El artista francés Camille Corot (1796-1875) y su influencia en Joan Miró.
Autorretrato.
Jean-Baptiste Camille Corot
(1796-1875), uno de los precursores del impresionismo y el cubismo, era muy admirado
por numerosos artistas, primero por Morisot, Renoir, Degas, Sisley, Cézanne
(que apreciaba en particular sus paisajes), Seurat, Van Gogh... más tarde por Picasso,
que intercambió un cuadro del francés por el retrato de Wilhelm Uhde en 1910; por
Braque, que estudió su composición en paralelo a la de Cézanne; por Juan Gris,
que admiró sus estructuras; por Giacometti, absorto ante sus paisajes [Giacometti. Gris, marrón, negro... (Georges Braque),
en Giacometti. Escritos. 2001: 112.]; por Masson, que llegó a publicar una monografía
sobre su compatriota en 1947; por Magritte, que comenta en 1936: ‹‹Con Corot comienzan
las búsquedas para que las preocupaciones específicamente pictóricas aumenten el
valor de los temas representados; estos temas no eran más que una excusa para mostrar
las formas engendradas por la luz y la sombra.›› [Magritte, Georges Braque. “La Voix du peuple”, Bruselas
(1-XII-1936). Es el diario del Partido Comunista belga. reprod. Magritte. Escritos.
El espíritu y la letra. 2003: 55-57, cit. 55.]; o también por el poeta René Char, que publica
en 1938 el poema Une Italienne de Corot
en la revista “Cahiers d’art” de Zervos. [René
Char, poema Une Italienne de Corot,
del poemario Dehors la nuiy est gouvernée.
Ed. Guy Lévis Mano. 1938. Tomado de Van Kelly. René Char (1907-1988), en Leroux, Jean François (ed.). Modern French Poets. v. 258 de Dictionary of Literary
Biography. A Bruccoli Clark
Layman Book. Detroit. 2002: 112.]
Corot. Paisaje italiano.
Es razonable suponer
que algunos de los anteriores manifestaron a Miró su interés en los años 20, cuando
pudo ver sus obras en los museos parisinos, sobre todo sus extraordinarios paisajes,
frecuentes en las mejores exposiciones colectivas de recorrido histórico [*<Le Paysage français
de Poussin à Corot>. París. Petit Palais (1925). cit. Selz. Camille Corot.
ACR. Paris. 1988: 284.],
y pronto apreciaría la claridad lumínica de la paleta, la solidez estructural y
el sencillo (simplificador) realismo de sus paisajes en los que homenajea a la
naturaleza con un sentido místico y a la vez de enamorada ensoñación por un mundo
que se escapa.
Corot sería asimismo
para Miró un puente antiacademicista hacia el “retorno al orden” de los años
20, un modelo por su personal recuperación del Cinquecento con Rafael), el neoclasicismo
con Ingres, el clasicismo italianizante con Poussin y Claudio de Lorena, el romanticismo
con Delacroix y el paisajismo realista au plein air con Théodore Rousseau y el resto de la Escuela
de Barbizon, y todo ello enlazaría muy bien con sus cuadros de realismo
detallista de 1918-1922. Su pensamiento estético casaba muy bien con el de Corot,
quien había escrito sobre la virtud de la obra inacabada: ‹‹Una obra con genio,
si se prefiere, una obra con alma, en la que todo está bien visto, bien observado,
bien entendido, bien imaginado, está siempre muy bien ejecutada cuando lo está
suficientemente, ya que hay una gran diferencia entre una pieza hecha y una
pieza acabada, y, por lo general, lo que está bien hecho no está acabado y una
cosa muy acabada puede no estar hecha en absoluto.›› [Cuerda, José Luis. Corot, el pintor
de la maestría constructiva. “El País”
(25-VIII-2005): 34. Reseña de <Corot. Naturaleza, emoción, recuerdo>.
Madrid. Museo Thyssen-Bornemisza (7 junio-11 septiembre 2005).] Cuerda añade la
teoría de Hemingway de que en la narración y en el arte es “suficiente” mostrar
la parte emergente del iceberg, lo
que coincide con las ideas de Miró; y menciona métodos creativos de Corot muy
parecidos a los mironianos: trabajar con varios cuadros a la vez durante largos
periodos, el gusto por la materia pictórica, el uso de los dedos para pintar…
Este gusto de Corot por
el fragmento congeniaba con el de Bataille, que llegó a escribir un artículo laudatorio
en la revista “Documents” en 1929: ‹‹un grand art à la fois classique et primitive››. [Bataille, G. Jean–Baptiste Corot (1796-1875). “Documents” 2 (1929) 84-92.]
Miró comentará mucho
después, en 1963 a
Schneider, durante una visita al Louvre, su preferencia por Corot, probablemente
acrecentada porque al parecer visitó dos antológicas celebradas en 1962 en el mismo
museo, una de pinturas figurativas [<Figures de Corot>. París. Musée du Louvre (1962).
82 obras. Cat. Prefacio de Germain Bazin] y otra de dibujos [<Dessins de Corot>.
París. Cabinet des Dessins du Louvre (1962). 103 obras. Cat. Prefacio de J. Bouchot-Saupique.
cit. Selz. Camille Corot. ACR. Paris. 1988: 285.].
Miró admira su libertad formal a la vez que
su rigor plástico ante la realidad, así como su modestia: ‹‹comme Corot: des choses
minuscules, mais on y voit tout. (...) la grande peinture m’ennuie, Corot excepté. Maintenant, de plus en plus,
je viens pour ici. Tout de mème, il ya Corot. Un jour, un paysage de Corot. Des
petites touches minuscules —ping! ping! ping!— à leur place. Et puis la dignité
de l’homme. Où est-elle aujourd’hui? Et son humilité: il n’aurait pas été malhereux
de rester presque anonyme. Calme.››
[Schneider. Au
Louvre avec Miró. “Preuves”, 154 (XII-1963): 38-39. FPJM H-3771.]
Finalmente, plasmará
su admiración en Homenaje a Corot (1967) o Hommage à Corot, un
óleo sobre tela (175 x 205) realizado el 5-XII-1967, que hoy está en una col. particular
y antes de 1993 en la Pierre Matisse Gallery. [DL 1269] y que se basa en un cuadro
del francés, Paisaje de Château-Thierry (1855-1865), preparando seis esbozos
propios titulados Dibujo preparatorio de Homenaje a Corot (1967).
Penrose (1970) explica,
gracias a las confidencias del artista, qué le atrajo del cuadro de Corot:
‹‹De un modo diferente
ha tomado Miró como punto de partida un paisaje de Château-Thierry pintado por
Camille Corot (1855-1865), en el que un leve toque de color, el rojo sombrero
de un personaje sentado a la orilla de un río, llena de sentido a los delicados
verdes grises y ocres de toda la composición. Tres fueron los factores del cuadro
de Corot que suscitaron el entusiasmo de Miró y le movieron a pintar un gran lienzo,
su Homenaje a Corot (1967). El primero, la incitante economía del
toque rojo vivo; el segundo, la forma de un bosquecillo que rodea la casa en la
media distancia; y el tercero, el anchuroso vacío del cielo grisáceo, que Miró
transformó característicamente en impenetrable negrura. Por lo demás, la absoluta
libertad con que emprendió Miró este trabajo apartó tanto su versión de la fuente
original que sólo en el título queda vinculada.›› [Penrose. Miró. 1970: 172-173.]
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