martes, agosto 05, 2014

Joan Miró y la crisis de su enfermedad en 1911.

Joan Miró y la crisis de su enfermedad en 1911.


Joaquim Sunyer. Mediterrània (1910). Uno de los cuadros que Miró pudo ver en el Faiançç Català.

Ese mismo mes de abril de 1911 Miró participó en su primera colectiva segura, lo que debió satisfacerle mucho y reforzarle ante sus padres, y visitó otra exposición muy conocida de Joaquim Sunyer en el Faianç Català. Como vemos, todo cuadra en que hacia la primavera de 1911 Miró ya estaba libre de su trabajo de contable y dispuesto a asumir su compromiso vocacional, aunque faltaba un evento decisivo: la enfermedad que sufrió poco después.
La historiografía ha aceptado que Miró sufrió una grave enfermedad hacia 1911, aunque ante las contradicciones biográficas saltan las dudas sobre este evento, pero si las noticias sobre su trabajo deben tomarse con prevención, en cambio es mucho más creíble que sufriera una enfermedad que le llevara a Mont-roig y a consagrarse al arte.
Hay que precisar que su narración de la enfermedad es muy posterior a los hechos y los detalles por lo tanto son poco fiables. En primer lugar, no hay rastro alguno en la correspondencia de estos años con Ricart de una enfermedad suya por entonces (ni en otro momento). Además, sus iniciales explicaciones biográficas ignoran o soslayan este tema. Por ejemplo, Miró declara en 1951 que fue una decisión de su estricta voluntad personal: ‹‹La familia se opuso a mi vocación artística. Los tres años en la droguería fueron tres años de presidio, hasta que me impuse y lo mandé todo a paseo. En la familia lo aceptaron como mal inevitable. Esta oposición en mis principios lo he considerado de gran importancia: remar contra corriente ha fortificado mis bíceps. Entonces tenía 18 años, fui a la Academia Galí, que me estimuló; y ya estaba decidida mi carrera.››[1]
Todavía en 1959 Soby no menciona la enfermedad sino sólo que su pesimismo (el que le había apartado de la pintura en 1910) duró poco tiempo y que en 1912 ya se matriculó en la Academia Galí.[2]
La historia cobra cuerpo hacia 1957-1959, cuando Dupin prepara su libro (1961) en base a las explicaciones de Miró y entonces explica en apenas tres líneas su enfermedad: ‹‹El trabajo le agota y desespera hasta el punto de que en 1911 cae gravemente enfermo. La fiebre tifoidea sucede a la depresión nerviosa. Tiene que permanecer acostado y sometido a dieta durante dos meses, lo que le deja en un estado de suma debilidad.›› Dupin es la primera fuente sobre esta enfermedad y la convalecencia en Mont-roig.[3] Le siguen Rowell, Lubar y Umland.[4] La tesis de que fue una depresión la sostienen Schildkraut y Hirshfeld, con argumentos bastante convincentes.[5]
Sobre esta enfermedad, Miró le precisa a Melià en 1975 que era ‹‹Una dolencia conocida con el nombre de “fiebres de Barcelona”. Supongo que debía tratarse de una especie de tifoidea producida por las aguas de la ciudad››.[6]
Repite en 1979 sobre su trabajo ‹‹Com a presó o treballs forçats. (...) Això me va donar una depressió nerviosa, que això me’n va portar a (tenir) les febres de Barcelona››.[7]
Melià puntualiza empero que la gran epidemia de las aguas de Barcelona —y la consiguiente y decisiva actuación correctora sanitaria de Ramon Turró sobre el suministro de agua— no tuvo lugar hasta el verano de 1914 (Josep Pla cuenta con más acierto que fue en octubre). Es posible que Miró, cuando ya era anciano, con el recuerdo de una enfermedad de su madre (que sufrió el tifus en noviembre-diciembre de 1914, hasta el punto que se temió por su vida y él la acompañó dos meses en su convalecencia) tras el paso de tantos años, convirtiera en tifus otra dolencia febril agravada por su depresión. ‹‹Permanecí todo un mes en cama, guardando absoluto reposo, sin apenas comer ni beber. Recuerdo nítidamente que frente a mi cama había un San Juan con un cordero y yo me pasaba el día cocinando el animalito y engulléndomelo.››[8] En otro momento, recuerda que la enfermedad le tuvo dos meses en la cama, con un ayuno casi total.[9]

