Mis Blogs.

Mis Blogs son: Actual (Actualidad y Aficiones), Heródoto (Ciencias Sociales, Geografía e Historia), Plini (Ciències Socials, Geografia, Història i Història de l’Art), Lingua (Idiomas), Oikos (Economía y Empresa), Paideia (Educación y Pedagogía), Sophia (Filosofía y Pensamiento), Sport (Deportes), Thales (Ciencia y Tecnología), Theos (Religión y Teología), Tour (Viajes), Altamira (Historia del Arte y Arquitectura), Diagonal (Cómic), Estilo (Diseño y Moda), Pantalla (Cine, Televisión y Videojuegos), Photo (Fotografia), Letras (Literatura), Mirador (Joan Miró, Arte y Cultura), Odeón (Ballet y Música).

sábado, junio 29, 2013

Joan Miró en 1910-1911. El trabajo en la droguería Dalmau, la crisis de su enfermedad, la convalecencia en Mont-roig y su impacto vital.

Joan Miró en 1910-1911. El trabajo en la droguería Dalmau, la crisis de su enfermedad, la convalecencia en Mont-roig y su impacto vital.

Índice.
Joan Miró en 1910.
Joan Miró en 1911.
El trabajo en la droguería Dalmau en 1910-1911.
La crisis de su enfermedad en 1911.
La convalecencia en Mont-roig en 1911 y su impacto vital.

Joan Miró en 1910.

El año 1910 está marcado en España por el comienzo el 2 de febrero del gobierno liberal de Canalejas, que emprende audaces reformas laborales y anticlericales, que suscitan una recia oposición conservadora patente en las manifestaciones de católicos el 2 de octubre en Barcelona y otras ciudades.


Gaudí. La Casa Milà. 1910.

La economía prospera, así como la cultura y el arte. Se constituye en Barcelona el grupo “Societat de Les Arts i els Artistes”, cuyo primer salón se abre en abril y que durante veintiséis años representará el arte oficial novecentista, aunque abierto a la modernidad del periodo de entreguerras. Gaudí termina la Casa Milà (o La Pedrera), un edificio que fusiona en un todo la arquitectura funcional y orgánica con la escultura de la naturaleza, y que Miró admirará por sus formas onduladas e imaginativas.
De Europa llegan novedades: Picasso y Braque experimentan con el cubismo analítico; Kandinsky pinta la primera acuarela abstracta, abriendo un camino por el que transitará en parte Miró; y Freud analiza la inspiración en el instinto sexual y el onirismo de los artistas en Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, que es asumida por Breton, Dalí y otros surrealistas como una interpretación canónica del arte.


Miró. La masía (1921-1922).

Justamente en esta época de optimismo económico, en 1910 o principios de 1911, los padres de Miró compraron en Mont-roig, un pueblo muy cercano a la costa en la comarca del Baix Camp de Tarragona, al marqués de Mont-roig la masía Ferratges, que al cabo se llamará Mas Miró y será un lugar fundamental en su vida  y obra.
La familia tendrá pronto un sólido papel social en esta comunidad rural: en su casa se realizaron recitales de piano y en su capilla se celebraron las misas para los propietarios y campesinos del llano circundante porque el pueblo estaba a una hora larga de camino.
También en este año 1910 Miró terminó sus estudios en la Escuela de Comercio y hace una breve visita veraniega a Mallorca, a donde no volverá hasta 1915. Tras su regreso a Barcelona su padre le colocó como meritorio de contabilidad en la droguería de Can Dalmau i Oliveres. No se adaptó y al poco tiempo su desagradable trabajo acentuó el carácter soñador y rebelde del joven artista. Mientras trabajaba en la droguería todavía prosiguió los estudios nocturnos en la Llotja hasta noviembre de 1910, y tal vez (es poco probable) participó en su primera muestra colectiva, la *<Exposición de retratos y dibujos antiguos y modernos> (1910).

Joan Miró en 1911.

En 1911 acontece una nueva crisis internacional, ocasionada por el choque de los intereses imperialistas de las potencias europeas, en concreto las opuestas pretensiones de Francia y Alemania sobre Marruecos, que se apaciguan temporalmente con un pacto de reparto de algunas zonas africanas, pero la espita de la tensión seguirá subiendo en los años siguientes hasta que llegue la Gran Guerra. En Barcelona se funda el sindicato anarquista CNT, que integrará la mayor de la clase obrera catalana hasta 1939, y se aprueban las bases de la Mancomunidad de Cataluña el 17 de octubre.


Eugeni dOrs. Almanach dels noucentistes (II-1911).

Eugeni d’Ors dirige en febrero la publicación del Almanach dels noucentistes, con el que arranca el noucentisme en Cataluña, un movimiento intelectual y artístico que influye decisivamente sobre Miró y muchos de sus contemporáneos. Ors publica también la novela La ben plantada, que configura el ideal femenino de los noucentistas (y durante un tiempo del joven Miró). Fallecen en Barcelona el pintor Isidre Nonell (21 de febrero) y el poeta Joan Maragall (20 de diciembre), honrado en un funeral multitudinario que funcionó como exaltación del catalanismo, ambos muy admirados por Miró y los jóvenes vanguardistas. Llegan a Barcelona otras influencias: el pintor impresionista Darío de Regoyos expone setenta obras en el Faianç Català. Y de Alemania llegan las primeras noticias del expresionismo alemán: se funda en Múnich el grupo “El Jinete Azul” con Jauwlensky, Kubin, Marc... y Kandinsky, que también comienza a teorizar sobre el arte abstracto en su libro De lo espiritual en el arte y en la pintura en particular; cuyas ideas pronto serán leídas y en parte asumidas (sobre todo el simbolismo y la composición espacial del colorido) por Miró y muchos vanguardistas.
En 1911 Miró reside en Barcelona a principios de año y probablemente trabaja en la oficina de Dalmau i Oliveres. A principios de abril, durante las vacaciones de Pascua, Miró viaja a Palma de Mallorca, y decide comunicar por carta a sus padres su intención de abandonar su empleo para dedicarse a la pintura, pero estos rechazan su demanda. Un hecho imprevisto le ayudará: una epidemia, posiblemente de tifus, le afecta; tiempo después explicará que esta enfermedad la ocasionó una “tensión nerviosa”, probablemente durante la primavera de 1911, que le obligó a guardar cama durante un mes (¿abril-mayo?).
A continuación Miró convalece unos dos meses (¿mayo-junio?) en la masía de Mont-roig, donde se repone por completo y al fin consigue que su familia acepte su decisión de dedicarse exclusivamente a la pintura, aunque le recomiendan que, para poder vivir, se haga sacerdote o militar. Miró vuelve a Mont-roig, para pasar el verano (julio-septiembre), iniciando así esta larga costumbre.
Miró pinta grandes paisajes al pastel durante 1910-1911, sin que se sepa con certeza en qué año concreto. Sí es seguro que durante 1911 visita dos exposiciones en el Faianç Català de Santiago Segura: <Joaquim Sunyer> (11-30 abril), que le impresiona profundamente, y <Nonell> (en fechas desconocidas, probablemente después de su fallecimiento el 11 de febrero).
Lo más importante quizás es que Miró participa en una exposición colectiva, la primera indudable, *<VI Exposición de Arte Internacional> en la Llotja de Barcelona (29 abril-20 julio 1911).

El trabajo en la droguería Dalmau en 1910-1911.

Este apartado trata sobre la vida de Miró desde el verano de 1910 hasta la Pascua de 1911. Son los meses en que trabaja en la droguería Dalmau, un empleo tan odioso que le aboca a una enfermedad y al abandono laboral. Pero de esta grave crisis personal surge, a mediados de 1911, un Miró que camina decidido a cumplir su vocación artística, al tiempo que sucede su fructífero hallazgo del mundo rural de Mont-roig.


[http://fabian.balearweb.net/post/88113] Palma de Mallorca: el Paseo Sagrera, recién construido el 22-23 de junio de 1910, por las fechas en que Miró llegó a la ciudad. El lugar está enfrente del amarre del barco de la ruta Barcelona-Palma donde se embarcaba Joan Miró, y él pasaba sus vacaciones muy cerca, apenas a un par de minutos a pie.

Miró acabó los estudios de comercio en junio de 1910 y pasó el verano primero en Palma de Mallorca. En esta visita a la isla, a la que no vuelve hasta 1915, pinta dos pequeños pasteles sobre madera, Bosc de Bellver y Plaça de Palma, con un colorido difuso, casi desganado, aunque probablemente son sólo unos estudios precipitados. Después probablemente está en Montgat (en Tiana, localidad del Maresme, donde también veraneaban Isaac Albéniz y muchos burgueses barceloneses), pues sus padres todavía no habían comprado el mas en Mont-roig.



El Barça, el equipo de fútbol al que siempre amó Joan Miró, ganó la Liga en la temporada 1910.


Playa de Montgat, en el sur de la comarca del Maresme, en 1910, cuando Miró y sus padres veranearon en la localidad, probablemente hasta el mes de octubre.

