Abstract.
El artículo resume la recepción historiográfica y crítica de Joan Miró en publicaciones generalistas de 1942-1946, tanto en libros como en diarios y revistas, aprovechando las fuentes primarias y secundarias más fidedignas.
The article summarizes the historiographical and critical reception of Joan Miró 1942-1946, both in books and in newspapers and magazines, drawing on primary and secondary sources more reliable.
La historiografía
y la crítica de Joan Miró en 1942-1946.
La historiografía y
la crítica en publicaciones generalistas sobre Miró y el arte contemporáneo
aumenta su producción notablemente a partir de la posguerra, pero hay algunas
referencias particularmente interesantes, porque marcan la visión posterior de
nuestro artista.
En Francia destacan
las de André Breton y Pierre Loeb.
André Breton hacia 1945.
Breton (1945),
recién llegado de su exilio americano, aunque todavía editado por Brentano en
Nueva York, considera de un modo más encomiástico su obra:
‹‹(...) L’entrée tumultueuse, en 1924, de Miró,
marque une étape importante dans le développement de l’art surréaliste. Miró,
qui laisse alors derrière lui une oeuvre d’un esprit moins évolué mais qui témoigne
de qualités plastiques de premier ordre, franchit d’un bond les derniers
barrages qui pouvaient encore faire obstacle à la totale spontanéité de
l’expression. À partir de là sa production atteste une innocence et une liberté
qui n’ont pas été dépassées (...).››[1]
A partir de entonces
el jefe surrealista seguirá tendiendo puentes hacia el pintor.
Pierre Loeb, en su galería parisina hacia 1946-1947.
Pierre Loeb, a su
retorno a Francia en 1945, lucha por recuperar su puesto de gran marchante en
el periodo de entreguerras. Escribe a todos los artistas con los que había
tenido relación y consigue promesas de ayuda de Picasso, Miró, Giacometti o Lam
entre otros, al tiempo que se acerca a los nuevos pintores de la posguerra,
como Mathieu o Riopelle, que serán a la postre los que más saldrán en su
galería; y prepara la edición de un libro de memorias, Voyages a travers la
peinture (el último texto, Où va la peinture, lo escribe en La
Habana entre noviembre de 1944 y febrero de 1945; el libro se publica en 1946),
que le reivindique y le relacione con los grandes maestros —esto explica que
dedique tanta atención a Picasso, que le había prometido ayuda en su rentrée—.
Jean Cassou, hacia 1945.
Su amigo Jean Cassou comenta así su dedicación a los artistas en la posguerra:
‹‹Un marchand comme Pierre
Loeb, avec sa petite galerie de la rue des Beaux-Arts, courait sa chance et
jouait sa partie dans ce qui n’était pas une compétition momentanée, sans hier
ni lendemain, mais une aventure historique, un parti à prendre et a soutenir,
l’affrontement d’un jugement futur. Aussi se sentait-il uni par un
compagnonnage véritable aux artistes dont il avait choisi de partager la
carrière. On ne pouvait observer rien de provocant dans l’ardeur que Pierre
mettait à défendre les siens, mais une parfaite assurance, l’assurance d’un
homme qui aime la vie en sachant que rien en elle ne garantit contre une erreur
toujours possible.››[2]
Loeb (1946) resume
su visión de Miró, comenzando por su hermetismo respecto a la interpretación de
sus pinturas, que el propio marchante había ayudado a desarrollar con sus
consejos en los años 20:
‹‹— C’est un cheval, n’est-ce pas?
— Oui, oui.
— Mais non, c’est un oiseau.
— Oui, oui.
Ainsi réponds Miró, toujours
poli, quan on lui demande une explication. Il sait très bien, lui, ce qu’il
fait, mais il estime toute discussion inutile —sur ce plan, tout au moins—, car il aime à parler peinture sérieusement, et
sait lire le poète le plus hermétique.››[3]
Loeb caracteriza al
artista como específicamente catalán, es más, ‹‹sa véritable nature es celle
d’un un primitif catalan››, que atraviesa sus fases de formación aprendiendo de
los grandes movimientos o maestros vanguardistas como el fauvismo, el cubismo o
el Aduanero Rousseau, hasta llegar a la fase surrealista hacia mediados de los
años 20 y completar después un estilo de madurez, marcado por la capacidad de
síntesis y eliminación de toda influencia exterior y de toda anécdota en sus
cuadros, el espíritu poético, la habilidad con el dibujo, el colorido audaz, el
gusto —lo que en el pensamiento estético de Loeb, desarrollado en las primeras
páginas de su libro, se puede tomar como un gusto decorativo—, la fantasía y su
personalidad inclasificable —se refiere a ese carácter inaprensible que hace
que una obra sea inmediatamente reconocida como mironiana—:
‹‹Un dessin souple et d’un
incomparable envolée, l’audace dans le couleur, un goût sans défaillance, en
font le plus surprenant des artistes.
