El trabajo de
Joan Miró en la droguería Dalmau en 1910-1911.
Este apartado trata
sobre la vida de Miró desde el verano de 1910 hasta la Pascua de 1911. Son los
meses en que trabaja en la droguería Dalmau, un empleo tan odioso que le aboca
a una enfermedad y al abandono laboral. Pero de esta grave crisis personal
surge, a mediados de 1911, un Miró que camina decidido a cumplir su vocación
artística, al tiempo que sucede su fructífero hallazgo del mundo rural de Mont-roig.
[http://fabian.balearweb.net/post/88113] Palma de Mallorca: el Paseo Sagrera, recién construido el
22-23 de junio de 1910, por las fechas en que Miró llegó a la ciudad. El lugar
está enfrente del amarre del barco de la ruta Barcelona-Palma donde se
embarcaba Joan Miró, y él pasaba sus vacaciones muy cerca, apenas a un par de
minutos a pie.
Miró acabó los estudios
de comercio en junio de 1910 y pasó el verano primero en Palma de Mallorca. En
esta visita a la isla, a la que no vuelve hasta 1915, pinta dos pequeños
pasteles sobre madera, Bosc de Bellver y Plaça de Palma, con un
colorido difuso, casi desganado, aunque probablemente son sólo unos estudios
precipitados. Después
probablemente está en Montgat (en Tiana, localidad del Maresme, donde también veraneaban
Isaac Albéniz y muchos burgueses barceloneses), pues sus padres todavía no habían
comprado el mas en Mont-roig.
El Barça, el equipo de fútbol al que siempre
amó Joan Miró, ganó la Liga en la temporada 1910.
Playa de Montgat, en el sur de la comarca del
Maresme, en 1910, cuando Miró y sus padres veranearon en la localidad,
probablemente hasta el mes de octubre.
Al acabar el verano
de 1910, probablemente en septiembre, su padre le colocó como meritorio de
contabilidad en la droguería Can Dalmau i Oliveres. Es importante señalar que estas
vacaciones estivales de 1910 dan con seguridad una fecha post quem al trabajo en la droguería Dalmau, pues los empleados no
tenían entonces tal derecho, pero no anulan la posibilidad de que Miró
realizara algunas prácticas laborales a tiempo parcial en dicha empresa durante
1909 y 1910, lo que explicaría las varias menciones a un trabajo durante dos o
tres años.[1]
La droguería Can
Dalmau era una de las más importantes de Barcelona. Hoy es todavía conocida
como Establecimientos Dalmau
Oliveres S. L
(constituida el 1 de enero de 1922 con el objetivo de “venta al
mayor y menor de drogueria y perfumería” y la “fabricación de jabones comunes,
detergentes y lejías”) y
es la droguería más antigua de Europa. Su historia comenzó cuando Manuel
Dalmau Oliveres la abrió en 1883 en Rubí (Barcelona), y en 1902 ya tenía su
primera sucursal, a la que seguirían otras en Barcelona, Valencia, Madrid y
Córdoba e incluso algún intento en el extranjero; en los años 1930 tenía incluso una afamada filial
de artes gráficas y cuatro sucursales en Barcelona (así consta en los anuncios
de los diarios).
La principal droguería
barcelonesa estaba situada en las Ramblas, muy cerca de la casa familiar de
Joan Miró, pero al parecer él trabajó en la oficina del almacén mayorista del
nº14 del Paseo de la Industria (hoy Picasso), situado frente al Parque de la Ciudadela
y la Escuela de Música.
Era un empleo de
lunes a sábado, y los domingos del primer mes Miró volvía a Montgat para estar
con su familia, hasta que esta retornó a Barcelona hacia el mes de octubre. Apunto que trabajar los domingos era normal en España
hasta la ley de descanso dominical, promulgada el 3 de marzo de 1904 y que
entró en vigor el 11 de septiembre del mismo año. Esto supuso a los pocos años
un extraordinario aumento de las actividades lúdicas, como el deporte (el
fútbol), el excursionismo, el cine, el teatro y las visitas a galerías y
museos.[2]
Al mismo tiempo que
trabajaba es posible que Miró todavía asistiera a las clases de la Llotja,
durante unas pocas semanas del otoño de 1910, probablemente desde el lunes 3 de
octubre, fecha en que se reiniciaron oficialmente, hasta que las dejó poco
después, en una fecha desconocida, según declaró él a causa de su incompatibilidad
con el horario de su trabajo en Can Dalmau i Oliveres.