Al acabar el verano de 1910, probablemente en septiembre, su padre le colocó como meritorio de contabilidad en la droguería Can Dalmau i Oliveres. Es importante señalar que estas vacaciones estivales de 1910 dan con seguridad una fecha post quem al trabajo en la droguería Dalmau, pues los empleados no tenían entonces tal derecho, pero no anulan la posibilidad de que Miró realizara algunas prácticas laborales a tiempo parcial en dicha empresa durante 1909 y 1910, lo que explicaría las varias menciones a un trabajo durante dos o tres años.[1]
La droguería Can Dalmau era una de las más importantes de Barcelona. Hoy es todavía conocida como Establecimientos Dalmau Oliveres S. L (constituida el 1 de enero de 1922 con el objetivo de “venta al mayor y menor de drogueria y perfumería” y la “fabricación de jabones comunes, detergentes y lejías”) y es la droguería más antigua de Europa. Su historia comenzó cuando Manuel Dalmau Oliveres la abrió en 1883 en Rubí (Barcelona), y en 1902 ya tenía su primera sucursal, a la que seguirían otras en Barcelona, Valencia, Madrid y Córdoba e incluso algún intento en el extranjero; en los años 1930 tenía incluso una afamada filial de artes gráficas y cuatro sucursales en Barcelona (así consta en los anuncios de los diarios).

La principal droguería barcelonesa estaba situada en las Ramblas, muy cerca de la casa familiar de Joan Miró, pero al parecer él trabajó en la oficina del almacén mayorista del nº14 del Paseo de la Industria (hoy Picasso), situado frente al Parque de la Ciudadela y la Escuela de Música.

Era un empleo de lunes a sábado, y los domingos del primer mes Miró volvía a Montgat para estar con su familia, hasta que esta retornó a Barcelona hacia el mes de octubre. Apunto que trabajar los domingos era normal en España hasta la ley de descanso dominical, promulgada el 3 de marzo de 1904 y que entró en vigor el 11 de septiembre del mismo año. Esto supuso a los pocos años un extraordinario aumento de las actividades lúdicas, como el deporte (el fútbol), el excursionismo, el cine, el teatro y las visitas a galerías y museos.[2]
Al mismo tiempo que trabajaba es posible que Miró todavía asistiera a las clases de la Llotja, durante unas pocas semanas del otoño de 1910, probablemente desde el lunes 3 de octubre, fecha en que se reiniciaron oficialmente, hasta que las dejó poco después, en una fecha desconocida, según declaró él a causa de su incompatibilidad con el horario de su trabajo en Can Dalmau i Oliveres.
Pero también considero posible que el punto final al aprendizaje en la Llotja fuera anterior, puesto que el 22 de junio falleció su profesor favorito, Josep Pascó, muy probablemente debido a una epidemia de tifus que estalló aquel verano y recidivó en noviembre. Tras su muerte poco podía interesarle ya la Llotja.


Oficina de una empresa estadounidense. St. Paul Insurance Co., h. 1890. Debía ser semejante a donde tuvo que trabajar Miró.

A Miró le esperaba en la droguería un trabajo deprimente.
Podemos imaginarnos cómo era el ambiente en la magnífica reconstrucción que el Museu de Història de Catalunya ha hecho de una minúscula oficina de la época: unas sillas y mesas, archivos de correspondencia, libros de contabilidad, en un espacio opresivo y oscuro. Todo esto debió acentuar su carácter soñador y rebelde.
En su prolija declaración a Melià, Miró (1975) lo recuerda como algo infernal:
‹‹Trabajaba como meritorio. Así llamaban entonces al aprendiz de tenedor. Comprendo que con la mentalidad de hoy resulta muy difícil entender lo arduo que aquello resultaba para mí. Antes de comenzar mi cometido pregunté a qué hora finalizaba la jornada. Me respondieron que a las 7.30 y como las clases en Llotja se impartían de 7 a 9, pensé que, aunque llegara algo tarde, tendría tiempo de asistir a clase. Pero lo cierto es que entrábamos a las 8 de la mañana; andando tenía exactamente siete minutos para trasladarme desde mi domicilio a la oficina. Lo recuerdo perfectamente porque tenía cronometrado hasta el último minuto de sueño. En la puerta de la oficina solía haber una pizarra con yeso, donde firmábamos nuestra puntualidad. Quien llegaba más tarde de las 8.20, era sancionado. Trabajábamos hasta la 1 y desde las 3 hasta las 7.30... Teóricamente, porque lo cierto es que salíamos a las 9 de la noche. ¡Los domingos íbamos al despacho, de 9 a 1.30, para poner los documentos en orden...! No teníamos nunca vacaciones, por supuesto, pero los sábados por la tarde solíamos concluir un poco antes la jornada. Entonces, yo me dirigía a tomar el tren hasta Montgat para continuar en tartana hasta Tiana, donde mis padres habían alquilado una torrecita. Me sentía tan agotado que no tenía ánimos para dibujar y, encima, aún querían que estudiara inglés. ¡Qué barbaridad! Por ello evoco esta época como si de tres años de trabajos forzados se tratara, tal es el recuerdo que conservo... Hacía muchos disparates... En el trabajo solía pensar en mis cosas ante los papeles. Todo ello contribuyó a que enfermara, pues además trataban las personas como si fueran animales de carga o esclavos. Se acentuó mi frustración y caí en un estado de crisis y agotamiento...
En principio, y al igual que los demás aprendices, no percibía absolutamente nada. Pero al cabo de un año, por Navidad, en ocasión de reunir al personal para hacer entrega del aguinaldo, me dieron 15 pesetas. Este fue mi sueldo a partir de entonces, que ingresaba seguidamente en la Caja de Ahorros. Os diré en qué lo empleaba después: pagaba el alquiler del taller de la Baja de San Pedro, situado frente a la tienda de fideos y pasta de sopa de Isidro Nonell.››[3]
Miró se refiere en este texto al barrio de Tiana. La familia de Miró residía durante la semana, en verano, en Montgat, un lugar más fresco que el domicilio de Pasaje del Crédito. Su nivel de vida era, evidentemente, el de una burguesía media muy acomodada. Sólo después de comprar la masía de Mont-roig aquel mismo año 1910 y tras remozarlo durante el invierno, realizaron sus estancias veraniegas en ésta. Miró también recuerda este viaje sabatino en un documental.[4]

Con el tiempo, Miró usó esta experiencia laboral para justificar su toma de conciencia progresista en el aspecto social, ya que ‹‹trataban las personas como si fueran animales de carga o esclavos.››[5] y declaró en 1978 que su voluntad de libertad nace en gran parte debido a su sentimiento de opresión en la droguería Dalmau.[6]
Considero además que debió impactarle la visión de la dura realidad social barcelonesa de su época infantil y juvenil, pero de ello no hay escritos ni declaraciones concluyentes al respecto.
Miró no aguantó mucho, solo hasta finales de marzo de 1911, lo que da una suma de seis a siete meses de trabajo (a lo que habría que sumar las posibles prácticas anteriores), y cesó por voluntad propia, aunque dijera en ocasiones que fue despedido porque le pillaron dibujando.
Se pueden comprobar tanto la voluntariedad como la datación del final en dos cartas suyas, conocidas en 2002. Durante la Pascua de 1911 los padres de Miró habían viajado a Palma de Mallorca, donde su hijo su reunió muy brevemente con ellos, y cuando ellos regresaron a Barcelona él se quedó en Palma, desde donde envió el domingo 2 de abril de 1911 una carta a su padre, que la recibió ya en Barcelona, en la que le comunicaba su decisión de dejar su empleo en el almacén para dedicarse a la pintura. Es sintomático que sólo se atreviera a comunicárselo por carta y no en persona, con la excusa de no ‹‹intrincarles la cabeza›› durante su estancia en Palma. Una referencia a que ‹‹El miércoles pasado vino el Sr. Pigrau al despacho con el propósito de ver al Sr. Dalmau›› indica que trabajó en el almacén al menos hasta el miércoles 29 de marzo. Probablemente ya no trabajó el jueves y el viernes 30 y 31, porque eran fiestas de precepto religioso en Barcelona. La carta reza así en su asunto principal —y nótese su exageración ya entonces de extender a dos años lo que habían sido sólo unos meses repartidos en dos años naturales, salvo que se entienda que incluye unas prácticas laborales anteriores—:
‹‹He pasado dos años prisionero en un despacho, donde he hecho el sacrificio de no poder admirar las grandes bellezas de la naturaleza que a mí me tienen enamorado.
Me he dedicado al comercio, sin tener ninguna vocación para él, sólo dejándome guiar por Uds., que no conocen bien a fondo mis verdaderas aspiraciones y yo, por otra parte, sin haber consultado antes mi corazón, y no escuchando la voz de mi conciencia de que llamaba por la pintura, para la cual he nacido.
Renuncio, pues, a mi vida actual para dedicarme a la pintura.
En espera de su conformidad, no puedo esperar menos de su buen criterio (…)››[7]

Pero la respuesta de sus padres fue una rotunda negativa, que le llegó enseguida por correo. Y les respondió de inmediato con otra carta, todavía desde Palma de Mallorca, el 9 de abril —una fecha que parece probar que ya se consideraba desvinculado de su empleo, pues las vacaciones habían terminado—, en la que insistía en su decisión de dejar el almacén para dedicarse a la pintura, y se quejaba de la negativa de sus padres, en unos términos que permiten reconstruir cuáles fueron los argumentos contrarios de estos:
‹‹No me extraña el que les haya sorprendido el contenido de mi anterior [carta]. Lo que lamento vivamente es el mal sentido, completamente opuesto a mis aspiraciones, con que han interpretado mi carta.
Dicen que en la vida del trabajo he de encontrar mi porvenir. ¡Acaso no busco ese porvenir en el propio trabajo! No quiero creer que me pongan al lado de estos hombres que no saben ganarse la vida, y que viven holgadamente. Ya saben mi opinión referente a estas personas, que las considero degradadas y como a seres irracionales, pues como tales viven. (…)
Mis aspiraciones son bastante más elevadas que las de llegar a ser un bohemio, pues me siento con fuerzas sobradas para ocupar un buen puesto en la pintura.
Califican de descabelladas mis ideas, cuando he tenido por profetas de mi porvenir personas cuyo cerebro no les tambalea y de reconocido talento. Recuerdo a mi pobre tío Pepe (q.e.p.d.) cuando la última vez que vino a abrazarnos al hablar sobre mi futuro, y reconociéndome nacido para cultivar la pintura, dijo: ¡y quién sabe si será artista!
No tengo ninguna duda en que Uds. acabarán por darme la razón.››[8]



Aguador barcelonés acarreando cántaros, en 1910. [Col. Fondo Fotografico de Agbar] Era una escena típica de las calles de la ciudad.

