Joan Miró. El trío de figuras humanas de 1926-1927 en la serie “Paisajes y figuras”.
Miró elabora en 1926-1927 un trío de pinturas de figuras humanas que corresponden por su estilo y su época a la serie de “Paisajes y figuras”: la Mano atrapando un pájaro (1926), un Desnudo (1926) y una Cabeza (1927).
Miró. Mano atrapando un pájaro (1926). [https://successiomiro.com/catalogue/object/54]
Mano atrapando un pájaro (1926) o Main à la poursuite d’un oiseau es un óleo sobre tela (92 x 73) realizado en Mont-roig en el verano, de col. particular [D 174. CRP 218.] Está relacionado con dos dibujos previos.[1] Y con una obra de título similar, Mujer persiguiendo un pájaro delante del mar (1926), un carboncillo y acuarela (63 x 48) en el que trata el tema de una mujer estilizada jugando a atrapar un pájaro; sus enormes pies y un solo brazo gigantesco se remiten formalmente a la obra anterior, así como el horizonte, cortado por el mar negro.
La pintura Mano atrapando un pájaro es de un tamaño muy utilizado en este verano, y sus dos bocetos previos apenas tienen diferencias entre sí en los detalles —excepcionalmente, en esta pintura Miró toma rasgos de los dos dibujos y no sólo del segundo—, pero con una notable mayor seguridad y estilización en el final.
Sobre un fondo azul muy homogéneamente trabajado, se recorta —al modo biomorfo de Arp— la inmensa mano blanca, de cuyo dedo pulgar alargado hasta desmaterializarse pende un pájaro cuyo pico sorbe la energía de la sangre —como sugieren los colores negro, rojo y amarillo de su cabeza—, aunque su cuerpo ovoide insinúa un insecto que aún está saliendo de su crisálida y chupa la sangre vital de la mano; refuerzan esta interpretación el color lechoso de la mano y que los dedos semejen una ubre femenina.
Se puede relacionar también esta obra con tres dibujos eróticos muy explícitos de 1925-1926, en los que la mano se dirige a atrapar un pene o un pecho (FJM 2581b, 753, 754), pues en lenguaje popular escatológico “pájaro” equivale a pene. Es posible establecer una interpretación erótica de que el pájaro-pene juega a que la mano le acaricie, y se relacionaría con tema del dibujo Sin título (1924) (48 x 63) realizado en París (V-1926) [<Joan Miró 1917-1934: la naissance du monde>. París. MNAM (2004): nº 98.], uno de los más eróticos de Miró, en el que el hombre parece soñar con una masturbación ante la imagen de una mujer.
Dupin (1961, 1993) destaca la evolución de los dos esbozos hacia la pintura, el carácter indefinido de los dedos y la austeridad cromática:
‹‹Esta última es un asombroso acierto entre pintura nocturna y pintura diurna. El primer esbozo, minúsculo, es una línea trazada con pluma, todavía vacilante y en busca de sí misma. El segundo dibujo, el desarrollo de un arabesco que describe, de un solo trazo continuo y como desvanecido, los meandros de los cinco dedos, el más alto de los cuales termina en una cabeza de pájaro. Volvemos a encontrar en la tela la inmensa mano blanca sobre fondo azul, con sus dedos indefinidos, como formados por el movimiento mismo de un fluido espeso que se desparrama; el pulgar se prolonga en forma de pájaro cuya cabeza ha sido finamente pintada de varios colores, y no hay más acentos coloreados que las uñas de los dedos modelados en lúnulas precisas. La extrañeza poética es considerable en una cautivadora depuración plástica y coloreada.››[2]
Penrose (1964) comenta: ‹‹With this extrarodinary arabesque which unites the white design of a hand with its blue background, Miró describes with vivid simplicity the phenomenon of physical contact with the intangible.››[3]
Pere Gimferrer.
