado con su mismo triunfo artístico y con noticias o en­trevistas como la del diario “Baleares”. El ar­tista se re­vuelve har­to de tal impropie­dad: ‹‹Esa re­pu­ta­ción me fas­tidia mucho. Le hablé de pereza inte­lec­tual; eso es; la gen­te no tie­ne fuerza para com­prender lo que son los otros... Esa imagen de mí es facilo­na››.[24] En otra ocasión insiste: ‹‹Fui a Montserrat para cumplir un deber humano. Creo que aquel gesto ayudó a salvar a aquellos chicos, porque tuvo una amplia reper­cusión inter­nacional. Todavía recuerdo emocionado la buena acogida que nos dieron los monjes.››[25]
En los días finales, la represión del régimen franquista con­tra los participantes en los disturbios fue bas­tante blan­da: algunas leves condenas de arresto, algunas expulsiones o suspensiones para profesores, y sobre todo numerosas sancio­nes ad­ministrativas y multas.[26] El castigo a Miró fue al parecer la re­ti­rada de su pa­saporte, como recuerda su nieto Emili Fernández Miró (2006): ‹‹El 1971, la policia va anar a casa seva a retirar-li el passaport.››[27], lo que sucedió probablemente hacia enero o poco después y con una probable duración de seis meses, lo que cuadra con el hecho de que excepcionalmente no viajase fuera de España en el primer semestre de ese año pero que en octubre volviera a París.[28] Pero Miró no se amilanó en su deci­sión de par­ti­cipar en los años si­guien­tes en ex­po­si­ciones y ac­tos de compromiso con la lu­cha de­mo­crá­ti­ca. Su prestigio y su conciencia le exigían seguir este camino.          

            Antonio Boix Pons, en Palma de Mallorca (6-XII-2010).




 [1] Combalía. Picasso-Miró. Vidas cruzadas. 1998: 12.
 [2] Redacción. Noticia. “Balea­res” (27-XI-1970). Para estudiar el encierro de Montserrat nos hemos basado sobre todo en las noticias de la prensa de la época, que nos han parecido plenas de inmediatez, aunque hay una amplia bibliografía, como el libro reciente de Muñoz Pujol, Josep M. La gran tancada. Columna. Barcelona. 2000. 349 pp. Aizpeolea, Luis R. “Nos avergonzaba matar”. “El País” Domingo (5-XII-2010) 11. Recuerdos de Eduardo Uriarte, juzgado en el proceso de Burgos. / Hay una web con un excelente resumen de la información [historiadehoy.iespana.es/burgos.htm].
 [3] “Punt Diari de Girona” (16-XII-1990). En Girona, la pri­me­ra manifestación de los demócratas des­pués de la Guerra Civil se produjo el día 3, a las 20-21 h. en la Rambla, con gritos como ‹‹Tots junts vence­rem››, ‹‹No serem moguts››.
 [4] Redacción. El “tapiz de Tarragona”, de Joan Miró, donado a un establecimiento médico tarraconense. “ABC” (25-XI-1970) 51.
 [5] Uno de los mejores amigos de Miró en esta época, Pere Portabella, era el portavoz de la Taula Rodona de intelectuales y artistas catalanes comprometidos con la oposición, con la que colaboraban Miró, Tàpies, Guinovart, Bohigas... A principios de 1971 se subsumió en otra organización clandestina, L’Assemblea Permanent d’IntelAlectuals Catalans [Portabella, Pere. L’Assemblea Permanent d’IntelAlectuals Catalans (724), en Dossier: L’Assemblea de Catalunya (1971-1977): el catalanisme popular antifranquista. “L’Avenç”, 43 (XI-1981). No se cita a Miró.]
 [6] Muchos de los asistentes eran miembros de la llamada gauche divine, un término inventado en los años años 60 por el crítico teatral Joan de Sagarra, para referirse a un amplio grupo de jóvenes burgueses barceloneses que se reunían, entre otros lugares, en la discoteca Bocaccio, y que se caracterizaban por su antifranquismo y su voluntad de transgresión moral e intelectual, aunque su ideario político no fue homogéneo como grupo. Sus años culminantes fueron 1963-1971. Miró no fue miembro de ella, desde luego, pero trató personalmente a algunos de sus miembros más destacados, como Bohigas. Otro de sus miembros, el fotógrafo Xavier Miserachs escribirá en sus memorias (Fulls de contacte): ‹‹La reunión de Montserrat fue el epílogo de una divertida y provinciana pirueta social con voluntad transgresora, pero que a fin de cuentas se mostró incapaz de transgredir poco o nada, y así terminó por agotamiento y esterilidad››. [cit. Sagarra, Joan de. La izquierda gamberra. “El País” Semanal, 1228 (9-IV-2000) 45-52].
