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jueves, junio 05, 2025

Joan Miró. El impulso creador en 1925-1927: las alucinaciones y el mito del hambre.

Joan Miró. El impulso creador en 1925-1927: las alucinaciones y el mito del hambre.

¿Cuál es su principal impulso creador hacia 1925-1927? Sin duda la inspiración es inmediata, basada en una percepción sensible de la realidad, que deriva en una alucinación, sin regirse jamás por un plan premeditado.
Lo único dudoso respecto a este punto es la repetida explicación del artista de que el hambre había sido la inductora de sus alucinaciones en sus primeras obras oníricas de mediados de los años 20. Miró se explayó nu­me­ro­sísimas veces sobre la determi­nante in­fluen­cia en su obra onírica de la terri­ble hambre que pade­ció en París en aquellos años; al respecto era muy preciso y no cabe hablar de confusión. Ya en 1939 cuenta: ‹‹(...) à l’é­po­que de fa­mine qui donna naissance aux hallucinations enregis­trées››.[1] Y seguirá contando lo mismo en 1969, cuando precisa que el hambre había sido el estímulo decisivo:
‹‹Intenté plas­mar en Car­naval de Arlequín las aluci­nacio­nes que me producía el hambre que pasa­ba. No es que pinta­ra lo que veía en sueños, como pro­pugna­ban entonces Breton y los su­yos, sino que el ham­bre me provoca­ba una especie de tran­ce pa­recido al que experi­mentaban los orien­tales. Entonces realizaba los dibujos preparatorios del plan general de la obra, para saber en qué sitio debía colocar cada cosa. Después de haber meditado mucho lo que me proponía hacer comencé a pintar y sobre la marcha introducía todos los cambios que creía convenientes. (...)››[2]
Miró repetía a Dupin: ‹‹J’ai déjà dit qu’à cette èpoque la faim me don­nait des hallucinations, et les hallucinations des idées pour les tableaux.››[3] Explicaba que, en ese estado famélico, volvía por la no­che a su estu­dio, veía formas en las grietas de las paredes, en el techo, sobre todo en el te­cho, y las anotaba en sus cuadernos —en sus obras las botellas y los platos están vacíos—: ‹‹Intenté plas­mar en Car­naval de Arlequín las aluci­nacio­nes que me producía el hambre que pasa­ba. No es que pinta­ra lo que veía en sueños, como pro­pugna­ban entonces Breton y los su­yos, sino que el ham­bre me provoca­ba una especie de tran­ce pa­recido al que experi­mentaban los orien­tales››, como apunta en 1978 en los documentales de Penrose[4] o en el de Chamorro[5].
Ciertamente parece una de las frecuentes exageraciones del artista sobre su dura lu­cha por salir adelan­te. Un ejemplo referente a esta época, aparecido en 1958 cuando ya era famoso, es tan inverosímil que evidencia que es una broma surrea­lista: en París, cuando no vendía cua­dros, como método para des­pertar la compasión de la gente y ven­der pinta­ba retratos surrealis­tas y cuando un espectador in­quiría dónde había encon­trado tal mode­lo, contes­taba que se había mi­rado a sí mismo en el espejo, y entonces le compraban el cua­dro, com­padecidos de que tuviese tal cabeza.[6] No muy diferente debió ser el inicio de la idea del hambre, pero ésta subsistió como una descripción realista.
La idea del hambre le pudo venir por varias vías. Una sería que la imagen del artista hambriento concordaba con el ideal de vida bohemia de los artistas que luchaban y vencían a las extremas dificultades de sus inicios. Otra sería el interés social que en los años 20 despertaban los circenses ‘artistas del hambre’ (los Hungerkünstler) que extremaban la inanición a extremos insólitos y que habían sido estudiados por los médicos y habían inspirado el relato de Kafka Un artista del hambre (1922). Otra más es que los estudiosos del arte prehistórico y del primitivo divulgaban las prácticas chamánicas de artistas que se aislaban sin agua ni comida durante días en recónditas y estrechas grietas de las cavernas hasta que sufrían alucinaciones que después representaban en los muros.[7]


