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martes, febrero 16, 2021

Joan Miró. Comentario: La trampa y otras obras (1924).

Joan Miró. Comentario: La trampa y otras obras (1924).

La trampa (1924).
Pintura (1924).
El gentleman (1924).
La serie de los ‘juguetes’.
Los juguetes (1924).
La lámpara de petróleo (1924).

La trampa (1924).


Massot, Josep. Un ‘miró’ propiedad de André Breton sale a subasta en Christie’s. “El País” (16-II-2021). [https://elpais.com/cultura/2021-02-15/un-miro-propiedad-de-andre-breton-sale-a-subasta-en-christies.html] ‘La Piège’ (La trampa) es un óleo (92 x 73, según el artículo) de 1924, año decisivo de la eclosión surrealista del pintor. También se venden otras tres obras suyas, menos excepcionales.



La trampa (1924) o ‘La Piège’ es un óleo sobre tela (93 x 75) [D 95. CRP 97], que estuvo en la col. particular de André Breton. 
En la obra el microcosmos de Mont-roig reaparece, aunque Miró hace un esfuerzo de eliminación y simplificación de los elementos, a fin de evitar el recargamiento del boceto preparatorio (FJM 641a). Se reconoce como un autorretrato del artista en la playa, en el papel de cazador metamorfoseado en un árbol con cabeza solar, lanza una aparatosa ventosidad, y un pene erecto que orina o insemina la arena, en la que vemos un limón (símbolo en el arte de un amor contrariado que ha dado disgustos) partido que tal vez esconde un perro (símbolo de fidelidad), una liebre y un gallo. Al fondo el mar riela con puntos dorados y en la derecha surgen unas velas y sobre ellas unas nubes azules que anuncian vientos propicios. ¿Podría significar que un Miró optimista, cargado de energía animal, está dispuesto a conquistar París y tal vez también el amor de una mujer que ha resistido sus peticiones amorosas?

Penrose (1964) comenta: ‹‹This image of cosmic fertility was acquired by André Breton soon after if was painted. It became significant to him as the beginning of Surrealism which was launched that year as an active movement by his Manifeste du Surréalisme.››[1]
Picon (1976) explica el paso del dibujo al cuadro: ‹‹El cuadro La trampa eliminará algunos detalles, pero conservará los elementos esenciales del dibujo: el cazador camuflado tras las hojas del árbol, con el falo en erección, el perro escondido en el limón, el mar, las velas.››[2]
Fèlix Fanés (2007), por su parte, explica esta obra como un ejemplo de la importante influencia que el mundo icónico de la historieta (en especial la catalana) tuvo sobre Miró (como en Picasso y los vanguardistas en general), en este caso con la antropomorfización de animales o vegetales con una intención escatológica y satírica: ‹‹La influencia debe buscarse especialmente en el árbol, cuya copa se ha convertido en la cabeza de un hombre bigotudo; las hojas, en brazos, y el tronco, en cuerpo que se bifurca en dos piernas de las cuales emerge el voluminoso pene (pelos y testículos incluidos), con tres líneas de puntitos en representación de la orina, mientras que por detrás tres líneas rectas anuncian una inequívoca ventosidad.››[3]    

NOTAS.
[1] Penrose. <Miró>. Londres. The Tate Gallery (1964): 22.
[2] Picon. Joan Miró. Cuadernos catalanes. 1976: 71-72.
[3] Fanés. Pintura, collage, cultura de masas. Joan Miró, 1919-1934. 2007: 164.

Pintura (1924).

Pintura (1924) o Peinture o Rojo y negro o Composición es un óleo sobre tela (51 x 67) [CRP 106] relacionado con un dibujo previo.[1] Muestra un personaje cuyo cuerpo tiene forma de botella tumbada —¿en referencia a una borrachera?—, pero con la cabeza levantada, como un sol delineado en un grueso negro. Los brazos se abren en un vuelo a los lados, sugiriendo el paso vacilante del borracho.

NOTAS.
[1] Dibujo preparatorio de Pintura (Rojo y negro) (1924). Lápiz carbón sobre papel (16,5 x 19,1). Col. FJM (661a). [Malet. Obra de Joan Miró. 1988: fig. 246.].

El gentleman (1924).


