sábado, junio 23, 2018

El misticismo juvenil del Miró católico y novecentista.

El misticismo juvenil del Miró católico y novecentista.

El tema del misticismo mironiano es probablemente uno de los que más merecen una reconsideración en el futuro, por su importancia para el análisis de su obra artística. Está muy relacionado con el noucentisme y con su formación cristiana. Con el primero porque éste predicaba una mística de la naturaleza mediterránea, con la segunda porque el cristianismo mironiano siempre fue más proclive al misticismo que a la razón teológica.
Rowell (1986) apunta sobre la religiosidad de Miró que era una fusión de cristianismo místico y ascético junto a un sensualismo panteísta:
‹‹Miró “remembered” as well the mystical dimension of the Catalan temperament: not only the faith and belief that produced the flat proud brilliance and austerity of Catalan Romanesque frescoes, but the exacerbated spiritual exercises of St. Teresa of Aquila [sic] and St. John of the Cross. Miró’s personal religion was comparable to a kind of peasant syncretism: a mixture of devout Christianity (Catolicism), animism or pantheism in regard to nature and an identification as well to cosmic forces, and ascetism, which, like that of the Spanish mystic poets, was achieved through a battle with his sensual, instinctive impulses.›› [Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 3. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 11. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 20.]
Entre sus lecturas siempre tuvieron un lugar privilegiado los libros de mística, al tiempo que los de erotismo, que despegaba en la poesía catalana justo en la juventud de Miró, después de un siglo XIX muy conservador y morigerado, como Sala-Valldaura (1989) explica:
‹‹En realitat, La inquietud primaveral de la donzella, publicat el 1912 dintre “Arca d’ivori”, és el primer exemple, tot i el seu bucolisme, del que, anys després, representarà Joan Salvat-Papasseit, de la mateixa manera que Joiell de Ramon Vinyes molt més que no pas Dimecres de cendra de Maragall esdevé el primer exemple en català de poesia eròtica contemporànea amb desig de ruptura i, doncs, de certa perversió i perversitat. Allò que després practicaran Josep Palau i Fabre, Vicent Andrés Estellés, Gabriel Ferrater i potser, tal volta sense voler, Blai Bonet. Tanmateix, aquesta relativa rebel·lia relativament filoeròtica s’estroncarà tot d’una: no conec cap altre antídot literari contra l’erotisme més fort que el de La Ben Plantada.
Només al marge del noucentisme pogué crèixer la planta de l’erotisme: des d’Eros (1914) fins a La rosa de cristall (1933) i Entre l’Equador i els Tròpics (1937) de Josep Maria de Sagarra, qui, possiblement, en deixà alguns inèdits; o, per damunt de tots, Joan Salvat-Papasseit i la seva assumpció joiosa de l’instint, tan present a El poema de la rosa als llavis (1923). Uns anys més tard, Carles Riba fiu capaç de corporeïtzar la poesia pura i, alhora, fer abstracció del cos, per exemple en les Estances, en Un nu i uns ulls, o en el primer sonet de Salvatge cor.›› [Sobre el erotismo en la poesía modernista, noucentista y vanguardista catalana durante la época de la juventud de Miró véase Sala-Valldaura, J.M. Poesia catalana i erotisme. “L’Avenç”, 123 (II-1989) 14-17. La cita es de la p. 17. Sobre el erotismo escatológico en la cultura catalana véase Pérez Cors, E. Escatologia i tabú. “L’Avenç”, 123 (II-1989) 52-55.]

