La influencia de los
neoimpresionistas en Miró.
Los neoimpresionistas
—también han sido llamados “postimpresionistas científicos”, divisionistas o puntillistas—
más importantes son Seurat y Signac, junto a un artista relativamente menor,
Cross. El término mismo de “neoimpresionismo”
está sometido a debate, porque el impresionismo era espontáneo e intuitivo,
mientras que Seurat y sus seguidores son reflexivos y minuciosos, por lo que bastantes
autores desestiman considerarlo un movimiento y prefieren verlo como una
técnica, denominada “puntillismo” y los más científicos “divisionismo”; otros, en
su época y con ánimo peyorativo, el de “confettismo”; y algunos todavía usan
“postimpresionismo” o “posimpresionismo”. Horst Keller (1980)[1] ve en el neoimpresionismo
una prolongación directa del impresionismo, del cual toma los principios, pero
llevándolos a la última consecuencia.
Los
neoimpresionistas tienen tres ideas básicas:
- Intentan conciliar
el arte y la ciencia, aparentemente divergentes, para dar una base científica al
método intuitivo de los impresionistas, fundada en la ley de los “contrastes
simultáneos de los colores” de Chevreul, que plasman en una técnica puntillista
(aplicación de puntos de color) o divisionista (división de los colores en sus
elementos), que aplica pequeños puntos (como las teselas de un mosaico) o manchas
multicolores cuidadosamente yuxtapuestos que construyen la percepción de
nuestra visión real, lo que los diferenciaba de los impresionistas, que utilizaban
pinceladas más largas de colores puros. Miró aplicará este criterio
neoimpresionistas en algunas obras iniciales y la integra y supera hasta llegar
a los personajes construidos con un damero colorista de su estilo de madurez,
combinando los colores de acuerdo a pautas muy medidas.
- Conceder un valor
expresivo a las líneas básicas de composición, que expresarían una diversidad
de estados de ánimo. Es un factor psicológico de interpretación y desarrollo
del cuadro, que se emparenta con la poética expresionista y abstracta, y que
podría influir decisivamente en Kandinsky, y, a través de este, en Miró.
- Superar la pintura
au plein air de los impresionistas, para volver al método tradicional de
esbozar unos dibujos previos al natural para pintar luego en el estudio. Es la
técnica que Miró empleará toda su vida.
Las críticas de frialdad
a la pintura neoimpresionista no podían ocultar que había conseguido concentrar
en ella la atención del público y la crítica, pero el puntillismo tenía unos
límites estrechos, por lo que pronto fue abandonado o superado: Camille
Pissarro lo practica unos años hasta que en 1890 vuelve a su estilo anterior;
otros lo experimentan más brevemente, como Gauguin en 1886, Toulouse-Lautrec en
1887 y Van Gogh en casi toda su época parisina (1886-1888); es el estilo
determinante en la evolución de Henri Matisse, pues lo cultivó en 1904 en una
estancia pictórica en el sur de Francia junto a Signac y Cross, para pasar de
inmediato hacia el fauvismo (parece que los fauvistas fueron a su vez influidos
por el puntillismo a través de Matisse).
También fueron
influidos por las teorías del puntillismo de Seurat, durante sus estancias en
París o la visión de sus obras, en los primeros años del siglo XX, los
fauvistas y luego independientes Derain y Robert Delaunay, los futuristas
Giacomo Balla y Gino Severini, los expresionistas Kandinsky y Kirchner... Y
Miró, aunque el influjo puntillista le pudo llegar indirectamente, pues
admiraba sobremanera a Kandinsky y conocía personalmente a los Delaunay y la obra
de Derain.
Georges Seurat
(1859-1891) se forma en el clasicismo de los pintores italianos del Quattrocento,
Ingres, Delacroix, Puvis, la escuela de Barbizon... y en el impresionismo
(1883), del que toma la pintura al aire libre, los temas modernos y el paisaje.
Bañistas de Asnières (1884). Obsérvese la deformación de las columnas vertebrales de los dos muchachos en segundo plano, un ejemplo de la soterrada crítica social que Seurat introducía en sus obras.