El gentleman (1924) es un pequeño óleo sobre tela (52 x 46), comprada por primera vez por André Breton y hoy en la col. Kunstmuseum, Basilea [D 99. CRP 107]. El tema es el paseo matinal de un caballero inglés. Destaca dentro de la serie por su fondo de intenso color verde, sobre el que Miró escribe un Yes, casi el único rasgo que se conserva del esbozo preparatorio, estudiado por Gimferrer, destacando su simplificación y estilización ideogramática.[1] Este grito es tal vez una afirmación de su confianza en haber alcanzado un innovador estilo personal. El número “XII” es posible que se refiera a que la acabase en diciembre o a los doce meses del año (como símbolo del incesante fluir del tiempo). Se relaciona por sus elementos mecánicos con Autómata y por su pie con Bailarina y Sourire de ma blonde. Doepel (1985) sugiere una conexión con Le Surmâle de Jarry, siendo el caballero un retrato del protagonista, André Marcueil.[2]

Penrose (1964) comenta: ‹‹A small painting full of wit rather than caricature, it is a splendid example of Miró’s lightness of touch. The arabesque of the moustache and the word ‘yes’, together with the figure X11, the hour at which he rises, make this proud cockatoo into a gentleman.››[3]
Eileen Romano (2005) comenta:
‹‹En este momento se empiezan a advertir algunas connotaciones poéticas que tendrán una presencia creciente en la obra de Miró. Asoma por primera vez el lado humorístico que hará sus obras universalmente comprensibles. En el amplio repertorio del artista en estos años, entre grotescos monstruos imaginarios, ojos, líneas y formas geométricas, este cuadro se distingue por su extraordinaria carga irónica.
Bastan pocos trazos, la línea ondulada del bigote y un puntito negro, que sustituye la boca, contraída en actitud autocomplaciente, para dar la imagen de un gentleman. Ante un fondo uniforme de un verde brillante que deja entrever la trama de la tela, Miró consigue mostramos más la actitud que las características físicas, y en esto está su talento, su habilidad.
La cola de un frac y un cigarrillo sobresalen de la forma geométrica que representa el cuerpo, mientras que el pie que asoma conserva connotaciones naturalistas. Es como si nuestro gentleman ocultase su verdadera naturaleza detrás de una convención que lo quiere rígido, juglar y bien vestido. En este sentido, el cómico penacho rojo sobre la cabeza, una especie de cresta de gallo, acentúa la sensación de ridículo del personaje. Con un mínimo de signos, el artista obtiene un máximo de imaginación; su pintura ha conseguido lo que se proponía: dejar entrever más allá de lo visible, entre los pliegues de lo invisible.››[4]

NOTAS.
[1] Gimferrer. Las raíces de Miró. 1993: 84-85.
[2] Doepel. Arcane symbolism in Marcel Duchamp’s Large Glass and Selected Works (1924-1927) by Joan Miró. 1985: 686-687 y ss.
[3] Penrose. <Miró>. Londres. The Tate Gallery (1964): 22-23.
[4] Romano, Eileen (dir.); et al. Miró. 2005: 98.

La serie de los ‘juguetes’.
De 1924 es una serie menor, la de los “juguetes” o Les joujoux, asociada a la de “fondos grises” por su fondo neutro y la concepción del objeto como un mecano desmontable. 
Dupin (1961, 1993) relaciona esta serie con la coetánea La lámpara de petróleo:
‹‹Pero hay que creer que esa disciplina plástica no bastaba para frenar o conjurar las amenazas, pues Miró recurre al mismo tiempo a una curiosa ficción: los “juguetes”. Lo insólito queda desarmado en cuanto éstos aparecen a causa del papel inofensivo y tranquilizador que se les obliga a desempeñar. La estratagema permite dejarlo surgir a la luz del día privándolo de todo poder hostil. En La lámpara de petróleo hay una cabeza de gato monstruosa, pero no es más que el puño de un bastón. En Los juguetes, el caballo fabuloso está clavado a un zócalo. [y en Bailarina española]››.[1]

NOTAS.
[1] Dupin. Miró. 1993: 100-101.

Los juguetes (1924).
Los juguetes (1924) es un óleo sobre tela (72 x 93) de col. Moderna Museet Estocolmo [D 89. CRP 95]. Está relacionada con dos Dibujo preparatorio para Los juguetes (1924), de lápiz grafito sobre papel (16,5 x 19,1) de la col. FJM (633a, 634a), que ha estudiado Gimferrer.[1]
La pintura muestra sobre todo influencias formales del purismo y del interés del artista por la simplificación de geométrica de los elementos.
Jeffett (2015) la considera un antecedente de las pinturas y objetos que Miró realizó para el ballet Jeux d’enfants en 1932, en una época en la que los juguetes habían despertado una amplia atención. [2]

NOTAS.
[1] Gimferrer. Las raíces de Miró. 1993: 56-57.
[2] Jeffett. Joan Miró i l'objecte. <Miró i l'objecte>. Barcelona. FJM (2015-2016): p. 19 para Los juguetes (1924) y p. 20 para el interés de la crítica francesa por los juguetes hacia 1932, con artículos de Janine Bouissounouse y sobre todo de Jacques Baron.