Pero también
considero posible que el punto final al aprendizaje en la Llotja fuera anterior,
puesto que el 22 de junio falleció su profesor favorito, Josep Pascó, muy
probablemente debido a una epidemia de tifus que estalló aquel verano y recidivó
en noviembre. Tras su muerte poco podía interesarle ya la Llotja.
Oficina de una empresa estadounidense. St. Paul Insurance Co., h. 1890. Debía ser semejante a donde tuvo que trabajar Miró.
A Miró le esperaba en
la droguería un trabajo deprimente.
Podemos imaginarnos
cómo era el ambiente en la magnífica reconstrucción que el Museu de Història de
Catalunya ha hecho de una minúscula oficina de la época: unas sillas y mesas, archivos
de correspondencia, libros de contabilidad, en un espacio opresivo y oscuro. Todo
esto debió acentuar su carácter soñador y rebelde.
En su prolija declaración
a Melià, Miró (1975) lo recuerda como algo infernal:
‹‹Trabajaba como meritorio.
Así llamaban entonces al aprendiz de tenedor. Comprendo que con la mentalidad
de hoy resulta muy difícil entender lo arduo que aquello resultaba para mí. Antes
de comenzar mi cometido pregunté a qué hora finalizaba la jornada. Me respondieron
que a las 7.30 y como las clases en Llotja se impartían de 7 a 9, pensé que, aunque llegara
algo tarde, tendría tiempo de asistir a clase. Pero lo cierto es que entrábamos
a las 8 de la mañana; andando tenía exactamente siete minutos para trasladarme
desde mi domicilio a la oficina. Lo recuerdo perfectamente porque tenía cronometrado
hasta el último minuto de sueño. En la puerta de la oficina solía haber una pizarra
con yeso, donde firmábamos nuestra puntualidad. Quien llegaba más tarde de las
8.20, era sancionado. Trabajábamos hasta la 1 y desde las 3 hasta las 7.30... Teóricamente,
porque lo cierto es que salíamos a las 9 de la noche. ¡Los domingos íbamos al despacho,
de 9 a
1.30, para poner los documentos en orden...! No teníamos nunca vacaciones, por
supuesto, pero los sábados por la tarde solíamos concluir un poco antes la jornada.
Entonces, yo me dirigía a tomar el tren hasta Montgat para continuar en tartana
hasta Tiana, donde mis padres habían alquilado una torrecita. Me sentía tan agotado
que no tenía ánimos para dibujar y, encima, aún querían que estudiara inglés. ¡Qué
barbaridad! Por ello evoco esta época como si de tres años de trabajos forzados
se tratara, tal es el recuerdo que conservo... Hacía muchos disparates... En el
trabajo solía pensar en mis cosas ante los papeles. Todo ello contribuyó a que enfermara,
pues además trataban las personas como si fueran animales de carga o esclavos.
Se acentuó mi frustración y caí en un estado de crisis y agotamiento...
En principio, y al igual
que los demás aprendices, no percibía absolutamente nada. Pero al cabo de un año,
por Navidad, en ocasión de reunir al personal para hacer entrega del aguinaldo,
me dieron 15 pesetas. Este fue mi sueldo a partir de entonces, que ingresaba seguidamente
en la Caja de Ahorros. Os diré en qué lo empleaba después: pagaba el alquiler del
taller de la Baja de San Pedro, situado frente a la tienda de fideos y pasta de
sopa de Isidro Nonell.››[3]
Miró se refiere en este texto al barrio de
Tiana. La familia de Miró residía durante la semana, en verano, en Montgat, un
lugar más fresco que el domicilio de Pasaje del Crédito. Su nivel de vida era,
evidentemente, el de una burguesía media muy acomodada. Sólo después de comprar
la masía de Mont-roig aquel mismo año 1910 y tras remozarlo durante el
invierno, realizaron sus estancias veraniegas en ésta. Miró también recuerda
este viaje sabatino en un documental.[4]
Con el tiempo, Miró usó
esta experiencia laboral para justificar su toma de conciencia progresista en el
aspecto social, ya que ‹‹trataban las personas como si fueran animales de carga
o esclavos.››[5] y declaró en 1978 que su
voluntad de libertad nace en gran parte debido a su sentimiento de opresión en
la droguería Dalmau.[6]
Considero además que
debió impactarle la visión de la dura realidad social barcelonesa de su época infantil
y juvenil, pero de ello no hay escritos ni declaraciones concluyentes al respecto.