Véritable familier du
Merveilleux, il se meut avec aisance dans son domaine fantastique.
On voit difficilement un
prolongement à cette oeuvre, encore loin de son terme, certainement, et qui
reste hors de toute comparaison, de toute classification, de toute explication “raisonnable”.››[4]
Loeb, finalmente,
caracteriza las obras de Miró de los años 40, las pocas que debía conocer en su
exilio de La Habana gracias a las revistas, por un primitivismo que le llevaría
a desarrollar una visión cósmica: ‹‹(...); Miró, qui après avois analysé,
poussé à ses extrêmes limites la synthèse, rampe dans les grottes
préhistoriques, et s’esquive d’un seul coup dans un autre planète; (...)››.[5]
Raymond Cogniat en un artículo
titulado Les mots ont un sens,
en “Arts” (15-VI-1945) rebate la tesis de Degand de que Miró es un pintor
realista: ‹‹Je ne sais plus dans quel hebdomadaire, ni sous quelle signature,
j’ai vu il y a quelques semaines un article intitulé Jean Miro peintre de la réalité. Non: c’est faux! Il ne s’agit pas
de méconnaître les mérites de Miró, mais ceux-ci n’ont rien à voir avec la
réalité: ils en sont même le refus et la négation.››[6]
El famoso crítico Charles Estienne en un artículo sobre
la serie Les otages de Fautrier,
en “Terre d’Hommes” (3-XI-1945) se refiere a que una generación de
vanguardistas como Miró y Chagall ha emprendido el camino de la suprema
simplificación: ‹‹Chez les modernes, Miró ou Chagall se débrouillent,
insolemment, avec une frugalité de moyens extraordinaire, sans aller s’engluer
dans une Pâte chargée de nulle autre signification que d’elle même. Car c’est
l’esprit, ne c’est-ce pas, qi transforme, par sa présence ou son absence, les
plombs en or et viceversa.››[7]
Philippe Rovère, en un
artículo sobre Masson en “Clartés” (14-XII-1945) comenta: ‹‹(…) L’oeuvre de
Miró, si prodigieusement révolutionnaire, est d’une pureté quie effraiera
longtemps et détournera le public. Miró est un enfant qui vit hors du siècle:
c’est sa grandeur et sa faiblesse. A côté de lui, sur un mode plus humain,
Masson est un surréaliste qui est aussi un peintre. (…)››[8]
Roger Eskenazi, en “L’Humanité” (20-VII-1946) aprovecha una muestra en la
Galerie Charpentier para analizar cómo la pintura francesa del siglo XX se ha
aburguesado, y carga contra los surrealistas, y Miró en particular, en lo
parece la postura oficial comunista:
‹‹Où est le sujet? Et qu’importe
le sujet puisque “l’artiste peint comme l’oiseau chante”! Où est l’objet? Les
surréalistes reviennent de leur exploration dans ce que l’homme possède de plus
monstrueusement individuel, chargés de formes larvaires et morbides. Nous n’y
comprenons plus rien parce qu’il n’y a plus qu’un egoïsme immense atteignant le
paroxysme. / Mais les tableaux se vendent très cher à ces “élites sociales” en
quête d’évasion et qui demandent aux marchands Ernst et Miró en même temps que
Boucher ou Fragonard!››[9]
En España apenas
consiguen abrirse paso algunas menciones a nuestro artista.
En Mallorca la
prensa no presta atención a Miró. Prefiere ignorarlo. No obstante, destaquemos
como excepcional la publicación en Palma, a principios de 1942, de un artículo
sobre Miró, escrito por el pintor norteamericano Archie Gittes, quien le
considera el más puro artista surrealista:
‹‹Ningún artista, en
las artes plásticas, tan específicamente surrealista como Juan Miró.