La misma idea de inspirarse en las grietas y manchas de las paredes parece derivar de un famoso texto de Leonardo da Vinci sobre las posibilidades de onirismo y de invención ofrecidas por las “manchas de los muros”, que Max Ernst leyó en 1925 y que pudo comentar entonces con Miró, con el que ya había iniciado una gran amistad.[8]

La tesis del artista maudit era dema­siado be­lla como para refutarla y el lamentable impacto historiográfico de esa confesión del hambre de Miró será permanente, pues implica que no hay planificación alguna, sino sólo automatismo. Entre los que siguen esa hipótesis están los más descollantes especialistas: Sweeney, Soby, Dupin, Malet... Casi todos los autores han seguido fielmente esta línea de interpretación y pondremos dos ejemplos de la importancia que la idea del Miró artista-hambriento ha tenido en la historiografía.
Hun­ter y Jacobus (1976) afirman que las pinturas oníricas de Miró hacia 1925 (se concentran en Paisaje catalán y Carnaval de Arlequín) se basan ente­ramente en sus alucina­ciones indu­cidas por el hambre y lo afirman de acuer­do a declaraciones del propio artis­ta.[9]
Elsen (1971) predica esto no ya sólo del Miró de los años 20, para interpretar el cambio en pocos años del “detallismo realista” de La masía a la “libertad onírica” de Paisaje catalán, sino in­cluso de la disposición enfebrecida del muy posterior Autorretrato (1937-1938). Toda una vasta interpretación montada a partir de la teoría de que las alucinaciones famélicas han sido determinantes en la construcción del universo onírico mironiano y su espacio pictórico: ‹‹Los motivos de Miró están netamente dibujados y flotan en un denso espacio imaginario y aparentemente limita­do, o en la superficie del lienzo››.[10]

Pero este mito lo desmienten tajan­te­men­te su propia familia, Ar­ti­gas[11], Prats y otros tes­ti­monios inequí­vo­cos. Lo más probable es que las alucina­cio­nes del ham­bre fueran una inven­ción para uso promocional de la prensa. Lo que sí es cierto es que Miró, in­clu­so en sus úl­ti­mos años, acostum­bra­ba siempre pintar los primeros y finales estadios de sus obras en un voluntario es­tado de exal­ta­ción, mien­tras que a mitad de la ejecu­ción se gobernaba por la razón, pero no es creíble que pasara hambre un burgués de familia acomodada, siempre tan estricto y metó­dico en su ejerci­cio, su alimenta­ción, sus ho­ras de sueño, su atuen­do...
Greenberg es el primero en ser escéptico al respecto. Buen conocedor de la psicología de los artistas, escribe en 1948: ‹‹It is possible that in retrospect he romanticizes his life at this point; his family was definitely in comfortable circumstances.››[12] Esta opinión la sigue Rowell (1987), que relaciona sus experimentos alucinatorios no con la necesidad (pese a aceptar que por entonces sufriera problemas financieros) sino con los experimentos hipnóticos de Robert Desnos, con quien Miró se trataba regularmente, a fin de facilitar la inspiración poética gracias a un incremento de la receptividad.[13]
El mismo Miró, empero, niega que se sometiera a los sueños hipnóticos de Desnos: ‹‹Nunca. Las sesiones de Desnos me interesaban mucho. Le he visto dormir un sueño provocado, pero eso me inspiraba un sentimiento de incomodidad. Ni eso ni las drogas. El sueño está en mi vitalidad, no en los márgenes, no es provocado. Nunca.››[14]
Igualmente, Bozal (1992), en su análisis de Re­trato de la señora K (1924), considera que no pasaba hambre ni, por lo tanto, sufrió alucinaciones por este motivo: ‹‹(...) Se ha dicho que algunas de estas imágenes pueden ser representaciones de alucinaciones producidas por el hambre, pero el mismo Miró lo ha negado: “Aunque no comiera, me divertía mucho en esa época. No, no estaba en trágico” (Raillard. Conversaciones con Miró. 1977 y 1993: 84) y tampoco pasaba hambre en estos años.››[15]
Pero esta interpretación más creíble todavía no se ha impuesto del todo en la historiografía y aún pervive el mito romántico (y comercial) del Miró famélico, que sufre la miseria como un bohemio hasta que consigue abrirse camino en París y en el mundo hasta llegar a la cima.