Una tarde de domingo en la Grand-Jatte (1886). Obsérvese la selección simbólica de colores: la blanca pureza de la niña en el centro, los colores rosado y azul de los sueños de las adolescentes y mujeres a su alrededor, el uso metafórico de los animales (el mono infiel y el perro fiel que huye), la composición en las tres parejas dispuestas en la primera diagonal izquierda que sugiere la evolución desde la niña pura a la adolescente soñadora y la joven mantenida en primer plano. Las formas y los colores son representados mediante la técnica puntillista en esta obra que Miró admiró cuando visitó Chicago en el otoño de 1965: ‹‹[Kandinsky residió] en el lugar mismo en que Seurat se inspiró para una obra maestra que acabo de ver en Chicago.››[2]
El joven Miró se
interesó por sus teorías y obras y en
1923 comentó en una carta a Cassanyes que admiraba en la disposición de
las figuras de Seurat y Derain la misma dignidad y ley de equilibrio que las
columnas de un templo griego. [3]
Que este interés continuó lo probaría que Miró tenía en
su biblioteca personal la monografía de Germain Seligman, The drawings of Georges
Seurat. Aplicó
en algunas pinturas la técnica del divisionismo y su descripción detallada de
los objetos, así como el modo en que Seurat aplicaba las teorías de Blanc y
Chevreul de los colores primarios y secundarios.
Probablemente estudió su
pintura inconclusa El circo (1891)[4], comprado por Signac y que Miró
contemplaría en París, para inspirarse en su propia serie de El circo (1925-1927),
con su escena, el caballo, la acróbata voladora, los espectadores, el lazo del
látigo...
En cambio, debió rechazar el severo control científico con que Seurat
establecía la composición y el colorido, pues le parecería muy frío.
Paul Signac
(1863-1935), cuya obra ya es conocida por Miró en los años 10, le influye probablemente
en su técnica de un colorido puntillista con pinceladas más amplias que las de
Seurat, como advertimos en los paisajes mironianos de 1917-1918.
El mayor de edad del
grupo es Henri-Edmond Cross (1856-1910), que cultiva unas acuarelas de trazo
rápido pero meditada composición que Miró conocería en las exposiciones
barcelonesas; algunas de sus obras, como Las Islas de Oro (s/f, MNAM de
París), muestran despojados paisajes que semejan románticos por mostrar la
infinitud mediante el recurso al vacío y son afines a algunos de Urgell y Miró.
Apunto además que un
autor (y artista menor) de apellido homónimo, Charles Cross, despertará el
interés de Miró hacia 1930, por su recapitulación de las teorías científicas
del colorido mediante el puntillismo y la construcción del espacio, que podían
servirle en esta época para sus experiencias de obras abstractas geométricas.[5]
En suma, a Miró le
separa de este grupo su excesiva ciencia, pero le atraen sus soluciones al problema
de la estructura y su recurso a la pincelada muy meditada.
Lo primero es tal
vez el interés por resolver el problema de la estructura, como explica Sweeney,
poniendo el ejemplo de un cuadro de Seurat, La poudreuse (La espolvoreadora
en el tocador), en el que la fisiología de la figura femenina es un
pretexto para representar el vacío espacial, sacrificando los efectos naturalistas
en favor de la estructuración, resaltando su similitud con el estilo románico.[6]
Miró también
exploraría este camino en varias de sus primeras representaciones femeninas: Desnudo
con pájaro y flor (1917), Desnudo de pie (1918), Desnudo delante
del espejo (1919), que, aunque bajo las dominantes influencias, respectivamente,
de Cézanne, Matisse y el cubismo, denotan la misma intuición por las relaciones
espaciales que observamos en las grandes obras de Seurat (La Grande Jatte,
Les Poseuses, Le Cirque), cuya aparente banalidad temática apenas
esconde la férrea ambición de su búsqueda formal.
Lo segundo es el aprendizaje
de una pincelada a menudo cerebral y meditada, incluso previsible, al reducirse
a un punto, siguiendo la senda del divisionismo o puntillismo de los
neoimpresionistas, como se manifiesta en Casa de Poca (1914), Paisaje
de Mont-roig (1914), La playa de Mont-roig (1916) y, más tarde,
todavía en Pueblo e iglesia de Mont-roig (1919) y otras obras de 1919.
