Los seres humanos y sus partes.
Los seres humanos pueblan casi siempre las obras de Miró, destacando las mujeres en mucha mayor cantidad que los
hombres y los niños. El hombre y la mujer aparecen en sus formas puras
masculina o femenina, o en medio de un proceso de transformación en otros
seres, como el pájaro con cabeza humana, el Sol o la Luna. Estos seres serán
los puentes del eterno viaje humano entre la tierra y el cielo, entre lo
terrestre y lo cósmico.
Los elementos humanos parciales son de dos
tipos, externos e internos.
Alexandre Cirici.
Cirici (1978) clasifica los elementos humanos
externos: ‹‹Hay elementos humanos: cabezas, manos, brazos, rodillas, pies,
ojos, narices, lenguas, dientes, barbas, orejas, senos, sexos.›› y añade que
sólo hay ‹‹De los humanos, aquellos que tienen significación de contacto.››[1] Siguen a continuación algunos de los más repetidos: la
cabeza, el ojo, los bigotes, la nariz, el mentón, la boca, el corazón, el pene,
el sexo femenino, los brazos, las manos y los dedos (de las manos y los pies),
la pierna, el pie...
La cabeza se presenta en la obra mironiana a
menudo como elemento esencial, casi completamente separado del resto del
cuerpo, concentrando la atención del espectador. Y esto sucede cada vez más en
sus últimos años, cuando advertimos la frecuencia de las cabezas en su
escultura, como en el bronce Cabeza y pájaro (1981) [FO 363],
donde la cabeza ha sustituido y representa al cuerpo entero.
El ojo es un motivo multisémico en Miró, lo
que explica su enorme abundancia y sus múltiples formas, las más de las veces
tomadas de la iconografía e iconología románica y oriental, aunque es posible
que haya referentes más cercanos como Moreau, Redon o Gustav Klimt
─notablemente los múltiples y variados ojos del vestido que aparece en Retrato
de Adele Bloch-Bauer I (1907)─. Veamos varias opciones:
El Ojo-místico (el tercer ojo) que ve el
pasado, el presente y el futuro, lo que fue, es y será, y aun lo que no será
jamás, como el que surge en Cabeza de fumador (1925) [DL 136].
El Ojo-esencia que esquematiza y representa
la cabeza y aun el cuerpo entero del personaje, reducido así al poder de la
mirada y ese mirón es el propio pintor —Miró como el “mirón” (castellano) y
“miró” (catalán)—, como en la pintura Cabeza (1976) [DL 1694],
y este tipo de ojo con frecuencia se ensancha o deforma tal como pintan los
niños y los enfermos esquizofrénicos.
El Ojo-femenino, que en Desnudo de
pie (1921) [DL 78] es un ojo-pecho, y que en Hesíodo representa el
huevo primigenio del que surge el cosmos, como en Paisaje (1970-1974)
[DL 1634].
El Ojo-descubridor que penetra como
instrumento de conocimiento mágico en los arcanos de la fecundidad y el
despliegue del cosmos, y que a la vez es un Ojo-crítico que explora (algunas
veces en un contexto de manifiesta ironía) las profundidades de las relaciones
y creaciones humanas, como la unión de los amantes, el amor materno o filial o
la comunión con la naturaleza, como el que aparece a la izquierda en Pintura-poema
("felicidad de amar mi morena”) (1925) [DL 128].
El Ojo-vigilante del pastor Argos, el de los
mil ojos, que aparece en los mitos griegos y del que hace mención la bella Ío
en la tragedia griega Prometeo encadenado (Esquilo EP 678).
El Ojo-ventana al alma, que ahonda en los
misterios más ocultos de la humanidad, como en Personaje, pájaro (1973)
[DL 1559].
El Ojo-lágrima que llora de éxtasis y asombro
ante la omnipotencia de Dios manifiesta en lo inabarcable del Universo como
en Mujer delante de la luna (1974) [DL 1626].
El Ojo-pájaro cuya forma alargada flota en un
espacio infinito comunicando los niveles del macrocosmos, como en Cabeza (1940-1974)
[DL 1595].
El Ojo-divino, inspirado en el ojo circular
egipcio que representa a la estrella Sirio que Seth arranca a Horus y que
aparece enclavado en un triángulo, un ojo que aparece en Personaje,
pájaro I (1973) [DL 1543], o que toma la forma del ojo ovalado con
forma de almendra (mística) de Pintura (1972) [DL 1421], que
reúne los anteriores significados y los proyecta como un vector de movimiento
hacia el cielo como fuente de energía espiritual, y que es símbolo de la
Consciencia Divina o Cósmica (la moderna Consciencia Universal), un ojo que
gobierna las leyes del macrocosmos respecto al sol, la luna, los cometas y las
estrellas, e igualmente al corazón del hombre.
