Joan Miró y la crisis de su enfermedad en 1911.
Joaquim Sunyer. Mediterrània (1910). Uno de los cuadros que Miró pudo ver en el Faiançç Català.
Ese mismo mes de abril
de 1911 Miró participó en su primera colectiva segura, lo que debió satisfacerle
mucho y reforzarle ante sus padres, y visitó otra exposición muy conocida de
Joaquim Sunyer en el Faianç Català. Como vemos, todo cuadra en que hacia la primavera
de 1911 Miró ya estaba libre de su trabajo de contable y dispuesto a asumir su
compromiso vocacional, aunque faltaba un evento decisivo: la enfermedad que
sufrió poco después.
La historiografía ha
aceptado que Miró sufrió una grave enfermedad hacia 1911, aunque ante las contradicciones
biográficas saltan las dudas sobre este evento, pero si las noticias sobre su
trabajo deben tomarse con prevención, en cambio es mucho más creíble que sufriera
una enfermedad que le llevara a Mont-roig y a consagrarse al arte.
Hay que precisar que
su narración de la enfermedad es muy posterior a los hechos y los detalles por lo
tanto son poco fiables. En primer lugar, no hay rastro alguno en la correspondencia
de estos años con Ricart de una enfermedad suya por entonces (ni en otro momento).
Además, sus iniciales explicaciones biográficas ignoran o soslayan este tema. Por
ejemplo, Miró declara en 1951
que fue una decisión de su estricta voluntad personal: ‹‹La familia se opuso a
mi vocación artística. Los tres años en la droguería fueron tres años de presidio,
hasta que me impuse y lo mandé todo a paseo. En la familia lo aceptaron como mal
inevitable. Esta oposición en mis principios lo he considerado de gran importancia:
remar contra corriente ha fortificado mis bíceps. Entonces tenía 18 años, fui a
la Academia Galí, que me estimuló; y ya estaba decidida mi carrera.››[1]
Todavía en 1959 Soby
no menciona la enfermedad sino sólo que su pesimismo (el que le había apartado
de la pintura en 1910) duró poco tiempo y que en 1912 ya se matriculó en la Academia
Galí.[2]
La historia cobra cuerpo
hacia 1957-1959, cuando Dupin prepara su libro (1961) en base a las explicaciones
de Miró y entonces explica en apenas tres líneas su enfermedad: ‹‹El trabajo le
agota y desespera hasta el punto de que en 1911 cae gravemente enfermo. La fiebre
tifoidea sucede a la depresión nerviosa. Tiene que permanecer acostado y sometido
a dieta durante dos meses, lo que le deja en un estado de suma debilidad.›› Dupin es la primera fuente sobre esta enfermedad y la
convalecencia en Mont-roig.[3]
Le
siguen Rowell, Lubar y Umland.[4] La tesis de que fue una
depresión la sostienen Schildkraut y Hirshfeld, con argumentos bastante
convincentes.[5]
Sobre esta enfermedad,
Miró le precisa a Melià en 1975 que era ‹‹Una dolencia conocida con el nombre
de “fiebres de Barcelona”. Supongo que debía tratarse de una especie de tifoidea
producida por las aguas de la ciudad››.[6]
Repite en 1979 sobre su trabajo ‹‹Com a presó
o treballs forçats. (...) Això me va donar una depressió nerviosa, que això
me’n va portar a (tenir) les febres de Barcelona››.[7]
Melià puntualiza empero
que la gran epidemia de las aguas de Barcelona —y la consiguiente y decisiva actuación
correctora sanitaria de Ramon Turró sobre el suministro de agua— no tuvo lugar
hasta el verano de 1914 (Josep Pla cuenta con más acierto que fue en octubre). Es
posible que Miró, cuando ya era anciano, con el recuerdo de una enfermedad de
su madre (que sufrió el tifus en noviembre-diciembre de 1914, hasta el punto
que se temió por su vida y él la acompañó dos meses en su convalecencia) tras el
paso de tantos años, convirtiera en tifus otra dolencia febril agravada por su
depresión. ‹‹Permanecí todo un mes en cama, guardando absoluto reposo, sin apenas
comer ni beber. Recuerdo nítidamente que frente a mi cama había un San Juan con
un cordero y yo me pasaba el día cocinando el animalito y engulléndomelo.››[8] En otro momento, recuerda
que la enfermedad le tuvo dos meses en la cama, con un ayuno casi total.[9]
La crisis de la enfermedad
es un hito fundamental en su dedicación al arte, puesto que el temor a perder a
su único hijo varón convenció a su padre para aceptar por fin su vocación y financiar
su preparación y después su vida profesional, hasta 1925 al menos, cuando Miró
ya tenía 33 años, y su madre aún lo seguirá haciendo después hasta que sea un hombre
ya entrado en la cincuentena. Parece que confluyeron también dos causas más. El
padre tenía la certeza de que el joven no tenía aptitudes ni actitud para el negocio
del comercio después de fracasar en los estudios y en su primer trabajo.
Finalmente, el padre
pensaría que podía hacer carrera en el arte a fin de cuentas. Desde 1908 hay un
lento resurgir del mercado artístico, hasta que hacia 1910-1911 la crisis del mercado
del arte parece por fin superada: la crisis económica ya está muy lejana, los coleccionistas
vuelven a comprar, los galeristas multiplican sus actividades. Eugeni d’Ors y los
intelectuales noucentistas han promovido un amplio abanico de nuevos artistas,
que hacia 1911 devuelven el optimismo al arte catalán. Nuevas posibilidades se abren
a los artistas y los impedimentos familiares de tipo profesional pierden fuerza.
