
Bodegón del guante y el periódico (1920-1921), conocida también con otros nombres, es un óleo sobre tela (116,8 x 89,5), de la col. MoMA, Nueva York, gracias a una donación de Armand G. Erpf [D 72. CRP 77; se refiere a los números de catálogo razonado de Dupin 1960 y Dupin-Lelong 1999]. Es el bodegón inmediatamente posterior a La mesa, y lo inicia después de su estancia veraniega en Mont-roig en 1920. No pertenece propiamente a su serie de tres bodegones iniciados en el verano, pues aporta importantes novedades. Es una obra compleja, que sirve de charnela entre el cubismo, el dadaísmo y el purismo. En ella predomina el cubismo sintético de intención decorativa (en un estilo similar al de Juan Gris), pero hay notas del dadaísmo (la inclusión de la palabra ‘Lejo’), de Henri Rousseau, y del purismo de las severas líneas formales de perspectiva del bote y el portafolio formando ejes paralelos con las patas de la mesa.
Reúne un elemento común para Miró en el género (la jarra) con una serie de elementos nuevos, como el guante, el periódico, el bastón y la carpeta de dibujos. No hay nada vivo o muerto, todos son objetos cotidianos en la vida de un artista atildado como Miró, descritos con un depurado detallismo. Muy personal es su introducción del motivo del gallo (tal vez relacionado con el símbolo francés del Coq Gaulois), que aparece también en La mesa (Bodegón con conejo) y en Bodegón con caballo de juguete; según Lubar, Miró pretendía colocar en sus pinturas emblemas que confirmaran su posición como un artista catalán internacional, asentado en Francia, y seguramente por ello utilizó las ilustraciones de Picasso para el libro de Cocteau Coq et Arlequin (1918) como inspiración, por lo que en Mesa con guante situó su propio portafolios de artista sobre la mesa, y además casi en un primer plano.

Campin. Retablo de Merode (c. 1425-1428). Col.
The Cloisters, Nueva York.
Campin. Detalle de la tabla central del tríptico del Retablo de Merode (c. 1425-1428, 64,1 x 63,2). Col. The Cloisters, Nueva York).
Por mi parte, considero que Miró se inspiró para la selección de los elementos y su disposición en la tabla central del tríptico Retablo de Merode (64,5 x 117 el tríptico; 64,1 x 63,2 la central) (c. 1425-1428, col. The Cloisters, Nueva York), atribuido a Robert Campin (Valenciennes o Tournai, c. 1375/1378-1444). Campin probablemente contó con la colaboración en su taller de Rogier van der Weyden (bajo el nombre de Rogelet o Roger de la Pasture), casi seguro discípulo suyo entre 1427 y 1432. El amor por el detallismo, el naturalismo de los personajes y la perspectiva práctica del flamenco encajan muy bien con el estilo detallista de Miró en estos años.
La composición de las respectivas obras de Miró y Campin es ciertamente muy semejante en varios detalles, como la perspectiva y forma de la mesa (sustituta de los halos de santidad del arcángel Gabriel y la Virgen María), la función de eje estructural de la mesa respecto al espacio interior (tal como actúa la formalmente análoga fuente de agua divina en el Retablo del Cordero Místico de Van Eyck), la combinación del círculo con dos ejes rectilíneos que limitan la mesa (situado arriba en Campin y, en cambio, abajo en Miró), la situación del jarrón en la parte superior, la vela que corta el círculo de la mesa cuyo humo se dobla al igual que el asa del bastón, la situación en la parte inferior de un material escrito que también corta el círculo de la mesa, el paralelismo entre los listones de la mesa de Campin y los listones del suelo de Miró, el colorido de la madera, el marcado y algo irregular la mesa de Campin tiene 14 lados) reborde de ambas mesas...

Tabla central del tríptico de Merode.

Campin. La Anunciación (c. 1430; 58 x 64). Col. Musées Royaux des Beaux-Arts, Bruselas.