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Miró, desde su primera juventud, estimó la literatura mística castellana de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila, y al respecto sabemos que en su ancianidad guardaba en su biblioteca más personal (y las leía frecuentemente en su taller) las obras de Santa Teresa en una vieja edición de 1881 (seguramente heredada de sus padres). En esto no hacía más que seguir la corriente de la primera mitad del siglo XX, en la que estos místicos se convirtieron en lecturas reverenciadas por los renovadores del catolicismo francés y español.
Apunto que el misticismo es patente en los monjes de Montserrat en España. En Francia destacan Maritain, los dominicos como Couturier, o el padre carmelita Bruno Froissard (amante del arte moderno, ex-superior de los carmelitas e impulsor de los “Estudios Carmelitanos” desde 1945). En Italia tenemos el amplio círculo de la Universidad Gregoriana de Roma. Hasta el mismo papa Juan Pablo II hizo en Cracovia su tesis doctoral sobre San Juan de la Cruz. El influjo en la historiografía del arte es manifiesto también en el psicólogo del arte René Huyghe, quien leyó a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz. [Huyghe. Conversaciones sobre el arte. Respuestas a Simon Monneret. 1984 (1980): 175.]
El surrealismo legitimó esta fuente de inspiración de Miró. El mismo Breton, de tan apasionado ateísmo, escribe en 1943 sobre Santa Teresa: ‹‹Por el simple hecho de que ella vea su cruz de madera transformarse en un crucifijo de piedras preciosas y que sostenga que esta visión es, a la vez, imaginativa y sensorial, Teresa de Avila puede encabezar esa fila en la cual se sitúan los médiums y los poetas. Desgraciadamente no es más que una santa.›› [Breton. 1943. cit. Pariente. Diccionario temático del surrealismo. 1996: 50-51.]

Puede sostenerse así la hipótesis de un misticismo juvenil de Miró, que entroncaría en su formación católica y le emparentaría con artistas posteriores, como Antonio Saura o José María Sicilia, uno de los jóvenes artistas españoles que mejor ha sabido asimilar las enseñanzas mironianas —incluso se asemejan en su enclaustramiento en Mallorca—.
Calvo Serraller está entre quienes sostienen que hay una influencia de Miró en Sicilia. [Del futuro al pasado. Vanguardia y tradición en el arte español contemporáneo. 1988: 181]  Esto es evidente en su obra Manuscrito de Sánlucar. Una fuente espléndida para confirmar la relación de pensamiento entre Miró y Sicilia es la entrevista que le hace Soledad Alameda [José María Sicilia en el corazón de la luz, “El País Semanal”, 1.064 (16-II-1997) 39-58.]. Sicilia también profesa públicamente su admiración por Velázquez, Zurbarán, Picasso y Bacon y se fundamenta en las eternas raíces del clasicismo español: la contemplación mística, la vivencia del dramatismo, la perenne insatisfacción formal y ética, el arrobo ante la materialidad, el arte entendido como camino de liberación.