 [7] Oriol Bohigas lo explicó brevemente en una charla pública en la FJM en 1997. Antoni Tàpies nunca ha llevado un diario escrito y sus recuerdos son muy posteriores, pero es una fuente esti­ma­ble: ‹‹Sí, Teresa y yo habíamos convencido a Miró para que vi­niese con nosotros a Montserrat. Todos estábamos en Tarragona porque Miró había donado un tapiz al hospital de la ciudad. Debido a esta circunstancia, los que lo habíamos acompañado has­ta allí formábamos un grupo numeroso. A la hora de comer con­vencimos a Miró de que viniese con nosotros. Entonces salimos directamente de Tarragona hacia Montserrat en coche. Dupin y Lelong también estaban con nosotros; y otros extranjeros, por ejemplo, Vargas Llosa. Una vez allí, asistimos a la asamblea, pero enseguida nos dijeron que podían surgir dificultades para los extranjeros. Como Miró ya era bastante anciano entonces, decidimos quedarnos sólo hasta el anochecer. O sea que salimos de Montserrat antes de que llegara la policía.›› [<Tàpies. Comunicació sobre el mur>. Barcelona. Funda­ció Tàpies (23 ene­ro-29 marzo 1992), que toca la re­lación con Miró en 259-261.]
 [8] Warnod, Jeanine. Les journées de Montserrat racontées par les témoins. “Le Figaro” París (22-XII-1970). cit. Tàpies, Miquel. Chronologie, en Agustí, Anna (dir. y cat.). Tàpies. Catalogue Raisonné. 1992. v. 3. 1969-1975: 534. Véase Batista, A.; Playà Maset, J. La gran conspiració. Crònica de l’Assemblea de Catalunya. Ed. Empúries. Barcelona. 1991: 69-85.
 [9] Mes­quida, Biel. J. M. “El Mirall”, Pal­ma, 65 (noviembre-diciem­bre 1993): 61. Se ha respetado el inusual recurso de escribir “Jota Ema” en vez de Joan Miró.
 [10] Warnod, Jeanine. Les journées de Montserrat racontées par les témoins. “Le Figaro” París (22-XII-1970). Minguet considera que la breve visita de Miró tuvo como principal finalidad conseguir ese impacto mediático en el extranjero. [Minguet. Joan Miró. L’artista i el seu entorn cultural (1918-1983). 2000: 33.]
 [11] Redacción. Montserrat: Trescientos intelectuales y artistas catalanes se recluyen en el monasterio. “La Vanguardia­” (13-XII-1970) 44. La agencia Europa Press difundió la noticia y se recogió en otros diarios, como en Redacción. Reclusión voluntaria de intelectuales catalanes en Montserrat. “ABC” Sevilla (13-XII-1970) 38. Pero no lo hizo en la edición de Madrid del “ABC”, probablemente más controlada por el Gobierno.
 [12] Redacción. Ha concluido la reclusión voluntaria en Montserrat. “La Vanguardia” (15-XII-1970) 33. Parte primera.
 [13] Redacción. Ha concluido la reclusión voluntaria en Montserrat. “La Vanguardia” (15-XII-1970) 33. Parte segunda.
 [14] Redacción. Ha concluido la reclusión voluntaria en Montserrat. “La Vanguardia” (15-XII-1970) 33. Parte tercera.
 [15] En EE UU: Redacción (Reuters). Miró Joins Protest on Trial of Basques. “The New York Times” (14-XII-1970) 4. Para la cita. / Más extensa es la información en el principal diario de la capital: Cemlyn-Jones, William. 300 Intellectuals Protest Basque Trial. “The Washington Post” (14-XII-1970) A3. / Redacción. Franco Gives Police New Arrest Power. “The Washington Post” (15-XII-1970) A16. / Acoca, Miguel; Shub, Anatole. Spanish Cabinet Declares Loyalty to Gen. Franco. “The Washington Post” (19-XII-1970) A16. / En Gran Bretaña: Redacción. Spanish artists join protest. “The Guardian”, Londres (14-XII-1970) 3. / Redacción. Price of Montserrat defiance. “The Guardian”, Londres (24-XII-1970) 5. Con las primeras sanciones a los participantes.