De repente todo se conjuga a favor de sus aspiraciones. Si no se puede ganar la
vida como negociante, a ver si lo consigue como pintor.
No obstante, el padre
nunca acabó de estar del todo de su parte: ‹‹(...) pero no os creáis que mis padres
se convencieron fácilmente. Mi padre era muy estricto, muy duro, pero se convenció
de la inutilidad de sus esfuerzos. Me consintió, pues, que volviera a dedicarme
a la pintura.››[10]
En cambio, su madre estaba
más abierta a los deseos de su hijo y pudo influir en su marido. ‹‹Mi madre era
una mujer extraordinaria y muy inteligente. Cuando las visitas le preguntaban por
mí, se echaba a llorar. Pero más tarde, cuando vio que yo seguía un camino bien
definido, se interesó vivamente por mi trabajo››.[11]
Miró, en todo caso,
nunca les guardó rencor, sino que reverenciaba su memoria, hasta el punto de
que incluso tenía en Palma dos habitaciones de su casa consagradas al recuerdo de
sus padres, presididas por sus retratos y en 1962 los define así: ‹‹Mon père
était très sévère, très strict, très réaliste; ma mère très ouverte, à toutes sortes
d’idées contrebalançant son influence.››[12]
Es casi seguro que sus padres jamás imaginaron
el destino le deparaba. Su hermana Dolors fue quien más próxima estaba a sus esperanzas.
Miró dirá de su hermana: ‹‹Ella miraba
siempre hacia atrás y yo hacia delante. Pero tiene un corazón de oro. Cuando yo
no tenía un céntimo para comprar colores, ella, a escondidas, me alargaba unas
pesetas››.[13]
Con
todo, tras perder su trabajo y superar su enfermedad, a mediados de 1911 su destino
está ya claramente determinado: será artista y la familia le apoyará aunque sea
a regañadientes. Sueña con ser un destacado artista barcelonés, que goce al mismo
tiempo de libertad creativa y de fama entre la rica clientela local. Desde entonces
su formación, su actividad, sus intereses, toda su vida en suma, se concentran en
el arte. Su correspondencia y las referencias de sus amigos y conocidos corroboran
que vuelca todas sus energías en este proyecto vital. Pero antes debe recuperarse
por completo y aquí entra un lugar fundamental en la vida del artista. La masía
de Mont-roig.
NOTAS.
[1] Del Arco, Manuel. Entrevista a Miró. “Destino” (III-1951).
[2] Soby. <Joan Miró>. Nueva York. MoMA (1959): 9.
[3] Dupin. Miró. 1962:
47-48. / Dupin. Miró. 1993: 33.
[4] Rowell. Joan Miró. Selected
Writings and Interviews. 1986: 22. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 29. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 41. / Lubar. Joan
Miró Before The Farm, 1915‑1922: Catalan Nationalism and the Avant‑Garde. 1988: 23, 255. / Umland. <Joan Miró>.
Nueva York. MoMA (1993-1994): 319, n. 14.
[5] El profesor y psiquiatra
Joseph J. Schildkraut, coincidiendo con una antológica de Miró en el MoMA envió
el 19-X-1993 (publicada el 24-X) una carta al diario “The New York Times”, que
explica que ‹‹Miró
suffered from depressive disorders›› y precisa que su primera depresión fue en
1911. Lo sostiene en
tres publicaciones científicas: Schildkraut, Joseph J. Miró and the mystical
in modern art: problems for research in metapsychiatry. “The American
Journal of Social Psychiatry”, v. 2, nº 4 (1982) 1-20. / Schildkraut, Joseph
J.; Hirshfeld, Alissa J. Mind and Mood in Modern Art I: Miró and
“Melancolie”. “Creativity Research Journal”, v. 8, nº 2 (1995) 139-156. /
Schildkraut, Joseph J.; Hirshfeld, Alissa J. Rain of Lyres. Circuses on
Melancholy. Homage to Miró (112-130), en Schildkraut, Joseph J.; Otero, Aurora (eds.). Depression and the Spiritual in Modern Art. Homage to Miró.
John Wiley & Sons Ltd. Chichester. 1996. 260 pp.
[6] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 98-100.
[7] Documental de J.M. Martí Rom. D’un roig encés: Miró i
Mont-roig. 1979.
[8] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 98-100.
[9] Documental de Chamorro. Miró. 1978. nº 53.
[10] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 103-104.
[11] Serrano, M.D. Los 75 años de Joan Miró. “Gaceta Ilustrada” 602
(21-IV-1968). En el mismo sentido, una carta de Miró a Dupin (9-X-1959), cit. Carta de Miró a
Dupin (9-X-1959). Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 44. / Rowell. Joan
Miró. Écrits et entretiens. 1995: 54. / Rowell. Joan Miró. Escritos y
conversaciones. 2002: 76. / Dupin. Miró.1993: 25.
[12] Saucet, Jean (texto); Saulnier, Tony (fotografías). Miró apporte à Paris le
soleil de Majorque. Publicación
desconocida, probablemente “Vogue” (s/f, datable en VI-1962).
[13] Serrano, M.D. Los 75 años de Joan Miró. “Gaceta Ilustrada” 602
(21-IV-1968).
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