Miró nos ha legado bastantes textos que indican su predisposición al ánimo místico, aunque de una sensualidad muy terrenal, desde muy joven. A finales de 1914, cuando todavía está directamente influido por el noucentismo clasicista de su maestro Galí, escribe a Ricart: ‹‹Home feliç i benaventurat pecador aquest qui té la seva ànima al camp i que retornarà a la terra de Fra Angélic i Luini, aquests dos que són vinguts del Cel per mostrar-nos un poc d’ell!!!›› [Carta de Miró a Ricart. Barcelona (22-XII-1914) BMB 443. Están en plena epidemia de tifus y Miró le explica a su amigo que ha cuidado a su madre en Caldetas. Volverán pronto allí, hasta mediados de marzo.] Y en la siguiente carta, escrita en medio de un terrible mal de amores contrariados por Teresa [No deberíamos confundirla con la Teresa de la novela La Ben Plantada, 1911-1912, de Ors, pese a que relacionarlas es casi automático, porque son similares, además de su nombre, sus rasgos físicos y la reacción que provocan. Es posible, no obstante, que Miró idealizase su amor bajo el influjo de la novela e incluso que le pusiera este nombre en clave.], Miró se confiesa: ‹‹Els mortals no podem aspirar a una complerta felicitat; ço seria rebelar-nos a Déu, qui fou home i patí per nosaltres. / “El dolor es germà inseparable del goig; sense l’un l’altre no pot existir”. / “La souffrance, c’est la sacrement de la vie”. / Així parlen Sócrates i el modern Rodin. / Siguem serenament visionadors de la vida, amic.›› [Carta de Miró a Ricart. Caldetas (31-I-1915) BMB 444. Carta a E.C. Ricart, Caldetas (7 a 15-III-1915) 444 BMB. Tres hojas con papel del “Círcol Artístic de Sant Lluc”.]
Pero se recupera muy pronto de esta decepción y le escribe a Bartomeu Ferrà, un amigo mallorquín: ‹‹He vivido el ritmo de las olas y he seguido amistosamente las huellas olorosas de mis deliciosas amigas. ¡Oh mis amigas! ¡Oh esta Pina, la italiana, la más bella mujer que ha aspirado la brisa de nuestro dulcemente inquieto Mediterráneo! Su carne era de alabastro y frutas.›› [Carta de Miró a Bartomeu Ferrà. Caldetas (¿II?-1915) col. particular. Reprod. en Serra. Miró y Mallorca. 1984: 226.]
Le gustaron estas frases sensuales y lánguidas, de modo que las reprodujo casi textualmente muy pocos días después, cuando le escribe a Ricart, en plena efervescencia entre amores místicos hacia la mujer y la naturaleza:
‹‹He vist també, durant aquests dies de gràcia els arbres i les muntanyes joiosament engalanats amb nupcials vestiments, que en forma de neu els cobriren al devallar del cel; aquestes vestimentes són ara altra volta fora; tota natura es estén ja novament son vel de maternitat. (...)
Bella aquesta meva estada al poble besat sensualment pel mar i sota el doser d’un cel blau, molt bau, i fecondat per una molt potenta llum! He sentit el ritme de les oles i he seguit amicalment les petjades oloroses de les meves delicioses amigues. D’aquestes meves amigues! Oh, aquí la Pina, l’italiana! la més bella dona que ha aspirat la [texto dudoso: ¿l’aire de nostre dolçament inquiet mar?]. La seva cama era d’alabastre. Oh aquesta Pina, la més bella dona que he vist!
No creguis, amic, que jo en sigui enamorat. Jo d’ella sóc devot, com de la Verge de Luini, i com de la Gioconda de Da Vinci, i com de les Gracies de Rafael. Jo segueixo atentament enamorat de Teresa, de cabells rossos.›› [Carta de Miró a Ricart. Barcelona (15-III-1915) BMB 445.]
Y unos meses después, continúa su entusiasmo por la naturaleza y el amor carnal, pese a que ha terminado definitivamente sus amores con Teresa. Pero ahora recomienza a sublimar su pasión, dirigiéndola hacia el arte:
‹‹Desvetlla, amic, de la teva tranquil·la beatitud d’ensomni, sentin els ritme de les ones i el fresseig dels arbres des ton taler blancament diàfan i devalla al món dels mortals per sebre la nova de que’l teu amic Miró és un home sense amor; l’adorador d’uns cabells rossos i un cos gràcil i una cara de fruites és ara l’home sol, sentint amor i adorança per totes les belles, més no per una sola. Ja són finits els festeixos amb la dels cabells rossos de la Rambla Catalunya de qui tant te parlí; que ahir estimava una flor d’un jardí, sentin el seu sol perfum sentia deleitança ara salta d’una a altra flor, i aspira la fragància i ama les coloraines de totes les que’s baden sota el nostre cel blau i sol càlid, és bella aquesta vida d’home sol! (...). Per un home jove és trist enamorar-se massa d’ora, altrament un pintor és un home de sacrifici, i ben sovint té que sacrificar la pintura per una dona! L’home sol és l’home fort, ha dit Ibsen.›› [Carta de Miró a Ricart. Barcelona (10-VI-1915) BMB 446.]
Miró establecerá más tarde un paralelismo vitalista entre la pintura, la poesía y hacer el amor: ‹‹Ce qui compte, c’est de mettre notre âme à nu. Peinture ou poésie se font comme on fait l’amour; une échange de sang, une étreinte totale, sans aucune prudence, sans nulle protection.›› [Duthuit, G. Entrevista a Miró. Où allez‑vous Miró. “Cahiers d’Art”, París, 8-10 (1936). cit. Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 152. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 162. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 216.]
Vemos, pues, cómo hay una clara voluntad poética, de creación literaria, en la manifestación de sus sentimientos, como si la razón hubiera necesariamente de ahormar el amor, encauzarlo hacia la creatividad. La exigencia de racionalidad limitaba siempre la pasión en Miró, lo que explica en gran parte que no tuviera una relación sentimental verdaderamente seria y estable hasta los 34 años y que, tras su ruptura con Pilar Tey asumirá con mucha racionalidad la idea de casarse con su prima Pilar Juncosa, a los 36 años. Miró finalmente se domeñaba, no se dejaba arrastrar del todo, ni en la vida ni en el arte.

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