 [16] Carta de Takiguchi a Miró. Tokio (5-II-1971) FPJM.
 [17] Descargues, Pierre. De calme et de fureur, en AA.VV. Miró au Centre Pompidou. “Beaux Arts Magazine”, hors-série. 2004: 18.
 [18] Se publicó en “L’Espoir”, Niza (31‑I‑1971). Repro­d en Julián, Tàpies. Diálogo sobre arte, cultura y sociedad. 1977: 218-221. Pese a que la lis­ta de 284 firmantes es muy amplia he optado por reproducirla com­pleta, porque en ella figuran casi todos los más significados intelec­tuales com­prome­tidos en la lucha democrática en Catalu­ña, y muchos (he contado hasta 53 pero probablemente eran más) eran amigos íntimos o conocidos de Miró: Josep Andreu Abelló, Marta Abelló, Domènec Aguilar For­ment, Maria Alberó, Jaume Albertí, Pedro Ancochea, Francesc Aragay, Vincent Aranda, Maite Arbó, Pere Balanyà, En­ric Barbat, Nuria Bareta, Francesc Bellmunt, Josep Benet, J. M0 Be­net i Jor­net, Antoni Blanch­, Anna Bofill, Oriol Bohigas, Esther Boix, Joaquim Boix, Pep Benet, Pau Bordo­nava, Mª Lluïsa Borràs, Es­te­ve Borrel, Joan Brossa, Marina Bru, Enric Cabestany, Jaume Ca­bré, Josep Mª Cabré, Rafael Cá­ceres, Jordi Cadena, Jaume Ca­lix, Carme Calvet, Jaume Camino, Joan Ramon Capellà, Jordi Carbonell, Angel Carmona, Marta Ca­rrera, Francesc Carreras, Rosé Carrobé, Ramon Casanellas, Damià Casanova Serra, Albert Casas, Xavier Castellá, Jordi Castella­nos, Josep Mª Castellet, Fran­cesc Català-Roca, Pere Català-Ro­ca, Josep Cercós, Lluís Ci­gés, Alexandre Cirici Pellicer, Jaume Ciurana, Josep Mª Clua, Cris­tina Coll, Joan Colominas, Joan Ramon Colominas, Consol Ca­ma, Pere Comes, Mercé Connan, Alejan­dro Corniero, José Corredor-Matheos, Anna Lisa Corti, Isabel Cowell, Lluís Domènech, Pere Domènech, Ramon Domènech Girbau, Cris­tobal Domingo, Emili Dona­te, Carles Duran, Montserrat Durany, Jaume Echevarri, Josep Elias, Nuria Espert, Colita Es­te­ba, Josep Esteve, Montserrat Esther, Pere Ignasi Fages, Josep Fargas, Javier Fernández de Castro, Germán Fernández López, Javier Fernández López, Gabriel Ferrater, Josep Ferré, Jaume Figueres, Xavier Folch, Maite Fontanet, Feliu Formosa, Josep Mª Forn, Rosina Gallego, Pere Garcès, Julián Carcía, Ramón García, Miquel García López, Al­fons García Seguí, Charo García Verde, Mario Gas, Eulalia Gil, Gustau Gili, José Luis Giménez Frontín, Maria Girona, Eulalia Goma, Joan Gomis, Eduard Guardino, Carles Jordi Guardiola, Romà Gubern, Josep Mª Guerrero, Josep Guino­vart, Jorge Herralde (firma Jordi de Herralde), Carmen Hernández, Joan Hernández Pi­joan, Enric Irazoqui, Ánge­les Izquierdo, Juliana Joaniquet, Joa­na Jordá, Sergi Jover, Joan Enrich Lahosa, Esteve Lamotte de Grignon, Santi Lope­rena, Josep Mª López Llavi, Inmaculada Llo­renç, Lluís Magrinyà, Angels Manuel, Jordi Marfà, Irena Martínez Mora, Joan Martinet Mora, J. Mª Martorell, Oriol Martorell, Joana Mas, Antoni Matabosch, Ana María Matute, Rafael Medina Ortega, Jaume Melendres, Do­mingo Melero, Joan Miró, Toni Mise­rachs, Xavier Miserachs, Anna Maria Moix, Terenci Moix, Biel Moll, Pau Monguió, Víctor Mora, Fernanda Morón, Armando Morono, Guillermina Motta, Beatriç de Moura, Rafael