NOTAS.
Dupin. Miró. 1993: 106.
Penrose. <Miró>. Londres. The Tate Gallery (1964): 22.
Krauss; Rowell.
<Joan Miró: Magnetic Fields>. Nueva York. Guggenheim Museum (1972-1973):
81.
Krauss; Rowell.
<Joan Miró: Magnetic Fields>. Nueva York. Guggenheim Museum (1972-1973):
81.
Rowell. Magnetic
Fields: The Poetics, en <Joan Miró: Magnetic Fields>. Nueva
York. Guggenheim Museum (1972-1973): 41-43.
Rowell. Magnetic
Fields: The Poetics, en <Joan Miró: Magnetic Fields>. Nueva York. Guggenheim Museum (1972-1973): 43.
Gimferrer. Las raíces de Miró. 1993: 64.
Lubar. Miró en 1924: "Je briserai leur guitare". <Joan Miró
1917-1934: la naissance du monde>. París. MNAM (2004): 55.
Ramo de flores (Sonrisa
de mi rubia)
(1924).
Ramo de flores (Sonrisa de
mi rubia) (1924) o Bouquet
de fleurs (Sourire de ma blonde) es un óleo sobre tela (88 x 115) [D 97. CRP 101], de col. Particular, París.
Fue realizado en Mont-roig en el otoño, a partir de un esbozo al lápiz grafito
sobre papel (16,6 x 19,1) estudiado por Gimferrer. Un acertado resumen
de su transposición lo ofrece Picon (1976):
‹‹(...) El dibujo
preparatorio de Sourire de ma blonde, que parece más una especie de
programa que un dibujo definitivo, ya que lleva la inscripción. AFlores en forma de miembros
humanos”, etc... prefigura exactamente lo que será la tela, con sólo dos
pequeñas variaciones, esa especie de personaje heráldico quedará más centrado,
y se extenderá más la cinta que lleva el título. Pero, en el dibujo, se pueden
encontrar todos los detalles: las hojas, la mariposa, el racimo y la estrella
en el cuerpo de forma cónica de donde salen las manos y los pies, y todas las flores
del ramo: la oreja, la estrella fugaz, los dientes, el ojo, el rostro de
perfil, los cabellos, el sexo con sus pelos, los senos.›› El tema parece
inspirado en una canción popular francesa “Auprès de ma blonde, qu’il fait
bon dormir” y en el heráldico blasón citado en el soneto Voyelles de
Rimbaud, como sugiere Rowell (1972, 1974). Calas (1985) opina que es un
juego de palabras entre Voyelles y Voyez Elle (Vedla). Doepel (1985) sugiere
una conexión con el cap. El más dulce
ruiseñor de Le Surmâle de Jarry.
Raillard (1989) apunta
junto a la referencia a Rimbaud la del Aduanero Rousseau y su crítico
Apollinaire, que había escrito en Les Peintres cubistes (1913 y 1922):
‹‹Parmi les belles esquisses de Rousseau, rien de si étonnant que la petite
toile intitulée la Carmagnole. (C’est l’esquisse du Centenaire de l’Indépendance, sous lequel
Rousseau avait écrit: Auprès de ma blonde / Qu’il fait bon, fait bon,
fait bon...).›› El conjunto presenta
un aspecto heráldico, con un vivo fondo amarillo (el color de la vida y del
poder), subrayado por la disposición de la frase a modo de leyenda, dentro de
una filacteria. El artista identifica los atributos femeninos (la cara, el ojo,
los dientes, el sexo, etc.) con un ramo de flores, mientras el pie gigante
asienta el centro en la tierra. La araña que tiende una red de rayos hacia el
firmamento puede ser una referencia a un verso del caligrama Lazos de
Apollinaire: “Arañas-Pontífices” en el que el sentido de “Pontífices”
parece ser el etimológico de la forma latina pontifex (constructor de
puentes), que tiene la misma connotación expansiva en el espacio de la red de
la araña, que construye puentes hacia el cielo, con lo que hay en esta pintura
una sustitución funcional de motivos mironianos como el avión o la escalera de
evasión con los que el hombre escapa al cielo. Otros dos versos del mismo
poema, “Otros lazos más tenues / Blancos rayos de luz”, refuerzan el sentido de
que la araña teje una tenue red de caminos de evasión, pues la luz se asocia
aquí a la libertad.
Dupin (1961, 1993)
ha variado un poco su interpretación del contexto de esta tela, aunque su
análisis principal se mantiene invariable. Al principio (1961, 1993) la
consideraba sólo como parte de la serie de fondos amarillos y explica la obra
por su tema femenino:
‹‹Otro fondo
amarillo al temple, Sourire de ma blonde (Sonrisa de mi rubia),
es también un retrato simbólico de la mujer, pero dentro del estilo alusivo y
con el trazo apenas rozando la tela que caracterizan las obras de aquel verano.
Con carácter de blasón femenino, la metáfora poética procede de una idea
bastante común, la identificación de la mujer con un ramillete de flores. Pero
la ligereza de la traducción y, especialmente, el humor que lo impregna lo
salvan de toda trivialidad. Del florero, sostenido por los pies gigantescos de
la dama con sus unas en lúnulas modeladas, surgen los tallos rematados, en
lugar de flores, por los signos emblemáticos de los atributos femeninos: el
rostro, el ojo, los dientes, el sexo, etc. Bajo el florero se extiende una
banderola de fiesta pueblerina donde están inscritas las palabras que dan
título al cuadro. Minúsculos insectos, hojas, florecillas, sitúan la escena a
ras de la tierra, a la altura de las cimas de la hierba y de la escarcha. Todos
los fondos amarillos hacen germinar así lo maravilloso en la superficie
de las cosas, como la escarcha sobre los cristales. Todavía no ha comenzado el
paso a través del espejo, pero no hay nada más conmovedor, más exquisito que
estas pinturas, cuya gracia indecisa traduce el pudor y el temor del artista
ante la exploración de los abismos.›› Posteriormente,
Dupin (1993) la destaca como la primera obra de la serie de “pinturas‑poemas”
de 1925-1927, influido quizás por la revisión desde 1970 de Miró como
pintor-poeta: ‹‹El primer paso verdadero hacia lo que él mismo llamará “pinturas‑poemas”,
Miró lo da cuando, bajo un blasón‑ramillete del cuerpo femenino, planta las
palabras: Le sourire de ma blonde (La sonrisa de mi rubia). Estas
palabras sólo ejercen todavía una función programática, argumental, divisa de
una especie de banderola verbenera que no las esgrime en parte más que en
punteado, no habiendo osado aún el poeta, pudiera pensarse, consentirlas sino a
medias.››
Rowell (1972) la
explica como imagen heráldica, recurriendo a varias interpretaciones:
‹‹”Sourire de ma
blonde” is organized as an heraldic image, with a studied symmetry and
frontality which are rare, not to say unique, in Miró’s oeuvre. However,
despite the clarity of its presentation, the reading of the image is highly
ambiguous.
One posible reading
identifies the central image as a pictogram of the blond loved-one’s body, in
which the V-shaped torso has obvious sexual connotations. Starting from there,
one can read the brown scumbled area as a mass of pubic hair, the flower as a
reference to the fragance of flowers, the grapes as an allusion to romantic
intoxication, and the fly as a Rimbaldian symbol to which we will return later
[p. 47 y ss.]. The artist’s image of ideal womanhood is thus schematically
rendered ad female genitalia, grounded in the earth (through, the outsized arms
and legs) and sprouting long tendrils of hair. Isolated motifs and symbols
associated with erotic love radiate around the central figure: an ear, a
shooting star leaving a trail of sparks, teeth, an eye, an idealized profile,
hair, a throbbing or flaming vagina, breasts.
The loosely
symmetrically disposition of the “spokes” of
the woman’s hair implies another meaning: woman as the matrix of the world, or
the hub of the universe, as in the sun. This is no way obviates another
reading, more peculiar in Miró’s iconography, according to which the central
brown motif of the woman-sun is also a potato, radiating tentacle-like
sprouts.›› Rowell finaliza con
la interpretación relacionada con Rimbaud, a partir de la A convertida en su
reverso, la V:
‹‹The idea of the
heraldic emblem or blason of womanhood is common in Surrealist
literature, particularly in Surrealist poetry. The most celebrated is Arthur
Rimbaud’s sonnet: “Voyelles” of 1871. In a highly
esoteric presentation, the poet evokes the different sexual attributes of the
female body, associating each to a color and a vowell: the genitals correspond
to A and black; the breast to E and white; the lips to I and red; the hair to U
and green (associated with the waves of the sea); the eyes correspond to O and
blue;. Each sexual attribute is implied (without being named) by a series of
recondite metaphors / One can recognize all the attributes in Rimbaud’s
literary emblem in Miró’s painting, translated into the artist’s personal
idiom, of course. However, the closest correspondence between Miró’s imagery
and that of Rimbaud is found in relation to the poet’s first stanza, devoted to
the letter A:
A, noir corset velu des
mouches éclatantes
Qui bombinet autor des
puanteurs cruelles,
Golfes d’ombres (...)