En suma, la inmensa versatilidad de los mitos
aparece en sus ojos, y el propio artista (1974) alerta a Taillandier de
que son creaciones mitológicas, que se multiplican y aparecen en su pintura en
lugares impensables, tal como sucedía en la pintura románica:
‹‹En cambio, puedo decirte de dónde vienen
mis personajes con ojos en diversas partes: un ojo sobre la figura, un ojo en
la pierna, un ojo en la espalda, o bien dos ojos en las puntas de una especie
de cuerno. Salieron de una capilla románica donde hay un ángel cuyas plumas
fueron reemplazadas por ojos. Otro ángel románico tiene ojos en las palmas de
las manos. Vi eso cuando era todavía un niño pequeño, en Barcelona. Por otra
parte, el ojo siempre me ha fascinado. En uno de mis cuadros que se
titula Tierra labrada hay un árbol que posee un oído y un ojo:
el ojo que todo lo ve, el oído que todo lo oye. El oído es un elemento que
empleo muy pocas veces. Este oído es una excepción, pero el ojo...
¿Es que acaso le temo al ojo? No, en
absoluto. No tengo ningún recelo de él. No, ningún temor. Es más bien un
componente mitológico. El ojo es, para mí, mitología. (…)››[2]
Corredor-Matheos (1980) resume los múltiples
significados del ojo:
‹‹Hay una forma característica de Miró que ha
cobrado mucha importancia en sus carteles: la que asemeja un ojo y que suele
presentarse en agrupaciones (como en las alas de algunos ángeles del románico).
A veces es redonda, pero con mayor frecuencia almendrada. Aunque también puede
recordar un sexo femenino. Como forma de almendra puede traernos otros
significados, y el de su posible carácter místico no hace sino resaltar, casi
brutalmente, el otro. Es, en todo caso, una abertura. En el espacio del cartel,
tan inicialmente compacto, por su carácter de puño cerrado que se adelanta
hacia el espectador, abre el espacio al significado que, en el tema principal,
se nos quiere ocultar (para obligarnos así a un viaje).››[3]
Balsach (2007) vincula al ojo con el
motivo del sol como iluminación del camino del artista, tal como Miró le
escribe a Picasso en febrero de 1925:
‹‹Me ha hecho usted un bien esta mañana.
Antes de venir a su casa, estaba sumergido en ideas negras que usted me ha
ahuyentado. Me ha hablado muy sinceramente. Me da absolutamente igual equivocarme.
Prefiero caminar toda mi vida en las tinieblas, con tal que al final de mi
existencia descubra alguna chispa, algún rayo de puro sol, que caminar como
todos los jóvenes en una iluminación artificial prestada por los arcs
voltaics. Siento de nuevo la necesidad imperiosa de trabajar.
Gracias.››[4]
Balsach aporta una valiosa reconsideración de
este motivo en Miró como órgano de conocimiento y de su contrario, la ceguera,
como ‹‹desvelamiento de la visión verdadera››[5] y tras explorar los significados del ojo en las
civilizaciones egipcia, musulmana, griega, cristiana y otras hasta Max Ernst o
Giacometti, sigue la aparición del ojo heteróptico, el desplazado, a lo largo
de la obra mironiana: Tierra labrada (1923-1924), Paisaje
catalán (el cazador) (1923-1924), La familia (1924),
Carnaval de Arlequín (1924-1925), las Constelaciones (1940-1941)
o la serie Barcelona (1939-1944).
Paisaje catalán (El cazador) (1923-1924). Aparte de los bigotes de dos de los
personajes, también hay un destacado ojo.
