El crítico de arte español Vicente Aguilera Cerni (1920-2005) y su relación
con Joan Miró.
Vicente Aguilera Cerni (Valencia, 15-VIII-1920 a 1-I-2005). Crítico e
historiador de arte español. Desde los años 50 dedicó su atención al arte contemporáneo,
participando activamente en grupos valencianos, como “Parpalló” (1956) y “Antes
del Arte”, y colaborando en numerosas publicaciones, como “Arte vivo”, “Suma y
Sigue” y “Cimal”. Lideraba el principal grupo de crítica de arte de Valencia, de una tendencia sociológica incluso más extrema que el de Barcelona conducido por el marxista Arnau Puig; esto influyó en la ideología estética del Equipo Crónica.
En 1959 se le concedió el Primer Premio Internacional de la Crítica en la
XXIX Bienal de Venecia y ese mismo año consiguió el Premio Pi Suñer, en 1990
fue nombrado doctor honoris causa de
la Universidad de Valencia, en 1995 ganó la medalla de oro de la Presidencia del
Consejo de Ministros de Italia y la Medalla de Oro de la Academia de los 500 de
Roma, y en 2000 el Premio de las Letras Valencianas. Al morir era presidente de
honor de la Asociación Española de Críticos de Arte.
La relación con Miró.
Escribió varios textos sobre Miró, al que defendió como un artista vanguardista y comprometido socialmente. Ignoraba deliberadamente la obra escultórica y cerámica de Miró puesto que
pensaba que era sólo pintor y que sus incursiones en otras artes eran una
simple operación comercial, sin auténticos valores plásticos, aprovechando sus
diseños pictóricos.
Comentaba en un texto de 1970, que será un manual de
bolsillo de los artistas y aficionados, el papel de Miró en la historia del
arte español de la posguerra, como el de un gran pintor surrealista que ha
sobrevivido hasta nuestra época, fuera de su contexto histórico-artístico, que
ha ayudado a alumbrar el informalismo de los años 50 pero que ya no puede
enseñar nada a las nuevas generaciones:
‹‹Aunque
fecundamente activo desde 1945, el arte de Miró pertenece en rigor a las
grandes aportaciones del período de entreguerras. (...) Miró ha experimentado
evoluciones, pero por lo que se refiere a la última posguerra, ha mantenido
(...) las notas esenciales de su pintura de siempre: una cauta mezcla de
cálculo y espontaneidad, de timidez y osadía, de infantilismo y de sapiencia,
de refinamiento e instintivo horror por todo lo engolado y pedante. (...) En el
plano lingüístico, ese idioma de signos y colores —y hasta de objetos— es, a la vez, regresión a las
fuentes originales y germen de un nuevo lenguaje casi siempre metafórico y en
ocasiones nacido con directo desenfado. Su medida de lo irracional encierra la
permanente contradicción de los irracionalismos programáticos. (...). Sin
embargo, su mundo jovial se constituye mediante asociaciones y metáforas que
brotan felizmente de una quintaesenciada capacidad selectiva. Y como nada
escapa a la dialéctica inherente al comportamiento de los talantes culturales,
este depurado antiintelectualismo, esta euforia que se legitima por su limpia y
clara dicción, forma parte de los varios afluentes que alimentarían la casi
siempre angustiosa indeterminación informalista.››[1]
Aguilera Cerni a
veces utiliza a Miró como pretexto para sus combativos artículos de historia
social del arte. Entresaquemos unos párrafos significativos (el total ocuparía
13 páginas y sería excesivo) de su escrito más polémico de 1968, en el que
destaca que relacione a Miró tanto con el dadaísmo como con el surrealismo:
‹‹Se cumplieron los
75 años de Joan Miró. Como correspondía, llegó la invasión de homenajes,
antologías, loas, glosas y recuentos. Nada pertinente —o muy poco— ha quedado por añadir. Cuando
un hombre alcanza tal edad, pisando sólidamente el suelo de la fama, dijérase
que los demás, fascinados por ese número casi mágico, nos volvemos un poco
asesinos y nos aprestamos para diseccionar cruelmente a un ser vivo, de carne y
hueso, de trabajo y obras, con el afilado instrumento de la cultura al uso.
