El
misticismo juvenil
del Miró católico y novecentista.
El tema del misticismo
mironiano es probablemente uno de los que más merecen una reconsideración en el
futuro, por su importancia para el análisis de su obra artística. Está muy relacionado
con el noucentisme y con su formación cristiana. Con el primero porque éste predicaba
una mística de la naturaleza mediterránea, con la segunda porque el cristianismo
mironiano siempre fue más proclive al misticismo que a la razón teológica.
Rowell (1986) apunta
sobre la religiosidad de Miró que era una fusión de cristianismo místico y ascético
junto a un sensualismo panteísta:
‹‹Miró “remembered” as well
the mystical dimension of the Catalan temperament: not only the faith and belief
that produced the flat proud brilliance and austerity of Catalan Romanesque frescoes,
but the exacerbated spiritual exercises of St. Teresa of Aquila [sic] and St.
John of the Cross. Miró’s personal religion was comparable to a kind of peasant
syncretism: a mixture of devout Christianity (Catolicism), animism or pantheism
in regard to nature and an identification as well to cosmic forces, and ascetism,
which, like that of the Spanish mystic poets, was achieved through a battle with
his sensual, instinctive impulses.›› [Rowell. Joan
Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 3. / Rowell. Joan Miró.
Écrits et entretiens. 1995: 11. / Rowell.
Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 20.]
Entre sus lecturas
siempre tuvieron un lugar privilegiado los libros de mística, al tiempo que los
de erotismo, que despegaba en la poesía catalana justo en la juventud de Miró,
después de un siglo XIX muy conservador y morigerado, como Sala-Valldaura
(1989) explica:
‹‹En realitat, La
inquietud primaveral de la donzella, publicat el 1912 dintre “Arca d’ivori”,
és el primer exemple, tot i el seu bucolisme, del que, anys després, representarà
Joan Salvat-Papasseit, de la mateixa manera que Joiell de Ramon Vinyes —molt més que no pas Dimecres
de cendra de Maragall— esdevé el primer exemple en català de poesia eròtica contemporànea
amb desig de ruptura i, doncs, de certa perversió i perversitat. Allò que després
practicaran Josep Palau i Fabre, Vicent Andrés Estellés, Gabriel Ferrater i potser,
tal volta sense voler, Blai Bonet. Tanmateix, aquesta relativa rebel·lia relativament
filoeròtica s’estroncarà tot d’una: no conec cap altre antídot literari contra
l’erotisme més fort que el de La Ben Plantada.
Només al marge del
noucentisme pogué crèixer la planta de l’erotisme: des d’Eros
(1914) fins a La rosa de cristall (1933) i Entre l’Equador i els Tròpics
(1937) de Josep Maria de Sagarra, qui, possiblement, en deixà alguns inèdits;
o, per damunt de tots, Joan Salvat-Papasseit i la seva assumpció joiosa de l’instint,
tan present a El poema de la rosa als llavis (1923). Uns anys més tard,
Carles Riba fiu capaç de corporeïtzar la poesia pura i, alhora, fer abstracció
del cos, per exemple en les Estances, en Un nu i uns ulls, o en el
primer sonet de Salvatge cor.›› [Sobre
el erotismo en la poesía modernista, noucentista y vanguardista catalana durante
la época de la juventud de Miró véase Sala-Valldaura, J.M. Poesia catalana i
erotisme. “L’Avenç”, 123 (II-1989) 14-17. La cita es de la p. 17. Sobre el erotismo
escatológico en la cultura catalana véase Pérez Cors, E. Escatologia i tabú.
“L’Avenç”, 123 (II-1989) 52-55.]
Miró, desde su primera
juventud, estimó la literatura mística castellana de San Juan de la Cruz y Santa
Teresa de Ávila, y al respecto sabemos que en su ancianidad guardaba en su biblioteca
más personal (y las leía frecuentemente en su taller) las obras de Santa Teresa
en una vieja edición de 1881 (seguramente heredada de sus padres). En esto no hacía
más que seguir la corriente de la primera mitad del siglo XX, en la que estos
místicos se convirtieron en lecturas reverenciadas por los renovadores del catolicismo
francés y español.