NOTAS.
[1] Miró. L’echeveau de fil...Le Carnaval d’Arlequin“Verve”, París, v. 1, nº 4 (enero-marzo 1939) 85. [Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 164. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 174. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 230.] Dupin destaca: ‹‹La madeja de hilo deshecha por los gatos vestidos de Arlequín hu­meaba retorciéndose y apuñalándome las entrañas en la época de hambre que dio lugar a las alucinaciones registradas en este cuadro››. [Dupin. Miró. 1993: 111].
[2] Permanyer. Joan Miró en aquel París que era una fiesta. “La Vanguardia” (12, 15, 18 y 19-XII-1970), que se tomó en 1969. / Per­man­yer. Reve­la­ciones de Miró. Espe­cial “La Van­guar­dia” Miró 100 años (IV-1993) 4-5. Concuerda con sus declaraciones a Raillard en 1975 sobre el estímulo del hambre, en Raillard. Ceci est la couleur de mes rêves. 1977: 69. / Raillard. Conversaciones con Miró. 1993: 84.
[3] Miró. De­clara­ción a Dupin (1977). Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews1986: 103. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 116. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 165.
[4] Miró. Declaraciones en documental de Penrose. Miró. Theatre of Dreams. BBC. 1978.
[5] Miró. Declaraciones en documental nº 54 de Paloma Chamo­rro. Miró. TVE. 1978.
[6] De Montfort, Fran­çois. “Ici-Paris” (8-X-1958).
[7] Sobre las prácticas alucinatorias y de conciencia alterada de los artistas chamánicos una fuente esencial es Clottes, Jean; Lewis-Williams, David. Los chamanes de la prehistoria. Ariel. Barcelona. 2005 (1996 francés e inglés). 176 pp. 30 ilus. color; dibujos en b/n. Un comentario y resumen lo publiqué en Los chamanes de la prehistoria: Una interpretación mágica de los orígenes del arte. [https://iessonferrerdghaboix.blogspot.com/2014/04/una-interpretacion-de-los-origenes-del.html]
[8] Max Ernst reprodujo en su libro Max Ernst: Beyond Painting (Witenborn, Schultz. 1948) su anotación del 10 de agosto de 1925 sobre el tratado leonardesco [Da Vinci. Tratado de Pintura. Akal. Madrid. 1986: 362 y 364] que trata sobre la inspiración en las manchas en un muro. Se reproduce también en Maillard. Le Robert. Dictionnaire universel de la peinture. 1975: II, 353.
[9] Hun­ter; Jacobus. Modern Art. 1985 (1976): 179-181.
[10] Elsen. Los propósitos del arte. 1971: 352. Elsen entiende que en 1937, en plena guerra civil, Miró volvía a pasar hambre. En realidad, en esa época era pobre pero no hasta tal punto.
[11] Por ejemplo, Artigas, inqui­rido so­bre si Miró pasó ham­bre, precisa: ‹‹No es verdad. aunque Joan lo diga, jamás pasó apuros. Siem­pre recibió dine­ro de su fami­lia. Además tenía­mos muchos amigos. Y siempre se comía, de un modo o de otro... En todo orden le ayu­da­ron, Pi­casso, Bre­ton, Ernst...›› [Pi­có, Manuel. Entrevis­ta a Artigas. “Úl­tima Hora” (18-II-1969)]. Gardy Artigas corrobora­­: ‹‹¿Hambre en París? Eso es una fal­sa leyenda. Mi padre se encar­gaba, con su simpatía, de que los amigos los invitasen a comer y a cenar.›› [Gardy Artigas, Joan. Declaraciones. “Tribuna de Actua­li­dad” 285 (17-V-1993)].
[12] Greenberg. Joan Miró. 1948: 16.
[13] Rowell. <The Captured Imagination. Drawings by Joan Miró from the Fundació Joan Miró, Barcelona>. Filadelfia. Philadelphia Museum of Art (4 octubre-29 no­viembre 1987):15.
[14] Raillard. Conversaciones con Miró. 1993: 83-84.
[15] Bozal. Pintura y escultura espa­ñolas del siglo XX (1900-1939). 1992: 369-371.

ENLACES.
Joan Miró en 1925.*
Joan Miró. El estilo surrealista abstracto, 1925-1927.*

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