Antiartístico e irracional. Sordo, mudo y ciego. (…) [en su grupo] Sólo Juan
Miró parece saber exactamente que “los sueños, sueños son” (…) No hay que
perder, empero, la esperanza. Juan Miró, en lucha constante con los monstruos,
ha traspuesto, en parte, los límites hasta hoy herméticos. Un poco de materia
viva, tenue y retráctil, se aventura en el abismo.››[10]
Después de este
artículo sólo habrá un denso silencio de años.
Ricardo Gullón
(1945) es de los primeros en reivindicarle en Madrid: ‹‹Miró ha realizado, por
los años 15-35, un descenso a los infiernos y gracia a eso se clavó en sus
pupilas el deslumbramiento de lo maravilloso —también de lo horrible, si se
quiere—, conjurando definitivamente el riesgo de caer, ni aun por anécdota, en
lo vulgar y contaminado. Y para el pintor, la compañía del diablo es preferible
a la de cualquier oficioso “commis voyageur” del arte oficial.››[11]
En agosto de 1945,
aprovechando un clima de ligera apertura del régimen para mejorar su imagen
internacional una vez terminada la guerra mundial, el pintor Francisco Mateos,
bajo el seudónimo de Martín Mago, se atreve con una referencia elogiosa a Miró
(y Picasso) en el madrileño “Cartel de las Artes”, un informativo quincenal de
artes plásticas fundado en junio y dirigido por el crítico Enrique Azcoaga, en
el que colaboran también Juan Eduardo Cirlot y Rafael Santos Torroella.
Francisco Mateos apoya
que los artistas de vanguardia inventen la realidad sin apelar a la figuración
realista:
‹‹(...) Picasso,
Chagall, y hasta Miró, hacen retroceder la pintura al Sentimiento y pedirles
que pinten un San Antonio realmente tostado por el sol; una Venus goteando agua
sobre sus carnes —cosa que no pretenden—, es superchería y mala fe. Si la
pintura ha dicho tantas verdades palpables desde el siglo XVI, Picasso, o lo
moderno, pretende volver a los signos iniciales de la vida y a la estricta
emoción plástica.››[12]
Su joven amigo Joan
Perucho será quien se atreva a publicar en el quinto número de la revista “Ariel”
en noviembre de 1946 un artículo de extraordinario valor, la primera gran
reivindicación de Miró en Barcelona después de la Guerra Civil, en un intento
de acercarlo a las nuevas generaciones como un puente a las vanguardias de
entreguerras:
‹‹La gran aventura
no ha cessat. Calia doncs, una seductora confabulació per tal de fer-nos
acceptar allò que intimament rebutjàvem. La fallida, però, era indefugible.
Malgrat el trist panorama de la nostra pintura, morta pràcticament l’any 1936,
no hauríem pogut resignar-nos a creure, com a definitiu, en una mena d’ordre
excessivament dolorós pel nostre entusiasme.Pressentiem que, arreu del món, en
una lògica dispersió, hom continuava fidel a la realitat; que la jerarquia
d’alguns noms restava dreçada, amb llur prestigi; que, àdhuc, ignoradament,
entre nosaltres Joan Miró era un d’ells. Aquesta informulada evidència creixia
a mesura del temps, en secret gairebé, quand aquest artista puríssim anava
bastint el seu màgic univers, meravellosament intacte. Com a única referència
ens bastava. Ha calgut, però, el desenllaç polític per a posar les coses en el
seu lloc. L’obra de Joan Miró, podem dir-ho, ha esdevingut una de les
manifestacions més genuïnes de l’art d’aquest temps nostre torturat fins a la
folia, fins a l’angoixa més desesperada.
Per a comprendre tot
el sentit de l’obra de Miró, cal partir del que André Breton anomenava la crise
de l’objet, és a dir, la depreciativa postura de l’home davant la realitat.
L’artista no pot suportar la grisalla del món que el circumda, la mesquinesa
del comerç superficial dels homes, l’absència de valors poètiques en la vida
quotidiana. És tracta, doncs, d’un fet de vastíssimes proporcions que implica
un inconformisme gairebé social. D’un banda la pintura-pintura que interessa
escassament, després de tants segles en què l’home es complau en el concret, en
els rapports estrictes amb la realitat, de l’altra, la lliure creació
poètica ardentment enyorada. “El món és incomprensible —deia Christian Zervos— si hom defuig el seu misteri.