Muñoz Palones, Jo­sep Mª Muñoz Pujol, Josep Mon­tanyés, Francesc Nel.lo, Joan Nicolás, Ramón Noguera, Valeri No­vell Sala, Manuel Núñez, Arnau Olivar, Joan Oliver, Magda Oli­ver, Jesús Oliver Rotellas, Frederic Pagés, Carlos Pas­qual, Octavi Pellissa, Nuria Pérez de Lara, Jordi Pericot, Yago Peri­cot, Francesc Pi de la Serra, Pere Planella, Maria Plans, Jaume Pomar, Joan Pons, Pere Portabella, Miquel Porter, Albert Puig­do­mènech, Fabià Puigser­ver, Josep Mª Queralt, Albert Ràfols Casamada, Raimon, Frederic Raurell, Rosa Re­gás, Maria Reniu, Marta Ribalta, Dolors Ribera, Lluís Ribera, Josep Ribera Pin­yol, Josep Mª Riera de Leyva, Francesc Rius, Manuel Rius, Paco Rodón, Armonía Rodríguez, Eduard Rodrigo Ferrer, Montserrat Roig, Eduardo Romero Girón, Pep Ramou, Xa­vier Romou, Jacint Ros Hombravella, Jaume Resell, Carol Rosés, Josep Lluís Rovira, Ma­nuel Sacristán, Josep Sanmartí, Carles Sanpons, Josep Sant, Car­los Santasusana, Enric Satué, Concha Segarra, Eulalia Serra, Eva Serra, Francesc Serrahima, Nuria Serrahima, Carme Serrallonga, Oriol Serrano, Ramon Serrano, Joan Manuel Serrat, Annle Settimo d’Esteva, Joan Solà, Carlota Soldevila, Joan So­ler, Llorenç Soler, Maria Subirachs, Gonzalo Suárez, Antoni Tàpies, Teresa Tàpies, Jordi Teixidor, Antoni Tomàs, Dolça Tormo, Joan Trabé, Mª Angels Tren, Carlos Trías, Eu­genio Trías, Josep Mª Tubau, Félix Tusell, Jordi Tusell, Esther Tusquets, Javier Val­divieso, Francesc Valls, Manuel Valls, Ramon Valls, Francesc Vallverdú, Guillermo Vázquez, Francesc Vayreda, Jordi Ventura, Albert Vila, Ramón Viladàs, Enrique Vila-Matas, Roc Villas, Xa­vier Zulaica.
 [19] El vicepresidente del gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco no quería empañar con sangre los últimos años de Franco y había en el Consejo de Ministros muchas dudas sobre la legalidad del juicio. Carrero encargó a los servicios de información (espionaje) una solución y el comandante Andrés Casinello planteó pedir el indulto para un preso aduciendo que era hijo de un requeté del bando nacional. Darlo a uno significaba indultarlos a todos.
 [20] Se difundió por la agencia Pyresa y se reprodujo y comentó, incluso apasionadamente, en: Redacción. “Joan Miró acudió a Montserrat engañado”. “ABC” (18-XII-1970) 44. / Redacción. Declaración de Miró. Acudí a Montserrat, engañado. “Ba­lea­res” (18-XII-1970) 1 y 6. FPJM H-3882. / Redacción. Acudí a Montserrat, engañado. “Solidaridad” (18-XII-1970). FPJM H-3880. Resumen comentado de entrevista en “Baleares”, en primicia. / Redacción. Declaración de Miró. Joan Miró acudió a Montserrat engañado. “Baleares” (19-XII-1970). FPJM H-3882. / Redacción. La verdad ante todo. Lo que dijo Joan Miró es lo que dijo “Baleares”. “Baleares” (20-XII-1970) 1 y 4. FPJM H-3888. / Redacción. La prensa italiana recoge objetivamente las manifestaciones de Sánchez Bella. El “Corriere de la Sera” publica las manifestaciones de Joan Miró sobre su estancia en Montserrat. “Baleares” (20-XII-1970). FPJM H-3887. / Redacción. “Baleares” se ratifica en su información sobre Joan Miró. “Última Hora” (21-XII-1970). FPJM H-3890.