La crisis de la enfermedad es un hito fundamental en su dedicación al arte, puesto que el temor a perder a su único hijo varón convenció a su padre para aceptar por fin su vocación y financiar su preparación y después su vida profesional, hasta 1925 al menos, cuando Miró ya tenía 33 años, y su madre aún lo seguirá haciendo después hasta que sea un hombre ya entrado en la cincuentena. Parece que confluyeron también dos causas más. El padre tenía la certeza de que el joven no tenía aptitudes ni actitud para el negocio del comercio después de fracasar en los estudios y en su primer trabajo.
Finalmente, el padre pensaría que podía hacer carrera en el arte a fin de cuentas. Desde 1908 hay un lento resurgir del mercado artístico, hasta que hacia 1910-1911 la crisis del mercado del arte parece por fin superada: la crisis económica ya está muy lejana, los coleccionistas vuelven a comprar, los galeristas multiplican sus actividades. Eugeni d’Ors y los intelectuales noucentistas han promovido un amplio abanico de nuevos artistas, que hacia 1911 devuelven el optimismo al arte catalán. Nuevas posibilidades se abren a los artistas y los impedimentos familiares de tipo profesional pierden fuerza. De repente todo se conjuga a favor de sus aspiraciones. Si no se puede ganar la vida como negociante, a ver si lo consigue como pintor.
No obstante, el padre nunca acabó de estar del todo de su parte: ‹‹(...) pero no os creáis que mis padres se convencieron fácilmente. Mi padre era muy estricto, muy duro, pero se convenció de la inutilidad de sus esfuerzos. Me consintió, pues, que volviera a dedicarme a la pintura.››[10]
En cambio, su madre estaba más abierta a los deseos de su hijo y pudo influir en su marido. ‹‹Mi madre era una mujer extraordinaria y muy inteligente. Cuando las visitas le preguntaban por mí, se echaba a llorar. Pero más tarde, cuando vio que yo seguía un camino bien definido, se interesó vivamente por mi trabajo››.[11]
Miró, en todo caso, nunca les guardó rencor, sino que reverenciaba su memoria, hasta el punto de que incluso tenía en Palma dos habitaciones de su casa consagradas al recuerdo de sus padres, presididas por sus retratos y en 1962 los define así: ‹‹Mon père était très sévère, très strict, très réaliste; ma mère très ouverte, à toutes sortes d’idées contrebalançant son influence.››[12]
 Es casi seguro que sus padres jamás imaginaron el destino le deparaba. Su hermana Dolors fue quien más próxima estaba a sus esperanzas. Miró dirá de su hermana: ‹‹Ella miraba siempre hacia atrás y yo hacia delante. Pero tiene un corazón de oro. Cuando yo no tenía un céntimo para comprar colores, ella, a escondidas, me alargaba unas pesetas››.[13]
Con todo, tras perder su trabajo y superar su enfermedad, a mediados de 1911 su destino está ya claramente determinado: será artista y la familia le apoyará aunque sea a regañadientes. Sueña con ser un destacado artista barcelonés, que goce al mismo tiempo de libertad creativa y de fama entre la rica clientela local. Desde entonces su formación, su actividad, sus intereses, toda su vida en suma, se concentran en el arte. Su correspondencia y las referencias de sus amigos y conocidos corroboran que vuelca todas sus energías en este proyecto vital. Pero antes debe recuperarse por completo y aquí entra un lugar fundamental en la vida del artista. La masía de Mont-roig.

NOTAS.
[1] Del Arco, Manuel. Entrevista a Miró. “Destino” (III-1951).
[2] Soby. <Joan Miró>. Nueva York. MoMA (1959): 9.
[3] Dupin. Miró. 1962: 47-48. / Dupin. Miró. 1993: 33.
[4] Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 22. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 29. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 41. / Lubar. Joan Miró Before The Farm, 1915‑1922: Catalan Nationalism and the Avant‑Garde. 1988: 23, 255. / Umland. <Joan Miró>. Nueva York. MoMA (1993-1994): 319, n. 14.
[5] El profesor y psiquiatra Joseph J. Schildkraut, coincidiendo con una antológica de Miró en el MoMA envió el 19-X-1993 (publicada el 24-X) una carta al diario “The New York Times”, que explica que ‹‹Miró suffered from depressive disorders›› y precisa que su primera depresión fue en 1911. Lo sostiene en tres publicaciones científicas: Schildkraut, Joseph J. Miró and the mystical in modern art: problems for research in metapsychiatry. “The American Journal of Social Psychiatry”, v. 2, nº 4 (1982) 1-20. / Schildkraut, Joseph J.; Hirshfeld, Alissa J. Mind and Mood in Modern Art I: Miró and “Melancolie”. “Creativity Research Journal”, v. 8, nº 2 (1995) 139-156. / Schildkraut, Joseph J.; Hirshfeld, Alissa J. Rain of Lyres. Circuses on Melancholy. Homage to Miró (112-130), en Schildkraut, Joseph J.; Otero, Aurora (eds.). Depression and the Spiritual in Modern Art. Homage to Miró. John Wiley & Sons Ltd. Chichester. 1996. 260 pp.
[6] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 98-100.
[7] Documental de J.M. Martí Rom. D’un roig encés: Miró i Mont-roig. 1979.
[8] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 98-100.
[9] Documental de Chamorro. Miró. 1978. nº 53.
[10] Melià. Joan Miró, vida y testimonio. 1975: 103-104.
[11] Serrano, M.D. Los 75 años de Joan Miró. “Gaceta Ilustrada” 602 (21-IV-1968). En el mismo sentido, una carta de Miró a Dupin (9-X-1959), cit. Carta de Miró a Dupin (9-X-1959). Rowell. Joan Miró. Selected Writings and Interviews. 1986: 44. / Rowell. Joan Miró. Écrits et entretiens. 1995: 54. / Rowell. Joan Miró. Escritos y conversaciones. 2002: 76. / Dupin. Miró.1993: 25.
[12] Saucet, Jean (texto); Saulnier, Tony (fotografías). Miró apporte à Paris le soleil de Majorque. Publicación desconocida, probablemente “Vogue” (s/f, datable en VI-1962).
[13] Serrano, M.D. Los 75 años de Joan Miró. “Gaceta Ilustrada” 602 (21-IV-1968).

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