From the V-shaped torso
(an overturned A?) inscribed by a black line, to the imaging of a fly and what
can be read as a “gulf of darkness”, there is reason
to conjecture that Miró may have been drawing inspiration from Rimbaud. We know
that Miró had read Rimbaud by that time. “Voyelles”, as one of the Surrealists’ preferred poems, was certainly one
of the earliest of the poet’s works which Miró would have read.›› Krauss; Rowell (1972),
ya conjuntamente, explican los elementos de la oreja y el ojo, en relación con
otras obras de esta época: ‹‹The first of radiating motifs (on the extreme
left) can be interpreted either as an ear (compare with the ear with three hairs
in The Tilled Field) or as testicles, also a plausible reading in the
context. It is furthermore interesting to note that the central motif of the
eye/horizon/line-of-vision motif found in The Hunter, started exactly
one year early, and in The Family painted earlier in 1924 in Paris.››
Juan Antonio Ramírez
(2003) comenta de esta pintura su capacidad de metamorfosis de los elementos
naturales en motivos humanos fragmentados (el auténtico tema sería así la
fragmentación del cuerpo humano):
‹‹(...) Sourire
de ma blonde, en la que hay una especie de jarrón o maceta-torso, con manos
y pies humanos, de donde emergen como ramas una serie de varillas en cuyo
extremo florecen diversos órganos corporales: un ojo, dentadura, el sexo
femenino, rostro de perfil, un torso con pechos, etc. El dibujo preparatorio se
acompaña de una clarificadora inscripción adyacente: “Flores en forma de
miembros humanos”. Parece como si Miró estuviera formulando un programa
estético, iniciado hacia 1923 y que seguirá desarrollando en otras muchas obras
durante la segunda mitad de los años veinte y en las décadas ulteriores.››
Balsach (2007) la interpreta como un desmembramiento del cuerpo con una
finalidad de apertura al absoluto que es afín a las de varios referentes
místicos:
‹‹En esta obra se produce una disolución de un
retrato femenino sobre un fondo plano de color amarillo en el que, de la oscura
circunferencia de un cono (donde Miró ha pintado un pie y dos brazos), salen
varias líneas con atributos corporales y simbólicos: una oreja, una estrella,
la dentadura, el ojo, el sexo, una ceja. Disolución formal desde el centro que
también aparecen en las imágenes iconográficas de Kali, en las representaciones
astrológicas del oro alquímico (La
sagesse des anciens, 1730) y en las máscaras de los chamanes que
representan la realidad cotidiana recluida en el mundo del espíritu. La frase Le sourire de ma blonde figura inscrita
en la base del cuadro como una imagen heráldica de múltiples lecturas.
Fragmento de fragmentos, el cuerpo es dispersado desde el corazón, que reúne la
esencia, aquello que late en el mundo de las apariencias.››
NOTAS.
Gimferrer. Las raíces de Miró. 1993: 60.
Picon. Joan Miró. Cuadernos catalanes. 1976: 72-73.
Rowell. Magnetic
Fields: the poetics. <Joan Miró: Magnetic Fields>. Nueva York.
Guggenheim
Museum (1972-1973): 45-50. / Rowell, M. Les Champs magnètiques de Miró: une poètique.
“L’Art
vivant”, 49 (V-1974) 6-10.
Calas, N. Transfigurations:
Art Critical Essays on the Modern Period. 1985. Miró without Mirror:
135-137.
Doepel. Arcane
symbolism in Marcel Duchamp’s Large Glass and Selected Works (1924-1927) by
Joan Miró. 1985: 677-680.
Raillard. Miró. 1989: 68.
Apollinaire. Caligramas. Cátedra. Madrid. 1987:
74.
Dupin. Miró. 1993: 106.
Dupin. Miró. 1993: 434.
Rowell. Magnetic
Fields: the poetics. <Joan Miró: Magnetic Fields>. Nueva York.
Guggenheim
Museum (1972-1973): 46.
Rowell. Magnetic
Fields: the poetics. <Joan Miró: Magnetic Fields>. Nueva York.
Guggenheim Museum (1972-1973): 47.
Krauss; Rowell.
<Joan Miró: Magnetic Fields>. Nueva York. Guggenheim Museum (1972-1973): 82.
Ramírez. Corpus
Solus. Para un mapa del cuerpo en
el arte contemporáneo. 2003: 215-216.
Balsach. Joan Miró. Cosmogonías
de un mundo originario (1918-1939). 2007: 135.
La ermita (1924).
La ermita (1924) o L’Hermitage es
un óleo, lápiz Conté y carboncillo sobre tela (114,3 x 147), de col. Philadelphia Museum of Art, donación
Louise y Walter Arensberg [D 92. CRP 102], realizado en Mont-roig, en el verano-otoño, en base a dos
esbozos, que Gimferrer ha analizado. Uno de los bocetos es más
antiguo, apenas las líneas más generales del paisaje, y se titula l’ermite
(el ermitaño) en vez de l’ermitage (la ermita), aunque es casi seguro
que sea sólo un error semántico, como le explicó Miró a Gimferrer. La ermita
retoma en parte el tema de una pintura de 1916, Mont-roig. Sant Ramon,
erguida sobre la colina de su pueblo, recortada contra un cielo amarillo. Pero
ahora la ermita es apenas un pequeñísimo elemento, sumergido enteramente en la
magnitud del paisaje montañoso dominado por los personajes y los numerosos
signos astrales. Balsach (2007) estudia el simbolismo de esta ermita. La composición está dividida
por la línea quebrada de las montañas, que actúa como horizonte divisorio entre
el microcosmos de la tierra y el macrocosmos del cielo. Es posible que la
inspiración sea poética o del mundo imaginario de los cuentos populares, como
el de la leyenda aragonesa El gnomo
de Bécquer que comienza: ‹‹Las muchachas del lugar volvían de la fuente
con sus cántaros en la cabeza. Volvían cantando y riendo con un ruido y una
algazara de una banda de golondrinas cuando revolotean espesas como el granizo
alrededor de la veleta de un campanario.››
Pero Miró sin duda
transforma la idea inicial, y aquí parece que el tema principal de la escena de
la tierra es la descripción de una pagana fiesta de la fertilidad del campo. El
personaje protagonista semeja una campesina (reducida a los rasgos de una diosa
primitiva) —Gimferrer, en cambio, considera que sólo es una figura que “va a
buscar agua”— cuyas formas redondeadas y su gorro cónico (de maga) a media
caída sugieren que baila agitando su velo, entre un botijo (símbolo del agua lustralis
que infunde la vida, pero también del recipiente para la sangre del sacrificio)
y dos plantas que parecen bailar y elevarse en la ceremonia, mientras un hombre
en forma de lámpara a su derecha parece incendiarse en holocausto, para
convertirse en espíritu (así lo sugieren sus puras formas esquemáticas). A la
derecha hay tres elementos misteriosos que podrían ser la cabeza de un conejo
(uno de los animales más sacrificados en estas fiestas), un palo que parece
estar unido al filo de un hacha manchada (¿por la sangre?) y un cuerno de buey
(otro de los animales comúnmente sacrificados). El riachuelo parece surgir de
una herida en la montaña relacionada con dos elementos: la ermita (con su pila
bautismal de la que mana un agua bendita que fertiliza los campos de Mont-roig)
en lo alto de la montaña y una paloma (símbolo cristiano de sacrificio y amor)
cuyo corazón abierto mana en sangre sobre la herida de la montaña. El agua del
riachuelo se convierte en negra sangre al pasar por debajo de la campesina, en
alusión a la sangre menstrual de la virgen, que también fertiliza los campos.