Miró no aguantó
mucho, solo hasta finales de marzo de 1911, lo que da una suma de seis a siete meses
de trabajo (a lo que habría que sumar las posibles prácticas anteriores), y
cesó por voluntad propia, aunque dijera en ocasiones que fue despedido porque
le pillaron dibujando.
Se pueden comprobar tanto
la voluntariedad como la datación del final en dos cartas suyas, conocidas en
2002. Durante la Pascua de 1911 los padres de Miró habían viajado a Palma de Mallorca,
donde su hijo su reunió muy brevemente con ellos, y cuando ellos regresaron a Barcelona
él se quedó en Palma, desde donde envió el domingo 2 de abril de 1911 una carta a su padre, que la recibió
ya en Barcelona, en la que le comunicaba su decisión de dejar su empleo en
el almacén para dedicarse a la pintura. Es sintomático que sólo se atreviera a
comunicárselo por carta y no en persona, con la excusa de no ‹‹intrincarles la cabeza›› durante
su estancia en Palma. Una referencia a que ‹‹El miércoles pasado vino el Sr. Pigrau al despacho
con el propósito de ver al Sr. Dalmau›› indica que trabajó en el almacén al menos
hasta el miércoles 29 de marzo. Probablemente ya no trabajó el jueves y el viernes
30 y 31, porque eran fiestas de precepto religioso en Barcelona. La carta reza así
en su asunto principal —y nótese su exageración ya entonces de extender a dos años
lo que habían sido sólo unos meses repartidos en dos años naturales, salvo que
se entienda que incluye unas prácticas laborales anteriores—:
‹‹He pasado dos años
prisionero en un despacho, donde he hecho el sacrificio de no poder admirar las
grandes bellezas de la naturaleza que a mí me tienen enamorado.
Me he dedicado al comercio,
sin tener ninguna vocación para él, sólo dejándome guiar por Uds., que no conocen
bien a fondo mis verdaderas aspiraciones y yo, por otra parte, sin haber consultado
antes mi corazón, y no escuchando la voz de mi conciencia de que llamaba por la
pintura, para la cual he nacido.
Renuncio, pues, a mi
vida actual para dedicarme a la pintura.
En espera de su conformidad,
no puedo esperar menos de su buen criterio (…)››[7]
Pero la respuesta de
sus padres fue una rotunda negativa, que le llegó enseguida por correo. Y les respondió
de inmediato con otra carta, todavía desde Palma de Mallorca, el 9 de abril
—una fecha que parece probar que ya se consideraba desvinculado de su empleo,
pues las vacaciones habían terminado—, en la que insistía en su decisión de dejar
el almacén para dedicarse a la pintura, y se quejaba de la negativa de sus padres,
en unos términos que permiten reconstruir cuáles fueron los argumentos contrarios
de estos:
‹‹No me extraña el
que les haya sorprendido el contenido de mi anterior [carta]. Lo que lamento vivamente
es el mal sentido, completamente opuesto a mis aspiraciones, con que han interpretado
mi carta.
Dicen que en la vida
del trabajo he de encontrar mi porvenir. ¡Acaso no busco ese porvenir en el propio
trabajo! No quiero creer que me pongan al lado de estos hombres que no saben ganarse
la vida, y que viven holgadamente. Ya saben mi opinión referente a estas personas,
que las considero degradadas y como a seres irracionales, pues como tales viven.
(…)
Mis aspiraciones son
bastante más elevadas que las de llegar a ser un bohemio, pues me siento con fuerzas
sobradas para ocupar un buen puesto en la pintura.
Califican de descabelladas
mis ideas, cuando he tenido por profetas de mi porvenir personas cuyo cerebro
no les tambalea y de reconocido talento. Recuerdo a mi pobre tío Pepe
(q.e.p.d.) cuando la última vez que vino a abrazarnos al hablar sobre mi futuro,
y reconociéndome nacido para cultivar la pintura, dijo: ¡y quién sabe si será artista!