 [21] Redacción. Miró estuvo voluntariamente en Montserrat. “Diario de Mallorca” (19-XII-1973) 1 y 7. FPJM H-3885 y 3886. / Redacción. Controversia en torno a Joan Miró y su presencia en Montserrat. “Última Hora” (19-XII-1970). FPJM H-3884.
 [22] Redacción. Le peintre Joan Miró et la réunion de Montserrat. “Le Monde­“, París (30-XII-1970). Un resumen en Pérez Miró. La recepción crítica de la obra de Joan Miró en Francia, 1930-1950. 2003: 259.
 [23] Raillard. Conversaciones con Miró. 1993 (1977): 220-221.
 [24] Raillard. Conversaciones con Miró. 1993 (1977): 221.
 [25] Ibarz, Joaquim. Joan Miró, fiel a Catalunya y a la dig­ni­dad humana. Declaraciones de Miró. “Tele-Exprés” (15-I-1977) 7.
 [26] El Gobierno Civil de Barcelona comenzó de inmediato a tramitar las sanciones, aplicando la Ley de Orden Público, de 30 de julio de 1959, que el encierro de Montserrat había vulnerado en el artículo 2, apartados a) e i), referidos a desórdenes en lugar público contra el Régimen. A guisa de ejemplo, Gabriel Ferrater fue sancionado el 20 de enero de 1971 con una multa de 25.000 pesetas (una cantidad importante entonces). [Notificación del Gobieno Civil expuesta en <Gabriel Ferrater. Pintura, poesía, lingüística>. Palma de Mallorca. Edifici Sa Riera, UIB (14 diciembre 2007-28 febrero 2008).]
 [27] Fernández Miró, Emili. Joan Miró: una violència elegant. <Joan Miró 1956-1983. Sentiment, emoció, gest>. Barcelona. FJM (2006-2007): 25. Es casi segura la san­ción de la retirada del pa­sa­porte, muy probablemente desde enero de 1971, por­que la ma­yoría de los más significados participan­tes la sufrieron por entonces y también durante seis meses, como recordaba Francesc Català-Roca en una conversación privada con Boix en 1997. La ver­sión de Pere A. Serra [Serra. Declaraciones. “Pano­ra­ma” (26-IV-1993)] sobre la retirada del pasaporte a Miró in­mediata­mente después de la participación del artista en el en­cierro es errónea sólo en cuanto se afirma que fue Carlos de Meer el gobernador civil de Baleares que se lo retiró y que le fue de­vuelto a los pocos días por or­den del ministro de Go­bernación, enfadado por tal exceso, al enterarse a través del ministro de Información y Turismo, Pío Cabani­llas. Por su parte, Mesquida explica basándose en fuentes orales que De Meer envió a unos policías nacionales (entonces conocidos como los grisos) a su casa a reclamarle el pasaporte [Mes­quida, Biel. J. M. “El Mirall”, Pal­ma, 65 (noviembre-di­ciem­bre 1993): 61]. El error consiste en que De Meer (conocido en Mallorca como un duro repre­sor) fue go­ber­na­dor ci­vil sólo entre abril de 1974 y enero de 1976 y que Ca­ba­ni­llas fue minis­tro de Información y Turismo durante el primer gobierno de Arias Navarro, desde el 3 de enero hasta el 29 de octubre de 1974, cuando el ministro fue cesado por Franco por su aperturismo —luego sería ministro de Cultura en el primer gobierno de Suá­rez, etapa en la que tuvo un trato muy amistoso con Miró—. Esta nueva sanción pudo producirse tal vez debido a alguna de las colabora­cio­nes de Miró con la cam­paña a favor de los presos políticos que comenzó en julio de 1974, coincidiendo con la formación de la Junta Democrática opositora.
 [28] Carta de Damienne de Truchis (Galerie Maeght de París) a Maurice Tuchman (LACMA de Los Angeles) (22-IX-1971). [Lax; Bordoy. Cronología, en AA.VV. Miró. Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca. 2005: 557, n. 1298, 1301.] Sobre una entrevista entre Miró, que estará en París hacia el 14 de octubre para el vernissage de una muestra en la Galerie Maeght, y Tuchman en París a celebrar en octubre, en la que este le propondrá una escultura monumental para el LACMA.

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