Es probable que le atrajo esta técnica del color no tanto para dominar éste
como por ponerlo al servicio de la estructura de la pintura como un todo, lo
que explica que el divisionismo sea sólo una experiencia incidental, que no renovará
a partir de su madurez en los años 1920, cuando desarrolla medios expresivos
mucho más avanzados que le permitan resolver los problemas.
Miró explicó estas
experiencias, al principio más divisionistas (de los colores en sus elementos):
‹‹Hacia los veinte años practiqué la pintura divisionista, como en el lienzo El
payés, que data de 1912 (sic). No veía más que una proyección de la forma
en el espacio y mis colores eran como cohetes. Los colores, en suma, desaparecían
para convertirse en fuegos artificiales››[7] y que se convierten con los
años, sólo cuando él hace una obra más detallista y con una composición más
elaborada, en experiencias ahora más puntillistas (por la aplicación en puntos
sobre el lienzo): ‹‹El sol deslizándose, horizontal, me ha hecho utilizar una especie
de puntillismo; desenfoques de los planos››[8] y de Paisaje con olivos (1919)
comenta: ‹‹Lo de los olivos no sé cómo acabará; comenzó siendo cubista y ahora
se ha convertido en puntillista››.[9]
Es discutible, empero, si el divisionismo / puntillismo
le llegó a partir de las reproducciones de la obra de los neoimpresionistas
Seurat y Signac; a través de Matisse y los fauves, que se habían apropiado esta
técnica; o incluso mediante el ejemplo de los pintores modernistas de Barcelona
que ya por entonces usaban esta técnica y cuyas obras podía contemplar por
ejemplo en la *<VI Exposición Internacional de Bellas Artes> de
Barcelona (1911), como Mir o Pidelaserra, o el impresionista Darío de Regoyos (Ribadesella, 1857-Barcelona, 1913) quien
destaca por su dominio del puntillismo en Pancorbo: el tren que pasa (1901),
que forma parte de la col. del MNAC. Probablemente
los tres aportes se fundieran.
NOTAS.
[1] Keller,
Horst. Miroir de l’Impressionisme. 1980: introd.
[2] Carta de Miró a Nina Kandinsky (19-I-1966). Cit. Rowell. Joan Miró. Selected
Writings and Interviews. 1986: 273. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 293.
/ Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 361.
[3] Comentario extraído de una carta de M.A. Cassanyes a Miró,
en Mont-roig. Sitges (7-XII-1923) FPJM.
[4] Seurat. El circo (1891). Óleo sobre tela. Col. Musée d’Orsay. Reprod. en Tazartes;
et al. Los impresionistas y los creadores de la pintura moderna. Rousseau -
Gauguin - Van Gogh - Seurat. 2000: 249.
[5] Miró. Apunte en hoja por las dos caras. Hacia
1930-1931. Col. FJM doc. 1463a 1463.
[6] Sweeney. Plastic
Redirections in 20th Century Painting. 1934: 7. Reprod. en 8, lám 2.
[7] Miró, en Vallier, Dora. Avec Miró. “Cahiers d’art”, v. 33-35 (1960): 169.
[8] Carta de Miró a Ràfols. Mont-roig
(10-VIII-1919) BC. Reprod. Soberanas;
Fontbona. Miró. Cartes a J.F. Ràfols, 1917/1958. 1993: 31-32. / cit. <Miró 1893-1993>. FJM (1993): 144.
[9] Carta de Miró a Ràfols. Mont-roig (21-VIII-1919).
Reprod. Rowell. Joan
Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 63-64. / Rowell. Joan Miró.
Écrits et entretiens. 1995: 74-75. / Rowell. Joan Miró. Escritos
y conversaciones. 2002: 110-111. / *<Miró-Dalmau-Gasch. L’aventura per
l’art modern, 1918-1937>. Barcelona. Centre d’Art Santa Mònica (1993): 109. / Soberanas;
Fontbona. Miró. Cartes a J.F. Ràfols, 1917/1958.
1993: 33-34. / cit. <Miró 1893-1993>.
FJM (1993): 143.
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