Gimferrer (1993) explica la traslación de los dos esbozos a la pintura:
‹‹Más fácilmente descriptibles son las diferencias entre los diversos estadios de Mano atrapando un pájaro —ninguno de los cuales, naturalmente, puede prever el tratamiento colorístico que tanta importancia tendrá en la tela—. El estadio más antiguo si hemos de juzgar por el modelado general, relativamente alejado aún de las soluciones definitivas, ofrece, en comparación con el esbozo siguiente, la particularidad de indicar las dos uñas que serán objeto de tratamiento específico de color en la tela, indicación ausente, en cambio, en el esbozo más maduro. En éste, la cabeza del pájaro arrancará aun directamente, como un simple apéndice, del dedo pulgar, mientras que la tela solucionará esa transición con una zona más estrecha, intermedia, tratada en negro, entre el dedo y el nacimiento de la cabeza. Por otra parte, el esbozo sólo prevé un ojo en el centro de la cabeza del pájaro, no el doble círculo —bicromo, incluso tricromo, en el caso del círculo exterior— que en la pintura le dará una entidad supraanatómica. La forma del pico, cada vez más panzuda y menos alargada —es decir, cada vez menos fiel a cualquier posible anatomía, y más homóloga, en cambio, a las formas igualmente mironianas y no anatómicas que, desde el segundo esbozo, han adoptado los dedos —tampoco llegará a concretarse definitivamente hasta la tela, y la línea transversal que en los dos esbozos atraviesa el pico por su base más estrecha, es decir, por el punto de transición entre pico y cabeza, se desplazará en la tela hasta la mitad del pico.››[4]
Miró. Desnudo (1926). CRP 219 (b/n). [https://www.researchgate.net/figure/Joan-Miro-Female-Nude-1926-Oil-on-canvas-924-737-cm-Philadelphia-Museum-of-Art_fig5_361893050]
Desnudo (1926) o Nu es un óleo sobre tela (92 x 73) realizado en Mont-roig (agosto-diciembre 1926) de col. Philadelphia Museum of Art, Louise y Walter Arensberg Collection.[5] [D 178. CRP 219.] Está relacionada fielmente con un boceto previo[6] que nos presenta a una mujer de figura estilizada, con un cuerpo de pez con cabeza de pájaro, mientras que una hoja con función de aleta-ala brota de su torso. Combalía (1983) destaca su motivo erótico: ‹‹Temas como el de la sexualidad femenina están presentes en (...) Desnudo (1926...), con cabeza de pájaro y cuerpo de pez, del que brota una hoja.››[7]
Dupin (1961, 1993) describe esta obra, destacando su tema cargado de humor erótico y sus rasgos formales entremezclados de las pinturas oníricas y los paisajes imaginarios:
‹‹El Desnudo de 1926 conserva ciertos caracteres de las pinturas oníricas (el cuerpo blanco y ondulante, el fondo animado, los ejes punteados), pero las formas precisas y fijas, los colores francos, los emparejan más bien con los paisajes. La mujer está representada con humor y desenfado, con abierta y juguetona alegría, que Miró emplea rarísimas veces cuando se trata de la representación femenina. El humor reside en el ensamblaje, una sucesión de metáforas ingenuas que podríamos comparar, aunque con extrema prudencia, con los cuadros de ensamblaje de Arcimboldo, que los surrealistas habían sacado del olvido. El cuerpo de la mujer es un gran pez blanco, el seno de la izquierda, de perfil, es una pera amarilla, el seno de cara de la derecha es una naranja roja y el sexo una amplia hoja de árbol, verde con nervaduras negras. La cabeza, sobre la que distinguimos una sombra verde, está reducida a un óvalo en cuyo centro, rojo y amarillo, se abre la diana alucinante de un ojo desmesuradamente abierto. La cabellera, ocre y fuego, se despliega como una vela sobre el fondo azul de Prusia. Sin embargo, el humor es en este caso un procedimiento de representación, no un efecto obtenido. Es el travesti cuya desnudez femenina el pintor cubre púdicamente y al mismo tiempo desvela. No tardan en desaparecer los objetos que la constituyen y nos vemos directamente sometidos a la extrema sugestión erótica de las formas ondulantes, del flotar de la cabellera ante la fijeza del ojo y de todas las curvas con sus prodigiosas inflexiones, de los colores con su precisa vibración.››[8]
Roland Penrose.