La lámpara de petróleo (1924).

La lámpara de petróleo (1924) es una pintura de técnica mixta, un carboncillo, tiza y témpera, y óleo sobre lienzo (81 x 100) de col. The Art Institute of Chicago [D 88. CRP 91]. La acaba en Mont-roig el 10 diciembre y en ella continúa trabajando las posibilidades plásticas del motivo de la lámpara, que había utilizado ya en dos obras de 1922-1923, Parrilla y lámpara de carburo y La lámpara de carburo. Se basa en cuatro dibujos preparatorios que Gimferrer ha analizado minuciosamente.[1] Representa la lámpara de su taller de la rue Blomet, lo que favorece un paralelismo con La lámpara de acetileno (1922-1923), que representa a su vez la que utilizaba en su taller de Mont-roig.

Bernadac (1998) explica el minucioso proceso de elaboración de este tema, con varios apuntes previos, entre los que destaca una construcción ortogonal del espacio (la estructura ortogonal será un recurso habitual para Miró, como vemos a continuación en la serie Campesino catalán de 1925 o en El torero de 1927), en los que la perspectiva es progresivamente eliminada, se va feminizando el cuerpo de la botella (hay una progresiva transmutación en los dibujos de las formas sinuosas del vidrio en las de un cuerpo femenino) y se puebla el espacio con los signos mironianos, para al fin proceder a la inversa y acabar con una obra particularmente despojada de atributos secundarios. La mujer y su erotismo dominan la versión que nos propone Bernadac como definitiva, pero lo más importante es la vulneración de los límites entre dibujo y pintura:
‹‹la lámpara se erige majestuosa sobre un fondo blanco, el cuadro en miniatura representa a un hombrecillo con mostacho (seguramente una especie de autorretrato, como campesino catalán); por la ventana se distingue el oleaje azul, una barca y las luces en el cielo. La balaustrada del balcón, punteada, repite las formas sinuosas de la lámpara. La presencia del color es discreta. Los signos gráficos son independientes, porque el punteado sirve tanto para el cielo como para los contornos de la balaustrada o el fondo. / Este dibujo es característico del estilo de Miró en su época surrealista: simplificación, seguridad en el trazo, línea pura, collage de elementos y de estilos diversos. El límite entre el dibujo y la pintura desaparece, la relación con la escritura se afirma, al igual que el recurso a la espontaneidad del dibujo infantil. (...) Esta afirmación del dibujo sobre la pintura está simbolizada por la disminución del pequeño cuadro colgado en el muro y que parece una estampilla postal. La pintura se sacrifica a favor de un objeto metamorfoseado, de significados múltiples (luz, calor, sexualidad), oníricos (el mar y el cielo).››[2]

NOTAS.
[1] Gimferrer. Las raíces de Miró. 1993: 48-51. Son tres esbozos pequeños: Dibujo preparatorio de La lámpara de petróleo (1924), un lápiz sobre papel (19,1 x 16,5) Col. FJM (619a). [Malet. Obra de Joan Miró. 1988: fig. 210.]. Dibujo preparatorio de La lámpara de petróleo (1924), un lápiz sobre papel (20,5 x 26,8) Col. FJM (4366) [Bernadac. <Joan Miró. La colección del C.G.P.>. CCAC (1998): fig. p. 95.]. Dibujo preparatorio de La lámpara de petróleo (1924), un lápiz y lápiz de color sobre papel (16,6 x 19,2) Col. FJM (555) [Malet. Obra de Joan Miró. 1988: fig. 213.]. Y, finalmente, en un gran Dibujo preparatorio de La lámpara de petróleo (1924), un grafito, carboncillo y acuarela sobre papel Ingres (58 x 45) realizado en Mont-roig (10-XI-1924) Col. MNAM, París [Dupin p. 139.], que es una evolución mínima en la composición del primer esbozo.
[2] Bernadac. <Joan Miró. La colección del Centro Georges Pompidou>. México. CCAC (1998): 94-96, cit. 96.

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