La nostra seguretat en ell prové del fet de veure’l amb els nostres ulls, però
hom pot tenir una visió diferent, o tal volta oposada. Sols el misteri és gran
i no pot desaparèixer.” És per aquest motiu que Joan Miró cercarà d’introduir
la poesia en els seus quadres. Poesia que utilitza una concentració del color
que antany el paroxisme o uns arabescs turbadorament enigmàtics, però als quals
una desviació d’un mil·límetre llevaria l’encís. No es tracta, doncs, del
mateix problema que hom es planteja davant la pintura tradicional: en realitat,
no pot parlar-se en aquest cas de pintura. Salvador Dalí ens ha descrit els
anys en els quals Joan Miró volia asssassinar-la. Un desig evident
d’acabar amb tot un estat de coses que no convencen, es palesa en les recerques
de l’artista. Cal retornar a l’emoció primera de l’home davant les coses,
davant el món: al balbuceig de l’infant i l’home primitiu. Emoció sense
prejudicis, puresa d’ànima. Puresa que resta ofegada sota la saviesa de les
civilitzacions o sota el gran sarcasme dels convencionalismes. Cal abatre el
sentit comú, enderrocar el mur de sang i de luxuria que ens empresona a la
terra. De fet, como deia Herbert Read, un quadre de Miró és com una aventura en
el país de les meravelles, com una de les grans aventures d’Alice in
Wonderland.
El surrealisme,
doncs, amb Joan Miró assoleix la màxima puresa. Un deliri d’ascetisme,
d’economia, informa les seves obres. Gradualment va despullant-se de tot
possible contngut sensorial, va destruint una a una les amarres que el lliguen
a la realitat. Si per a un fauve el principi de la màxima intensitat
amb el mínim esforç, representa un axioma fonamental, hom sospita que
Miró obeeix sempre al de la màxima emoció amb la mínima sensació.
El concret esdevé, d’acord amb la dogmàtica surrealista, concert mental. Cap
altre artista no ho ha assolit d’una manera tan absoluta i tangible. Algú ha
dit que Miró havia descobert els reflexos espirituals de la cosa real. Però
convé aclarir de seguida que aquesta descoberta és feta al marge de tot procés
de síntesi més o menys laboriós. Miró no raona: en té prou amb la seva intuició
meravellosa. D’ací que la puresa d’un quadre d’aquest artista sigui producte de
la seva puresa d’ànima, d’aquesta aspiració constant vers l’absolut. I la
qualitat més alta de Miró, la qui le permet de mantenir-se com a valor
universal, és aquest perfecte equilibri entre el somni i la vida. Perquè és
indubtable que una excessiva puresa, una absoluta evaporació del que pot
semblar adjectiu, condueix irremeiablement a l’esterelització del contingut
humà, premisa ineludible de tota obra estètica. En aquest cas podria donar-se
una obra d’art amb clau secreta, de perfecta comprensió per l’artista que crea,
però indesxifrable per a l’espectador millor dotat. A això se referia Carl
Einstein en parlar de l’obra del nostre artista. Aquest, però, coneix el límit
de les seves realitzacions.
Hem de remarcar,
finalment, l’òrbita de la gran tradició catalana en què es mou Joan Miró.
Orbita que informa una manera d’expressar-se directa, viva, on els colors
exulten lliurement, cosa que fa pensar tant en els frescs de les nostres
esglésies medievals com en la punyent clarividència dels il·lustradors del Beatus.››[13]
Greenberg en Nueva York hacia 1947.
En EE UU destaca la
creciente atención que le presta Clement Greenberg, patente en las reseñas de sus
exposiciones, así como en textos más generales. Así, en 1946 comenta que es el
pintor más original de la Escuela de París.[14]Y
en una publicación francesa también de 1946, resume su posición ambivalente
sobre la influencia europea, en especial de Cézanne, Matisse, Picasso y Miró,
en los jóvenes artistas americanos Pollock, Gorky y Baziotes:
‹‹La peinture française de la
lignée Cézanne-Picasso-Miró avait été pour eux une discipline technique et
formelle, mais elle n’avait pas fourni de matière émotionnelle. L’exemple du
Surréalisme les incita à introduire dans leurs tableaux des symboles et des
métaphores tirés des théories freudiennes, archéologiques et anthropologiques.