Penrose (1964) comenta:
‹‹Here instead of an atmospheric rhythmic background the ground is uniformly deep blue but the picture has none the less the quality of dreams emphasizing the point that these are not paintings of dreams but dream paintings. The gaiety with which the female form is invented makes this a rare and rightly celebrated work. The transformation of the body into a fish, the breasts into the shapes of brightly coloured fruit, the sex into a green leaf, the head into an ovoid form with its staring red eye, and the hair into a flag-like shape blowing in the wind, give the nude a humour which is unusually light-hearted and yet deeply significant.››[9]
Weelen (1984) la analiza desde un punto de vista más formal para adentrarse luego en su concepción poética:
‹‹Sur un fond sombre deux lignes croisées discontinues tiennent la surface et la partagent en deux zones inégales. L’axe vertical traverse une blancheur exsangue, étrange, pendue dirait‑on. Aux alentours, disposées en cercle, gravitent des formes: bleue, blanche, jaune, rouge et terre de Sienne, orange et jaune, verte et rouge, ocre clair. Elles semblent collées sur la surface, plates, fixes et pourtant fluantes. A l’exception de la feuille‑poisson il serait dangereux de leur attribuer un nom précis. Ici tout est instable, même si le contour par sa netteté paraît vouloir accréditer le contraire.
Ces axes sont‑ils des lignes ou des tirets pour diriger le regard? Douces ondulations, cambrure, renflement, courbes, globes purs, étirement sont disposés avec une science consommée. Ce tableau semble tirer son mystère d’une incertitude qui va être formulée. Si sa construction est précise elle laisse percevoir néanmoins une tension presqu’imperceptible —déplacement proche de l’effleurement léger comme une plume—. Toutes ces formes font écran, ne disent pas ce qu’elles sont et très certainement pas l’opposé de ce qu’elles veulent paraître. L’opposition serait trop dure. Elles ne se voilent pas, elles se dérobent. Pour s’effacer elles se préparent à s’enfoncer dans l’épaisseur de la nuit pour des jeux de cache‑cache lascifs et imprévisibles.››[10]
Düchting (1989), siguiendo a Dupin, la analiza como un sueño que trasciende lo erótico:
‹‹Este “desnudo” tiene también mucho que ver con la pintura onírica. Está compuesto de diversos objetos adjuntos, a la manera del pintor italiano Arcimboldo. Un pez blanco configura el cuerpo de la mujer; el seno izquierdo, de perfil, semeja una pera; el derecho, visto de frente, una naranja; y el pubis, una hoja verde de venas negras. La cabeza grande y flotante muestra un ojo rojo de mirada fija y penetrante. Sobre ella ondula en forma de estría la cabellera café. La obviedad de los objetos desaparece en el contexto compositivo. El cuadro deja atrás la sugestión erótica del cuerpo de la mujer y sus atributos femeninos.››[11]
Gimferrer (1993) explica sobre la transposición del boceto a la pintura:
‹‹(...) las discrepancias entre el esbozo y la tela, aunque significativas, son escasas y dependen en gran parte de la ejecución pictórica. No está prevista en el esbozo sino de una manera muy sumariamente indicativa la gran franja verde que ocupará el lado izquierdo del ojo; la forma que emana de la derecha de la pupila, y que puede evocar una banderola, se presenta unida y compacta, con pelo y cohesión de volumen corpóreo, en la tela, y está deshilachada, como hecha de flecos, en el esbozo. Otras diferencias son tal vez más importantes aún. En el esbozo, la posición de la boca del pez guarda una correspondencia, exactamente paralela, con la vertical axial de la línea de puntos que cruza el centro de la pieza; en la tela, la boca está abierta a medias, rompiendo esa correlación e iniciando una dimensión proyectiva hacia la derecha que será ampliamente corroborada por el mayor ensanchamiento de la parte del pez, mucho más sobresaliente que en el esbozo. Por otra parte, la forma ondulada que sale del centro de la forma esférica situada en la parte central derecha de la tela y se proyecta hacia abajo ha variado su modelado y, sobre todo, se cierra con una moldura de arabesco con proyección hacia el extremo derecho que estaba ausente en el esbozo. Como en otros casos, hay muchos detalles que son del dominio exclusivo de la coloración y los dictados de la pintura como tal, que el dibujo no podía reflejar; en otros aspectos, empero, lo afectado —aunque sea de rebote por parte de hechos exclusivamente pictóricos— es, propiamente, la configuración de las formas, y, en este sentido, podemos decir que han sido modificados los datos del esbozo en un límite superior al atribuible sólo a la diferencia entre dibujo y pintura.››[12]