Apunto que el misticismo es patente en los
monjes de Montserrat en España. En Francia destacan Maritain, los dominicos como
Couturier, o el padre carmelita Bruno Froissard (amante del arte moderno, ex-superior
de los carmelitas e impulsor de los “Estudios Carmelitanos” desde 1945). En Italia
tenemos el amplio círculo de la Universidad Gregoriana de Roma. Hasta el mismo
papa Juan Pablo II hizo en Cracovia su tesis doctoral sobre San Juan de la
Cruz. El influjo en la historiografía del arte es manifiesto también en el psicólogo
del arte René Huyghe, quien leyó a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz. [Huyghe. Conversaciones
sobre el arte. Respuestas a Simon Monneret. 1984 (1980): 175.]
El surrealismo legitimó
esta fuente de inspiración de Miró. El mismo Breton, de tan apasionado ateísmo,
escribe en 1943 sobre Santa Teresa: ‹‹Por el simple hecho de que ella vea su
cruz de madera transformarse en un crucifijo de piedras preciosas y que sostenga
que esta visión es, a la vez, imaginativa y sensorial, Teresa de Avila
puede encabezar esa fila en la cual se sitúan los médiums y los poetas. Desgraciadamente
no es más que una santa.›› [Breton. 1943.
cit. Pariente. Diccionario temático del surrealismo. 1996: 50-51.]
Puede sostenerse así
la hipótesis de un misticismo juvenil de Miró, que entroncaría en su formación
católica y le emparentaría con artistas posteriores, como Antonio Saura o José
María Sicilia, uno de los jóvenes artistas españoles que mejor ha sabido asimilar
las enseñanzas mironianas —incluso se asemejan en su enclaustramiento en Mallorca—.
Calvo Serraller está entre quienes sostienen
que hay una influencia de Miró en Sicilia. [Del futuro al pasado. Vanguardia y tradición
en el arte español contemporáneo. 1988: 181] Esto es evidente en su obra Manuscrito de
Sánlucar. Una fuente espléndida para confirmar la relación de pensamiento entre
Miró y Sicilia es la entrevista que le hace Soledad Alameda [José María Sicilia
en el corazón de la luz, “El País Semanal”, 1.064 (16-II-1997) 39-58.]. Sicilia
también profesa públicamente su admiración por Velázquez, Zurbarán, Picasso y Bacon
y se fundamenta en las eternas raíces del clasicismo español: la contemplación
mística, la vivencia del dramatismo, la perenne insatisfacción formal y ética, el
arrobo ante la materialidad, el arte entendido como camino de liberación.
Miró nos ha legado
bastantes textos que indican su predisposición al ánimo místico, aunque de una
sensualidad muy terrenal, desde muy joven. A finales de 1914, cuando todavía está
directamente influido por el noucentismo clasicista de su maestro Galí, escribe
a Ricart: ‹‹Home feliç i benaventurat pecador aquest qui té la seva ànima al camp
i que retornarà a la terra de Fra Angélic i Luini, aquests dos que són vinguts
del Cel per mostrar-nos un poc d’ell!!!›› [Carta de Miró a Ricart. Barcelona (22-XII-1914) BMB 443. Están en plena epidemia
de tifus y Miró le explica a su amigo que ha cuidado a su madre en Caldetas.
Volverán pronto allí, hasta mediados de marzo.] Y en la siguiente carta, escrita en medio
de un terrible mal de amores contrariados por Teresa [No deberíamos confundirla con la Teresa de la novela La
Ben Plantada, 1911-1912, de Ors, pese a que relacionarlas es casi automático,
porque son similares, además de su nombre, sus rasgos físicos y la reacción que
provocan. Es posible, no obstante, que Miró idealizase su amor bajo el influjo
de la novela e incluso que le pusiera este nombre en clave.], Miró se confiesa: ‹‹Els mortals
no podem aspirar a una complerta felicitat; ço seria rebelar-nos a Déu, qui fou
home i patí per nosaltres. / “El dolor es germà inseparable del goig; sense l’un
l’altre no pot existir”. / “La souffrance, c’est la sacrement de la vie”. /
Així parlen Sócrates i el modern Rodin. / Siguem serenament visionadors de la vida,
amic.›› [Carta de Miró a Ricart. Caldetas (31-I-1915) BMB 444. Carta a E.C. Ricart, Caldetas (7 a 15-III-1915) 444 BMB. Tres
hojas con papel del “Círcol Artístic de Sant Lluc”.]
