Joan Miró en 1909.
Incendios en la Semana Trágica de Barcelona.
El gran acontecimiento de 1909 es la Semana Trágica de Barcelona, sucedida del lunes 26 al sábado 31 de julio. [1]
Fue una revuelta popular muy desorganizada (no hubo comité directivo), en la que se mezclaban la protesta contra el envío de tropas a la guerra de Marruecos, los conflictos anticlericales, lo que explica que fueran incendiados sesenta establecimientos eclesiásticos) y, finalmente, las reclamaciones por los bajos salarios de los obreros urbanos, lo que explica la convocatoria de la huelga general por la Federación Socialista de Cataluña y la anarcosindicalista Solidaridad Obrera (recién fundada en 1907). Así que sólo las clases populares participaron, mientras que la burguesía catalana se mantuvo al margen. Hubo un centenar de muertos entre los disturbios y la represión final, cuando intervino el ejército por orden del gobierno Maura. Los juicios posteriores acabaron con cinco condenas de fusilamiento, entre ellas la del conocido pedagogo anarquista Francesc Ferrer i Guàrdia, director de un centro de enseñanza ácrata, aunque no había participado en los hechos violentos.
El juicio contra Ferrer en la Cárcel Modelo de Barcelona.
Destaco de la Semana Trágica dos puntos por su referencia a Miró.
Primero, su carácter de quiebra interna del movimiento catalanista, que se había unido en la exitosa empresa de Solidaritat y que se separó definitivamente en izquierda y derecha ante el estallido de violencia popular y la ulterior represión. A largo plazo, Miró hubo de optar entre estas dos corrientes catalanistas, la derecha y la izquierda, y a pesar de las dudas iniciales, lo hizo finalmente por la más progresista. Otra casi inmediata consecuencia ideológica es que la revuelta abocó a una sustitución como pensamiento preponderante en los círculos catalanistas de derechas del modernismo por un noucentismo conservador basado en el idealismo irracionalista, pues su líder, el obispo Torras, creía advertir una debilidad política y cultural del modernismo para afrontar los vientos de rebeldía popular, o sea, su insuficiencia para aglutinar un consenso social en Cataluña que no pusiera en cuestión su jerarquía en la pirámide social. Así, en lugar de abrirse a la moderna Europa nórdica, los intelectuales orgánicos del catalanismo conservador, especialmente Ors y Carner, volvieron los ojos a una visión irreal y fantasmagórica de la clásica Europa mediterránea. 1909 es pues un jalón hacia el triunfo del irracionalismo conservador en los círculos políticos catalanistas, lo que, al fin, será una rémora más en la modernización de Cataluña, como se comprobará en la ulterior marginación de sus mejores vanguardistas, como Miró y Torres García.
Segundo, el joven Miró no hizo nunca mención de la Semana Trágica en su correspondencia y sus recuerdos, pese a que contaba ya con 16 años y debió ser un testigo directo de uno de los acontecimientos fundamentales de la historia catalana de principios de siglo. Ese silencio demostraría que su conciencia político-social progresista no se había aún desarrollado en esta época. Probablemente su familia y él mismo, de estricta formación conservadora y católica, estaban horrorizados ante la subversión del orden social y el carácter antirreligioso de la revuelta.
Sin embargo, en 1909, salvo en esos días de julio, no disminuyó la actividad cultural en Barcelona: Santiago Segura inauguró la galería El Faianç Català, en la que promovió el arte de vanguardia, y a cuyas exposiciones acudirá a menudo el joven Miró; además apareció en Barcelona la revista satírica “Papitu”, ilustrada por Feliu Elias (“Apa”), Aragay, Gris, Junoy, Lata, Nonell, Pidelaserra..., que fue una de las lecturas favoritas de Miró y otros jóvenes artistas catalanes.
Marinetti. Manifiesto del futurismo. “Le Figaro” (20-II-1909).
París está entonces en plena ebullición artística: Marinetti publica en “Le Figaro” (20-II-1909) el Manifiesto del futurismo, primera proclama de modernidad que influye, entre otros, en los artistas italianos Balla, Boccioni, Carrà, Russolo y Severini (que publican su Manifiesto técnico de la pintura futurista en Milán en 1910); y en Barcelona influye tanto en la poesía de Salvat-Papasseit como en la pintura cubofuturista de Miró a finales de los años 10; y, no menos importante, demuestra a los futuros dadaístas y surrealistas la eficacia del panfleto político-estético como instrumento de acción.
No hay noticias privadas destacables de Miró en este 1909, salvo que es probablemente este año que estudia artes decorativas con su maestro modernista Josep Pascó, que le influye con su decorativismo y gusto por el arte popular.
NOTAS.
[1] Para situar la Semana Trágica en el contexto histórico de principios de siglo véase Romero Maura, Joaquín. “La rosa de fuego”. El obrerismo barcelonés de 1899 a 1909. 1989, en especial 461-542. / AA.VV. Dossier: La setmana tràgica. “L’Avenç”, 2 (V-1977) 18-54. Un punto de vista más personal y cercano a la experiencia del joven Miró, en el dietario del periodista “Gaziel”, Tots els camins duen a Roma. Memòries: Història d’un destí (1893-1914). 1981 (1959): 121-133. / Geli, Carles. Borrachera de fuego y sangre. “El País” (5-V-2009) 39.
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