Actuamos sin anestesia, sádicamente, clasificando en distintos archivadores los
hechos, las fechas, los datos, las vísceras... Lógicamente, la víctima debiera
protestar. Pero el renombre y la gloria, son ataduras muy fuertes. Resulta
inútil oponerse, entre otras cosas porque costó gran esfuerzo garantizar las
necrologías prematuras. Así, la conquista del reconocimiento universal se
resuelve, paradójicamente, en una rara especie de suicidio por carambola. (...)
Es preciso ser diferente. Sobre todo, es imprescindible poder elegir las
propias etiquetas. Y esto se repite una y otra vez, de modo que el rechazo del
encuadramiento definitivo resulta ser una de las conductas artísticas más
reiteradas, más clasificables, menos originales. Huyendo de la masificante
nivelación cualitativa de los productos serializados, se desemboca en la
reivindicación absurda de la independencia total. Siendo coartada justificativa
de un hecho inesquivable, el nombre de esa actitud sólo puede ser “alienación”.
La palabra parece
muy dura. En los ambientes galerísticos y museísticos, de cenáculo estético e
hipervaloración coleccionística, es insolente y hasta grosera. Eso de estar
alienado se queda para el empleadillo que asimiló los tópicos mentales de los
“gerentes”, para los quinielistas, los comparsas autosatisfechos y otros
desgraciados por el estilo. Quienes, pintando y escribiendo, dividiendo y
hablando, establecen o materializan valores, normas de estimación y
cotizaciones, no aceptan para sí mismos un vocablo tan enojoso, un término
reservado para los que figuran en nómina, no para quienes pagan. Pero el arte
contemporáneo, estando en los escandallos, en las cotizaciones, en los mercados
de marchantes, coleccionistas, museos y agentes culturales, si se confiesa
archivado y etiquetado, ya no vale como “arte”. Necesita reafirmar
constantemente su singularidad, ser creativamente su propio impugnador, negarse
con infatigables invenciones, cambiar de rumbo, proclamar su independencia. Lo
cual, en cuanto proceso, es mecánica de consumo. Y en cuanto convencimiento
cultural, es pura y simple alienación.
¡Nos hemos alejado
de Miró y de su aniversario! Nada de eso: lo que ocurre, por añadidura, es que
el supuesto de “independencia anticlasificatoria va unido en él a una definida
precaución anticultural, o más bien antiintelectual. Recordemos cómo afirmó, también,
que su pintura “ha nacido siempre en estado de alucinación, provocado por un
shock cualquiera, objetivo o subjetivo, y del cual soy enteramente
irresponsable”. (...) resulta que la rechazada [por Miró] “etiqueta de
superrealista” es absolutamente idónea. (...) Miró Ccon palabras y con silenciosC es un testimonio viviente de
esa actitud que, reivindicando absoluta libertad e irresponsabilidad, adopta
por definición un gesto implícitamente agresivo. No se trata, desde luego, del
“terrorismo” llevado a otros límites de programación por sus parientes
dadaístas y superrealistas. El suyo, es el otro terrorismo sutil, aunque
igualmente amenazador, del acto artístico impuesto por la cultura minoritaria
contemporánea como producción de objetos separados del mundo vulgar, más
valorados cuanto más distantes de los canales distributivos montados a nivel
multitudinario. Es el “terror”, el respeto impuesto por lo entronizado y por
los funcionarios culturales que montan guardia inquisitorial en torno al Olimpo
donde habitan las nociones sancionadas y los objetos que es preciso venerar.
(...) Lamentaría mucho que estas observaciones fueran interpretadas de modo
malicioso. Nada más lejos de mi ánimo que el pretender regatear a Miró ni un
ápice de su gloria o su importancia (lo cual, además de inútil, sería
inoportuno y ridículo). Sin embargo, a este nivel de nuestra temperatura
histórica, es legítimo e indispensable intentar apartarse de las loas
papanatescas, de los clichés culturales y, por descontado, de los oportunistas
tira y afloja para apuntarse tantos politiqueriles a la sombra del famoso.