No tengo ninguna duda
en que Uds. acabarán por darme la razón.››[8]
Aguador barcelonés acarreando cántaros, en 1910. [Col. Fondo Fotografico de Agbar] Era una escena típica de las calles de la ciudad.
Más allá de lo anecdótico,
conocer la exacta duración de este periodo laboral y que desencadenase un cambio
tan fundamental en su vida es importante puesto que si Miró estaba trabajando tanto
como nos cuenta, entonces no podía aprender ni pintar; nos convence de que su odiado
trabajo de contable precipitó su elección de ser artista; nos ilustra acerca de
su mentalidad respecto al trabajo comercial, de cuánto le obsesionaba transmitir
una imagen de hombre integrado en la sociedad, independiente en lo económico y abnegado
trabajador; y, por último, nos da uno de los más tempranos ejemplos de los numerosos
problemas biográficos que han dado tantos quebraderos de cabeza a los investigadores.
La verdad es que Miró
aportó noticias muy contradictorias sobre esta etapa crucial de su vida, pues varió
a menudo el tiempo que duró, desde casi nada hasta tres años, y proporcionó diversas
explicaciones sobre porqué acabó. Veamos las más conocidas:
En 1919, en una carta
a su amigo Ricart, le cuenta que había trabajado el tiempo suficiente, se sobreentiende
que al menos unos años, lo justo para ahorrar bastante dinero y poder pagar así
el alquiler del taller en Barcelona (1914-1919) y parte del viaje a París; en ese
mismo año cuenta que todavía le quedan unos ahorros de entonces.[9]
De esta carta hay una traducción por Melià
al español, que es la de más fácil consulta por el público: ‹‹(...) a) Tengo
veintiséis años. b) Del pequeño capital, ganado con mi trabajo de empleado,
e ingresado en la Caja de Ahorros, me quedan 25 o 30 pesetas. Me han servido
para comprar colores y pagar el estudio. Últimamente, viendo reducirse mi
pequeño peculio, me he atrevido a pedir ayuda a mi madre. c) Sin embargo, sé de
manera oficiosa que si dejo mi domicilio para ir a París, podré disponer de una
pequeña cantidad que me permitirá trabajar y vivir durante algún tiempo. d) Si
me quedo en Barcelona, no veo otra salida que cualquier idiotez para poder
ganar algo de dinero y pintar. e) De esta forma, es indispensable que yo, que en
estos momentos no tengo nada, me gane la vida, ya sea en París, en Tokio o en
la India. Pero ya hablaremos de ello y veremos si vosotros, los que me acusáis
de obstinado, tenéis una solución mejor que proponerme.››[10]
En 1928 declara a Trabal
que ya trabajaba a los quince años —esto es, en 1908— y que eso le quitaba disponibilidad
para dedicarse al arte: ‹‹Tota la meva vida he fet gargots, ja de petit sempre
tenia el llapis de cap al paper. Quan tenia quinze anys, però, encara no havia començat a prendre’m les coses
seriosament, puix que aleshores duia els llibres a Can Dalmau Oliveres, i hauríeu
vist amb quin alé passava hores i hores damunt el deu i l’haver d’aquell gran despatx
de drogues! Aleshores en aquella època fou quan vaig sentir un ímpetu fortíssim
que m’empenyé a anar a Llotja i a Can Galí.››[11]
Esta muy difundida versión
explica que, por ejemplo, Carlos Areán (1978) date en 1908 la enfermedad y la consiguiente
primera estancia de Miró en Mont-roig.[12]
En 1929 incluso le escribe
a Leiris que le habían despedido, se infiere que al poco tiempo de empezar a trabajar,
al encontrarle dibujando en los libros de contabilidad: ‹‹Luttes avec la famille,
delaisse la peinture pour entrer comme employé dans un bureau. Catastrophe; je fais de dessins sur
les livres de comptabilité et l’on me fiche à la porte, naturellement.››[13]
También Malet nos explica, seguramente por
boca del propio Miró, que este, en lugar de trabajar en sus quehaceres
contables, se dedicaba a llenar de dibujos todos los papeles descartables que
encontraba. Es razonable pensar que en esa actividad un día le pillaron y
probablemente ahí acabó su tortura.[14]
No podemos obviar la excesiva similitud con una anécdota que le ocurre al
personaje Ramon (el hijo artista) en la novela de Rusiñol, L’auca del senyor
Esteve.