Apunto que la versión, al parecer posterior, de La Anunciación en los Musées Royaux des Beaux-Arts de Bruselas es bastante similar en la composición, pero menos parecida en el reborde de la mesa, pero no puede descartarse que, si tuvo mejor acceso a una reproducción de calidad, se inspirara justamente en ella.
Señalo finalmente unas obras de Braque, que años después muestran el mismo tema del Bodegón del guante y el periódico (1920-1921). de una manera que aparenta afinidades mironianas como los campos monocromos, las líneas curvas, las formas geométricas fracturadas o las bioformas, aunque con un recargamiento de ornamentos que anuncia su estilo más decorativo de los años 30. Braque, empero, en los años 20 pintó varias series de pinturas con este tema de la mesa cubierta de mantel y objetos, por lo que no cabe deducir que esta coincidencia sea una prueba incontrovertible de una temprana influencia mironiana, sino que tal vez su propia investigación encontró soluciones similares.
Miró. Bodegón del guante y el periódico (1920-1921).
Braque. Mantel con un frutero (1925).
Braque. La mesa redonda (1929). Col. Phillips, Washington.
La historiografía.
Sea cuál sea la fuente directa de inspiración todo abona la idea recurrente en la historiografía de que la pintura de los primitivos flamencos es una fuente iconográfica para Miró desde principios de los años 20.


Los colores son antinaturalistas, con un tratamiento plano y vivo, con predominio del amarillo que inunda de luz esta composición. La composición se beneficia de la escasez de elementos y la claridad del espacio (el suelo listado, el zócalo oscuro, la pared lisa) y el contraste entre la base simétrica de la mesa y la diafanidad de su parte superior, que el pintor presenta en un plano inclinado hacia el espectador, con el añadido de una doble discordancia en el nuevo eje inclinado (definido por la diagonal del bastón, que corta el círculo en sus extremos) en conexión con el centro desplazado (la jarra), por debajo del cual sitúa la carpeta y el periódico; por encima, el guante. Nuevamente el pilar de la mesa tiene la textura de un árbol que ahonda en la tierra y sorbe su energía.
Greenberg (1948) realza su calidad —en contraste con la cierta vulgaridad del posterior Retrato de bailarina española y su no lograda dualidad de propósitos—, por ser un firme paso hacia la simplificación de las formas y lograr una sólida composición: ‹‹But the Still Life with Glove of the same year takes a big step toward flatness and simplification and is one of the most confidently handled pictures Miró had done so far, at least with respect to composition.›› Cirici (1949) lo destaca como el mejor de sus “cuadros-taracea” (esto es, los bodegones del realismo detallista) por su madurez estilística, gracias a que la fusión de fauvismo y cubismo derivó en un estilo particular:
‹‹Así halló el camino Miró para los cuadros-taracea, cuadros que parecen formados por una yuxtaposición de objetos diversos aplastados encima del lienzo, cara por cara, luz por luz, sombra por sombra. Los bodegones de Picasso, de Gris, de Léger, de Braque, se limitan a sí mismos en la satisfacción de una armonía lograda. No ocurre así en las llameantes composiciones de Miró, que se basan en el gran tema fauve-cubista de la mesa con objetos. El bodegón de vituallas tradicional, el bodegón mecánico de la pipa, el libro, el juguete, el cuadro y los tejidos estampados, colaboran con fondos de luces y prismas analizados o de fluctuantes sinuosidades fauvistas.