En la citada leyenda de Bécquer (hay numerosas ediciones, por lo que no citamos
una en particular) el manantial reivindica su oculta humanidad:
‹‹El agua:
Remonta mi corriente, desnúdate del temor como de una vestidura grosera y osa
traspasar los umbrales de lo desconocido. Yo he adivinado que tu espíritu es de
la esencia de los espíritus superiores. La envidia te habrá arrojado tal vez
del cielo para revolcarte en el lodo de la miseria. Yo veo, sin embargo, en tu
frente sombría un sello de altivez que te hace digna de nosotros, espíritus
fuertes y libres... Ven, yo te voy a enseñar palabras mágicas de tal virtud,
que al pronunciarlas se abrirán las rosas y te brindarán con los diamantes que
están en su seno, como las perlas en las conchas que sacan del fondo del mar
los pescadores. Ven; te daré tesoros para que vivas feliz, y más tarde, cuando
se quiebre la cárcel que lo aprisiona, tu espíritu se asimilará a los nuestros,
que son espíritus hermanos, y todos confundidos, seremos la fuerza motora, el
rayo vital de la creación, que circula como un fluido por sus arterias
subterráneas.››
En el macrocosmos
celeste aparece una insólita combinación de signos astrales que iluminan con su
luz la fiesta: un sol rojo que se mueve como un cometa o es una alusión al
avión en el que se escapa al cielo —posiblemente una referencia poética a dos
versos de un caligrama de Apollinaire, Las colinas: “Mientras en el
cenit llameaba / El eterno avión solar”—, dos planetas (uno es un punto
negro y otro es un huevo) con dos anillos como Saturno, y otros dos planetas
sólo delineados, uno de ellos combinado con un sol y una luna; cruces que se
asocian a estrellas fugaces; y una estrella cometa que, con varias líneas
punteadas, parece rociar con su energía la fiesta; esta estrella es un signo de
movimiento en el arco del cielo, metáfora de la búsqueda humana de un lugar
quieto en el caos del mundo, como el verso de Apollinaire en Calligrammes,
en el que el hombre es ‹‹Comme un astre éperdu qui cherche ses saisons››. La ermita es puente de
comunicación mística con el cielo, y así se entiende su doble asociación, a su
espalda con el árbol negro (un abeto) que se eleva como una llama y enfrente
con la paloma del sacrificio (Gimferrer la considera un águila). Finalmente,
erigidos sobre dos palos en las montañas, dos árboles de cabeza triangular
(metáfora del campesino tocado con la barretina), cada una con un ojo,
que remiten a pinturas anteriores en la que simbolizan el árbol que todo lo ve,
el espectador supremo, esto es, el pintor que testimonia y recrea el
espectáculo; en esta pintura hay, inusualmente, dos, lo que podría explicarse
porque uno, el más grande, dirige su ojo hacia el microcosmos festivo, mientras
que el más pequeño inquiere con su ojo el macrocosmos celeste; representaría la
disociación del pintor entre los intereses de sus mitades terrenal y
espiritual. Los escasos colores refuerzan estas asociaciones: el amarillo vital
para el fondo simbolizando que es una escena de fertilidad, el negro para
definir las formas de las figuras y sus volúmenes, así como para la luna
femenina (asociada a la mujer danzante, también de negro), el rojo para el sol
que se aproxima a la danza y, significativamente, para el techo de la ermita,
que parece arder de ascendente espiritualidad.
Malet y Montaner
(1998) explican que en esta obra Miró estiliza al máximo los elementos para
resaltar el carácter mágico de esta naturaleza:
‹‹el verdadero
protagonista es el escenario: un paisaje inconcreto y mágico. Una línea
zigzagueante describe unas montañas imaginarias, donde se localiza la
edificación, bajo un ciprés, y una escuadra de significado impreciso, que,
sostenida por un tallo muy largo, desafía las leyes de la gravedad.
En primer término,
un personaje con la cabeza cubierta por un capirote parece conjurar las fuerzas
de la naturaleza, junto a un riachuelo y el calor de una hoguera. El cielo, por
su parte, muestra una actividad cósmica extraordinaria. El dibujo, de líneas
delicadas y seguras, domina una composición de colores muy mesurados. Otro tipo
de dibujo, más sutil o subsidiario, es visible en un segundo plano.››
Balsach (2003) destaca la introducción del motivo
solar: ‹‹De la primera época de la obra de Miró encontramos pocas imágenes del
sol. (…) En L’ermita (1924), obra que pertenece a la misma serie [de El
vuelco (1924)], vemos por primera vez el sol que, formalmente, Miró no
dejará de representar: una mancha de color rojo de la que —en esta ocasión—
salen tres rayos como tres pelos. Este sol reaparecerá en 1937 en la obra Aidez
l’Espagne, símbolo de la claridad.››
NOTAS.
Gimferrer. Las raíces de Miró. 1993: 51-52.
Balsach. Joan Miró. Cosmogonías
de un mundo originario (1918-1939). 2007: 79-80.
Apollinaire. Caligramas. Cátedra. Madrid.
1987: 82. En este poema de Las colinas, éstas son una metáfora de los
hombres: "Hay hombres como colinas / Que entre los demás se
elevan / De lejos ven todo el futuro / Mejor que el propio presente / Y más
nítido que el pasado”. Esto cubre el vacío de referentes masculinos en esta
pintura.
Apollinaire. Calligrammes. Cit. Breton. Los
pasos perdidos. 1972: 21.
Malet; Montaner.
CD-rom. Joan Miró. 1998.
Maria-Josep Balsach. El sol en los ojos. Imágenes
del sol y visión solar en la obra de Joan Miró. <Joan Miró. Càntic
del sol>. Valladolid. MEAC Patio Herreriano (2003): 59.
El vuelco (1924).
El vuelco (1924) o Le Renversement
(el título francés que le puso Miró; ha recibido otros títulos como La
barahúnda, El salto mortal o La chute mortelle) es un óleo,
lápiz, carbón y témpera sobre tela (93 x 73), comprado por primera vez por el
poeta surrealista Louis Aragon y hoy en la col. Yale University, The Société
Anonyme Collection [D 94. CRP 103], a partir de un
esbozo al lápiz grafito sobre papel (19,1 x 16,5). Su fondo amarillo realza la
composición con diagonales y se introducen nuevos elementos y letras de
exclamación. Aquí vuelve al tema del mundo del circo. Su estilo es
presurrealista, con sus elementos, tomados tal cual de su esbozo, todavía
definidamente realistas: el caballo en su violento salto, la artista circense
volando, el látigo del domador...
Dupin (1961, 1993)
explica:
‹‹(...) En todos
esos fondos amarillos encontramos la misma acuidad en el abandono, la
misma precisión en la ensoñación, el mismo acierto casi milagroso de la línea.
Esas cualidades son las que hacen “pasar” la ingenua anécdota de El vuelco:
un campesino baja de la montaña con su carro cuando se produce el accidente, el
caballo rueda patas arriba, se desprende una rueda del carro, el campesino
lanza una exclamación “¡Ah!”, pierde la barretina, la pipa y el periódico,
antes de decidirse a pedir auxilio “¡Oh O!”. El cuadro expresa, más allá de la
anécdota —en Mont‑roig,
Miró vuelve a encontrar lo real—, un desparramarse de las cosas, una libertad de las imágenes que busca
un pretexto realista para dejarse pintar. Ese vuelco es el mismo que el de la
lógica que Miró acaba de descubrir en pintura. Los objetos han dejado de estar
en reposo o de estar unidos por sus funciones o sus hábitos. Se dispersan, caen
o vuelan, pese a los gritos del campesino o el pintor. (...)››
Barbara Rose.
Rose (1982) ensalza
este cuadro —el primero de Miró en ser exhibido en EEUU— como un temprano
ejemplo de la asociación de poesía y pintura y una obra especialmente radical
en sus propuestas de espacio, dibujo e imaginería; introduce al significado
revolucionario de su ambiguo título (en inglés reverse, en francés renversement,
en español ha sido traducido a veces como barahúnda) y apunta un
interesante análisis de su iconografía:
‹‹(...) There is no
English equivalent for renversement, which means overturning, reversing,
overthrowing, confusion, upending, disorder. All these words connote
revolutionary upheaval and a reversal of normal expectations, which Miró
intended to imply in the upside-down imagery of the tumbling horse and wheel.
In Le Renversement space, for the first time, becomes a field
coextensive with the surface. No longer a curtain-like backdrop against which
objects are silhouetted like figures in a proscenium box, space in Miró’s work
now becomes an indeterminate atmosphere, free-floating and intangible,
unmeasurable and vast as the sky itself.