En 1951 Miró declara
que: ‹‹Los tres años en la droguería fueron tres años de presidio, hasta que me
impuse y lo mandé todo a paseo. (...) Entonces tenía 18 años››.[15] Esto implicaría que trabajó
entre 1908 y marzo de 1911.
En la Barcelona del primer decenio los carros de caballos y los tranvías eran los principales vehículos, y apenas habían unos pocos automóviles.
Cuando comienza a esbozar
su biografía oficial, a mediados de los años 50, hay un importante cambio en la
datación. En 1958 declara a Soby que abandonó la pintura en 1910-1912 —dos años
pues, lo que explica la datación que hará Dupin— para trabajar como contable y
todavía no introduce el tema de su enfermedad, pues sólo indica que decidió consagrarse
a su vocación. Por su parte, Soby incluso opina que entonces no se empeñó especialmente
en defender su vocación porque estaba descorazonado por sus pobres progresos como
artista.[16]
En 1959 le escribe a
Dupin —no es baladí mencionar que la carta pretendía ser un documento base para
su definitiva biografía “oficial”—, reduciendo el periodo de trabajo y mencionando
la enfermedad. Miró explica que compaginaba en ese periodo de mala gana el trabajo
de contable y los estudios de arte —estos acabaron entre el fallecimiento de Pascó
el 22 de junio y octubre o noviembre de 1910, lo que induce a pensar que recordaba
haber comenzado en junio y no en septiembre—, hasta que decidió entregarse por
completo a la pintura tras caer enfermo: ‹‹Très malhereux et de plus en plus
rêveur, avec un sens de révolte en même temps, j’assiste à la classe de Pasco
pour une certaine période mais je lâche tout et vais jouer fort, ou tout ou rien.
Cette tension d’esprit me fait tomber malade. Pour gagner ma croûte et faire de la peinture en
même temps, ma famille me conseillait d’être moine ou militaire.››[17]
Dupin (1961,1993), en
base a sus declaraciones, resume su dramática vivencia, en lo que será la versión
oficial sobre ese tiempo, datando el inicio de su trabajo en el verano de 1910
y el final en 1911:
‹‹En todo caso tiene
diecisiete años y los estudios de comercio han acabado. El fracaso a ojos de sus
padres es evidente, por lo que deciden colocarlo en una gran casa comercial de
Barcelona especializada en droguería y productos coloniales, los establecimientos
Dalmau i Oliveres. Sigue todavía durante algunos meses los cursos de Pascó, pero
acaba por abandonar los estudios artísticos, desesperado por su nueva situación.
Va a pasar, empleado en los servicios contables, los dos años más tristes y amargos
de su existencia. Sólo dibuja de vez en cuando. No hemos encontrado ningún rastro
de dibujo de ese sombrío período que al pintor no le gustaba demasiado evocar.
No tarda en darse cuenta de que carece totalmente de condiciones para llevar los
libros contables y de que no podrá soportar mucho tiempo la existencia a la que
se ve condenado. “Era desgraciado —nos dice—, cada
día me sumergía más y más en mis sueños con un fuerte sentimiento de rebeldía”.››[18]
Finalmente, en los años
1970, cuando revisa su biografía en su declaración a Melià, decanta su versión en
favor de insinuar una duración de tres años y de acabar el periodo con una grave
enfermedad: ‹‹(...) evoco esta época como si de tres años [el subrayado es
nuestro] de trabajos forzados se tratara, tal es el recuerdo que conservo
(...). Se acentuó mi frustración y caí en un estado de crisis y agotamiento...››[19]
En el mismo sentido,
explicará en 1979 que trabajó durante tres años en el almacén ‹‹Com a presó o
treballs forçats.››[20]
Puntualizo que aquí
Miró cultiva obviamente la ambigüedad en la expresión “como si de tres años de
trabajos forzados se tratara”: pueden ser realmente tres años o sólo una condena
equivalente en intensidad (tres años era el tiempo que duraba el servicio militar
en su época juvenil y era también una de las condenas usuales para los desertores
y delincuentes, esto es, una “frase hecha” común en el lenguaje llano). En la misma
declaración, tampoco concuerdan las fechas cuando se refiere a su magro salario
y a que lo empleaba en pagar su taller (lo alquiló por primera vez en el otoño
de 1914): ‹‹Os diré en qué lo empleaba después: pagaba el alquiler del taller
de la Baja de San Pedro››.[21] El uso del pretérito también
induce a engaño: parece que trabajaba mientras tenía el taller, pero también se
puede interpretar que quería decir que, aún años después de dejar de trabajar,
con sus ahorros podía pagar el alquiler.