Los finos bigotes o los gruesos mostachos
aparecen con cierta frecuencia en la obra de Miró, particularmente en sus
pinturas de los años 20 y 30. Fèlix Fanés (2007) comenta la repetición de
determinados signos ideogramáticos en la pintura de Miró de los años 20 y 30, y
se detiene en los bigotes, signo inequívocamente masculino, que en varias
formas aparecen en numerosas obras: Paisaje catalán (El cazador) (1923-1924)
[DL 90], La lámpara de petróleo (1924) [DL 91], el gran dibujo
de invención La familia (1924), Carnaval de Arlequín (1924-1925)
[DL 115], el gendarme (1925) [DL 127], Pintura (1925)
[DL 162], Pintura (1925) [DL 180]… e incluso en la maniquí
mostachuda que Miró presenta en la *<Exposition International du
Surréalisme> (11 enero-febrero 1938), en la parisina Galerie
Beaux-Arts, de Wildenstein. Fanés cita a Leiris como el primero que advirtió el
uso mironiano del bigote. En 1926 comenta que en su pintura
hay: ‹‹personas reducidas a un bigote››[6]
Leiris añade en 1929 que en su obra hay
ecuaciones tan simples como ‹‹señor bigote››.[7]
Fanés advierte también la
frecuente asociación del bigote y el periódico (con las grafías jour o jou,
o directamente con el collage de un recorte de periódico) en las obras más
esquemáticas de los años 20, reforzando el simbolismo de la masculinidad junto
a la idea del poder paternalista y represor como era visto el centralismo
castellano por los sectores catalanistas, como vemos en obras como el
dibujo La familia (1924), las pinturas La lámpara de
petróleo (1924) [DL 91], el vuelco (o El
descalabro) (1924) [DL 103] —que incluye la caricaturesca onomatopeya
“oooh!”—, La trampa (1924) [DL 97], Pintura (El
catalán) (o El personaje) (1925) [DL 121], y los dibujos
del proyecto Ballet mecánico (1927-1930)…[8]
Cirici (1977) comenta el significado fálico
en los perfiles masculinos de la nariz y el mentón: ‹‹La nariz y el mentón, en
los perfiles masculinos, adquieren un aspecto no menos representativo porque el
artista les confiere una clara significación fálica.››[9] y se detiene sobre esta frontalidad de dimensión fálica:
‹‹Las figuras masculinas se presentan a veces
frontalmente, pero en general tienen la presentación de su cabeza de perfil.
Entonces, lo que en ellas adquiere importancia son las representaciones
fálicas, no solamente las del propio sexo, sino las que adquieren dicho
carácter, en los brazos, en los dedos, en el mentón, la lengua, la nariz, o
elementos superpuestos, al modo de cuernos.
Todos estos temas son transformados en los
dos sentidos, de una prolongación y de una erección, que llegan a otorgar al
conjunto de muchas pinturas el carácter de una especie de campo de cactus o de
la presencia misteriosa de una multitud de grandes candelabros de varios
brazos. No es infrecuente, incluso, que en la punta de los pies el dedo gordo
crezca y se eleve por los aires.››[10]
La boca es soporte de elementos (pipa a
menudo) y casi siempre oscura amenaza, dentada o desdentada, como vemos en las
pinturas salvajes, como en Collage-pintura (1934) [DL
452]. Penrose (1970), al explicar la estrecha asociación mironiana entre mujer
y pájaro en las obras de finales de los años 30 sugiere que los dientes son un
atributo diabólico, que el pintor toma de la iconografía medieval.[11]
Bailarina II (1925).
El corazón es el centro del cuerpo, la bomba
de la que emana la sangre y la vida. A veces incluso sustituye a casi todo el
cuerpo femenino, como en Bailarina II (1925) [DL 123].
El pene es en Miró un elemento agresivo, de
dominación, un palo enhiesto, como en la escultura-objeto Personaje (1931)
[FO 18], o un monstruoso apéndice como el que cuelga en la pintura Personaje (1934) [DL
475, con rectificación final.]
El sexo femenino es una trampa y una fuente,
una araña y un surtidor de sangre y flujos vaginales. A veces se ofrece en una
muda invitación de placer como en Bailarina II (1925) [DL 123]
y en otras es una amenaza.
Los brazos, las manos y los dedos (de las
manos y los pies) son miembros corporales, emanaciones ameboides en unos casos
y símbolos fálicos en otros. Octavio Paz (1975) opina que la imposición de las
manos del artista sobre el objeto es un signo de fraternidad, de ruptura del
tabú (religioso, estético) de tocar y palpar la obra de arte: ‹‹Hecho con las
manos, el objeto artesanal guarda impresas, real o metafóricamente, las huellas
digitales del que lo hizo. Esas huellas no son la firma del
artista, no son un nombre; tampoco son una marca. Son más bien una señal: la
cicatriz casi borrada que conmemora la fraternidad original de los hombres.
(...) [Permitiendo una] vida física compartida.››[12] Miró añadirá manos en sus cuadros incluso en sus últimos
años, como en Manos volando hacia las constelaciones (1974)
[DL 1568], en dibujos como Manos y pájaros en el espacio (1975)
y en esculturas como Bajorrelieve (1971), un bronce
[JT 204. FO 257] con una sola mano impresa, en referencia a las manos de
las cuevas paleolíticas.
La pierna es tronco, árbol, estructura,
soporte… A veces está sola, en Pintura (La estatua) (1925) [DL
139], como los hombres monstruosos de Taprobana o los esciópodos, cuyo
único pie era de tales dimensiones que lo usaban como sombrilla —el grabador
alemán Hartmann Schedel los retrata en una xilografía de la Crónica de
Núremberg (1493), basada a su vez en la Historia Natural de
Plinio el Viejo (23-79 dC)—, aunque casi siempre aparecen una pareja de piernas
si el personaje está de frente y una si sólo presenta el perfil.