The iconography of Le
Renversement is specifically, as its title indicates, the iconography of
conversion. The overturned horse with its surprised rider refers to the
standard representation of the Conversion of St. Paul. The rider,
identified with the attributes of the ubiquitous Catalan peasant, reacts with
expletives of astonishment, crying, “Ah! Hoo!” The green smear in the center,
under the stylized mountains reminiscent of the hills outside Tarragona, may
refer to a patch of green grass at Montroig (Legend has it that Miró carried
Montroig grass at Montroig, as Duchamp imported bottled Paris air to New York).
The image of the flaming heart, which appears more literally in the 1925 Painting
with a Hand, recalls the mystical vision of divine union in love described
by St. John of the Cross in The Living Flame of Love.›› Balsach (2003) destaca el uso de un sol estilizado como rueda de carro:
‹‹De la primera época de la obra de Miró encontramos pocas imágenes del
sol. (…) de manera
simbólica: el astro-rey aparece representado en el círculo rojo de la rueda del
carro que aparece a la derecha del árbol, círculo solar radial, como lo anuncia
ya el dibujo de 1917 que sirve de estudio preparatorio para el cuadro La
batuda del blat (1918). En la pintura de 1924, El daltabaix, vemos
el sol, en el centro de la parte superior, dibujado como una rueda de carro.
Esta imagen iconográfica solar está relacionada con la imagen del carro solar y
con el signo planetario del sol. (…)›› Agnès de la
Beaumelle (2004) lo pone como ejemplo del gran cambio estilístico de Miró en
estos años 1924-1925, en la serie de seis telas “amarillas”, casi vacías, que
pinta en Mont-roig paralelamente a Carnaval de Arlequín:
‹‹(...) Un renversement fondamental y est
opéré, que donne à voir précisément la toile portant ce titre: des éléments
épars, bribes de figures, bribes d’interjections, sont dispersés au hasard et
en tous sens dans un espace vacant. Destruction de toute structure logique de
récit, incohérence visuelle, mélange disjonctif de configurations graphiques de
différents ordres, certaines précises, d’autres allusives: le peintre paraît
être à la merci, et non pas maître, de sa vision. L’acte du renversement est
non seulement joué là, dans la culbute du cheval et dans les “Oh!” et
les “Ah!” de
surprise écrits sur la toile, mais aussi signifié, en abîme, dans le rectangle
vide dessiné au centre de l’oeuvre: de ce cadre fictif s’expulse ironiquement
un brouillon informe de peinture. Miró désigne ici, semble-t-il, la fonction
qu’il entend désormais donner à sa peinture: celle d’un tableau d’inscription,
ou, mieux encore, d’un cadran solaire (ce cadran qui était autrefois au centre
de La Maison du palmier (1918), plaque réceptrice de signaux provisoires,
sur laquelle passerait l’ombre de la peinture.››
NOTAS.
Fue la primera obra de Miró expuesta en EE UU gracias a
pertenecer a la Société
Anonyme Collection.
Dupin. Miró.
1993: 106.
Rose. Miró in
America. <Miró in America>. Houston. Museum of Fine Arts (1982):
15.
Maria-Josep Balsach. El sol en los ojos. Imágenes
del sol y visión solar en la obra de Joan Miró. <Joan Miró. Càntic del sol>.
Valladolid. MEAC Patio Herreriano (2003): 59.
Agnès de la Beaumelle. Le
défi des X, en exergue. <Joan Miró 1917-1934: la naissance du monde>.
París. MNAM (2004): 22.
Bañista (1924).
Bañista (1924) es un óleo sobre tela
(72,5 x 92), comprado por primera vez por Michel Leiris y hoy, por donación, en
la col. MNAM, París [D 105. CRP 104], realizado en Mont-roig, en invierno, a
finales de 1924, aunque la mayoría de los autores lo ha datado por error en
1925. Se basa en un esbozo estudiado
por Gimferrer. Esta obra anuncia la
serie onírica de 1925-1927 por su dibujo en arabesco y su fondo azul, un
violento azul marino, otra excepción en esta serie, que caracterizará los
sueños mironianos.
El tema es una mujer
que está de pie sobre una tabla en el mar durante la noche, un tema afín al Romanticismo.
La rima 52 de Bécquer dice: ‹‹Olas gigantes que os rompéis bramando / en las playas
desiertas y remotas / envuelto entre la sábana de espumas / ¡Llevadme con
vosotras! / Llevadme por piedad a donde el vértigo / con la razón me arranque
la memoria / ¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme / con mi dolor a solas! ...››
Su esquematismo es
extraordinario, con un dibujo curvo y libre que se remite a una gestualidad que
expresa la intimidad del alma: la barca es una franja negra, el cuerpo de la
mujer se reduce a un largo cuello estilizado que se remata en una cabeza circular
de la que penden cuatro cabellos —en una analogía poética con dos versos del
caligrama de Apollinaire Las colinas, ya relacionado con la pintura La
ermita: “Un árbol esbelto mecido por el viento / Cuyos cabellos alzan el
vuelo”, siendo el árbol una metáfora
de una mujer que baila—, en analogía formal con el mar, que es descrito con
cuatro líneas que se agitan sinuosamente en olas. En la derecha equilibran la
composición unas estrellas rojizas y un pez multicolor. Dos líneas que surgen
de las estrellas confluyen en la mujer, como alimentándola con su energía a
través de un viento estelar. Miró introdujo
cambios significativos respecto al esbozo original, pues en éste la mujer tenía
un sexo abierto, mientras que la luna estaba medio sumergida en el agua,
adoptando una función de barca de la que surgía un mástil coronado con una
banderola.
Ludolf Bakhuyzen. Barcos en peligro
ante un acantilado (1667) o Dutch Ships in Distress off a Rocky Coast.
Óleo sobre tela (114 x 163). Col.
Nacional Gallery of Art, Washington.
Añado una sugerencia. No parece que los paisajes de marinas holandeses hayan influido en los paisajes de Miró de fondo azul con unos pocos elementos, pero es interesante la analogía formal de esta Bañista con el cuadro de Ludolf Bakhuyzen, Barcos en peligro ante un acantilado (1667), de col. National Gallery of Art de Washington, desde sus olas en la parte inferior, los palos y las banderas mecidos por el viento, la luz que proviene del rincón superior izquierdo. Es claro que Miró habría hecho una gran transformación y simplificación. ¿Pero no era ése justamente su juego surrealista?
Penrose (1964) comenta
que esta obra prueba su inmersión en el surrealismo: ‹‹Abandoning all his
efforts to describe external reality he now plunged into the reality of surreality of dreams. The
background of paintings as this became significant of the endless space on the
surface of which the imagination moves.››
Beaumelle (1998)
apunta la relación de esta obra con la pintura de los sueños de 1925-1927, por el
color azul masivo del fondo, que ni Matisse ni Picasso, los otros dos grandes
coloristas de las primeras vanguardias, habían propuesto antes, como ya habían
alertado Sweeney y Greenberg; su estilización formal; y, finalmente, su
automatismo, de que sería el primer ejemplo incontestable, pues considera que
en sus obras de finales de 1924 este rasgo está ya plenamente incorporado al
estilo de Miró, sugiriendo que es fruto de una experimentación ocasionada por
la publicación del Manifiesto surrealista por las mismas fechas. Por mi parte, estimo que
probablemente Miró ya estaba experimentando el automatismo desde principios de
1924, gracias a sus contactos con el grupo de la Rue Blomet, como lo demuestran
las obras del invierno de 1923-1924. Beaumelle (2013) incidirá años
después una vez más en el masivo azul del fondo que domina todo el cuadro,
apenas equilibrado por la línea vertical de la bañista:
‹‹Brutal renversement opéré par
Miró: le “fond” jusque-là plutôt inerte, envahit ici de ses bouillonnements
l’espace de la toile tout entier: il prend littéralement le dessus,
engloutissant le dessin, l’histoire, la figure —cette baigneuse fantôme on ne
perçoit qu’avec peine le profil courbe de la brassée et de la chevelure
ondulée. Plus qu’une baignade, c’est une náyade, une inundation! La toile n’est
qu’un champ inégal de matière bleue acqueuse, brossée plus que peinte au
pinceau. Plus ou moins transparente, incertaine, elle évoque aussi bien la mer
que le ciel, les flats ou nuages, le jour ou la nuit. (…)››.