Un Miró anciano (1980)
le resumió a Michael Gibson que: ‹‹In those days, work was very tough —not like
today (...)—. I was demoralized
and stayed three months in bed. At that point my parents said: there’s just nothing to be done with this boy...! And they allowed me to study with Galí.››[22]
Muchos estudiosos aceptaron
sin más la manifiesta contradicción entre las explicaciones de Miró de que trabajó
durante un largo periodo, entre dos y tres años, en la droguería Dalmau y la sospecha
de que fueron apenas unos meses. Por ejemplo, Cirici (1977) necesita hacerlo porque
aceptar lo primero sería la mejor prueba de un Miró concienciado socialmente durante
un largo y alienante periodo de trabajo, así que recurre a ampliar las fechas hasta
el límite, y adelantar la entrada en este empleo a principios de 1910, cuando el
joven tenía dieciséis años de edad, mientras que la salida se posterga aparentemente
hasta finales de 1911, enlazando sin corte alguno con la inscripción en la Escuela
Galí en 1912, cuando ya tiene dieciocho o diecinueve años, para dedicarse a la
pintura. Dicho esto, Cirici concluye sin más que ‹‹Esta es la primera ruptura
que define al hombre en relación con unos sistemas de valores. La ruptura con un
esquema que era del capitalismo acumulativo y la apertura hacia una confianza
más dinámica en el posible éxito del espíritu de aventura, de la apuesta por el
futuro.››[23]
Cirici cierra así el
gran agujero temporal de más de dos años entre 1910 y 1912, del que carece de datos
suficientes.
Pese a todo, casi todos
los biógrafos captan la desviación cronológica y la indefinición acerca de la enfermedad,
pero los mencionan lo menos posible.
Dupin (1993) promedia
al reducir el tiempo de trabajo de Miró a dos años.[24]
Melià (1975), indirectamente,
confirma el error cronológico, pues sitúa en 1910 su inicio laboral y data en el
verano de 1911 su reposo en Mont-roig, resultando así que su trabajo duraría como
máximo un año.[25]
Malet (1983) evita
precisar la duración, aunque también cree que trabajó poco tiempo, a partir del
verano de 1910: ‹‹Concluidos los estudios en la Escola de Comerç, Joan Miró,
que cuenta a la sazón 17 años de edad, entra a trabajar como meritorio en la
droguería Dalmau i Oliveras. Al cabo de poco tiempo cae gravemente enfermo a causa
de una marcada inadaptación a su nueva actividad. Esta enfermedad, a la que podemos
calificar de providencial, le obliga a pasar una larga temporada de convalecencia
en Mont-roig››.[26]
Weelen (1984) calcula que sufrió
un parón en su actividad artística debido al año que trabajó en Dalmau, seguido
por una enfermedad psicosomática y la convalecencia en Mont-roig: ‹‹Il paie une année misérable, utilisée à gratter du
papier en qualité d’employé aux écritures dans l’enterprise Dalmau Oliveras, par douze mois écoeurants
consacrés à la maladie et à une longue convalescence passée dans la maison de campagne
familiale à Mont-roig. Il
ne peint plus (...)››[27]
Massot (1999) asume
que su padre impuso a Miró dos años de trabajo como contable, hasta abril de
1911:
‹‹y le
obligara a entrar de aprendiz de contable en el comercio de droguería y
productos coloniales Dalmau i Oliveres. (…)Trabajaba de 8 a 1 y de 3 a 9, mañanas de domingo
incluidas. Más tarde confesó a sus amigos que eso “me hizo polvo. Mi padre cree
que es preciso hacerse una posición y que el dibujo y la pintura no son
actividades serias”. “Con mis padres —dijo— había una barrera. A mí la vida que
llevé en la infancia me hizo fuerte” y, también: “Yo estaba muy solo. Nadie se
ocupaba de mí. Sentí esa soledad de forma muy dolorosa y violenta cuando era
muy joven, un niño”.