Más allá de lo anecdótico, conocer la exacta duración de este periodo laboral y que desencadenase un cambio tan fundamental en su vida es importante puesto que si Miró estaba trabajando tanto como nos cuenta, entonces no podía aprender ni pintar; nos convence de que su odiado trabajo de contable precipitó su elección de ser artista; nos ilustra acerca de su mentalidad respecto al trabajo comercial, de cuánto le obsesionaba transmitir una imagen de hombre integrado en la sociedad, independiente en lo económico y abnegado trabajador; y, por último, nos da uno de los más tempranos ejemplos de los numerosos problemas biográficos que han dado tantos quebraderos de cabeza a los investigadores.
La verdad es que Miró aportó noticias muy contradictorias sobre esta etapa crucial de su vida, pues varió a menudo el tiempo que duró, desde casi nada hasta tres años, y proporcionó diversas explicaciones sobre porqué acabó. Veamos las más conocidas:
En 1919, en una carta a su amigo Ricart, le cuenta que había trabajado el tiempo suficiente, se sobreentiende que al menos unos años, lo justo para ahorrar bastante dinero y poder pagar así el alquiler del taller en Barcelona (1914-1919) y parte del viaje a París; en ese mismo año cuenta que todavía le quedan unos ahorros de entonces.[9]
De esta carta hay una traducción por Melià al español, que es la de más fácil consulta por el público: ‹‹(...) a) Tengo veintiséis años. b) Del pequeño capital, ganado con mi trabajo de empleado, e ingresado en la Caja de Ahorros, me quedan 25 o 30 pesetas. Me han servido para comprar colores y pagar el estudio. Últimamente, viendo reducirse mi pequeño peculio, me he atrevido a pedir ayuda a mi madre. c) Sin embargo, sé de manera oficiosa que si dejo mi domicilio para ir a París, podré disponer de una pequeña cantidad que me permitirá trabajar y vivir durante algún tiempo. d) Si me quedo en Barcelona, no veo otra salida que cualquier idiotez para poder ganar algo de dinero y pintar. e) De esta forma, es indispensable que yo, que en estos momentos no tengo nada, me gane la vida, ya sea en París, en Tokio o en la India. Pero ya hablaremos de ello y veremos si vosotros, los que me acusáis de obstinado, tenéis una solución mejor que proponerme.››[10]
En 1928 declara a Trabal que ya trabajaba a los quince años —esto es, en 1908— y que eso le quitaba disponibilidad para dedicarse al arte: ‹‹Tota la meva vida he fet gargots, ja de petit sempre tenia el llapis de cap al paper. Quan tenia quinze anys, però, encara no havia començat a prendre’m les coses seriosament, puix que aleshores duia els llibres a Can Dalmau Oliveres, i hauríeu vist amb quin alé passava hores i hores damunt el deu i l’haver d’aquell gran despatx de drogues! Aleshores en aquella època fou quan vaig sentir un ímpetu fortíssim que m’empenyé a anar a Llotja i a Can Galí.››[11]
Esta muy difundida versión explica que, por ejemplo, Carlos Areán (1978) date en 1908 la enfermedad y la consiguiente primera estancia de Miró en Mont-roig.[12]
En 1929 incluso le escribe a Leiris que le habían despedido, se infiere que al poco tiempo de empezar a trabajar, al encontrarle dibujando en los libros de contabilidad: ‹‹Luttes avec la famille, delaisse la peinture pour entrer comme employé dans un bureau. Catastrophe; je fais de dessins sur les livres de comptabilité et l’on me fiche à la porte, naturellement.››[13]
También Malet nos explica, seguramente por boca del propio Miró, que este, en lugar de trabajar en sus quehaceres contables, se dedicaba a llenar de dibujos todos los papeles descartables que encontraba. Es razonable pensar que en esa actividad un día le pillaron y probablemente ahí acabó su tortura.[14] No podemos obviar la excesiva similitud con una anécdota que le ocurre al personaje Ramon (el hijo artista) en la novela de Rusiñol, L’auca del senyor Esteve.
En 1951 Miró declara que: ‹‹Los tres años en la droguería fueron tres años de presidio, hasta que me impuse y lo mandé todo a paseo. (...) Entonces tenía 18 años››.[15] Esto implicaría que trabajó entre 1908 y marzo de 1911.


En la Barcelona del primer decenio los carros de caballos y los tranvías eran los principales vehículos, y apenas habían unos pocos automóviles.

Cuando comienza a esbozar su biografía oficial, a mediados de los años 50, hay un importante cambio en la datación. En 1958 declara a Soby que abandonó la pintura en 1910-1912 —dos años pues, lo que explica la datación que hará Dupin— para trabajar como contable y todavía no introduce el tema de su enfermedad, pues sólo indica que decidió consagrarse a su vocación. Por su parte, Soby incluso opina que entonces no se empeñó especialmente en defender su vocación porque estaba descorazonado por sus pobres progresos como artista.[16]
En 1959 le escribe a Dupin —no es baladí mencionar que la carta pretendía ser un documento base para su definitiva biografía “oficial”—, reduciendo el periodo de trabajo y mencionando la enfermedad. Miró explica que compaginaba en ese periodo de mala gana el trabajo de contable y los estudios de arte —estos acabaron entre el fallecimiento de Pascó el 22 de junio y octubre o noviembre de 1910, lo que induce a pensar que recordaba haber comenzado en junio y no en septiembre—, hasta que decidió entregarse por completo a la pintura tras caer enfermo: ‹‹Très malhereux et de plus en plus rêveur, avec un sens de révolte en même temps, j’assiste à la classe de Pasco pour une certaine période mais je lâche tout et vais jouer fort, ou tout ou rien. Cette tension d’esprit me fait tomber malade. Pour gagner ma croûte et faire de la peinture en même temps, ma famille me conseillait d’être moine ou militaire.››[17]
Dupin (1961,1993), en base a sus declaraciones, resume su dramática vivencia, en lo que será la versión oficial sobre ese tiempo, datando el inicio de su trabajo en el verano de 1910 y el final en 1911:
‹‹En todo caso tiene diecisiete años y los estudios de comercio han acabado. El fracaso a ojos de sus padres es evidente, por lo que deciden colocarlo en una gran casa comercial de Barcelona especializada en droguería y productos coloniales, los establecimientos Dalmau i Oliveres. Sigue todavía durante algunos meses los cursos de Pascó, pero acaba por abandonar los estudios artísticos, desesperado por su nueva situación. Va a pasar, empleado en los servicios contables, los dos años más tristes y amargos de su existencia. Sólo dibuja de vez en cuando. No hemos encontrado ningún rastro de dibujo de ese sombrío período que al pintor no le gustaba demasiado evocar. No tarda en darse cuenta de que carece totalmente de condiciones para llevar los libros contables y de que no podrá soportar mucho tiempo la existencia a la que se ve condenado. “Era desgraciado nos dice—, cada día me sumergía más y más en mis sueños con un fuerte sentimiento de rebeldía”.››[18]
Finalmente, en los años 1970, cuando revisa su biografía en su declaración a Melià, decanta su versión en favor de insinuar una duración de tres años y de acabar el periodo con una grave enfermedad: ‹‹(...) evoco esta época como si de tres años [el subrayado es nuestro] de trabajos forzados se tratara, tal es el recuerdo que conservo (...). Se acentuó mi frustración y caí en un estado de crisis y agotamiento...››[19]
En el mismo sentido, explicará en 1979 que trabajó durante tres años en el almacén ‹‹Com a presó o treballs forçats.››[20]
Puntualizo que aquí Miró cultiva obviamente la ambigüedad en la expresión “como si de tres años de trabajos forzados se tratara”: pueden ser realmente tres años o sólo una condena equivalente en intensidad (tres años era el tiempo que duraba el servicio militar en su época juvenil y era también una de las condenas usuales para los desertores y delincuentes, esto es, una “frase hecha” común en el lenguaje llano). En la misma declaración, tampoco concuerdan las fechas cuando se refiere a su magro salario y a que lo empleaba en pagar su taller (lo alquiló por primera vez en el otoño de 1914): ‹‹Os diré en qué lo empleaba después: pagaba el alquiler del taller de la Baja de San Pedro››.[21] El uso del pretérito también induce a engaño: parece que trabajaba mientras tenía el taller, pero también se puede interpretar que quería decir que, aún años después de dejar de trabajar, con sus ahorros podía pagar el alquiler.
Un Miró anciano (1980) le resumió a Michael Gibson que: ‹‹In those days, work was very tough —not like today (...)—. I was demoralized and stayed three months in bed. At that point my parents said: theres just nothing to be done with this boy...! And they allowed me to study with Galí.››[22]
Muchos estudiosos aceptaron sin más la manifiesta contradicción entre las explicaciones de Miró de que trabajó durante un largo periodo, entre dos y tres años, en la droguería Dalmau y la sospecha de que fueron apenas unos meses. Por ejemplo, Cirici (1977) necesita hacerlo porque aceptar lo primero sería la mejor prueba de un Miró concienciado socialmente durante un largo y alienante periodo de trabajo, así que recurre a ampliar las fechas hasta el límite, y adelantar la entrada en este empleo a principios de 1910, cuando el joven tenía dieciséis años de edad, mientras que la salida se posterga aparentemente hasta finales de 1911, enlazando sin corte alguno con la inscripción en la Escuela Galí en 1912, cuando ya tiene dieciocho o diecinueve años, para dedicarse a la pintura. Dicho esto, Cirici concluye sin más que ‹‹Esta es la primera ruptura que define al hombre en relación con unos sistemas de valores. La ruptura con un esquema que era del capitalismo acumulativo y la apertura hacia una confianza más dinámica en el posible éxito del espíritu de aventura, de la apuesta por el futuro.››[23]
Cirici cierra así el gran agujero temporal de más de dos años entre 1910 y 1912, del que carece de datos suficientes.
Pese a todo, casi todos los biógrafos captan la desviación cronológica y la indefinición acerca de la enfermedad, pero los mencionan lo menos posible.
Dupin (1993) promedia al reducir el tiempo de trabajo de Miró a dos años.[24]
Melià (1975), indirectamente, confirma el error cronológico, pues sitúa en 1910 su inicio laboral y data en el verano de 1911 su reposo en Mont-roig, resultando así que su trabajo duraría como máximo un año.[25]
Malet (1983) evita precisar la duración, aunque también cree que trabajó poco tiempo, a partir del verano de 1910: ‹‹Concluidos los estudios en la Escola de Comerç, Joan Miró, que cuenta a la sazón 17 años de edad, entra a trabajar como meritorio en la droguería Dalmau i Oliveras. Al cabo de poco tiempo cae gravemente enfermo a causa de una marcada inadaptación a su nueva actividad. Esta enfermedad, a la que podemos calificar de providencial, le obliga a pasar una larga temporada de convalecencia en Mont-roig››.[26]
Weelen (1984) calcula que sufrió un parón en su actividad artística debido al año que trabajó en Dalmau, seguido por una enfermedad psicosomática y la convalecencia en Mont-roig: ‹‹Il paie une année misérable, utilisée à gratter du papier en qualité demployé aux écritures dans lenterprise Dalmau Oliveras, par douze mois écoeurants consacrés à la maladie et à une longue convalescence passée dans la maison de campagne familiale à Mont-roig. Il ne peint plus (...)››[27]
Massot (1999) asume que su padre impuso a Miró dos años de trabajo como contable, hasta abril de 1911:
‹‹y le obligara a entrar de aprendiz de contable en el comercio de droguería y productos coloniales Dalmau i Oliveres. (…)Trabajaba de 8 a 1 y de 3 a 9, mañanas de domingo incluidas. Más tarde confesó a sus amigos que eso “me hizo polvo. Mi padre cree que es preciso hacerse una posición y que el dibujo y la pintura no son actividades serias”. “Con mis padres —dijo— había una barrera. A mí la vida que llevé en la infancia me hizo fuerte” y, también: “Yo estaba muy solo. Nadie se ocupaba de mí. Sentí esa soledad de forma muy dolorosa y violenta cuando era muy joven, un niño”.