Goldberg (2004) comenta su
espacio poético:
‹‹De taille modeste, cette
oeuvre a été présentée à l’exposition *<la Peinture surréaliste>
(1925). Sur un fond brossé de vagues bleues, illuminé par des tourbillons
d’écume blanche, se surimposent des lignes légères, à peine esquissées mais
ciselées. L’ensemble, traversé par un mouvement lent et ondulatoire de courbes
et d’arabesques qui poursuivent leur chemin en dehors de la toile, évoque une
partition d’un rythme lancinant. Comme en contrepoint, une barque qui flotte,
une lune suspendue, trois points rouges, un poisson égaré... Remplaçant tout
discours grandiloquent par un réseau qui unit subtilement couleurs, taches et
lignes, jouant des résonances entre la richesse de la texture et la fragilité
des signes, doublant la charge poétique d’un étrange nostalgie, Miró nous
convie à un périple dans un espace comme réenchanté.››
Eileen Romano (2005) comenta su aspecto femenino:
‹‹Miró aborda
en este cuadro un tema ya cultivado en la historia del arte por pintores como
Cézanne, Kirchner o Matisse, un asunto que siempre ha contenido significativas
alusiones a lo femenino, referencia que adquirirá términos cada vez más
universales en el arte de Miró. La obra forma parte de los cuadros realizados
por el artista en el momento de su encuentro con el surrealismo y conserva la
fusión de pintura y poesía que caracterizan éste.
El fondo deja entrever, especialmente en algunos lugares, el movimiento
centrífugo de la pincelada. La figura de la bañista, en el centro de la
composición, es armónica y elegante, a pesar de que consiste en unas pocas
líneas onduladas que trazan su cuerpo, sintetizado gráficamente y con la
connotación del sexo femenino. Dos trazos en forma de media luna hacen pensar
en algún velo que cubre tímidamente la desnudez de la figura y otros perfilan
una cabellera formada por unos cuantos hilos de oro.
Otros elementos igualmente sintéticos contextualizan el ámbito en el que
está la bañista. El agua, que no puede faltar en el tratamiento de este tema,
adquiere una especie de movimiento en el ligero fluir de líneas claras,
finísimas, hechas con un blanco más o menos intenso que acentúa su percepción,
en un crescendo que parte de la izquierda y va hacia la derecha. La presencia
de la luna refuerza el tema de la feminidad de la que siempre es símbolo. Unos
puntitos arriba a la derecha incrementan, con su contraste cromático, la
percepción de profundidad, y el cuadro nos “transporta” a un azul que abre la
bidimensionalidad del lienzo.››]
NOTAS.
Malet, Gimferrer y Dupin la fechan en 1925, Weelen en
1924-1925, pero Beaumelle la data en 1924 apoyándose en datos
incontrovertibles, pues Miró puso esta fecha en el anverso y reverso, y además
consta en una lista de telas realizadas en Mont-roig en este año, aunque se
expuso por primera vez en 1925.
Gimferrer. Las raíces de Miró. 1993: 85-86. Es
el Dibujo
preparatorio para Bañista (1924). Lápiz grafito sobre papel (16,5 x 19,1). Col. FJM (658a).
[Malet. Obra de Joan Miró. 1988: fig. 268. / <Joan Miró. La
colección del C.G.P.>. CCAC (1998): fig. p. 90.].
Apollinaire. Caligramas. Cátedra. Madrid.
1987: 88.
La conocí en Slive. Dutch Painting 1600 - 1800. 1995: fig. 303, p. 223.
Penrose. <Miró>. Londres. The Tate
Gallery (1964): 23.
Beaumelle. <Joan Miró. La colección del Centro
Georges Pompidou>. México. CCAC (1998): 90-93; sobre el automatismo 92. /
Beaumelle. Le défi des X, en exergue. <Joan Miró 1917-1934: la
naissance du monde>. París. MNAM (2004):
23, en relación con el resto de las obras de la época.
Sweeney (1940) y Greenberg (1948) ya
habían anticipado la importancia del novedoso y magistral colorido de Miró en
esta etapa, y también le habían comparado precisamente con esos dos maestros.
Pero su análisis es generalista, sin concretarse en Bañista.
Beaumelle. Miró. 2013: 32.
Goldberg, Itzhak. Portfolio,
les oeuvres majeures de la l'exposition commentées, en AA.VV. Miró au
Centre Pompidou. “Beaux Arts Magazine”, hors-série. 2004: 46.
Romano, Eileen (dir.); et al. Miró. 2005: 104.
La ventana (1924).
La ventana (1924) o La fenêtre es
un óleo sobre tela (73 x 92) realizado en Mont-roig, desde el verano [CRP 105].
Está relacionado con un apunte con dibujos previos para varias pinturas, lo que
lo sitúa razonablemente en esta serie. No hay historiografía sobre el
cuadro y la reproducción conocida es insuficiente para hacer un comentario más
profundo, aparte de destacar sus afinidades formales con la coetánea Bañista. Penrose (1964) comenta:
‹‹Here there is a continuous and complementary movement between the signs
—dotted circles, small boat-like shapes and large round form— and the deep
atmospheric background which we can enjoy without demanding rational
interpretation of the signs.›› Dupin apunta que a
la serie de fondos amarillos realizada en el verano de 1924 hay que
añadir dos telas que prefiguran el onirismo de 1925: la Maternidad y El
beso.
NOTAS.
Dibujos preparatorios para Semillas y pieles de naranja (1924-1925), Las
judías tiernas (1924-1925), La ventana (1924), La comida de los
campesinos (1925) y Maternidad (1924). Lápiz grafito sobre papel (16,5
x 19,1). Col. FJM (620a). [Malet. Obra de Joan Miró. 1988: fig. 265.].
Penrose. <Miró>. Londres. The Tate
Gallery (1964): 24.
Dupin. Miró. 1993: 106-107.
Maternidad (1924).
Maternidad (1924) es un óleo sobre tela
(92,1 x 73,1), comprado por primera vez por André Breton y hoy en la col. Scottish National Gallery, Edimburgo
[D 100. CRP 99],
realizado en Mont-roig en el otoño, en base a cuatro esbozos, dos de ellos
detalladamente estudiados por Gimferrer. Es la pintura más
irreverente de la serie, pese a su notable austeridad formal, que no impide
captar su poética intensidad sexual. El fondo es de un blanco lechoso, con
tonos grises, un cambio lógico por su simbolismo. Miró pinta una alegoría del
viejo tema mediterráneo de la maternidad / fertilidad. No es una madre
concreta, sino un ideal, una Diosa-Tierra-Madre, que el artista representa a
través de sus formas geométricas puras, destacando su naturaleza individual,
con la imagen del niño mamando y con las piernas abiertas. Las partes
anatómicas encajan como las piezas mecánicas de un juego de movimiento
perpetuo, con el cuerpo a guisa de un péndulo de Foucault que oscila
regularmente anunciando el eterno y cíclico tiempo del mundo; mientras, la
balanza se inclina en diagonal equilibrando el movimiento, intentando
restablecer la horizontalidad, la ordenada mesura, a través del amor
simbolizado por los senos, de los que cuelgan dos bebés sorbiendo el elixir de
la leche maternal (metáfora surrealista de la fuente alquímica de la vida),
aferrados como arañas caníbales (el hijo que devora la carne de la madre, otra
metáfora surrealista) o tal vez como anzuelos que capturarán sus presas (el
hombre, el espectador). Para subrayar la doble naturaleza del amor femenino, un
seno, el superior, es blanco (color de la leche, de la pureza), mientras que el
seno inferior, más cercano a la tierra, es negro con matices sangrientos.
Alexandre Cirici.
Cirici (1949)
destaca que ‹‹las formas se reducen a un esquema en el que se ponen a
contribución los últimos elementos del lenguaje analítico, como la falda
cónica, los senos perfectos de frente y perfil, con los tópicos dadaístas de la
delineación oficinesca››. Marcel Jean (1959)
toma esta obra como ejemplo para explicar que:
‹‹muchos de los
cuadros de Miró parecen ser retratos, a veces burlescos, pero con más
frecuencia amenazadores, de insectos parasitarios muy agrandados. (...). [en Maternidad]
el movimiento hacia los senos es aún conativo, pero nosotros sentimos la fuerza
de atracción; en otras obras hallaremos que Miró utiliza esta fuerza
fundamental, esta succión, para expresar tensiones. El oral apego a formas
rudimentarias orgánicas lo encontraremos a menudo produciendo una sensación que
es al mismo tiempo atractiva y repulsiva pero inevitablemente compulsiva››. Dupin (1961, 1993)
comenta la obra como uno de los supremos ejemplos del esquematismo simbólico
que alcanza Miró en su madurez de estos años:
‹‹Maternidad,
por ejemplo, es uno de los logros más puros de reducción de una figura a su
símbolo en toda la obra de Miró. La mujer está representada únicamente por
cuatro elementos dispuestos en las extremidades de dos ejes lineales oblicuos.