Vendedor de globos en la Rambla de Canaletas, en 1910. [http://mtvo-lasmentiras.blogspot.com.es/2012/11/barcelona-fotos-de-coleccion-mtvo10-11.html]
Joan Miró vivió en Dalmau dos de los años más duros de su vida. Hasta el
punto de caer gravemente enfermo. Sus padres le enviaron, asustados, a
Mont-roig la masía que acababan de adquirir. En abril de 1911, des de Mont-Roig
—o quizá desde Palma, en casa de su familia materna—, ayudado por la distancia,
se revistió del coraje suficiente para enviar a su temible padre las dos cartas
que se reproducen sobre estas líneas y que son el primer documento directo y
contemporáneo, inédito, de la decisión crucial que marcó su vida. En ellas, se
advierte que la resistencia de su padre aún no ha sido vencida. Le llegó a
aconsejar que si quería dedicarse a la pintura debía hacerse “cura o soldado”.››[28]
Uno de los pocos autores
que saca la conclusión lógica es Lucie-Smith (1999), quien, carente de compromiso
personal con el artista, afirma que Miró trabajó menos de un año en la droguería
Dalmau.[29]
Witt (1999) asume también
la respuesta más razonable a partir de todas estas contradicciones: ‹‹La experiencia
fue irrelevante para él, aunque los resultados concretos fueron desastrosos. No
sólo resultaba que no cumplía con su trabajo, sino que en lugar de realizarlo,
se pasaba las horas dibujando. No duró mucho en su puesto, por lo que las controversias
con su padre se agravaron.››[30]
¿Por qué las reiteradas
y confusas manifestaciones de Miró que prolongan la duración de su trabajo y le
achacan una grave enfermedad? Se puede suponer que Miró estaba avergonzado por
no ser independiente económicamente y por no trabajar en algo respetable socialmente;
en suma, por haber fracasado en cumplir las aspiraciones que su familia había
depositado en él. En este sentido se deben interpretar sus explicaciones a sus amigos
en 1919, a
los 27 años, justo antes del viaje a París, de que todavía vivía de los ahorros
de su trabajo en Can Dalmau, sin mencionar apenas la decisiva ayuda de sus padres...
En una más de sus frecuentes “reinterpretaciones biográficas”: Miró integró en
su memoria vital el trabajo en Can Dalmau como la continuación natural de los desgraciados
tres años anteriores (1907-1910), lo que se convirtió en convicción con el paso
del tiempo.
El Miró anciano de los
años 70 creía que los tres años de la Escuela de Comercio y de la Llotja habían
sido tan “infernales” como su corta época de empleado. Una prueba en tal sentido
es que Miró afirmaba que trabajaba en la droguería entre las 8 y las 21 horas cada
día y hasta el domingo por la mañana, sin poder hacer nada más. Una exageración,
pues el horario de trabajo en la oficina era mucho más corto y, si fuera cierto,
¿cómo habría podido, por ejemplo, acudir a principios de 1911 a las exposiciones de Sunyer
o Nonell? En las oficinas de las empresas
de Barcelona, alrededor de 1900, se trabajaba una media de 50-55 horas
semanales, de lunes a sábado, con una media variable de 8-10 horas diarias,
cerrando el sábado a mediodía. Eran unos horarios que hoy parecen abusivos,
pero entonces eran muy aceptables comparados con los de los trabajadores
manuales. Esta moderación, entre otras razones, se debía a que mayores horarios
provocarían cansancio y este a su vez inducido graves errores contables. Aunque
es cirto que cuando se hacían los inventarios se trabajaba incluso los
domingos.
Lo cierto es que Miró
recordaba sus horarios de 1907-1910, pues con suma precisión su recuerdo era la
suma yuxtapuesta de los horarios de las enseñanzas de comercio (comenzaba a las
8 de la mañana) y artística (terminaba a las 21). Y también coincide demasiado
que su camino hasta la droguería durase el mismo tiempo (siete minutos) que el
que tardaba en acudir a la Llotja ‹‹a paso gimnástico››.[31] No obstante, la distancia real era similar en ambos
casos.
Al final, pues, se
desmaraña este intrincado laberinto de las fuentes.
NOTAS.