Pero se recupera muy
pronto de esta decepción y le escribe a Bartomeu Ferrà, un amigo mallorquín:
‹‹He vivido el ritmo de las olas y he seguido amistosamente las huellas olorosas
de mis deliciosas amigas. ¡Oh mis amigas! ¡Oh esta Pina, la italiana, la más bella
mujer que ha aspirado la brisa de nuestro dulcemente inquieto Mediterráneo! Su
carne era de alabastro y frutas.›› [Carta de Miró a Bartomeu Ferrà. Caldetas (¿II?-1915) col. particular. Reprod. en Serra.
Miró y Mallorca. 1984: 226.]
Le gustaron estas
frases sensuales y lánguidas, de modo que las reprodujo casi textualmente muy pocos
días después, cuando le escribe a Ricart, en plena efervescencia entre amores
místicos hacia la mujer y la naturaleza:
‹‹He vist també, durant
aquests dies de gràcia els arbres i les muntanyes joiosament engalanats amb nupcials
vestiments, que en forma de neu els cobriren al devallar del cel; aquestes vestimentes
són ara altra volta fora; tota natura es estén ja novament son vel de maternitat.
(...)
Bella aquesta meva estada
al poble besat sensualment pel mar i sota el doser d’un cel blau, molt bau, i fecondat
per una molt potenta llum! He sentit el ritme de les oles i he seguit amicalment
les petjades oloroses de les meves delicioses amigues. D’aquestes meves amigues!
Oh, aquí la Pina, l’italiana! la més bella dona que ha aspirat la [texto dudoso:
¿l’aire de nostre dolçament inquiet mar?]. La seva cama era d’alabastre. Oh aquesta
Pina, la més bella dona que he vist!
No creguis, amic,
que jo en sigui enamorat. Jo d’ella sóc devot, com de la Verge de Luini, i com de la Gioconda de
Da Vinci, i com de les Gracies de Rafael. Jo segueixo atentament enamorat de Teresa, de
cabells rossos.›› [Carta de Miró a Ricart.
Barcelona (15-III-1915) BMB 445.]
Y unos meses después,
continúa su entusiasmo por la naturaleza y el amor carnal, pese a que ha terminado
definitivamente sus amores con Teresa. Pero ahora recomienza a sublimar su
pasión, dirigiéndola hacia el arte:
‹‹Desvetlla, amic,
de la teva tranquil·la beatitud d’ensomni, sentin els
ritme de les ones i el fresseig dels arbres des ton taler blancament diàfan i
devalla al món dels mortals per sebre la nova de que’l teu amic Miró és un home
sense amor; l’adorador d’uns cabells rossos i un cos gràcil i una cara de fruites
és ara l’home sol, sentint amor i adorança per totes les belles, més no per una
sola. Ja són finits els festeixos amb la dels cabells rossos de la Rambla Catalunya
de qui tant te parlí; que ahir estimava una flor d’un jardí, sentin el seu sol
perfum sentia deleitança ara salta d’una a altra flor, i aspira la fragància i ama
les coloraines de totes les que’s baden sota el nostre cel blau i sol càlid, és
bella aquesta vida d’home sol! (...). Per un home jove és trist enamorar-se
massa d’ora, altrament un pintor és un home de sacrifici, i ben sovint té que sacrificar
la pintura per una dona! L’home sol és l’home fort, ha dit Ibsen.›› [Carta de Miró a Ricart. Barcelona (10-VI-1915) BMB
446.]
Miró establecerá más
tarde un paralelismo vitalista entre la pintura, la poesía y hacer el amor:
‹‹Ce qui compte, c’est de mettre notre âme à nu. Peinture ou poésie se font comme on fait l’amour; une
échange de sang, une étreinte totale, sans aucune prudence, sans nulle protection.››
[Duthuit, G. Entrevista a Miró. Où allez‑vous Miró. “Cahiers d’Art”,
París, 8-10 (1936). cit. Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews.
1986: 152. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 162. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002:
216.]
Vemos, pues, cómo
hay una clara voluntad poética, de creación literaria, en la manifestación de sus
sentimientos, como si la razón hubiera necesariamente de ahormar el amor, encauzarlo
hacia la creatividad. La exigencia de racionalidad limitaba siempre la pasión en
Miró, lo que explica en gran parte que no tuviera una relación sentimental verdaderamente
seria y estable hasta los 34 años y que, tras su ruptura con Pilar Tey asumirá
con mucha racionalidad la idea de casarse con su prima Pilar Juncosa, a los 36
años. Miró finalmente se domeñaba, no se dejaba arrastrar del todo, ni en la vida
ni en el arte.
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