Parece innecesario recordar que nuestra cultura artística —en gran medida
impuesta por la estructura económica de su propio “campo”— ya está siendo
abiertamente impugnada, tras el dictatorial predominio de la sacralización
amparada en los consabidos mitos de la libertad, la irresponsabilidad, la
autonomía y cosas por el estilo. No se trata, pues, de negar la estimación
cualitativa de una labor amplia, decididamente depurada, jovial y, desde luego,
desprovista de cualquier concesión a la pedantería. Del mismo modo, la más
elemental observación crítica (esta vez hablamos de lo que usualmente se
entiende por “crítica de arte”) debe reconocer la singularidad de su relación,
tanto idiomática como temática, con las fórmulas del dadaísmo y el
superrealismo, lo cual ha sido justa, adecuada y abundantemente evocado con
motivo del 75 aniversario. (...) Dando un nuevo paso de apariencia
extravagante, el antiintelectualismo mironiano (su “estado de alucinación
provocado por un shock cualquiera, objetivo o subjetivo, y del cual soy
enteramente irresponsable”), su impugnación de la cultura haciendo la más
refinada cultura compensadora, su dimensión de libertad y felicidad, sus
modelos ideológicos (o antiideológicos, que es lo mismo, vuelto del revés), van
siendo “contestados”, en términos heredados de los suyos, por un nuevo
superdadaísmo insurreccional, activista, dispuesto a plasmar auténticas
provocaciones e imágenes estupefacientes”. Sin exagerar su validez indicativa,
los estudiantes del Mayo parisiense escribieron sobre los muros cosas muy
dignas de ser traídas a colación. “L’art est mort’ ne consommez pas son cadavre”. “La culture es l’inversion
de la vie”. “La liberté est le crime qui contient tous les crimes. C’est notre arme absolue”. Y en
junio se repartían por la Bienal de Venecia manifiestos donde se afirmaba que
“l’apparente libertà dell’arte serve alla classe dominante come alibi per la
repressione politica e lo sfruttamento economico”.
Esto pertenece al
enervado panorama sobre el que se ha festejado el 75 aniversario de un
formidable artista. Por ser enormemente significativo, ha forzado la búsqueda
de significaciones. Por ser trascendental, ha impedido salir del paso sin
dificultades. Por ser tan representativo, por tener rango virtualmente
simbólico, no puede ser tomado a la ligera. Esperemos que, cuando se festejen
los 80, los 85 y los muchos más años fecundos que todos deseamos cumpla el
maestro Joan Miró, sea dable comentar su testimonio en los términos de un mundo
mejor, desde esa feliz dimensión que proponen sus espléndidas obras.››[2]
Hay otros dos datos relevantes de su relación.
La Asociación Española de Críticos de Arte (AECA), encabezada por sus amigos Aguilera Cerni, Rodríguez-Aguilera y Cirici, entregó a Miró el 22 de enero de 1970, en el Real Círculo Artístico, la Medalla de Oro de la Crítica de la temporada 1968-1969,[3]
Aguilera Cerni promovió el Museo Popular de Arte Contemporáneo en el
pequeño pueblo de Vilafamés, en las montañas de Castellón, para el que solicitó
obras a sus amigos artistas: Miró, Chillida, Canogar, Josep Renau, Equipo
Crónica, Genovés…[4]
NOTAS.
[1] Aguilera Cerni. Iniciación al arte español de la posguerra. 1970: 85-86.
[2] Aguilera Cerni, V. El testimonio llamado Miró. “Cuadernos para el Diálogo”, Madrid, 64 (I-1969) 18-21.
[3] Redacción. Joan Miró, medalla de oro de la Crítica. “La Vanguardia” (24-VII-1969) 22. / Redacción. La medalla de oro de la Crítica , a Joan Miró. “ABC” (23-I-1970) 49. / Redacción. Entrega de la Medalla de Oro de la Crítica a Joan Miró. “La Vanguardia ” (23-I-1970). FPJM H-3821. / Redacción. Joan Miró, medalla de oro de la Crítica. “El Noticiero Universal” (23-I-1970). El secretario era Cesáreo Rodríguez-Aguilera y el presidente de la delegación de Barcelona era Alberto del Castillo, ambos buenos amigos de Miró.