[1] Dupin. Miró. 1962: 47. /
Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 22, 44. /
Rowell. Joan Miró. Écrits et
entretiens. 1995: 29. / Rowell. Joan
Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 42. / Malet. Obra de Joan Miró. FJM. 1988: 464. /
Lubar. Joan Miró Before The Farm, 1915‑1922: Catalan Nationalism and the
Avant-Garde. 1988: 23, 254. / Umland. <Joan
Miró>. Nueva York. MoMA (1993-1994): 319, n. 12. / Permanyer. Miró.
La vida d’una
passió. 2003: 15. / Carta de Pablo Calsina Calsina al director. El meritorio Joan Miró. “La Vanguardia” (23-IV-1983) 6.
Informa correctamente de la dirección de almacén pero se equivoca —puesto que
Miró se matriculó en 1907 y comenzó a trabajar en 1910— al señalar que fue el
propietario, Manuel Dalmau i Oliveres, quien le matriculó en la Llotja, al
descubrirle el contable en dos ocasiones dibujando monigotes y advertir Dalmau
su potencial.
[2] Díaz Zubieta, José. La conquista del domingo. “La Aventura de la Historia”,
nº 63 (1-2004) 50-56.
[3] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 98-100. Un esquema
similar de sus horarios en Permanyer. Miró. La vida d’una passió. 2003:
15-16.
[4] Documental Miró, de Paloma Chamorro, 1978.
[5] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 98-100.
[6] Documental Miró, de Paloma Chamorro, 1978.
[7] Carta de Miró a Miquel Miró, en Barcelona. Palma
de Mallorca (domingo, 2-IV-1911). Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: no. / Rowell.
Joan Miró. Écrits
et entretiens.
1995: no. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones.
2002: 69-70. Rowell se contradice en su cronología de la versión de 2002,
porque en la p. 41 sigue datando en 1910 el abandono del trabajo en el almacén,
y en el renglón siguiente, en la p. 42, data en 1910-1911 el trabajo.
[8] Carta de Miró a Miquel Miró, en Barcelona.
Palma de Mallorca (9-IV-1911). Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: no. / Rowell.
Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: no. / Rowell. Joan
Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 70-71.
[9] Carta de Miró a Ricart. Mont-roig (Domingo, noviembre, 1919) BMB 485.
[10] Cita en Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 128-129; se data
por error en febrero de 1920.
[11] Trabal, Francesc. Entrevista a Miró. “La Publicitat” Barcelona
(14-VII-1928).
[12] Areán, Carlos. Joan Miró: inmersión en el inconsciente colectivo y
subida a la luz. “Cuadernos Hispanoamericanos”, Madrid, v. 113, nº 339
(IX-1978): 351.
[13] Carta de Miró a Leiris. Mont-roig (25-IX-1929) FJM. cit. Rowell. Joan
Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 110. / Rowell. Joan
Miró. Écrits et entretiens. 1995: 122. / Rowell. Joan Miró. Escritos y
conversaciones. 2002: 171.
[14] Malet. Miró. 1992: 14.
[15] Del Arco, Manuel. Entrevista a Miró. “Destino” (III-1951).
[16] Soby. <Joan Miró>. Nueva York. MoMA (1959): 9.
[17] Carta de Miró a Dupin
(9-X-1959). Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 44. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens.
1995: 54. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 76.
[18] Dupin. Miró. 1993: 33. Dupin cita una carta de Miró al mismo Dupin
(9-X-1959). Reprod.
Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 44. / Rowell.
Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995:
54. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 76.
[19] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 98-100.
[20] Documental de J.M. Martí Rom. D’un roig encés: Miró i Mont-roig. 1979.
[21] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 98-100.
[22] Gibson, Michael. Miró:
“When I see a tree... I can feel that tree talking to me”. Conversation with
Miró. “Art News”, v. 79, nº 1 (I-1980) 52-56.
[23] Cirici. Miró mirall. 1977: 17.
[24] Dupin. Miró.1993: 452.
[25] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 103.
[26] Malet. Joan Miró. 1983:
8.
[27] Weelen. Joan Miró. 1984: 18.
[28] Massot, Josep. Quiero ser artista. “La Vanguardia” (10-I-1999) 63.
[29] Lucie-Smith, E. Vidas de los grandes artistas del siglo XX. 1999:
Miró en 159-163.
[30] Witt, Margarita. Joan Miró. 1999: 29.
[31] Serrano, M.D. Los 75 años de Joan Miró. “Gaceta Ilustrada” 602
(21-IV-1968).