Joan Miró vivió en Dalmau dos de los años más duros de su vida. Hasta el punto de caer gravemente enfermo. Sus padres le enviaron, asustados, a Mont-roig la masía que acababan de adquirir. En abril de 1911, des de Mont-Roig —o quizá desde Palma, en casa de su familia materna—, ayudado por la distancia, se revistió del coraje suficiente para enviar a su temible padre las dos cartas que se reproducen sobre estas líneas y que son el primer documento directo y contemporáneo, inédito, de la decisión crucial que marcó su vida. En ellas, se advierte que la resistencia de su padre aún no ha sido vencida. Le llegó a aconsejar que si quería dedicarse a la pintura debía hacerse “cura o soldado”.››[28]
Uno de los pocos autores que saca la conclusión lógica es Lucie-Smith (1999), quien, carente de compromiso personal con el artista, afirma que Miró trabajó menos de un año en la droguería Dalmau.[29]
Witt (1999) asume también la respuesta más razonable a partir de todas estas contradicciones: ‹‹La experiencia fue irrelevante para él, aunque los resultados concretos fueron desastrosos. No sólo resultaba que no cumplía con su trabajo, sino que en lugar de realizarlo, se pasaba las horas dibujando. No duró mucho en su puesto, por lo que las controversias con su padre se agravaron.››[30]

¿Por qué las reiteradas y confusas manifestaciones de Miró que prolongan la duración de su trabajo y le achacan una grave enfermedad? Se puede suponer que Miró estaba avergonzado por no ser independiente económicamente y por no trabajar en algo respetable socialmente; en suma, por haber fracasado en cumplir las aspiraciones que su familia había depositado en él. En este sentido se deben interpretar sus explicaciones a sus amigos en 1919, a los 27 años, justo antes del viaje a París, de que todavía vivía de los ahorros de su trabajo en Can Dalmau, sin mencionar apenas la decisiva ayuda de sus padres... En una más de sus frecuentes “reinterpretaciones biográficas”: Miró integró en su memoria vital el trabajo en Can Dalmau como la continuación natural de los desgraciados tres años anteriores (1907-1910), lo que se convirtió en convicción con el paso del tiempo.
El Miró anciano de los años 70 creía que los tres años de la Escuela de Comercio y de la Llotja habían sido tan “infernales” como su corta época de empleado. Una prueba en tal sentido es que Miró afirmaba que trabajaba en la droguería entre las 8 y las 21 horas cada día y hasta el domingo por la mañana, sin poder hacer nada más. Una exageración, pues el horario de trabajo en la oficina era mucho más corto y, si fuera cierto, ¿cómo habría podido, por ejemplo, acudir a principios de 1911 a las exposiciones de Sunyer o Nonell? En las oficinas de las empresas de Barcelona, alrededor de 1900, se trabajaba una media de 50-55 horas semanales, de lunes a sábado, con una media variable de 8-10 horas diarias, cerrando el sábado a mediodía. Eran unos horarios que hoy parecen abusivos, pero entonces eran muy aceptables comparados con los de los trabajadores manuales. Esta moderación, entre otras razones, se debía a que mayores horarios provocarían cansancio y este a su vez inducido graves errores contables. Aunque es cirto que cuando se hacían los inventarios se trabajaba incluso los domingos.
Lo cierto es que Miró recordaba sus horarios de 1907-1910, pues con suma precisión su recuerdo era la suma yuxtapuesta de los horarios de las enseñanzas de comercio (comenzaba a las 8 de la mañana) y artística (terminaba a las 21). Y también coincide demasiado que su camino hasta la droguería durase el mismo tiempo (siete minutos) que el que tardaba en acudir a la Llotja ‹‹a paso gimnástico››.[31] No obstante, la distancia real era similar en ambos casos.
Al final, pues, se desmaraña este intrincado laberinto de las fuentes.