Uno de ellos une la cabeza, especie de casco negro como cabellera serpentina, a
una gran escuadra de base redondeada que simboliza el fundamento orgánico y
sexual; el otro enlaza un seno visto de perfil, sombrío y modelado en tonos del
castaño al negro, con un seno visto de frente, disco perfecto, blanco y de
contorno punteado. Una forma vermicular amarilla y roja, que corta el primer
hilo, representa el interior del cuerpo, las vísceras. A cada uno de los senos
está suspendido un niño de forma sumamente estilizada. La posición de los dos
senos y de los niños es significativa. El seno visto de frente, blanco y puro,
situado en la parte superior de la tela, y por lo tanto más ligero, es un signo
lunar y nutre a una niña, reconocible por el pelo. El seno de perfil, por el
contrario, negro, pesado y agresivo, es un signo solar y nutre a un niño.
Podemos comprobarlo en los tres dibujos de los cuadernos, que nos muestran la
precisión de ese mecanismo de balanceo entre los senos y la forma suspendida de
los bebes macho y hembra, dibujados de modo realista, luego estilizados y
finalmente convertidos en puros ideogramas. Sobre el fondo, de un azul
transparente, no hay más que esa figura simbólica, fantásticamente depurada,
cuyo laconismo genera esta vez el humor. En el Retrato de la señorita K.,
los ejes del cuerpo correspondían a los del cuadro; en Maternidad, en
cambio, se hallan liberados de esa sujeción y sueltos en el espacio por su
posición oblicua. La inclinación de los ejes parece hacer oscilar a la figura
sobre su base convexa. Ese amplio zócalo negro expresa la estabilidad en el
movimiento pendular, una posibilidad de despegarse de la tierra sin dejar de
formar parte de ella. Así puede la cabeza lanzarse hacia el cielo y la
cabellera desplegarse en la luz. Esa verticalidad, constantemente comprometida
pero siempre restablecida por la atracción terrestre, produce el primer eje, el
tallo, la tensión cielo‑tierra. El segundo eje, horizontal por naturaleza, pero
inclinado aquí a causa del movimiento, es la línea de los senos, el horizonte
de los mares, el fiel de la balanza que lleva hacia un lado a la luna y a la
niña, y hacia el otro lado al sol y al niño, en un equilibrio mantenido, pese a
todo, por las misteriosas leyes de la creación, de la que Miró nos propone, con
esta Maternidad, una elucidación de suma pureza.››
Roland Penrose.
Penrose (1964) comenta:
‹‹This painting shows further exploration into the invention of sign language.
The simplification of the female form is drastic, and yet the implications are
no less profound; the breasts for instance, spread wide apart and attended by
male and female offspring, can be associated with day and night, while the
diagonal slant of the line between head and body of the mother suggests the
perpetual swing of a pendulum. The whole composition bathes in an
ethernal space.›› Más tarde, después
de un estudio más sosegado, Penrose (1970) relaciona estrechamente la Maternidad
con las coetáneas de 1924 Retrato de Madame K y La familia.
‹‹Salta a la vista
la semejanza en la cabeza de la mujer, representada por una simple forma negra
coronada de irradiantes cabellos; pero los símbolos, claramente definidos sobre
un fondo azul pálido, devienen más crípticos. El cuerpo de la madre está condensado
en una negra forma cónica horadada con un orificio redondo. Parece balancearse
como un péndulo, colgada de la cabeza mediante fina línea recta, mientras dos
criaturillas que semejan embriones, potencialmente humanas, trepan hacia formas
que reconocemos como los pechos de la mujer. Uno de estos se ve de perfil y el
otro como un círculo que también podría ser un ojo o inclusive el sol. Entre
ellos flota una forma culebreante, anguila o espermatozoo, navegando por el
éter que lo envuelve todo.›› Penrose destaca que
abre un nuevo camino al simbolismo mironiano:
‹‹Esta pintura es
interesante porque demuestra un ulterior desarrollo en el uso que Miró hace de
los símbolos. Renunciando a la diversidad de imágenes y detalles con que se
había complacido en enriquecer sus anteriores cuadros, emplea aquí los signos
con estricta economía y los relaciona significativamente entre sí. Están tan
conexos unos con otros y se mueven tan a una que poseen unidad orgánica,
convirtiéndose en singular anatomía que flota en claro elemento luminoso.
Tomado este conjunto como un todo, produce una nueva imagen visual de la
maternidad, que suscita en nosotros hondas reacciones y un mundo de
asociaciones. Nos llega a convencer de que estamos adquiriendo un nuevo, o
quizá recobrando un muy primitivo, sentido de la realidad.›› Verdet (1968)
considera que esta obra completa su evolución para convertir la figuración en
signo, antes de entrar directamente en las obras presurrealistas:
‹‹La Maternité (1924)
accentue ces indices; le tournant est pris; des règles nouvelles s’établissent
avec sûreté dans les données picturales modernes. L’humour lyrique du peintre
surgit, sa fantaisie ailée, narquoise. Nous pouvons encore percevoir dans ce
tableau l’incessant frémissement, la périlleuse mais sûre oscillation spatiale,
en un mot la cadence qui déterminera toute oeuvre future.
Le tempérament de Miro, sa
fraïcheur écolière, sa démarche éblouie s’accommodent mal des rigueurs du
cubisme. Le génial enlumineur qui s’éveille en lu demande à la peinture un
timbre chromatique et formel plus directement émotionnel. S’il s’appelle le
sortilège, il le veut à la fopis fantastique et familier, très proche des ferveurs
frustres de l’être dans ses rapports paniques avec l’Univers.›› Picon (1976) resume
su proceso creativo de esencialización a partir de los esbozos:
‹‹En los dos dibujos
preparatorios de Maternidad se seguirá el mismo proceso. El primero da a
la mujer su apariencia real, y se limita a esbozar el dispositivo simbólico
que, una vez elaborado, le debía sustituir en el cuadro. Efectivamente, la
mujer se volatiza totalmente: un primer eje enlaza la capucha negra y los
cabellos erizados con la escuadra del vientre y del sexo, y el eje, oblicuo al
interior, lleva en cada extremo, como si fueran los platos de una balanza, un
seno visto de frente, del que cuelga una criatura de sexo femenino, y un seno
visto de perfil, del que cuelga una criatura de sexo masculino. Por encima del
punto de intersección de los dos ejes, una forma vermicular atraviesa el
primero. El cuadro que conservará todos los detalles del dibujo (incluso las
nubes), modificará el ángulo formado por los dos ejes y suprimirá la figura de
la izquierda (que lleva el cartel Jour) que más bien parece corresponder
a otra versión del cuadro que a un elemento capaz de coexistir en él.›› Malet (1983) resume
el análisis de Dupin y destaca su sobriedad y esquematismo:
‹‹Todavía más
esquemática [que Retrato de la señora K] es la composición Maternidad,
pura reducción al símbolo. Aquí, la mujer es representada por los elementos
situados en los extremos de dos líneas que se entrecruzan oblicuamente. Una de
ellas tiene en la base la escuadra redondeada que simboliza el sexo femenino y
en el otro extremo la cabeza como de maniquí, de la que sale una cabellera. El
otro eje une un seno blanco, redondo, signo lunar, visto de frente, con un seno
de color marrón oscuro, signo solar, visto de perfil. Del primero mama una
niña, a juzgar por sus cabellos, mientras que junto al otro descubrimos un
niño. Las vísceras de la mujer están representadas por una línea ondulada de
color amarillo, que atraviesa el eje más largo. No hay nada más que destaque
sobre el azul transparente del fondo de la tela. Tan escasos elementos bastan
para elevar un cántico a la vida con la más sencilla representación.›› Combalía (1983)
subraya su manera de afrontar con tanta explicitud la sexualidad femenina y la
solución de presentar al niño mamando con las piernas abiertas. Weelen (1984) la
explica como un reto irónico: la maternidad como una tijera (¿que corta la vida