El pie es raíz, suelo, tierra, soporte final,
y en Interior (La masovera) (1923-1924) inicia su
fetichización como elemento que radica la mujer en el suelo.
Los elementos humanos orgánicos interiores
los enumera también Cirici (1978): ‹‹Hay elementos orgánicos: fémur, riñón,
coxis.›› y apunta que sólo hay ‹‹De los orgánicos, aquellos que tienen los
extremos más dilatados que el centro, y con esto explicamos que tienen más
interés por que alcanzan con sus extremos, que no por lo que constituye su
centro.››[13]
Cirici (1977) explica que para remarcar la
importancia de esta misión de mensajeros entre la tierra y el cielo, Miró
concentra en sus seres una gran carga “representacional”:
‹‹Entre uno y otro, los personajes y los
seres personificados, caballos, perros, soles o lunas con rostro, adquieren no
solamente la majestad del papel presidencial que les cae en suerte, sino,
además, todas las características de una representación ritual, destinada a
concentrar en su forma la máxima cantidad de ingredientes significativos, como
si fuese una especie de resumen, montaje o assemblaje de
cargas mitológicas.››[14]
NOTAS.
[1] Cirici. Corpus
cósmico de Joan Miró, inventario. “Batik”, 41 (IV-1978) 14-15.
[2] Taillandier, Yvon. Miró:
maintenant je travaille par terre. Propos recueillis par Y.
Taillandier. “XX Siècle”, París, v. 36, nº 43 (30-V-1974) 15-19. Reprod. en Rowell. Joan Miró. Selected Writings and
Interviews. 1986: 281-286. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 300-305. / Rowell. Joan Miró. Escritos y
conversaciones. 2002: 369-374. / <Joan Miró. La colección
del Centro Georges Pompidou>. México. Centro Cultural Art
Contemporáneo (12 febrero-24 mayo 1998): 78-82, para la trad. utilizada aquí.
/ Balsach. Joan Miró. Cosmogonías de un mundo originario
(1918-1939). 2007: 131, utiliza este texto para ligar el ojo a la
mitología.
[3] Corredor-Matheos;
Picazo. Los carteles de Miró. 1980: 19.
[4] Carta
de Miró a Picasso, en París. (10-II-1925). Col. Musée Picasso, París.
[Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 100. /
Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 144.
/ Balsach. Joan Miró. Cosmogonías de un mundo originario
(1918-1939). 2007: 119.
[5] Balsach. Joan
Miró. Cosmogonías de un mundo originario (1918-1939). 2007: 119, en
cap. El ojo heteróptico, pp. 119-131.
[6] Leiris,
Michel. Joan Miró. “Little Review”, Nueva York, v. 12, nº 1
(primavera-verano 1926) 8-9. Reprod. Combalía. El descubrimiento
de Miró. Miró y sus críticos, 1918-1929. 1990: 171-172. cit. Fanés. Pintura,
collage, cultura de masas. Joan Miró, 1919-1934. 2007: 157; Fanés dedica al
bigote las pp. iniciales 156-158, del apartado Signos ideogramáticos (156-160)
que relaciona con el mundo de la historieta y el interés de Picasso y los
vanguardistas por éste. Y penetra en la relación de Miró con la historieta,
sobre todo la catalana, en la p. 160, al final de este apartado, y en los
siguientes, Revistas satíricas y caricatura (160-165), Arte
y caricatura (165-168), con mención de obras como La trampa (1924)
[DL 97].
[7] Leiris, M. Joan Miró.
“Documents”, París, v. 1, nº 5 (X-1929) 263-265, 3 ilus. en 266-268. cit.
Fanés. Pintura, collage, cultura de masas.
Joan Miró, 1919-1934. 2007: 157. Fanés
también apunta, en la n. 11 de p. 242, que Breton advirtió que la pintura de
Miró es ‹‹una ventana abierta sobre una espiral o sobre un gran par de
bigotes›› en Breton. Le Surréalisme et la peinture. Gallimard. París. 1928/1965: 40.
[8] Fanés. Pintura, collage,
cultura de masas. Joan Miró,
1919-1934. 2007: 168-170, en el
apartado Periódicos pintados y pegados (168-173).
[9] Cirici. Miró
mirall. 1977: 88-90.
[10] Cirici. Miró
mirall. 1977: 99.
[11] Penrose. Miró.
1970: 94-95.
[12] Paz,
O. El uso y la contemplación. La artesanía: fraternidad original del
hombre. “Destino”, 1.980 (11 a 17-IX-1975): 30.
[13] Cirici. Corpus
cósmico de Joan Miró, inventario. “Batik”, 41 (IV-1978) 14-15.
[14] Cirici. Miró
mirall. 1977: 88.
No hay comentarios:
Publicar un comentario