Green (2000) toma esta obra como modelo para explicar la cuidadosa (y engañosamente espontánea) metamorfosis que Miró realiza a partir de los materiales originarios: ‹‹(...) Miró, tanto en las obras simples como en las complejas de mediados de los 20 une el descubrimiento de metáforas poéticas en la imaginación y la generación de una imaginería visual de una manera que, desde un punto de vista bretoniano, es ejemplar.››[13]
Green destaca en su argumentación una cita de una carta de Miró a Leiris, fechada el 10 de agosto de 1924, en la que el artista se refiere al Dibujo preparatorio para Retrato de la Señora K (1924), un lápiz grafito sobre papel (19,1 x 16,5) (FJM 650a), que servirá también dos años después para Desnudo (1926):
‹‹Figuración, de uno de mis últimos [cuadros] de X... Retrato de un encantadora amiga de París. Empiezo con la idea de tocar su cuerpo muy castamente, empezando por el costado y subiendo hasta la cabeza... Una línea vertical para los senos; uno es una pera que se abre y esparce pequeñas semillas (esos maravillosos corazones de la fruta). Al otro lado, una manzana picoteada por un pájaro. Salen chispas de la herida causada por el picoteo. Más abajo, atraviesa el sexo (insisto en mis muy castas y respetuosas intenciones) una cometa con su cola luminosa; cabellera rubia; en una mano lleva una flor con una mariposa describiendo círculos a su alrededor; la otra mano trata de agarrar un huevo que da vueltas, con un círculo luminoso a su alrededor. En la esquina superior del lienzo hay estrellas.››[14]
Green (2000) retoma luego su discurso, para subrayar que el automatismo era indirecto, pues Miró parte de un borrador previo automático para luego trasponerlo a la pintura con imágenes muy elaboradas en su meditada simplificación:
‹‹El lienzo, que en realidad no se pintaría hasta dos años después, reduce la imaginería, pero aún queda mucho. La avalancha de metáforas se detiene en simples signos rimados, pintados con insuperable precisión. El huevo se ha convertido en la cabeza, el torso se ha convertido en un pez (un eco de la mujer-lenguado en camisa de Picasso) del que sale un sexo en forma de hoja de parra, pero los senos en forma de manzana y pera siguen a ambos lados, aunque ahora Miró pela la manzana en vez de la pera.››[15]
Eileen Romano (2005) comenta:
‹‹Este Desnudo de Miró tiene mucho en común con los cuadros “oníricos” realizados por el artista entre 1926 y 1928. Aunque hay atributos del cuerpo femenino muy precisos e identificables, en la visión general de la obra no son perceptibles de forma inmediata. Es como si el cuadro fuese visible en dos planos paralelos y distintos que, sin embargo, vemos aquí en una perfecta unidad de elementos gráficos y pictóricos. Hay un plano en el que observamos el pez que compone el costado, la pera y la naranja que sustituyen a los senos, la hoja que representa el sexo femenino, la cabellera ondulante al viento y el movimiento sinuoso del costado, que confiere feminidad a la representación.
El artista cultiva asiduamente estos temas que unen lo humano y lo animal, lo vegetal y lo fantástico. Esto puede deberse al vínculo que existe en este momento entre Miró y la poesía. En este periodo, Miró perpetra su “asesinato” del cubismo, que concebía sólo una unidad visual de tipo espacial y no una unidad mental y espiritual. En el caso de Miró, el inconsciente no se manifiesta sólo visualmente sino también a nivel sensorial y corpóreo, en un conjunto que por ello parece en ocasiones que se puede tocar. Observar detalladamente la realidad y obtener de ella inspiración para un nuevo cuadro no son operaciones tan alejadas. En Miró, la realidad nunca está separada de su obra, como las emociones, que nacen de su interioridad y no están nunca desligadas de lo que en la realidad las ha provocado.››[16]
Miró. Cabeza (1927). CRP 246.
Cabeza (1927) es un óleo sobre tela (130 x 195) realizado en Mont-roig (fin VII a XII-1927) de col. MNAM de París.[17] [D 185. CRP 246.] Está relacionada con dos dibujos previos.[18] La forma de habichuela de la cabeza adquiere en el primer boceto y en la pintura una resonancia macabra que la podría vincular con las imágenes (casi idénticas) de la artesanía mexicana referentes a la popular “fiesta de la muerte”.[19]
Máscaras en la fiesta mexicana del Día de los Muertos.