NOTAS.
[1] Dupin. Miró. 1962: 47. / Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 22, 44. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 29. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 42. / Malet. Obra de Joan Miró. FJM. 1988: 464. / Lubar. Joan Miró Before The Farm, 1915‑1922: Catalan Nationalism and the Avant-Garde. 1988: 23, 254. / Umland. <Joan Miró>. Nueva York. MoMA (1993-1994): 319, n. 12. / Permanyer. Miró. La vida d’una passió. 2003: 15. / Carta de Pablo Calsina Calsina al director. El meritorio Joan Miró. “La Vanguardia” (23-IV-1983) 6. Informa correctamente de la dirección de almacén pero se equivoca —puesto que Miró se matriculó en 1907 y comenzó a trabajar en 1910— al señalar que fue el propietario, Manuel Dalmau i Oliveres, quien le matriculó en la Llotja, al descubrirle el contable en dos ocasiones dibujando monigotes y advertir Dalmau su potencial.
[2] Díaz Zubieta, José. La conquista del domingo. “La Aventura de la Historia”, nº 63 (1-2004) 50-56.
[3] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 98-100. Un esquema similar de sus horarios en Permanyer. Miró. La vida d’una passió. 2003: 15-16.
[4] Documental Miró, de Paloma Chamorro, 1978.
[5] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 98-100.
[6] Documental Miró, de Paloma Chamorro, 1978.
[7] Carta de Miró a Miquel Miró, en Barcelona. Palma de Mallorca (domingo, 2-IV-1911). Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: no. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: no. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 69-70. Rowell se contradice en su cronología de la versión de 2002, porque en la p. 41 sigue datando en 1910 el abandono del trabajo en el almacén, y en el renglón siguiente, en la p. 42, data en 1910-1911 el trabajo.
[8] Carta de Miró a Miquel Miró, en Barcelona. Palma de Mallorca (9-IV-1911). Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: no. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: no. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 70-71.
[9] Carta de Miró a Ricart. Mont-roig (Domingo, noviembre, 1919) BMB 485.
[10] Cita en Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 128-129; se data por error en febrero de 1920.
[11] Trabal, Francesc. Entrevista a Miró. “La Publicitat” Barcelona (14-VII-1928).
[12] Areán, Carlos. Joan Miró: inmersión en el inconsciente colectivo y subida a la luz. “Cuadernos Hispanoamericanos”, Madrid, v. 113, nº 339 (IX-1978): 351.
[13] Carta de Miró a Leiris. Mont-roig (25-IX-1929) FJM. cit. Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 110. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 122. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 171.
[14] Malet. Miró. 1992: 14.
[15] Del Arco, Manuel. Entrevista a Miró. “Destino” (III-1951).
[16] Soby. <Joan Miró>. Nueva York. MoMA (1959): 9.
[17] Carta de Miró a Dupin (9-X-1959). Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 44. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 54. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 76.
[18] Dupin. Miró. 1993: 33. Dupin cita una carta de Miró al mismo Dupin (9-X-1959). Reprod. Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 44. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 54. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 76.
[19] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 98-100.
[20] Documental de J.M. Martí Rom. D’un roig encés: Miró i Mont-roig. 1979.
[21] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 98-100.
[22] Gibson, Michael. Miró: “When I see a tree... I can feel that tree talking to me”. Conversation with Miró. “Art News”, v. 79, nº 1 (I-1980) 52-56.
[23] Cirici. Miró mirall. 1977: 17.
[24] Dupin. Miró.1993: 452.
[25] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 103.
[26] Malet. Joan Miró. 1983: 8.
[27] Weelen. Joan Miró. 1984: 18.
[28] Massot, Josep. Quiero ser artista. “La Vanguardia” (10-I-1999) 63.
[29] Lucie-Smith, E. Vidas de los grandes artistas del siglo XX. 1999: Miró en 159-163.
[30] Witt, Margarita. Joan Miró. 1999: 29.
[31] Serrano, M.D. Los 75 años de Joan Miró. “Gaceta Ilustrada” 602 (21-IV-1968).

La crisis de su enfermedad en 1911.

Joaquim Sunyer. Mediterráneo (1910-1911). Óleo sobre tela (86,5 x 131). Col. Museo Thyssen-Bornemisza. [https://coleccioncarmenthyssen.es/work/mediterraneo-c-1910-1911/] Uno de los cuadros que Miró pudo ver en el Faianç Català.

En el mes de abril de 1911 Miró participó en su primera colectiva segura, lo que debió satisfacerle mucho y reforzarle ante sus padres, y visitó otra exposición muy conocida de Joaquim Sunyer en el Faianç Català. Como vemos, todo cuadra en que hacia la primavera de 1911 Miró ya estaba libre de su trabajo de contable y dispuesto a asumir su compromiso vocacional, aunque faltaba un evento decisivo: la enfermedad que sufrió poco después.
La historiografía ha aceptado que Miró sufrió una grave enfermedad hacia 1911, aunque ante las contradicciones biográficas saltan las dudas sobre este evento, pero si las noticias sobre su trabajo deben tomarse con prevención, en cambio es mucho más creíble que sufriera una enfermedad que le llevara a Mont-roig y a consagrarse al arte.
Hay que precisar que su narración de la enfermedad es muy posterior a los hechos y los detalles por lo tanto son poco fiables. En primer lugar, no hay rastro alguno en la correspondencia de estos años con Ricart de una enfermedad suya por entonces (ni en otro momento). Además, sus iniciales explicaciones biográficas ignoran o soslayan este tema. Por ejemplo, Miró declara en 1951 que fue una decisión de su estricta voluntad personal: ‹‹La familia se opuso a mi vocación artística. Los tres años en la droguería fueron tres años de presidio, hasta que me impuse y lo mandé todo a paseo. En la familia lo aceptaron como mal inevitable. Esta oposición en mis principios lo he considerado de gran importancia: remar contra corriente ha fortificado mis bíceps. Entonces tenía 18 años, fui a la Academia Galí, que me estimuló; y ya estaba decidida mi carrera.››[1]
Todavía en 1959 Soby no menciona la enfermedad sino sólo que su pesimismo (el que le había apartado de la pintura en 1910) duró poco tiempo y que en 1912 ya se matriculó en la Academia Galí.[2]
La historia cobra cuerpo hacia 1957-1959, cuando Dupin prepara su libro (1961) en base a las explicaciones de Miró y entonces explica en apenas tres líneas su enfermedad: ‹‹El trabajo le agota y desespera hasta el punto de que en 1911 cae gravemente enfermo. La fiebre tifoidea sucede a la depresión nerviosa. Tiene que permanecer acostado y sometido a dieta durante dos meses, lo que le deja en un estado de suma debilidad.›› Dupin es la primera fuente sobre esta enfermedad y la convalecencia en Mont-roig.[3] Le siguen Rowell, Lubar y Umland.[4] La tesis de que fue una depresión la sostienen Schildkraut y Hirshfeld, con argumentos bastante convincentes.[5]
Sobre esta enfermedad, Miró le precisa a Melià en 1975 que era ‹‹Una dolencia conocida con el nombre de “fiebres de Barcelona”. Supongo que debía tratarse de una especie de tifoidea producida por las aguas de la ciudad››.[6]
Repite en 1979 sobre su trabajo ‹‹Com a presó o treballs forçats. (...) Això me va donar una depressió nerviosa, que això me’n va portar a (tenir) les febres de Barcelona››.[7]
Melià puntualiza empero que la gran epidemia de las aguas de Barcelona —y la consiguiente y decisiva actuación correctora sanitaria de Ramon Turró sobre el suministro de agua— no tuvo lugar hasta el verano de 1914 (Josep Pla cuenta con más acierto que fue en octubre). Es posible que Miró, cuando ya era anciano, con el recuerdo de una enfermedad de su madre (que sufrió el tifus en noviembre-diciembre de 1914, hasta el punto que se temió por su vida y él la acompañó dos meses en su convalecencia) tras el paso de tantos años, convirtiera en tifus otra dolencia febril agravada por su depresión. ‹‹Permanecí todo un mes en cama, guardando absoluto reposo, sin apenas comer ni beber. Recuerdo nítidamente que frente a mi cama había un San Juan con un cordero y yo me pasaba el día cocinando el animalito y engulléndomelo.››[8] En otro momento, recuerda que la enfermedad le tuvo dos meses en la cama, con un ayuno casi total.[9]

La crisis de la enfermedad es un hito fundamental en su dedicación al arte, puesto que el temor a perder a su único hijo varón convenció a su padre para aceptar por fin su vocación y financiar su preparación y después su vida profesional, hasta 1925 al menos, cuando Miró ya tenía 33 años, y su madre aún lo seguirá haciendo después hasta que sea un hombre ya entrado en la cincuentena. Parece que confluyeron también dos causas más. El padre tenía la certeza de que el joven no tenía aptitudes ni actitud para el negocio del comercio después de fracasar en los estudios y en su primer trabajo.
Finalmente, el padre pensaría que podía hacer carrera en el arte, a fin de cuentas. Desde 1908 hay un lento resurgir del mercado artístico, hasta que hacia 1910-1911 la crisis del mercado del arte parece por fin superada: la crisis económica ya está muy lejana, los coleccionistas vuelven a comprar, los galeristas multiplican sus actividades. Eugeni d’Ors y los intelectuales novecentistas han promovido un amplio abanico de nuevos artistas, que hacia 1911 devuelven el optimismo al arte catalán. Nuevas posibilidades se abren a los artistas y los impedimentos familiares de tipo profesional pierden fuerza. De repente todo se conjuga a favor de sus aspiraciones. Si no se puede ganar la vida como negociante, a ver si lo consigue como pintor.
No obstante, el padre nunca acabó de estar del todo de su parte: ‹‹(...) pero no os creáis que mis padres se convencieron fácilmente. Mi padre era muy estricto, muy duro, pero se convenció de la inutilidad de sus esfuerzos. Me consintió, pues, que volviera a dedicarme a la pintura.››[10]
En cambio, su madre estaba más abierta a los deseos de su hijo y pudo influir en su marido. ‹‹Mi madre era una mujer extraordinaria y muy inteligente. Cuando las visitas le preguntaban por mí, se echaba a llorar. Pero más tarde, cuando vio que yo seguía un camino bien definido, se interesó vivamente por mi trabajo››.[11]
Miró, en todo caso, nunca les guardó rencor, sino que reverenciaba su memoria, hasta el punto de que incluso tenía en Palma dos habitaciones de su casa consagradas al recuerdo de sus padres, presididas por sus retratos y en 1962 los define así: ‹‹Mon père était très sévère, très strict, très réaliste; ma mère très ouverte, à toutes sortes d’idées contrebalançant son influence.››[12]
 Es casi seguro que sus padres jamás imaginaron el destino le deparaba. Su hermana Dolors fue quien más próxima estaba a sus esperanzas. Miró dirá de su hermana: ‹‹Ella miraba siempre hacia atrás y yo hacia delante. Pero tiene un corazón de oro. Cuando yo no tenía un céntimo para comprar colores, ella, a escondidas, me alargaba unas pesetas››.[13]
Con todo, tras perder su trabajo y superar su enfermedad, a mediados de 1911 su destino está ya claramente determinado: será artista y la familia le apoyará, aunque sea a regañadientes. Sueña con ser un destacado artista barcelonés, que goce al mismo tiempo de libertad creativa y de fama entre la rica clientela local. Desde entonces su formación, su actividad, sus intereses, toda su vida en suma, se concentran en el arte. Su correspondencia y las referencias de sus amigos y conocidos corroboran que vuelca todas sus energías en este proyecto vital. Pero antes debe recuperarse por completo y aquí entra un lugar fundamental en la vida del artista. La masía de Mont-roig.