Cet appareil littéraire a très peu de substance en lui-même et le contenu que
les artistes lui attribuent me paraît illusoire. Mais cela contribua à les
aiguiller vers une peinture d’un genre gotique, néo-expressionniste et abstrait
qui est plus vraie et plus originale que leurs imitations de Picasso et de
Miró. Cette oeuvre produit une impression baroque, élaborée, qui fait penser à
Poe et elle est remplie d’une sensibilité sadique et scatologique. Cependant
elle est disciplinée par des ambitions formelles et respecte la plupart des
contraintes auxquelles Matisse, Picasso et Miró ont soumis l’usage de
l’illusion de la profondeur.››[15]
NOTAS.
[1]
Breton. Le Surréalisme et la Peinture. Genèse et perspectives
artistiques du surréalisme 1945: 94.
[2] Cassou. *<L’Aventure
de Pierre Loeb: La galerie Pierre, Paris, 1924-1964>. París. MAMV (7 junio-16 septiembre 1979). cit. *<Saint-Germain-des-Prés
1945-1950>. París. MAMV (6 octubre 1989-7 enero 1990): 74.
[3]
Loeb. Voyages a travers la peinture. 1946: Joan Miró, 48.
[4]
Loeb. Voyages a travers la peinture. 1946: Joan Miró, 49.
[5]
Loeb. Voyages a travers la peinture. 1946: Où va la peinture
(115-143), cit. 135.
[6] Cogniat, R. Les mots ont un sens. “Arts”, Lyón/París
(15-VI-1945). Col. FPJM, v. II, p. 158. Se refiere al texto de Degand, Léon. Joan Miró, peintre de la réalité. “Les Lettres Françaises”,
París, v. 5, nº 51 (14-IV-1945) 4.
[7]
Estienne, Charles. “Les otages” de Fautrier. “Terre d’Hommes”,
París (3-XI-1945). Col. FPJM, v. II, p. 159.
[8] Rovère, Philippe. Les Arts: André Masson.
“Clartés”, París (14-XII-1945). Col. FPJM, v. II, p. 160.
[9] Eskenazi, Roger. 40 ans de peinture française.
“L’Humanité”, París (20-VII-1946). Col. FPJM, v. II, p. 169.
[10] Gittes, Archie. J.
Miró o la lucha con los monstruos. “La Almudaina”, Palma de Mallorca
(21-I-1942). Sobre la excepcionalidad de esta defensa, véase Ferrà Ponç, Damià.
Archie Gittes a Mallorca. <Archie Gittes. Exposició antològica>.
Palma. Lonja (mayo-junio 1987), s/p, n. 18. Archie Gittes
(21-IV-1903-Massachusetts, VIII-1991) y su esposa Cicely Foster Gittes
(11-IX-1905-Massachusetts, VI-1982), una excelente pianista, eran de los pocos
residentes norteamericanos que permanecieron en la isla, entre 1932, cuando
retornaron a Melrose, en Massachusetts. En 1934 nació en Mallorca su hijo Ruben
(fallecido en 2004).
[11]
Gullón, Ricardo. Juan Miró por el camino de la poesía. “Leonardo.
Revista de las ideas y las formas”, Barcelona, t. 3, v. 8 (XI-1945) 29-39.
Reprod. en Gullón. De Goya al arte abstracto. Cultura Hispánica. Madrid.
1952 (113-141). / cit. Minguet. Joan Miró. L’artista i el seu entorn
cultural (1918-1983). 2000: 73, n. 72.
[12]
Francisco Mateos, con seudónimo de Martín Mago. Dialoguillo en pro y en
contra. “Cartel de las Artes”, Madrid, 5 (15-VIII-1945). Reprod. Calvo
Serraller. España. Medio siglo de arte de vanguardia. 1939-1985. 1985.
v. I: 185-186, cit. 185.
[13]
Perucho, Joan. Joan Miró. “Ariel”, Barcelona, v. 1, nº 5 (IX-1946).
Reprod. Calvo Serraller. España. Medio siglo de arte de vanguardia. 1939-1985. 1985. v. I:
200-201.
[14] Greenberg.
“The Nation” (29-VI-1946): 793. reprod. Art and Culture. Beacon Press.
Boston. 1961. cit. *<Paris - New York 1908-1968>. París. MNAM (1 junio-19 septiembre 1977), reed. 1991:
682.
[15]
Greenberg. L’art américain au XXe siècle. “Les Temps Modernes” (agosto-septiembre 1946) 340-352,
cit. 349-350. cit. Leja. Reframing Abstract Expressionism. Subjectivity and
Painting in the 1940s. 1993: texto francés
en n. 41, p. 336. El original inglés se ha perdido, pero Leja traduce el
párrafo sobre Miró en pp. 33-34.
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