Gimferrer (1993), al explicar el paso de este boceto a la pintura, encuentra un referente en el arte oceánico, pues explica que: ‹‹evoca el hieratismo de las esculturas de la isla de Pascua, el simple trazado de los contornos de la cara dejará el sitio, en la pintura a un tratamiento bastante diferenciado de los ojos, la nariz, la boca y diversas zonas interiores del rostro.››[20]
Tomàs Llorens (2008) también la relaciona con las esculturas moai de la isla de Pascua o con relieves biomórficos de Arp, y sugiere que por su tamaño y relación icónica con el tema del origen o creación del mundo se podría incluir en el grupo de seis paisajes del verano de 1927, completando así las siete grandes telas a las que se refiere en su declaración a Trabal de 1928.[21]
Ya comenté arriba que a veces los motivos naturales y en especial los vegetales aparecerán después de haberlos representado y Miró los transformará para apropiárselos. En 1958, en un paseo por los alrededores de su taller de Mont-roig, Scheidegger capta en una foto el momento en que Miró retoca una hoja de chumbera hasta formar una cabeza humana análoga a una alubia o una paleta estilizada, la misma del Retrato de E. C. Ricart (1917) [CRP 53] y de algunas obras de 1925-1927, desde Pintura (1925) [CRP 162] hasta esta Pintura (1927) [CRP 246].[22]
NOTAS.
[1] Dibujo preparatorio para Mano atrapando un pájaro (1926). Lápiz grafito sobre papel (7 x 5,6) de col. FJM (750). [Malet. Obra de Joan Miró. 1988: fig. 347. / <Joan Miró>. FJM (1993): fig. 75 i.]. Dibujo preparatorio para Mano atrapando un pájaro (1926). Lápiz grafito sobre papel (18,6 x 14,9) de col. FJM (749). [Malet. Obra de Joan Miró. 1988: fig. 348. / <Joan Miró>. FJM (1993): fig. 75 ii.]
[2] Dupin. Miró. 1993: 136-137.
[3] Penrose. <Miró>. Londres. The Tate Gallery (1964): 26.
[4] Gimferrer. Las raíces de Miró. 1993: 108.
[5] Walter C. Arensberg, magnate de Hollywood, la compró en los años 30.
[6] Dibujo preparatorio para Desnudo (1926). Lápiz grafito sobre papel (18,6 x 14,9) de col. FJM (752). [Malet. Obra de Joan Miró. 1988: fig. 351.]
[7] Combalía. “El País” (22-IV-1983).
[8] Dupin. Miró. 1993: 136-137.
[9] Penrose. <Miró>. Londres. The Tate Gallery (1964): 26.
[10] Weelen. Joan Miró. 1984: 79.
[11] Düchting, en Erben. Joan Miró. 1989 (revis. de 1959): 56.
[12] Gimferrer. Las raíces de Miró. 1993: 115.
[13] Green. Arte en Francia 1900-1940. 2001: 214-215.
[14] Carta de Miró a Leiris. (10-VIII-1924). cit. Rowell, 1987: 86-87.
[15] Green. Arte en Francia 1900-1940. 2001: 215-216.
[16] Romano, Eileen (dir.); et al. Miró. 2005: 116. La fotografía de p. 117 de color es excelente.
[17] Vendida por la Galerie Pierre a Breton, pasó a su viuda Elisa. Colgaba en la pared principal de su estudio, junto a Cabeza (1927). Pasó en 2003 al MNAM de París, por dación de 2002.
[18] Dibujo preparatorio para Cabeza (1927). Lápiz grafito sobre papel (19,1 x 16,5) de col. FJM (650 b). [Malet. Obra de Joan Miró. 1988: fig. 356.]. Dibujo preparatorio para Cabeza (1927). Lápiz grafito sobre papel (27,3 x 21,2) de col. FJM (791). [Gimferrer. Las raíces de Miró. 1993: fig. 200. / Malet. Obra de Joan Miró. 1988: no en cat.]
[19] La prensa ilustrada de los años 20 y 30 publicó varios reportajes sobre esta “fiesta de la muerte” (cada año el 1 y el 2 de noviembre, el primero para
Todos los Santos, en especial los niños, y el segundo para Fieles Difuntos, los
adultos), comenzando una especie de moda en EE UU y Europa, lo que explica que Eisenstein realizará un documental sobre esta fiesta, en abril-diciembre de 1931, como parte del filme que debía titularse (Qué viva México!, y que se montó sin su intervención.
[20] Gimferrer. Las raíces de Miró. 1993: 116.
[21] Llorens. <Miró: Tierra>. Madrid. Museo Thyssen-Bornemisza (2008): 82, n. 8.
[22] Beaumelle. Miró. 1993: 90, reprod. de la foto de Scheidegger con Miró y la chumbera en Mont-roig.