NOTAS.
[1] Del Arco, Manuel. Entrevista a Miró. “Destino” (III-1951).
[2] Soby. <Joan Miró>. Nueva York. MoMA (1959): 9.
[3] Dupin. Miró. 1962: 47-48. / Dupin. Miró. 1993: 33.
[4] Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews1986: 22. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 29. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones2002: 41. / Lubar. Joan Miró Before The Farm, 1915‑1922: Catalan Nationalism and the Avant‑Garde1988: 23, 255. / Umland. <Joan Miró>. Nueva York. MoMA (1993-1994): 319, n. 14.
[5] El profesor y psiquiatra Joseph J. Schildkraut, coincidiendo con una antológica de Miró en el MoMA envió el 19-X-1993 (publicada el 24-X) una carta al diario “The New York Times”, que explica que ‹‹Miró suffered from depressive disorders›› y precisa que su primera depresión fue en 1911. Lo sostiene en tres publicaciones científicas: Schildkraut, Joseph J. Miró and the mystical in modern art: problems for research in metapsychiatry. “The American Journal of Social Psychiatry”, v. 2, nº 4 (1982) 1-20. / Schildkraut, Joseph J.; Hirshfeld, Alissa J. Mind and Mood in Modern Art I: Miró and “Melancolie”. “Creativity Research Journal”, v. 8, nº 2 (1995) 139-156. / Schildkraut, Joseph J.; Hirshfeld, Alissa J. Rain of Lyres. Circuses on Melancholy. Homage to Miró (112-130), en Schildkraut, Joseph J.; Otero, Aurora (eds.). Depression and the Spiritual in Modern Art. Homage to MiróJohn Wiley & Sons Ltd. Chichester. 1996. 260 pp.
[6] Melià. Joan Miró, vida y testimonio1975: 98-100.
[7] Documental de J.M. Martí Rom. D’un roig encés: Miró i Mont-roig1979.
[8] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 98-100.
[9] Documental de Chamorro. Miró. 1978. nº 53.
[10] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 103-104.
[11] Serrano, M.D. Los 75 años de Joan Miró. “Gaceta Ilustrada” 602 (21-IV-1968). En el mismo sentido, una carta de Miró a Dupin (9-X-1959), cit. Carta de Miró a Dupin (9-X-1959). Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews1986: 44. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 54. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 76. / Dupin. Miró.1993: 25.
[12] Saucet, Jean (texto); Saulnier, Tony (fotografías). Miró apporte à Paris le soleil de MajorquePublicación desconocida, probablemente “Vogue” (s/f, datable en VI-1962).
[13] Serrano, M.D. Los 75 años de Joan Miró. “Gaceta Ilustrada” 602 (21-IV-1968).

La convalecencia en Mont-roig en 1911 y su impacto vital.

Después de pasar la fase crítica de la enfermedad en Barcelona y ya fuera de peligro, el joven Miró marchó a la masía adquirida recientemente por sus padres en Mont-roig para acabar de recuperarse. Los burgueses de Barcelona compraban tierras a los latifundistas desde hacia decenios por motivos económicos (diversificación de recursos), de seguridad y prestigio social, culturales (mantener un contacto con la Cataluña perenne) y de salud tanto mental como física.[1]



            



Mont-roig en 1911 era un pueblecito rural, centro de un extenso municipio situado cerca del mar, en la comarca del Baix Camp, a pocos kilómetros de Tarragona, al sur de Cambrils, entre la sierra de la Pedrera y el mar Mediterráneo. Entonces padecía una continua crisis social y económica debido a la rémora de su pobre agricultura de secano: viña, cereales, algarrobos, almendros y avellanos. La población del municipio estaba bajando desde 1887, cuando la crisis de la filoxera arrasó los viñedos. En Mont-roig, en 1887 había 2.886 habitantes, en 1900 eran 2.669, en 1920 había 2.451, en 1930 bajaban a 2.374 y en 1940 sólo 2.289. Desde entonces se estancó, hasta el fuerte crecimiento desde 1960, gracias al turismo, llegando en 1991 a los 5.003 habitantes.[2]



El Centre Miró de Mont-roig, sito en una iglesia del siglo XVI, donde se exponen muchas copias de obras del primer periodo mironiano junto a fotografías, un tapiz y ninots de teatro originales. Hay un folleto con nueve localizaciones del municipio relacionadas con obras suyas, sobre todo la ermita de Sant Ramon (los martes está cerrada).


La iglesia del pueblo. Miró contribuyó a su mantenimiento con una donación anónima en los años 1970.



Miró. Mont-roig, La iglesia y el pueblo (1919). Fragmento.

Mont-roig sufría hacia 1910 de un largo proceso de decadencia, de bajos salarios para los jornaleros, de descenso de precios agrarios y, consecuentemente, del precio de las tierras. La conflictividad social explica que Mont-roig tuviese una asociación anarquista al menos desde 1910. En esas condiciones claramente regresivas, en la que los grandes terratenientes dividían y vendían sus tierras, fue cuando, de las numerosas masías en el llano de la costa, los Miró adquirieron, la masía Ferratges, que pronto se llamará Mas Miró, probablemente a finales de 1910 o principios de 1911, a los descendientes del recién fallecido Antoni Ferratges i de Mesa (1840-1909), marqués de Mont-roig y el mayor terrateniente de la comarca. Era un político liberal, diputado y senador en las Cortes de Madrid, promotor y director de los tres primeros meses del diario conservador “La Vanguardia” de Barcelona.[3]
No hay una fuente documental sobre la transacción porque en 1936, durante la Guerra Civil, se quemaron los registros de la propiedad de la zona. La fuente primaria es Miró, que declaraba que se compró en 1911 y lo corrobora su nieto Punyet Miró.[4] La historiografia se decanta más bien por 1910 o duda entre 1910 y 1911.[5]

Los padres de Miró la reformaron y residieron temporalmente en ella desde el verano de 1911, al acabar las obras de habilitación para vivienda veraniega, lo que explica que Miró recordara que compraron la finca en 1911.[6]
Los Miró tendrán pronto un sólido papel social en esta comunidad: en su casa se realizarán recitales de piano y en su capilla se celebrarán las misas para los vecinos del llano.


La zona costera de Mont-roig, con la finca de Miró en la parte central.

La finca, que visité por primera vez en 1997 (el pueblo ya lo conocí en 1991), está en la parte llana del municipio, algo lejana al pueblo de Mont-roig, que está en lo alto de la colina. El paisaje de la zona es extraordinario: bosque, playa, suelo feraz, de un color rojo dominante por la arena, en especial en tres sitios de la zona: en la roca, en la montaña de Escornalbou, y cerca de San Ramon, con su faro nocturno, que conduce a los pescadores. El mas ha cambiado varias veces de nombre popular: Los Pobles[7], Mas Ferratges, Mas Ferrà y Villa Dolores (por la madre de Miró) y Mas Miró (por Joan Miró).


La superfície ha cambiado con los años. Originariamente eran cuatro fincas unidas: nº 13, 20, 22, 39-40, con unas superfícies respectivas de 0,99; 2,6022; 6,0780; 3,8020. En total 13 hectáreas, según el catastro confeccionado en 1954 y modificado desde entonces, según los datos consultables en el catastro rústico de Tarragona y en el de la propiedad de Reus, nº 3. Sufrió en los años 60 una expropiación, para realizar una carretera nacional que pasó por la mitad de la finca, a sólo 50 metros de la casa. En 1999 sufrió una nueva expropiación, atenuada por un acuerdo con la familia tras dos años de negociación, que le quitó dos hectáreas más y acerca el nuevo tren de alta velocidad (AVE) a sólo 50-30 metros del taller —que en el proyecto inicial iba a ser derribado—, lo que transformó de modo radical el ambiente en el que vivió y trabajó Miró.[8]
La finca está tocando el barranco de Sa Peixerota, ocupando los polígonos 35 y 36 de Mont-roig, a ambos lados de la carretera que sube al pueblo y lindando con la nueva carretera Valencia-Tarragona. Se dedica a viñas, olivos, algarrobos, cereales; en 1910 se dedicaba sobre todo a viñedo y olivar, con más de 300 jornadas de labranza. La producción alcanzó su mayor nivel en los años 1940-1950. Antes de la guerra civil el masovero era Cristofor Colom “Pepet” (su hija fue la Vaileta que Miró pintó en 1919). Después de la guerra fueron los Paret, con quien Miró tuvo mucha confianza; en 1997 el padre ya había fallecido. Desde 1982 fueron Albert y Carmen Moyà, de Lleida. Muy amables, facilitaban la visita, por entonces con previo permiso de la Successió Miró.