El sistema de la taracea de objetos invita al aprovechamiento de documentos gráficos ya hechos, al collage real o a aquel falso collage del periódico representado en la mesa del tarro de cerveza, en la colección de la galería Pierre.›› Soby (1959) la pone en relación con Retrato de una bailarina española por la blandura de su textura y su realismo minucioso —siendo así un tempranísimo precedente del Bodegón del zapato viejo de 1937— y destaca la influencia del primitivismo de Henri Rousseau:
‹‹The fine Table with Glove (...) is comparable in handling to the Portrait of a Spanish Dancer in that both are glossy and bland in texture. At this time Miró’s interest in realism was still rising, and the painting of the crumpled glove foretells by sixteen years the meticulous technique (...) [de Bodegón del zapato viejo]. Moreover, the Table with Glove illustrates Miró’s attempt to simplify his forms through a deliberate primitivism which reflects his regard for the Douanier Rousseau (...)›› Dupin (1961, 1993) destaca las novedades que Miró presenta en esta pintura y se centra en que supera la fragmentada composición cubista para abordar una presencia única del objeto, mediante colores planos y una poderosa delimitación lineal:
‹‹La mesa con guante, del año siguiente, marca un nuevo grado en el proceso ‘objetivo’ de Miró. Ya no recurre a los procedimientos cubistas ni al análisis geométrico decorativo. Se priva de todas las técnicas que le ayudaban a obtener una representación frontal y se esfuerza en representar el objeto en su sola exterioridad. Esta depuración confiere a la tela un carácter monumental, desconocido hasta entonces en Miró. Ya no ensaya argucias, sino que ataca de frente el problema de la representación sin profundidad. Y la pintura plana triunfa, no sin dejar aparecer inquietantes amenazas sobre el resultado final del proceso. El entarimado desnudo busca la vertical, la parte superior del velador se yergue sin precauciones, con una brutalidad desconcertante. El jarro, el bastón, el guante, el periódico y la carpeta de dibujos resisten con dificultad, en su vigoroso aplanamiento y pese a su aplicado realismo, al vacío que los aspira, El potente esquematismo de esta tela muestra, no obstante, diversos grados de reducción plástica. La pura exterioridad que busca el pintor conduce a una especie de agrandamiento desproporcionado y alucinante de los objetos. En ausencia de toda intervención subjetiva, estos revelan la presencia del vacío que los habita y los desborda, un vacío inanimado y definitivo, un vacío muerto. Un vacío objetivo es un vacío muerto que no tiene nada en común con el vacío vivo de la meditación taoísta al que accederá Miró unos años más tarde. Pero el pintor piensa todavía que no aprehende suficientemente la realidad y proseguirá su desesperado esfuerzo hasta el límite de lo posible. La mesa con conejo, en la que se priva por primera vez tanto del lirismo del color como del lirismo de la forma, disimula mal, bajo su apariencia brutal, el malestar y la angustia del pintor.›› Rubin (1973) explica que esta obra representa una respuesta de austera simplicidad a la profusa decoración de La mesa (Bodegón con conejo) (1920) [CRP 74], una oposición que es una constante suya a lo largo de su carrera:
‹‹During much of his career, Miró’s painting has oscillated between the ornamental and the spare, configurations that in his work tend to induce their opposites. In these terms the almost primitive simplicity of the Museums’s Table with Glove, executed in 1921, may be viewed as a response to The Table, his most important prolix composition of the previous year.››
Rubin desarrolla el resto de su comentario a partir de este contraste y primero apunta que en esta obra no hay exceso decorativo ni alusiones a la estructura cubista, como sí las había en la obra anterior:
‹‹If the suave ornamentation of The Table is not to be found in Table with Glove, neither are the allusions to Cubist structure. Although the composition is likewise iconically frontal, and the tabletop is similarly tilted toward the picture plane, the effect here much less recalls Cubism (or antecedents in Cézanne) than it does naïf art —and doubtless Miró’s keen appreciation of the Douanier Rousseau—. The contours of the pitcher, cane, glove, and folio of drawings are generally much simpler and more summary than those of the motifs in The Table, and the uncovered part of the tabletop is treated as a bold, flat plane. Indeed, the conscious “awkwardness” of Miró’s drawing here Cespecially in the contouring of the glove and the rim of the tabletopC proposes a spirit of provincial stiffness and sincerity. This sobriety, which Miró no doubt felt as antidotal to the exuberance of The Table, would lead to greater simplification later in 1921 in the schematic reductions of Standing Nude [Desnudo de pie (1921); D 78. CRP 75].››