[4] Guttman, Beatriz. El museo de Vilafamés: un hecho insólito. 2002. / Garí, Joan. En la colina de piedra roja. “El País” El Viajero 787 (29-XI-2013) 6. El museo de Vilafamés.
Fuentes.
Internet.
Libros.
Aguilera Cerni, Vicente. La aventura creadora. Ensayos sobre algunos aspectos
de la creación artística. Fomento de Cultura. Valencia. 1955. 145 pp.
Aguilera Cerni, V. Panorama
del nuevo arte español. Guadarrama. Madrid. 1966. 332 pp.
Aguilera Cerni, V. Ortega
y D’Ors en la cultura artística española. Raycar. Madrid. 1966. 165 pp.
Aguilera Cerni, V. El
arte impugnado. Edicusa. Madrid. 1969. 227 pp.
Aguilera Cerni, V. Iniciación
al arte español de la posguerra. Península. Barcelona. 1970. 147 pp.
Aguilera Cerni, V. Julio, Joan, Roberta González: itinerario de
una dinastía. Polígrafa. Barcelona. 1973. 413 pp. Texto en español, inglés,
francés, alemán.
Aguilera Cerni, V. La
postguerra: documentos y testimonios. Ministerio de Educación y Ciencia.
Madrid. 1975. 2 vols. 269 y 173 pp.
Aguilera Cerni, V.;
et al. Once ensayos sobre el arte. Fundación Juan March. Madrid. 1975.
173 pp.
Aguilera Cerni, V. Arte
y compromiso histórico (Sobre el caso español). Ed. Fernando Torres.
Valencia. 1976. 129 pp.
Aguilera Cerni, V.
(dir.). Diccionario del arte moderno: conceptos, ideas, tendencias. Fernando
Torres. Valencia. 1979. 569 pp.
Aguilera Cerni, V. Y. Pinazo. Vicent García. Valencia. 1982.
413 pp.
Aguilera Cerni, V. Textos, pretextos y
notas. Escritos escogidos 1953-1987. Ed. Ayuntamiento de Valencia. 1987. 3
vs. 207, 375 y 296 pp. Recopilación de su obra, reproduce dos artículos sobre Miró.
Aguilera Cerni, V.;
et al. En el umbral de los 90. Reflexiones sobre la crítica de arte.
Debate en IVAM (10-11 noviembre 1989). Generalitat Valenciana. Valencia. 1990.
242 pp.
Artículos.
AA.VV. Especial Espagna
1936-1976. “BolaffiArte”, Turín, 62 (VII-1976) 50-59. Vicente Aguilera Cerni,
Elías Díaz, José Maria Moreno Galván, Daniel Giralt-Miracle, J. Dols Rusiñol, Alexandre
Cirici, Francesc Miralles, Carles Santos.
Artículos sobre Miró.
Aguilera Cerni, V. Un
testimonio llamado Miró. “Cuadernos para el Diálogo”, Madrid, 64-65
(enero-febrero 1969) 18-21. FPJM H-3811.
Aguilera Cerni, V. Miró. “D’Ars”, 46-47 (1969) 82-87. Italiano.
Aguilera Cerni, V. Sobre el indefinible Miró. “Levante”, Valencia
(31-XII-1983) 359-360. FPJM H-4610.
Libros de otros.
Calvo Serraller (dir.). Enciclopedia del
arte español del siglo XX. 1991-1992): t. II, 16.
Camón Aznar, José (pr.) et al. La crítica de arte en España. Publicaciones españolas. Madrid. 1967. 394
pp. Una selección de críticas de arte de Aguilera Cerni, Areán, Bozal, Moreno
Galván...
Díaz Sánchez, Julián; Llorente Hernández, Ángel.
La crítica de arte en España (1939-1976). 2004: 507-508.
Artículos de otros.
Redacción. Obituario. Vicente Aguilera Cerni, ensayista
y académico. “El País” (3-I-2005) 43.
Martínez de la Hidalga, Rosa. Vicente Aguilera
Cerni, señor de la palabra y la cultura. “El País” (3-I-2005) 41.
Redacción. El mundo artístico valenciano despide al crítico Vicente Aguilera Cerni.
“El País” (4-I-2005).
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