en dos?): ‹‹Évoquer la maternité sous l’apparence d’un immense ciseau est
significatif. Heureusement
par politesse, le désespoir est habillé par l’humour. Dans sa simplicité, la
réussite plastique de cette toile est si fraiche que notre joie et notre
satisfaction visuelle se confondent, nous oublions combien ces lames réduites à
un fil sont tranchantes, ce qu’elles risquent de couper en se refermant, si un
instant leur contrepoids ne s’équilibre plus.›› Düchting (1989)
alude a su mensaje de latente temor, que emana de su geometría oscilante y de
sus signos ambiguos:
‹‹Sobre una
superficie de sensibles tonos grises se balancean los signos en una suspensión
peligrosa. Las pataleantes criaturas quisieran liberarse de esos senos
peligrosamente oscilantes y a la vez están indisolublemente supeditados a
ellos. El inmenso y negro péndulo, el regazo de la madre, no provoca
asociaciones de abrigo y protección materna, sino más bien recuerda los
grotescos cuentos de Edgar Allan Poe. El reducido y, quizá por eso mismo,
preciso lenguaje de signos de este cuadro abre una profunda dimensión
simbólica: la de aquellos miedos y sustos de la infancia temprana que marcan
fundamentalmente al hombre debido a ese estado de impotencia y dependencia
prolongada.›› Batchelor (1993)
destaca de la Maternidad que por su tema y forma es un buen ejemplo de
que Miró está atendo a la “llamada al orden” de los primeros años 20, lo mismo
que hará en la serie de Interiores holandeses de 1928. Recuperar los clásicos como
fuente de inspiración, es un punto compartido con Picasso (que estudia a
Velázquez, Ingres), Gris (Corot) y los puristas (los renacentistas). Juan Antonio Ramírez
(2003) comenta esta obra como continuación del programa estético de
fragmentación del cuerpo humano y de metamorfosis de los elementos naturales en
motivos humanos que veía en la anterior Sourire de ma blonde:
‹‹En la titulada Maternidad,
por ejemplo, hay dos grandes pechos femeninos, uno de frente y otro de perfil
(nítidamente recortado este último), unidos por una especie de varilla, y de
los cuales cuelgan unos diminutos muñequitos humanoides; la cabeza parece
también “decapitada”, y una especie de tubo rojo y amarillo, debajo de ésta,
parece aludir (otra atrevida sinécdoque) a todas las vísceras de esa madre. Es
un ente en fragmentos, reducido a unos ingredientes esenciales, que viven una
existencia descoyuntada y autónoma, aunque son muy representativos de la
totalidad corporal. Miró privilegió también otros órganos como el pie en Persona
arrojando una piedra (1926, MoMA), o el sexo femenino en una multitud de
cuadros a lo largo de su carrera.
La revista “La
Révolution surréaliste” publicó algunos de sus trabajos con sinécdoques
corporales, contribuyendo así a estimular el asunto de la fragmentación en el
seno del surrealismo: el ya comentado Maternidad, así como El cazador
(1923-1924), aparecieron en el número 4 (...)›› Beaumelle (2004) se centra en
su ortogonalidad: ‹‹Un balancier identique [al de Retrato de Madame K],
en forme d’X, distribue les attributs féminins, fétichisés, dans Maternité
(1924): Miró propose une héraldique cosmique et érotique de la figure, dont est
effacée toute matérialité.›› Los atributos femeninos son estilizados,
transformados, descarnados, hasta devenir símbolos de la condición humana, como
en El beso. Monod-Fontaine
(2004) resume a su vez:
‹‹Dans la série de toiles de
1924 à laquelle appartient Maternité, Miró s’intéresse à la
représentation de la figure au moyen d’un dispositif symbolique, un système de
signes graphiques épurés suspendus sur un fond quasi monochrome. Comme Tête
de paysan catalan I, la figure maternelle est produite par le croisement de
deux lignes minces auxquelles s’accrochent des formes géométriques. Comme dans Danseuse
espagnole ou Portrait de Mme K, oeuvres peintes quelques mois plus
tôt, la même combination formelle de quatre éléments (un cimier noir en haut
d’où s’échappe une couronne de cheveux; un sein pointu et dressé d’un côté; un
sein rond représenté par un disque blanc de l’autre; en bas, un triangle troué
signifiant à la fois le ventre et le sexe) désigne explicitement un corps
féminin. Mais ici, qu’à chaque sein soit suspendue une menue créature
frétillante justifie le titre Maternité —inscrit par Miró sur les deux dessins
préparatoires—. Sur le
deuxième dessin, il a également porté une note sur la couleur du fond envisagé,
vert. Finalement ce sera un blanc brossé, à peine coloré. Les formes noires
compactes, les animalcules mâles et femelles, et tous les autres menus détails
ne s’y inscrivent qu’avec plus d’autorité poétique.››
Maria-Josep Balsach.
Balsach (2007)
destaca sus afinidades formales y conceptuales con otras obras coetáneas, como Campesino catalán con guitarra (1924),
así como su simbolismo con raíces medievales:
‹‹(…) Aquí la figura
humana está trazada a partir de dos líneas cruzadas en forma de equis, y
suspendida en la inmaterialidad del blanco del fondo. Un eje enlaza la cabeza
(cuyos cabellos recuerdan a los del sexo-astro de Paisaje catalán) y la gran base negra, semicircular, con el ojo en
la escuadra. En el lugar del corazón está la entraña. La tenue línea que crea
esta figura emblemática tiene dos senos, uno en cada extremo, donde Miró ha
pintado dos niños de manera sígnica: el de la derecha es representado
frontalmente, semejante a un gran ojo; el de la izquierda, de perfil, en color
tierra, como si se quisiera hacer explícito el acto de la lactancia, al igual
que en las vírgenes de la Escuela de Siena (Virgen
y niño de Paolo di Giovanni). La idea del alimento materno es presentada
como una imagen celeste, suspendida en el blanco de la leche. (…)›› Y después de comentar su relación con el concepto novecentista de la
mujer, Balsach apunta su paralelismo con la pintura La Vía Láctea (1580) del manierista Tintoretto:
‹‹Maternidad —que es el aspecto femenino
de la imagen (invertida) del Campesino
catalán— tiene, formalmente, un gran paralelismo con La Vía Láctea de Tintoretto (1580), que
representa el mito de Hera y el nacimiento de la Vía Láctea. La figura de la
diosa es representada transversalmente, con los brazos abiertos; dos niños
(Hércules, Amor) están sobre —o cerca de— sus pechos; las piernas de la diosa
forman un triángulo y de su seno salen estrellas, como rayos de vida celeste.
Situada entre el espacio mitológico y el espacio sagrado de las vírgenes sienesas, entre el mundo
campesino y la representación de la diosa de la fecundidad, Maternidad muestra una imagen de la
gravedad de la tierra y del alimento esencial en el interior de un emblema que
se halla inscrito en la correspondencia cósmica de los signos corporales.›› Minguet (2009) resalta la simplificación:
‹‹el cuerpo de la
mujer está compuesto por una simple línea que une su cabeza con la zona genital
y, entrecruzándose, dos senos de morfología distinta de los que penden sendos
infantes, masculino y femenino. Y, cruzando el cuerpo de la mujer, una forma sinuosa,
de color amarillo, que, a mi juicio, representa un espermatozoide, el último
elemento necesario para concebir ese canto vital realizado a partir de formas
sígnicas.›› Rémi Labrusse (2018) apunta en Maternidad
la influencia paleolítica y neolítica en la obra mironiana:
‹‹Rien d’étonnant, ce faisant, à ce que maintes images de Miró fassent
apparaître une filiation préhistorique presque littérale: (…) les deux petites
silhouettes au balancier de la grande figure maternelle de Maternité en 1924 (…)››
NOTAS.
Los cuatro dibujos previos son: Dibujo preparatorio para Maternidad
(1924). Lápiz grafito sobre papel (19,1 x 16,5). Col. FJM (646b). [Malet. Obra
de Joan Miró. 1988: fig. 234.]. Dibujo preparatorio para Maternidad (1924).
Lápiz grafito sobre papel (19,1 x 16,5). Col. FJM (636a). [Malet. Obra de
Joan Miró. 1988: fig. 235.]. Dibujo preparatorio para Maternidad (1924).