Luego analiza los diversos elementos, como la mesa del taller parisino de Gargallo que utilizó ese invierno, y elementos personales (el jarro, el guante, el portafolios, el bastón):
‹‹Miró’s choice in this picture of an almost rustic table on a simple support —as against the Baroque hyperbole of the furniture in The Table— is entirely in keeping with his shift in taste in 1921. To be sure, this particular table and pitcher were among the furnishing of Pablo Gargallo’s studio in the Rue Blomet that Miró was subletting at the time. The cane and portfolio belonged to Miró, as did the fur-lined glove that the artist recalls needing because the studio was so cold. Miró says he put the glove in the painting because it was so stiff that it had retained the shape of his hand. Indeed, schematized surrogates for Miró’s hand —and his eye— were to become the most frequent symbols of his improvisational paintings four years later.››
A continuación, describe el fondo monocromo de la pared, la mesa y los acabados de de color y la delineación (¿en algún caso una cursiva modernista?) de los elementos, extremos que son coherentes con la tesis de Rubin y buena parte de la crítica norteamericana de que Miró ya avanzaba en los primeros años 20 las grandes características del expresionismo abstracto:
‹‹The flat-flooted, intentionally obvious composition of Table with Glove —the parallelisms between the cane and portfolio and the table legs, the disposition of the objects around the center of the circular tabletop— suggests a “primitiveness” that belies the complex configurations of the still lifes of the previous year. This goes hand in hand with a much greater flatness than before, for which achievement —so crucial to his later art— Miró felt the need of momentarily discarding other compositional baggage. Likewise, the decorative, quasi-Fauve palette of 1920 gives way here to sober browns, ochers, and dull orange, relieved only by the saturated accents of red, mauve, and green in the cock inscribed on the pitcher and the dotted patterns of the portfolio. The intricate patterning of the cock and the almost Art Nouveau elegance of the ribbon bows serve as grace not for the sober line of the composition.››
Rubin, finalmente, comenta que asimismo esta obra avanza en la exploración de la monumentalidad, más allá del simple tamaño del formato, otro rasgo común al expresionismo norteamericano:
‹‹While the cost of Table with Glove’s austerity is the loss of much that fascinates us in Miró’s color and drawing of the years preceding, there is nevertheless a great gain in the direction to monumentality. The motifs, whose flattened forms reach out to touch the edges of the pictorial field, locking the configuration to the frame, seem larger than life. Here Miró presents fewer objects than in The Table, and shows them bigger, closer up. The effect makes the composition loom into the picture plane in a manner anticipating the immense personnages of later Miró style.›› Weelen (1984) la analiza como una obra superadora de su estilo anterior, que insiste en la esforzada delimitación de los objetos, reducidos a sus formas más puras y menciona (al final) la posible influencia de Léger:
‹‹La Table au gant est par sa cohérence une démonstration forte. Elle et ample, elle est stable. Un grand cercle souligné, une large horizontale, une verticale épaisse prolongée par deux lignes obliques appuyées sur un champ de parallèles. Quelques objets réduits à des formes élémentaires, cylindre, rectangle; sous le prétexte de la canne, une diagonale compensée par la forme molle et froissée d’un gant et les deux noeuds fanfarons du carton à dessins. Le discours des formes est insistant. Elles sont tour à tour plaquées, dressées, toutes sont mises en évidence. Elles sont cernées par le vide et investies par lui. Elles luttent contre son envahissement et à force de présence, deviennent semble‑t‑il dangereuses. Fernand Léger a travaillé sur de semblables équations, franches et brutales, mais dépourvues de ce caractère inquiétant qui appartient au regard de Miró.›› Lubar (1988), a partir del comentario de Soby de 1959, destaca en esta pintura la influencia de Henri Rousseau, que según Lubar aparece en la primavera de 1921 después de contemplar Miró una colección de pinturas del “Douanier” en las que reconocería su mutua afinidad por el arte popular.
Joan Miró. Desnudo
de pie (1921).
Desnudo de pie (1921) o Nu debout, un óleo sobre tela (130 x 96) [D 75. CRP 78] es una pintura sorprendente. Miró crea un escenario completamente innovador en su obra, con un recuadro geométrico de paralelogramos desiguales en negro, en la derecha remarcado por una línea blanca a modo de falsa cenefa, que juega con las convenciones del estilo arquitectónico de la pintura pompeyana y es apoyado por una plataforma inferior también negra, un rectángulo amarillento levemente anaranjado que vemos en diagonal, y un fondo de un azul muy claro en el que descuellan las bioformas y formas geométricas amarronadas con las que representa esta joven modelo.