La casa de la masía es antigua, una construcción probablemente de mediados del siglo XVIII, reformada a fondo en la primera mitad del XIX y con algunos cambios posteriores. Es una de las siete masías que se conservan en la comarca del Baix Camp.[9] Es enorme, con dos pisos, y muchas habitaciones: varias salas de estar medianas, sin ostentación; algunos cuartos de baño antiguos; muchos dormitorios, unos pocos con camas matrimoniales y todos con imágenes sagradas, y el dormitorio principal guarda una cama kitsch, con una decoración cristiana sorprendente: la Virgen, dos santos y dos angelotes a los lados; en otro cuarto hay una litografía, editada en Palma, La sangre preciosísima de Jesucristo; y en este estilo se muestra el resto de la casa. Abundan las fotos y los cuadros de la familia de Miró, de finales del siglo XIX: los padres, pintados en 1907 en un estilo realista por el famoso retratista Cristòfol Montserrat i Jorba (1866-1935), y los abuelos, de autor anónimo en una fecha indeterminada.
Los padres de Joan Miró transformaron un ala del edificio —al parecer una estancia de trabajadores que en tiempo del marqués de Mont-roig a finales del siglo XIX hacía de pequeña capilla ocasional, con un minúsculo altillo para los señores y los bajos para los payeses—, como capilla permanente, que sirvió para las misas dominicales de campaña (las que se celebraban fuera del pueblo), durante sus estancias veraniegas, celebraciones a las que, como los terratenientes tradicionales a los que querían imitar, invitaban a los propietarios y campesinos de la zona costera, costumbre que Joan Miró y Pilar Juncosa mantuvieron como un rito social a la par que religioso, hasta que hacia 1956, cuando se trasladaron definitivamente a Mallorca y ya no podían hacerlo de modo regular más que algunos meses del verano, se hicieron en la capilla del vecino Mas Romeu, bien conocido por el cuadro de Miró La casa de la palmera (1918).
Apunto aquí que los pocos vecinos antiguos de la zona que todavía vivían para entrevistarlos hacia 1991-1997, como Lidia del Mas Romeu y los Paret del Mas Miró, se mostraron muy discretos, pero recordaban al matrimonio Miró con mucho afecto. Siempre unidos, Pilar Juncosa como una gran señora, educada, amable, buena, mirando por su esposo y la familia, y de una vida cristiana ejemplar; Joan Miró como un hombre bueno, sin orgullo ni vanidad, tradicional, conservador, moderado y cortés.
Miró (1975) recuerda sus primeros días: ‹‹Sané muy rápidamente. El paisaje me produjo enorme impacto››.[10] Y añade (1979): ‹‹Fuimos en taxi. Me curé a los 15 días.››[11]
Su amigo Gasch, una fuente bastante fiable porque repite lo que le contaría él, refiere en 1963 que su convalecencia duró dos meses, pero puede que sume las primeras semanas en Barcelona y las siguientes en Mont-roig.[12]
Probablemente fue hacia mayo-junio por el encadenamiento con las fechas conocidas de que lo peor de su enfermedad fue en abril-mayo. La estancia en la masía tuvo un inmediato efecto balsámico sobre su salud física y psíquica, como Dupin (1993) explica:
‹‹Sus padres se inquietan y le envían a pasar su convalecencia en Mont‑roig, donde acababan de comprar una finca, la famosa masía que tan importante papel iba a desempeñar en la vida y obra de Miró. Liberado de la pesadilla del despacho y en medio de esa naturaleza por la que tanto afecto siente desde la infancia, el muchacho se repone y recupera fuerzas rápidamente. La enfermedad traerá como consecuencia feliz el fin de la resistencia por parte de la familia a su vocación de pintor. Dejan de atormentarle con la “espléndida posición” en el negocio barcelonés. Esa recuperación de la salud, esa vuelta a la pintura, será para Miró como un segundo nacimiento. No es de extrañar que haya contraído un apego casi sagrado a Mont‑roig, donde tuvo lugar el gran acontecimiento.››[13]
Tras un probable breve retorno a Barcelona hacia junio pasará en Mont-roig también el verano (probablemente julio-septiembre, ya al lado de su familia, que viene con él), en una completa felicidad, en la que apenas pinta nada. Se dedica a un dolce fare niente: vive en medio de un paisaje catalán puramente mediterráneo, un mito ideal de la generación noucentista. ‹‹Mis padres se iban y me quedaba solo en Mont-roig. Me impregnaba de la atmósfera campesina, aislado del bullicio urbano, en la única compañía de los animales: gatos, perros, aves de corral; no tenía más luz que la de un candil››.[14]


La pequeña ermita de San Ramón de Penyafort coronando la cima, y la más extensa de la Mare de Déu, en un nivel inferior, sobre la montaña roja de la Roca, que Miró pintó en 1917. Desde lejos parece un solo conjunto.

 En 1979, durante su última visita al pueblo, recordaba aquel impacto:
‹‹La ermita, a unos 3 km del pueblo, era uno de los lugares que visitaba en mis paseos. La playa de Mont-roig, ha sido siempre muy estimulante... (...) Yo iba cada día a la playa haciendo footing. Sudaba mucho al correr, hacía gimnasia y luego me bañaba en el mar. Hacía excursiones los domingos, yendo a pie de Mont-roig a Hospitalet. Veo el color de Mont-roig como un rojo avinagrado. El color rojo es la tierra. El color negro da fuerza y equilibrio al rojo. El azul es el cielo. El verde es el “garrover”. El amarillo es el color de los tejados, el de las plantas pequeñas, y como equilibrio con otros colores.››[15]
En el futuro, siempre que pueda, pasará los veranos en Mont-roig, hasta bien pasado el mes de octubre e incluso noviembre.
Miró (1974) declara sobre esta dependencia existencial: ‹‹Pour travailler jai besoin de retourner à Tarragone, un besoin physique, comme maintenant, de boire une tasse de thé.››[16]
Y al año siguiente (1975) cuenta: ‹‹(…) Mont-roig es para mí como una religión. / (…) la tierra de Mont-roig. Cada vez la siento más, pero la siento desde que era niño.›› [17]
Su unión con el pueblo será tan importante que en los años 30 y 40 se difundirá la idea de que nació allí, y durante unos años él parece aceptar esta idea, hasta que por fin protesta en 1951 de que en las biografías se le dé por nacido en Mont-roig, aunque el daño biográfico será ya difícil de corregir. Sebastià Gasch (1960) ha escrito que hoy ‹‹no se puede mencionar Mont-roig sin hablar de Joan Miró, porque Mont-roig se identifica con Miró y Miró con Mont-roig››.[18]
Dupin (1961, 1993), al describir el pueblo de Mont-roig, da forma a las palabras del propio artista, y destaca la importancia que para él tuvieron su naturaleza y quietud:
‹‹Situado a veinte kilómetros al sur de Tarragona, Mont‑roig está adosado a los primeros contrafuertes de la montaña como para mejor dominar el llano que se extiende hasta el mar. Mont‑roig y el interior de la región desempeñaron un papel esencial en la formación de la personalidad de Miró y en el desarrollo de su obra. Sus padres adquirieron la casa y la finca, la masía, en 1910. (...)
Mont‑roig (“monte rojizo”), no muy lejos de Cornudella, debe su nombre al color de las fantásticas escarpaduras de rocas que lo dominan. La acción del agua y el viento, del calor y los hielos sobre esa piedra blanda y porosa, el asperón de color vinoso, han producido alucinantes esculturas naturales que parecen directamente surgidas de la imaginación de Gaudí (que había nacido en Reus, la población más cercana). En lo más alto de los rocosos promontorios, La Roca, se alza la ermita de San Ramón, adonde Miró nunca dejaba de llevar a sus invitados para mostrarles todo su terruño el llano, el pueblo, el mar y la montaña en una sola mirada. Las calles estrechas y tortuosas, las escaleras y bóvedas, las viejas casas apretadas unas contra otras, escalonándose hasta la torre de la iglesia románica, poseen la belleza sencilla y vigorosa de los pueblos de Tarragona. La aldea parece adosarse a la montaña para ver mejor el mar a través de ese otro mar vegetal que es el llano, en el que dominan la vid, el olivo y los almendros. Ese llano, que comienza al pie de la montaña, se ensancha, se abre y se detiene en el mar a lo largo del filo de hoz de una playa de arena y guijarros. La ausencia de todo pintoresquismo fácil permite que nos asalte más simplemente la presencia soberana de la tierra. La multiplicidad de los cultivos y la profusión de las esencias le prestan el aspecto de un vasto jardín lujurioso. Todo cuanto la naturaleza mediterránea puede producir se ofrece con prodigalidad sin par. El hombre, beneficiario del vigor de la tierra, es sensible a la acción de la oscura energía que hace brotar y elevarse tan alto a los pinos, retorcerse a los olivos centenarios, temblar a los delicados almendros, doblarse a las ramas de los naranjos bajo el peso de sus frutos, esa energía que hace posible la inmensidad de los eucaliptos y el esplendor de los algarrobos, que hincha y endurece los racimos, los granos y las espigas. En medio de los cultivos, apartadas de la carretera, se alzan la casa y la granja, el mas y la masía. Quedarían ocultos bajo la espesa frondosidad de los plátanos y los eucaliptos que los rodean sin la torre rectangular que domina todo el edificio. En nuestros paseos por los alrededores íbamos encontrando, alterados por el tiempo, la mayor parte de los temas de los primeros cuadros de Miró, en particular la célebre masia. Reconocíamos también, en las estancias habitadas, buen número de los objetos y muebles que habíamos visto en los bodegones. Excepto durante la guerra civil, Miró pasó durante toda su vida una parte del año en Mont‑roig. Todas las fibras le unían a este lugar que representaba a sus ojos “la grandeza y la sobriedad”. No cabe duda, su energía, su entusiasmo y su obstinación son los de esta tierra. “Hay que pintar —decía— pisando la tierra, para que entre la fuerza por los pies.”[19]
Miró le debe a la tierra propicia de Mont‑roig su imaginación telúrica, la potencia de su lirismo, la certidumbre de sus visiones, así como la medida de sus audacias y la precisión de su delirio. La tierra inspira, pero corrige; da el empuje y la energía del movimiento, pero también imprime la dirección e impone la coherencia a los transportes que genera. La exuberancia natural no es derroche, sino profusión ordenada, sometida a ciclos, gobernada por ritmos. El campesino y el pintor lo saben, y saben someterse a ellos. Miró se parecía a los hombres de su pueblo. Tenía sus mismos andares lentos, su gusto por lo real, su prudencia y su terquedad. Pero su obra da testimonio, sobre todo, de ese constante acuerdo del hombre con la tierra en el plano del instinto creador. El ritmo de los cuadros, el desarrollo orgánico de las formas, la alternancia de sus impulsos, están regidos por estrictas leyes naturales que no sólo no limitan sus poderes, sino que además justifican todas las audacias y dan vida a un mundo fantástico. De Mont-roig, del paisaje de Tarragona, de la herrería de Cornudella, salieron el pie que golpea la tierra para extraer de ella fuerza e inspiración, el ojo que ordena la abundancia de imágenes y está atento al funcionamiento de los mecanismos delicados de su revelación, el ojo y el pie de Miró que constituirán otras tantas figuras obsesivas de su lenguaje pictórico.››[20]
Gimferrer (1978) explica la importancia de Mont-roig como parte del ser mironiano, representación a escala menor de Cataluña y todo el mundo:
‹‹(...) Per a Miró, en canvi, Mont-roig persisteix en el seu ésser, més encara, el reconquereix gràcies a la mirada meticulosa i lúcida de l’artista, que en serva l’entitat i la consistència, rescatades més enllà del temps i dels accidents de la percepció. Mont-roig, més nítidament definit que mai tant en l’escrupulosa matisació de l’època de La masia com quan, més tard, es troba a la base de la iconografia solar o astral mironiana, és Miró, i és el nostre país, i és l’universal. Miró assumeix l’entorn he esmentat Mont-roig; podria parlar també dels altres paratges, des del anys de minyonia fins al moment actual i l’incorpora per tal de fer-lo exalçar a la regió totalitzadora del mite.››[21]
Giralt-Miracle (1983) explica sobre el enorme choque emocional y la influencia posterior de Mont-roig sobre el joven artista:
‹‹Aunque su vocación artística es muy precoz, el gran choque emocional que desencadena en él una plástica determinada se produce en Mont-roig del Camp, donde acude a casa de unos familiares para recuperarse de una enfermedad y donde cristaliza definitivamente su vocación en su doble dimensión, la local y la universal, la telúrica y la cósmica; los dos polos de su inspiración enraizados definitivamente en el campo de Tarragona y la isla de Mallorca donde ha vivido la otra mitad de su vida. El joven que procede de Barcelona, de la atmósfera agobiante de una ciudad llena de despachos y talleres y que reacciona contra todo lo acomodaticio, descubre un nuevo mundo de pequeñas y grandes realidades que se plasmará entusiásticamente en su pintura hasta la década de los treinta.
El impacto de Mont-roig será tan fuerte que Sebastià Gasch ha escrito que hoy “no se puede mencionar Mont-roig sin hablar de Joan Miró, porque Mont-roig se identifica con Miró y Miró con Mont-roig”. Allí Miró descubre lo que él denomina el amor por la tela, por la lenta comprensión de las cosas, por la riqueza de los matices concentrada que ofrece la tierra y el sol. El júbilo de descubrir en un paisaje una pequeña hierba o un gran árbol.››[22]
Beaumelle (2013) explica que Miró, además de unido a Barcelona desde su infancia y desde 1920 a París, Miró está estrechamente vinculado a Mont-roig: ‹‹(…) il ne reste pas moins visceralment attaché a sa ferme de Montroig, tirant du contact physique et solitaire avec la nature —la mer, les cultures, la lumière solaire qui irrigue le sol, enflamme la roche, calcine le bois, cristallise le bleu du ciel— et avec la vie simple des paysans et des artisans, le terreau de son inspiration. C’est alors qu’il définit sa disciplina de travail et de vie: retrait régulier dans la période estivale à Montroig, où il vient se ressourcer et se concentrer, et affrontement avec la capitale en hiver. Un “mélange d’ermite et de guerrier”, voilà le portrait du peintre qui se dessine››.[23]