Lápiz grafito sobre papel (19,1 x 16,5). Col. FJM (640a). [Malet. Obra de
Joan Miró. 1988: fig. 236.] Dibujos preparatorios para Semillas y pieles
de naranja (1924-1925), Las judías tiernas (1924-1925), La
ventana (1924), La comida de los campesinos (1925) y Maternidad
(1924). Lápiz grafito sobre papel (16,5 x 19,1). Col. FJM (620a). [Malet. Obra
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primitive. Número especial Miró. “Cahiers d’Art” (2018): 89.
El beso (1924).
El beso (1924) o Le Baiser es un óleo sobre tela
(73 x 92) [D 98. CRP 96], de col. Particular, José Mugrabi, Nueva York. Fue
realizado a partir de un elemento que dibuja en dos esbozos (estudiados por
Gimferrer) compartidos con otras obras.
Miró esencializa un tema muy repetido en la historia del arte, cargado de un profundo y
complejo simbolismo erótico que en el caso de Miró se sustancia en la entrega
apasionada al otro y la enajenación/transformación de sí mismo, que retomará en
estos años en otras obras —Amor (1925) y Pintura-poema (“Un pájaro
persigue a una abeja y la besa”) (1927)—. Miró declara en 1975 a Raillard:
‹‹Para mí el gesto tiene una importancia enorme. En Le Baiser hay un hombre que besa a una mujer: los labios que se
unen en un signo rojo, y después todo un punteado. Y cabellos. (…) un
ideograma.››
Dupin (1961, 1993)
la explica como un paso decidido hacia el surrealismo, por lo que podría ser
una de las últimas obras de 192 e indica que su tema es onírico y su ejecución
final es impremeditada:
‹‹Con El beso
triunfa la ausencia completa de premeditación y la pura escritura de los
sueños. El beso se imprime sobre un fondo de azul grisáceo indefinible que
sugiere, como lo haría un perfume, el confinamiento de una alcoba. Dos formas
circulares se han estirado la una hacia la otra hasta juntarse y comunicarse
como por el estrecho cuello de un jarrón: el beso. El júbilo se expresa por
medio de largas y ligeras llamas que escapan del interior y huyen deshilándose,
serpenteando, cambiando de color en cada meandro. En torno a ese símbolo
absolutamente desnudo del amor, sólo la prisión de una línea fluctuante, negra,
blanca o punteada.››
Krauss; Rowell
(1972) comentan su inspiración poética:
‹‹The image of The
Kiss relates to a series of works done in 1925 which show the touching and
sometimes the fusion between a male and a female figure. The name of the works
in this series Clike The Lovers, The Kiss,
The CoitusC are not Miró’s, who has made known
his dislike for those titles. In this painting, which calls to mind Mirós’s
contemporaneous transformation of the globe of the kerosene lamp, male and
female are simplified to two globe-shaped forms. In drawing of 1924 the lamp is
likened to the female body —the flame and its rays of head made to double as genitalia [Pastoral
(1923-1924), Amor (Romeo y Julieta. Proyecto de telón) (1925)]—. Here the two forms fuse at a
single point to create a continuous figure in the shape of the sign for
infinity: 4. The flame-like lines spreading
from the right half of this composite identify it as the female part of the
image. The most reduced and sign-like of all the works of this series, the
painting’s treatment of the notion of coupling by means of the symbol 4 also includes —within the image of the figures— a notion of their space. It suggests
that that space is simultaneously the infinity of an internal emotion and the
infinity of a point where sight focuses at the horizon of the external field.
This green ground is
rare in Miró’s work of this period.››
Green (1993) sugiere
que El beso podría ser una de las primeras pinturas en las que Miró
experimenta el automatismo, pero parece que su argumentación, más que en
motivos formales (sugiere que la forma ameboide de la pintura es fruto de la
inspiración automática en el veteado de la madera del soporte, a la que se
refiere Miró para unas obras desconocidas, en una carta de a Leiris, fechada el
10 de agosto de 1924) se basa realmente en que Miró sería miembro del grupo
surrealista cuando pintó el cuadro (lo que es erróneo):
‹‹Margit Rowell no
relaciona este pasaje con ningún trabajo específico, ya que no existen pinturas
en madera de Miró de 1924. Es, sin embargo, por lo menos posible que el origen
de una de las primeras de las llamadas “pinturas de sueños”, El beso, se
halle en esta respuesta a las formas encontradas en la madera. La forma
ameboide básica es muy similar al veteado que presentan muchas maderas. Es en
las pinturas de sueños y específicamente en la más sencilla, El beso,
donde la pintura del surrealismo más temprano de Miró se muestra más claramente
automatizada. La conexión entre la imagen y esta carta subraya el hecho de que
el surgir de la poesía y la pintura no debe ser, en última instancia, diferente
del surgir del automatismo. Para Miró, trabajar “automáticamente” era trabajar
como lo hacía un poeta.
Por supuesto, la
similitud podría ser más explícita. El trabajo de Miró de 1924‑1928 tendió al
alineamiento con un pensamiento literario específico, aunque poco estable
construido por los dadaístas franceses alrededor de Breton y posteriormente por
y para los surrealistas.›› Green destaca en su
argumentación una carta de Miró a Leiris, fechada el 10 de agosto de 1924, en
la que el artista: ‹‹reconoce la ayuda de Leiris y de sus Aotros amigos escritores”, y
menciona la práctica de Leiris consistente en utilizar una sola palabra como
punto de partida poético. Esta se ha convertido, dice, en su propio punto de
partida en series de pequeñas pinturas Asobre madera, en las que empieza
a partir de alguna forma de la madera”.›› Pero no se conocen de 1924
pinturas de Miró sobre soporte de madera. Green (2000)
explicará más tarde esta obra en una clave más erótica:
‹‹(...) una obra tan
elemental en su forma y tan abierta a interpretaciones plurales como El beso,
un cuadro cuyo título está calculado para sexualizar la reacción y cuyo tema
del contacto se reflejaba desde luego en la metáfora del Breton de la chispa
que genera la imagen. El cuadro podría servir de emblema de toda la creación
surrealista de imágenes: la fuerza emotiva liberada por el contacto de dos “realidades
lejanas” cargadas de sexualidad. Miró, tanto en las obras simples como en las
complejas de mediados de los 20 une el descubrimiento de metáforas poéticas en
la imaginación y la generación de una imaginería visual de una manera que,
desde un punto de vista bretoniano, es ejemplar.››
En una
obra colectiva de Foster; Krauss; Bois; Buchloh (2004) se destaca esta obra como ejemplo de
la pintura surrealista de Miró, interpretada como una evolución de los campos
de color que caracterizan el fauvismo de Matisse, pero que en ‹‹Miró se
plasmaba ahora como una suerte de caligrafía que convertía todos los cuerpos a
la transparencia y la ingravidez del signo escrito. Estas oleadas de azul, en
las que el espacio está desprovisto de límites y los objetos flotan como
volutas de humo, y en las que los cuerpos se convierten en signos de
interrogación o signos de infinito —sólo la pequeña barra roja en el nexo de la
figura ocho [ilus. nº 4 en p. 193, El
beso (1924) CRP 96] indica que el contenido de esta marca gráfica es la
unión de dos células en contacto erótico— encajan a la perfección con un relato
moderno de “progreso formal”.››
NOTAS.
Gimferrer. Las raíces de Miró. 1993: 68-70.
El tema del erotismo del beso está bien tratado por
Stefano Zuffi en Arte y erotismo (2001): 232-255.
Raillard. Ceci est la couleur de mes rêves.
1977: 72. /
Raillard. Conversaciones con Miró. 1993: 86.
Dupin. Miró. 1993: 107, 110.
Krauss; Rowell.
<Joan Miró: Magnetic Fields>. Nueva York. Guggenheim Museum (1972-1973):
83.
Green. Joan Miró, 1923-1933: El último y primer pintor. <Joan Miró 1893‑1983>. Barcelona. FJM (1993):
58.
Carta de Miró a Leiris. (10-VIII-1924). Cit. Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 86. / Rowell.
Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995:
97. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 140.
Green. Joan Miró, 1923-1933: El último y primer
pintor. <Joan Miró 1893‑1983>. Barcelona. FJM (1993): 58.
Green. Arte en Francia 1900-1940. 2001:
214-215.
Foster; Krauss; Bois; Buchloh. Arte desde 1900. 2006 (2004):
191. Probablemente el texto es de Foster o de Krauss, los mejores especialistas
del grupo sobre este tema.
ENLACES.
Joan Miró. El
erotismo y el nuevo impulso estilístico, 1924. La serie de “fondos grises”,
1924.* La serie precedente a la de 'fondos amarillos'.
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