Ya en sus retratos de 1919 había renunciado a remarcar los trazos del rostro y el cuerpo y aquí la desmaterialización da un paso más, visible en varios detalles: el pelo está recogido en un moño complejo con una forma oblonga y otra arriñonada, el rostro se presenta en un falso perfil, pues la mitad oculta se insinúa en un ojo circular; el codo del brazo de la izquierda es un rectángulo sobresaliente; la mano de la derecha es enorme, casi deforme, cual si su modelo fuera el David de Miguel Ángel y esta sugerencia la refuerza la postura de contrapposto y la sección rectangular negra sobre la que se sostiene el pie de la derecha, así como el mismo tamaño exagerado de los pies que se corresponde con el grosor espectacular de los muslos; por el contrario, el sexo se esquematiza en unos pocos pelos, como si nos halláramos ante un hermafrodita castrado.
Pero lo más llamativo son los elementos geométricos blancos que Miró dispone en puntos vitales de la figura: los senos, uno de perfil (como una bala) y el otro de frente (como un ojo); el ombligo que aparece aquí como un tercer ojo; la rodilla circular en la pierna izquierda aparenta ser sólo un elemento de transición que compensa en la parte inferior los elementos superiores; las lúnulas blancas de las uñas de los dedos de una mano y de los pies casan con los puntos (¿clavos?) de los talones y las largas uñas pintadas de blanco de la mano situada en la izquierda cuya simplicidad las hace análogas a las púas de un peine.
Dupin (1961, 1993) enfatiza que su preocupación fundamental es la representación de la esencia geométrica del cuerpo, apartándose del realismo de su obra anterior y preludiando la pintura fantástica:
‹‹En el Gran desnudo de pie se aleja de ese fuerte realismo en favor de una estilización franca que acentúa todavía más las deformaciones de la “odalisca” de 1918. Analiza y traduce el cuerpo con un vigor sin ternura. Pero numerosos signos traicionan ya los futuros aspectos de la mujer en la escritura poética que lo caracterizará en 1924. La rodilla y los senos, uno de perfil y el otro de frente, parecen como despegados del cuerpo, zonas blancas circunscritas por un trazo negro de regular curvatura. También las lúnulas blancas de las uñas de los dedos de las manos y de los pies, la extremada estilización del perfil y los cabellos pertenecen ya a la otra vertiente de su obra. El fondo no hace ahora la menor concesión al realismo, es una pura composición geométrica basada en dos colores. Esta pintura permite una doble lectura. La podemos considerar como el coronamiento de los desnudos de la primera manera; pero podemos detenernos asimismo en ciertos elementos de forma, ciertos detalles, un clima, que prefiguran del modo más sorprendente las pinturas fantásticas de los próximos años.›› Penrose (1964) comenta: ‹‹The exuberant stylized realism of the nude of 1918 has here been abandoned in favour of severe simplifications. This painting forms a link with previous drawings and paintings of nudes, but we find also elements of stylization and symbolism which are pregnant with new inventions.›› Weelen (1984) también la analiza formalmente como el contraste entre los rasgos geométricos (las figuras del cuerpo, el recuadro) y los realistas (los grandes pies):
‹‹Le Nu debout, autrefois de la collection Penrose, est tout autant sec que dur. Cette femme aux seins de bois blanc n’est rien d’autre que Penthésilée sur fond de ciel se préparant a ferrailler et dominant le podium olympique. Son corps ocre de sportive, réduit à des formes simplifiées et numérotées, ne semble pas d’une essence très différente que celle des verticales, du carré, du rectangle noir qui l’enferment. Seuls, des pieds énormes comme des palmes, une main de bucheron disent la façon dont Miró la considère et ajoutent à notre confusion. Il y a de la hargne là‑dessous.›› Prat (1990) explica estas mismas contradicciones, apoyándose en Dupin y Weelen:
‹‹Ce tableau réunit, comme beaucoup d’autres toiles de la même période, un savoureux mélange d’éléments apparemment contradictoires, qui parviennent à se rassembler en un tout homogène. D’abord, un encadrement noir forme une niche peinte, où le nu s’inscrit de la manière dont étaient abritées les Èves médiévales. Seulement, il est décalé, s’affaisse à droite pour mieux enserrer le mouvement des bras. Le plan noir ainsi augmenté menaçait d’être trop lourd: Miró l’allège d’un filet gris. Dans cet espace, sur un fond également gris, le modèle se dresse, posé sur une sorte de socle noir trapézoïdal. Pour combattre l’illusion de perspective qui pouvait en découler, Miró y insère un autre trapèze, ocre celui-ci, dont l’inversion par rapport au premier en annule l’effet de profondeur tout en permettant de poser la figure. Elle s’y ancre du pied droit, le gauche, au talon levé, projetant une ombre signalée par un pseudo rentangle noir. Le traitement vigoureux qu’il fait subir aux pieds et à la main gauche du nu pourrait l’apparenter à un certain réalisme symbolique ou social, comme la représentation crue du pubis surmonté par un ventre légèrement avachi. Les taches noires des yeux, l’un de face, l’autre de profil, celles des cheveux vus sous les mêmes angles contradictoires, le traitement angulaire de la jambe droite sont autant de réminiscences du cubisme. Mais Jacques Dupin fait très justement remarquer l’apparition de signes nouveaux, ici peints en blanc: un cercle marque la rotule droite, les seins (face et profil) et les ongles semblent soudainement aussi incongrus que le serait un signe typographique. En fait, il s’agit plus de signes que d’éléments descriptifs. Ils vont proliférer et peu à peu envahir l’oeuvre. Incongrus, mais pas hétérogènes: c’est justement l’accumulation de ces procédés différent qui rend celui-là crédible, pas plus déplacé que les autres auxquels il s’intègre sans à-coups.››
Las bailarinas españolas de 1921.
Miró. Bailarina española (1921). [No figura en cat. de Successió Miró.]
Bailarina española (1921) es un óleo sobre tela (105 x 74) [D74. CRP 79], una versión del tema de la bailarina, esta vez de un trazo rápido y sencillo sobre un fondo negro, como el recuadro negro del coetáneo Gran desnudo de pie.
Dupin (1961, 1993) explica que:
‹‹El esquematismo se acentúa todavía más en la Bailarina española sobre fondo negro, aunque con menos acierto o una premura aún prematura. Esta Bailarina española (y no negra, como tan a menudo se ha escrito a causa del color del fondo) está únicamente representada por la línea de su contorno, línea bastante indecisa que se destaca en blanco sobre el fondo. El color puro aparece en aplastos en el ultramar del delantal, en el amarillo y rojo de los pañuelos, en el rojo de la boca y del collar, en el anaranjado de la peineta. Con sus arabescos muy simples y con sus colores puros, esta obra anuncia la futura técnica de Miró. El carácter desconcertante de premonición constituye su único interés, pues su estilización, muy sumaria, no supera el nivel de un cartel.›› Bonnefoy (1964, en traducción española de 1970) se detiene en las dos Bailarina española de 1921, la primera más realista, la segunda tan simplificada, apenas unos trazos blancos sobre un fondo negro de cartón. que parece una burla de la primera: ‹‹En efecto, al arruinar los medios del pintor moderno de la apariencia, e incluso las pretensiones de la apariencia de representar lo real, Miró ha encontrado en esta segunda Bailarina esta expresión directa del sentimiento instintivo que la pintura había dominado excesivamente y casi olvidado. / (…) En una palabra, la solución que esboza esta Bailarina, y que Miró proseguirá, es la de pasar de la representación —que pone en juego al individuo que percibe— a la señal, en la que esta conciencia individual se borra, para dejar hablar a la vida misma, de una manera inmediata y libre. Ciertamente, con sus metáforas y sus símbolos determina el inconsciente.››
Miró. Retrato de una bailarina española (1921).
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