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sábado, marzo 05, 2011

El crítico de arte español Vicente Aguilera Cerni (1920-2005) y su relación con Joan Miró.

El crítico de arte español Vicente Aguilera Cerni (1920-2005) y su relación con Joan Miró.


Vicente Aguilera Cerni (Valencia, 15-VIII-1920 a 1-I-2005). Crítico e historiador de arte español. Desde los años 50 dedicó su atención al arte contemporáneo, participando activamente en grupos valencianos, como “Parpalló” (1956) y “Antes del Arte”, y colaborando en numerosas publicaciones, como “Arte vivo”, “Suma y Sigue” y “Cimal”. Lideraba el principal grupo de crítica de arte de Valencia, de una tendencia sociológica incluso más extrema que el de Barcelona conducido por el marxista Arnau Puig; esto influyó en la ideología estética del Equipo Crónica.
En 1959 se le concedió el Primer Premio Internacional de la Crítica en la XXIX Bienal de Venecia y ese mismo año consiguió el Premio Pi Suñer, en 1990 fue nombrado doctor honoris causa de la Universidad de Valencia, en 1995 ganó la medalla de oro de la Presidencia del Consejo de Ministros de Italia y la Medalla de Oro de la Academia de los 500 de Roma, y en 2000 el Premio de las Letras Valencianas. Al morir era presidente de honor de la Asociación Española de Críticos de Arte.

La relación con Miró.
Escribió varios textos sobre Miró, al que defendió como un artista vanguardista y comprometido socialmente.  Ignoraba deliberadamente la obra escultórica y cerámica de Miró puesto que pensaba que era sólo pintor y que sus incursiones en otras artes eran una simple operación comercial, sin auténticos valores plásticos, aprovechando sus diseños pictóricos. 
Comentaba en un texto de 1970, que será un manual de bolsillo de los artistas y aficionados, el papel de Miró en la historia del arte español de la posguerra, como el de un gran pintor surrealista que ha sobrevivido hasta nuestra época, fuera de su contexto histórico-artístico, que ha ayudado a alumbrar el informalismo de los años 50 pero que ya no puede enseñar nada a las nuevas generaciones:
‹‹Aunque fecundamente activo desde 1945, el arte de Miró pertenece en rigor a las grandes aportaciones del período de entreguerras. (...) Miró ha experimentado evoluciones, pero por lo que se refiere a la última posguerra, ha mantenido (...) las notas esenciales de su pintura de siempre: una cauta mezcla de cálculo y espontaneidad, de timidez y osadía, de infantilismo y de sapiencia, de refinamiento e instintivo horror por todo lo engolado y pedante. (...) En el plano lingüístico, ese idioma de signos y colores y hasta de objetos es, a la vez, regresión a las fuentes originales y germen de un nuevo lenguaje casi siempre metafórico y en ocasiones nacido con directo desenfado. Su medida de lo irracional encierra la permanente contradicción de los irracionalismos programáticos. (...). Sin embargo, su mundo jovial se constituye mediante asociaciones y metáforas que brotan felizmente de una quintaesenciada capacidad selectiva. Y como nada escapa a la dialéctica inherente al comportamiento de los talantes culturales, este depurado antiintelectualismo, esta euforia que se legitima por su limpia y clara dicción, forma parte de los varios afluentes que alimentarían la casi siempre angustiosa indeterminación informalista.››[1]
Aguilera Cerni a veces utiliza a Miró como pretexto para sus combativos artículos de historia social del arte. Entresaquemos unos párrafos significativos (el total ocuparía 13 páginas y sería excesivo) de su escrito más polémico de 1968, en el que destaca que relacione a Miró tanto con el dadaísmo como con el surrealismo:
‹‹Se cumplieron los 75 años de Joan Miró. Como correspondía, llegó la invasión de homenajes, antologías, loas, glosas y recuentos. Nada pertinente o muy poco ha quedado por añadir. Cuando un hombre alcanza tal edad, pisando sólidamente el suelo de la fama, dijérase que los demás, fascinados por ese número casi mágico, nos volvemos un poco asesinos y nos aprestamos para diseccionar cruelmente a un ser vivo, de carne y hueso, de trabajo y obras, con el afilado instrumento de la cultura al uso. Actuamos sin anestesia, sádicamente, clasificando en distintos archivadores los hechos, las fechas, los datos, las vísceras... Lógicamente, la víctima debiera protestar. Pero el renombre y la gloria, son ataduras muy fuertes. Resulta inútil oponerse, entre otras cosas porque costó gran esfuerzo garantizar las necrologías prematuras. Así, la conquista del reconocimiento universal se resuelve, paradójicamente, en una rara especie de suicidio por carambola. (...) Es preciso ser diferente. Sobre todo, es imprescindible poder elegir las propias etiquetas. Y esto se repite una y otra vez, de modo que el rechazo del encuadramiento definitivo resulta ser una de las conductas artísticas más reiteradas, más clasificables, menos originales. Huyendo de la masificante nivelación cualitativa de los productos serializados, se desemboca en la reivindicación absurda de la independencia total. Siendo coartada justificativa de un hecho inesquivable, el nombre de esa actitud sólo puede ser “alienación”.
La palabra parece muy dura. En los ambientes galerísticos y museísticos, de cenáculo estético e hipervaloración coleccionística, es insolente y hasta grosera. Eso de estar alienado se queda para el empleadillo que asimiló los tópicos mentales de los “gerentes”, para los quinielistas, los comparsas autosatisfechos y otros desgraciados por el estilo. Quienes, pintando y escribiendo, dividiendo y hablando, establecen o materializan valores, normas de estimación y cotizaciones, no aceptan para sí mismos un vocablo tan enojoso, un término reservado para los que figuran en nómina, no para quienes pagan. Pero el arte contemporáneo, estando en los escandallos, en las cotizaciones, en los mercados de marchantes, coleccionistas, museos y agentes culturales, si se confiesa archivado y etiquetado, ya no vale como “arte”. Necesita reafirmar constantemente su singularidad, ser creativamente su propio impugnador, negarse con infatigables invenciones, cambiar de rumbo, proclamar su independencia. Lo cual, en cuanto proceso, es mecánica de consumo. Y en cuanto convencimiento cultural, es pura y simple alienación.
¡Nos hemos alejado de Miró y de su aniversario! Nada de eso: lo que ocurre, por añadidura, es que el supuesto de “independencia anticlasificatoria va unido en él a una definida precaución anticultural, o más bien antiintelectual. Recordemos cómo afirmó, también, que su pintura “ha nacido siempre en estado de alucinación, provocado por un shock cualquiera, objetivo o subjetivo, y del cual soy enteramente irresponsable”. (...) resulta que la rechazada [por Miró] “etiqueta de superrealista” es absolutamente idónea. (...) Miró Ccon palabras y con silenciosC es un testimonio viviente de esa actitud que, reivindicando absoluta libertad e irresponsabilidad, adopta por definición un gesto implícitamente agresivo. No se trata, desde luego, del “terrorismo” llevado a otros límites de programación por sus parientes dadaístas y superrealistas. El suyo, es el otro terrorismo sutil, aunque igualmente amenazador, del acto artístico impuesto por la cultura minoritaria contemporánea como producción de objetos separados del mundo vulgar, más valorados cuanto más distantes de los canales distributivos montados a nivel multitudinario. Es el “terror”, el respeto impuesto por lo entronizado y por los funcionarios culturales que montan guardia inquisitorial en torno al Olimpo donde habitan las nociones sancionadas y los objetos que es preciso venerar. (...) Lamentaría mucho que estas observaciones fueran interpretadas de modo malicioso. Nada más lejos de mi ánimo que el pretender regatear a Miró ni un ápice de su gloria o su importancia (lo cual, además de inútil, sería inoportuno y ridículo). Sin embargo, a este nivel de nuestra temperatura histórica, es legítimo e indispensable intentar apartarse de las loas papanatescas, de los clichés culturales y, por descontado, de los oportunistas tira y afloja para apuntarse tantos politiqueriles a la sombra del famoso. Parece innecesario recordar que nuestra cultura artística —en gran medida impuesta por la estructura económica de su propio “campo”— ya está siendo abiertamente impugnada, tras el dictatorial predominio de la sacralización amparada en los consabidos mitos de la libertad, la irresponsabilidad, la autonomía y cosas por el estilo. No se trata, pues, de negar la estimación cualitativa de una labor amplia, decididamente depurada, jovial y, desde luego, desprovista de cualquier concesión a la pedantería. Del mismo modo, la más elemental observación crítica (esta vez hablamos de lo que usualmente se entiende por “crítica de arte”) debe reconocer la singularidad de su relación, tanto idiomática como temática, con las fórmulas del dadaísmo y el superrealismo, lo cual ha sido justa, adecuada y abundantemente evocado con motivo del 75 aniversario. (...) Dando un nuevo paso de apariencia extravagante, el antiintelectualismo mironiano (su “estado de alucinación provocado por un shock cualquiera, objetivo o subjetivo, y del cual soy enteramente irresponsable”), su impugnación de la cultura haciendo la más refinada cultura compensadora, su dimensión de libertad y felicidad, sus modelos ideológicos (o antiideológicos, que es lo mismo, vuelto del revés), van siendo “contestados”, en términos heredados de los suyos, por un nuevo superdadaísmo insurreccional, activista, dispuesto a plasmar auténticas provocaciones e imágenes estupefacientes”. Sin exagerar su validez indicativa, los estudiantes del Mayo parisiense escribieron sobre los muros cosas muy dignas de ser traídas a colación. “L’art est mort’ ne consommez pas son cadavre”. “La culture es l’inversion de la vie”. “La liberté est le crime qui contient tous les crimes. C’est notre arme absolue”. Y en junio se repartían por la Bienal de Venecia manifiestos donde se afirmaba que “l’apparente libertà dell’arte serve alla classe dominante come alibi per la repressione politica e lo sfruttamento economico”.
Esto pertenece al enervado panorama sobre el que se ha festejado el 75 aniversario de un formidable artista. Por ser enormemente significativo, ha forzado la búsqueda de significaciones. Por ser trascendental, ha impedido salir del paso sin dificultades. Por ser tan representativo, por tener rango virtualmente simbólico, no puede ser tomado a la ligera. Esperemos que, cuando se festejen los 80, los 85 y los muchos más años fecundos que todos deseamos cumpla el maestro Joan Miró, sea dable comentar su testimonio en los términos de un mundo mejor, desde esa feliz dimensión que proponen sus espléndidas obras.››[2]

Hay otros dos datos relevantes de su relación.
La Asociación Española de Críticos de Arte (AECA), encabezada por sus amigos Aguilera Cerni, Rodríguez-Aguilera y Cirici, entregó a Miró el 22 de enero de 1970, en el Real Círculo Artístico, la Medalla de Oro de la Crítica de la temporada 1968-1969,[3]
Aguilera Cerni promovió el Museo Popular de Arte Contemporáneo en el pequeño pueblo de Vilafamés, en las montañas de Castellón, para el que solicitó obras a sus amigos artistas: Miró, Chillida, Canogar, Josep Renau, Equipo Crónica, Genovés…[4] 

NOTAS.
[1] Aguilera Cerni. Iniciación al arte español de la posguerra. 1970: 85-86.
[2] Aguilera Cerni, V. El testimonio llamado Miró. “Cuadernos para el Diálogo”, Madrid, 64 (I-1969) 18-21.
[3] Redacción. Joan Miró, medalla de oro de la Crítica. “La Vanguardia” (24-VII-1969) 22. / Redacción. La medalla de oro de la Crítica, a Joan Miró. “ABC” (23-I-1970) 49. / Redacción. Entrega de la Medalla de Oro de la Crítica a Joan Miró. “La Vanguardia” (23-I-1970). FPJM H-3821. / Redacción. Joan Miró, medalla de oro de la Crítica. “El Noticiero Universal” (23-I-1970). El secretario era Cesáreo Rodríguez-Aguilera y el presidente de la delegación de Barcelona era Alberto del Castillo, ambos buenos amigos de Miró.
[4] Guttman, Beatriz. El museo de Vilafamés: un hecho insólito. 2002. / Garí, Joan. En la colina de piedra roja. “El País” El Viajero 787 (29-XI-2013) 6. El museo de Vilafamés.

Fuentes.
Internet.

Libros.
Aguilera Cerni, Vicente. La aventura creadora. Ensayos sobre algunos aspectos de la creación artística. Fomento de Cultura. Valencia. 1955. 145 pp.
Aguilera Cerni, V. Panorama del nuevo arte español. Guadarrama. Madrid. 1966. 332 pp.
Aguilera Cerni, V. Ortega y D’Ors en la cultura artística española. Raycar. Madrid. 1966. 165 pp.
Aguilera Cerni, V. El arte impugnado. Edicusa. Madrid. 1969. 227 pp.
Aguilera Cerni, V. Iniciación al arte español de la posguerra. Península. Barcelona. 1970. 147 pp.
Aguilera Cerni, V. Julio, Joan, Roberta González: itinerario de una dinastía. Polígrafa. Barcelona. 1973. 413 pp. Texto en español, inglés, francés, alemán.
Aguilera Cerni, V. La postguerra: documentos y testimonios. Ministerio de Educación y Ciencia. Madrid. 1975. 2 vols. 269 y 173 pp.
Aguilera Cerni, V.; et al. Once ensayos sobre el arte. Fundación Juan March. Madrid. 1975. 173 pp.
Aguilera Cerni, V. Arte y compromiso histórico (Sobre el caso español). Ed. Fernando Torres. Valencia. 1976. 129 pp.
Aguilera Cerni, V. (dir.). Diccionario del arte moderno: conceptos, ideas, tendencias. Fernando Torres. Valencia. 1979. 569 pp.
Aguilera Cerni, V. Y. Pinazo. Vicent García. Valencia. 1982. 413 pp.
Aguilera Cerni, V. Textos, pretextos y notas. Escritos escogidos 1953-1987. Ed. Ayuntamiento de Valencia. 1987. 3 vs. 207, 375 y 296 pp. Recopilación de su obra, reproduce dos artículos sobre Miró.
Aguilera Cerni, V.; et al. En el umbral de los 90. Reflexiones sobre la crítica de arte. Debate en IVAM (10-11 noviembre 1989). Generalitat Valenciana. Valencia. 1990. 242 pp.

Artículos.
AA.VV. Especial Espagna 1936-1976. “BolaffiArte”, Turín, 62 (VII-1976) 50-59. Vicente Aguilera Cerni, Elías Díaz, José Maria Moreno Galván, Daniel Giralt-Miracle, J. Dols Rusiñol, Alexandre Cirici, Francesc Miralles, Carles Santos.

Artículos sobre Miró.
Aguilera Cerni, V. Un testimonio llamado Miró. “Cuadernos para el Diálogo”, Madrid, 64-65 (enero-febrero 1969) 18-21. FPJM H-3811.
Aguilera Cerni, V. Miró. “DArs”, 46-47 (1969) 82-87. Italiano.
Aguilera Cerni, V. Sobre el indefinible Miró. “Levante”, Valencia (31-XII-1983) 359-360. FPJM H-4610.

Libros de otros.
Calvo Serraller (dir.). Enciclopedia del arte español del siglo XX. 1991-1992): t. II, 16.
Camón Aznar, José (pr.) et al. La crítica de arte en España. Publicaciones españolas. Madrid. 1967. 394 pp. Una selección de críticas de arte de Aguilera Cerni, Areán, Bozal, Moreno Galván...
Díaz Sánchez, Julián; Llorente Hernández, Ángel. La crítica de arte en España (1939-1976). 2004: 507-508.

Artículos de otros.
Redacción. Obituario. Vicente Aguilera Cerni, ensayista y académico. “El País” (3-I-2005) 43.
Martínez de la Hidalga, Rosa. Vicente Aguilera Cerni, señor de la palabra y la cultura. “El País” (3-I-2005) 41.
Redacción. El mundo artístico valenciano despide al crítico Vicente Aguilera Cerni. “El País” (4-I-2005).

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