Como vemos, en la historiografía hay coincidencia en evocar que este pueblo significó para Miró un poderoso contacto vital con la naturaleza que recorrerá toda su obra artística.

NOTAS.
[1] Tomàs Llorens. Mont-roig<Miró: Tierra>. Madrid. Museo Thyssen-Bornemisza (2008): 30.
[2] Sobre el municipio en la actualidad y sobre su relación con Miró véase el Centre Miró [centremiro.com y 977 83 73 27], sito en una iglesia del s. XVI, donde se exponen muchas copias de obras del primer periodo mironiano junto a fotografías, un tapiz y ninots de teatro originales. Hay un folleto con nueve localizaciones del municipio relacionadas con obras suyas, sobre todo la ermita de Sant Ramon (los martes está cerrada); pero la visita a la masía de Miró requería un permiso especial de la familia, hasta se hizo la apertura oficial a los visitantes el 20 de abril de 2018.
[3] Permanyer. Miró. La vida d’una passió. 2003: 18. Antoni Ferratges de Mesa (Santiago de Cuba, 1840-Barcelona, 1909), político y empresario, marqués de Mont-roig desde 1887.  [https://ca.wikipedia.org/wiki/Antoni_Ferratges_de_Mesa] Su hijo Robert Ferratges i Domínguez (Madrid, 1879-1941) heredó en 1910 el título de marqués de Mont-roig y ese mismo año o principios del siguiente vendió la masía Ferratges. [https://ca.wikipedia.org/wiki/Robert_Ferratges_i_Domínguez]
 [4] Miró. Documental de Chamorro. 1978: nº 53. / Punyet Miró. Una mirada íntima, en De la Cierva; et al. Joan Miró. 2007: 43 y 96, apunta 1911 y arguye que la madre la compró para que su hijo se recuperase.
[5] Dupin. Miró. 1962: 33 y 48, en 1910. / Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 22, data la compra en 1910. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 29, en 1910. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 42, varía a 1910-1911. / Umland. <Joan Miró>. Nueva York. MoMA (1993-1994): 319, n. 13, señala que la fecha exacta es desconocida. / Lax; Bordoy. Cronología, en AA.VV. Miró. Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca. 2005: 507, en 1910.
[6] Hay una fotografía de 1911 publicada en Joan Punyet Miró. Una mirada íntima, en De la Cierva; et al. Joan Miró. 2007: 43. Se observa que en la torre central se ha colocado el nombre de “Villa Dolores” en homenaje a la madre. Otra fotografía (p. 44) muestra a los campesinos trabajando en la finca.
[7] Guix Sugranyes, J. M. Mont-roig y la “catedral del Baix Camp”. “La Vanguardia” (18-III-1967) 56.
[8] Redacción. Noticia. “Última Hora” (2-X-1999) 65. / Combalía, V. Salvemos la masía de Miró. “El País”, Cataluña (12-VI-2002) 2.
[9] Curós i Vilà, Joan. Larquitectura a pagès. “El País”, Quadern nº 1.100 (13-I-2005) 1-3, según mapa de p. 3.
[10] Melià. Joan Miró, vida y testimonio1975: 103-104.
[11] Documental de J.M. Martí Rom. D’un roig encés: Miró i Mont-roig1979.
[12] Gasch. Joan Miró. 1963: 14.
[13] Dupin. Miró. 1993: 33-34.
[14] Permanyer, Lluís. Revelaciones de Miró. Entrevistas hasta 1981. Especial “La Vanguardia” Miró 100 años (IV-1993) 4-5.
[15] Documental de J. M. Martí Rom. D’un roig encés: Miró i Mont-roig1979. Hay una fotografía de la amplia ermita de la Mare de Déu de la Roca, en p. 112 de la versión textual, con imagen de Miró y de invitados suyos en el verano de 1946 en p.113.
[16] Hahn, Otto. Interview Joan Miró. “Art Press”, 12 (junio-agosto 1974): 4.
[17] Raillard. Conversaciones con Miró. 1993: 22.
[18] Gasch. Visita a Mont-roig. “Destino” (16-IV-1960).
[19] Cela. La llamada de la tierra. “Papeles de Son Armadans”, v. 7, nº 21 (1956): 227.
[20] Dupin. Miró. 1993: 17.
[21] Gimferrer. Miró, colpir sense nafrar. 1978: 72.
[22] Giralt-Miracle, D. Símbolos de la catalanidad de Miró. Especial “La Vanguardia” (17-IV-1983). Apunto empero que la influencia rural en Miró es muy anterior, al menos en un decenio, a la fecha que apunta este autor y que hay varios errores biográficos en sus comentarios. Pero ello no disminuye el acierto general de su análisis.
[23] Beaumelle. Miró. 2013: 8-9. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario